sábado, 30 de agosto de 2014

Cada vez más jóvenes europeos legalizarían la marihuana

En los 15 y los 24 años, el 45 % pide su regulación, en 2011 solo lo hacían el 34 %

El País (España)
Lunes, 25 de agosto, 2014
cannabis-club-weighingAtrás quedan los años en los que la sociedad —jóvenes incluidos— rechazaba prácticamente en bloque la legalización de la marihuana. Así se desprende del último Eurobarómetro sobre la relación entre juventud y drogas, que revela que, aunque siguen siendo mayoría los europeos de entre 15 y 24 años que se oponen a legalizar el cannabis, el porcentaje que pide su regulación ha pasado del 34% al 45% en los tres últimos años.
En España, la variación es incluso superior: del 35% de 2011 al 47% actual. De seguir esta tendencia, en la encuesta de 2017 serán mayoría los jóvenes españoles y europeos que pidan la legalización, tal y como ya sucede en República Checa, Eslovenia, Italia, Irlanda, Polonia, Eslovaquia, Austria y Países Bajos — el único Estado miembro en el que es legal.
¿Qué ha ocurrido para que se produzca este cambio de actitud? Martin Jelsma, coordinador del programa de Drogas y Democracia del Transnational Institute y una eminencia internacional en la materia, apunta a la “discusión abierta” en la sociedad europea y española y valora la contribución de los clubes cannábicos que han proliferado en varios países y, muy especialmente, en España, en la “normalización” del debate sobre la viabilidad de una distribución legal.
El experto matiza que aunque estas asociaciones no representan una legalización propiamente dicha, las cifras evidencian que los clubes cannábicos no han incrementado el consumo entre los jóvenes. “No tiene ningún sentido reprimir a los clubes pensando que es un fenómeno que aún puede desparecer. Más bien al contrario, es urgente aprobar normas jurídicas y de conducta claras para su funcionamiento y abrir el debate sobre una legalización del cannabis desde la siembra hasta la venta”, subraya. “No hay vuelta atrás”.
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Fuente: Eurobarómetro.
El barómetro encargado por la Comisión Europea muestra dos detalles interesantes para el debate: el rechazo persistente de los jóvenes (por encima del 90%) a la legalización de drogas como la heroína, la cocaína o el éxtasis y la disociación entre consumo y conveniencia de legalización del cannabis en la UE (solo el 22% de los jóvenes españoles y el 17% de los europeos afirman haber consumido esta sustancia en el último año). “El acceso a esta sustancia no ha aumentado, lo que ha crecido es el debate sobre su legalización”, opina Jelsma.
Para Òscar Parés, subdirector del centro de estudios del cannabis y de políticas sobre drogas ICEERS, gran parte de la normalización de la marihuana tiene que ver con la eliminación paulatina del estigma de la heroína tras el dramático ascenso en su consumo en los años ochenta. “En los últimos años ha cambiado mucho. Los jóvenes perciben netamente las diferencias entre el consumo de cannabis y el de drogas más duras”. Parés remarca que el consumo responsable de marihuana es mayoritario — “el 80% de los casos”— y admite que en caso de una potencial legalización, la demanda podría aumentar en un “primer momento” pero, a cambio, no aumentaría el consumo problemático de esta droga. “Si la venta fuese legal, se podría dar mejor atención a los consumidores con problemas y se tendría mayor control de estos casos por parte de las autoridades sanitarias”, alega.
Pese al cambio de tendencia en los últimos años, la sociedad europea no está entre las más favorables a la legalización de la marihuana. En 2013, según una encuesta de Gallup, los estadounidenses a favor de la regulación de esta sustancia (el 58%) ya superaban con creces a aquellos que optaba por que su consumo permaneciera en la ilegalidad (39%). “Es un proceso gradual”, añade Jelsma en referencia a la legalización de cannabis para uso recreativo en los Estados de Washington y Colorado a finales de 2012.
A principios de año, Uruguay abrió una espita en América Latina al aprobar la venta de esta sustancia en farmacias. “Estos ejemplos demuestran que el problema del cannabis no es la propia droga sino la ausencia de regulación. Es una cuestión puramente política”, concluye.

Clubes para comprar

Los clubes cannábicos —centros en los que, a cambio de una cuota anual que suele rondar los 20 euros, sus socios tienen derecho a retirar, previo pago, una cantidad estipulada para consumo propio— han ganado adeptos en los últimos años. Están registrados como asociaciones y tienen sus propios estatutos, pero solo algunos Ayuntamientos como San Sebastián o Girona han ensayado regulaciones pioneras.
“Es importante diferenciar entre las asociaciones de consumo y los coffeeshops”, señala Òscar Parés, del centro de estudios del cannabis ICEERS, en referencia a los populares establecimientos holandeses en los que, además de tomar café, los clientes pueden comprar marihuana. “Los clubes no permiten la entrada a cualquiera, solo a sus asociados y, por tanto, no fomentan el consumo”, explica.
Desde el punto de vista legal, los clubes se encuentran en un limbo —o “zona gris”, como prefiere este experto—. “No están legalizados, pero el consumo es completamente legal en España”, destaca. Hasta ahora se han abierto cerca de 50 causas contra administradores de estos espacios y “ninguno ha acabado en la cárcel”.
La primera de estas asociaciones nació en Tarragona hace dos décadas. Desde entonces, el fenómeno ha ido desarrollándose hasta el punto de que, según sus datos, hoy hay cerca de 1.000, casi todos en Cataluña (unos 400) y País Vasco (150).
fuente: TNI

miércoles, 27 de agosto de 2014

Report: Washington's Marijuana Legalization Grows Knowledge, Not Just Pot

New WOLA/Brookings report analyzes legal marijuana program in Washington state
WOLA/Brookings Report
August 25, 2014
By Philip A. Wallach, Fellow, Governance Studies, The Brookings Institution
On November 6, 2012, voters in Washington and Colorado made the momentous and almost entirely novel choice to legalize and regulate recreational marijuana. While many places around the world have tried out forms of marijuana decriminalization or legalized medical uses, none had ventured to make the production, distribution and recreational use of the drug legal, let alone erect a comprehensive, state-directed regulatory system to supervise the market. In spite of the lack of experience, and in spite of a clear conflict with federal drug law, solid majorities in Washington and Colorado decided that their states should lead the way through experimentation. (In 2013, Uruguay would follow.) The opening of state-legal marijuana shops has been a reality in Colorado since January, and has finally come to pass in Washington as of July 8.
While Colorado is justifiably garnering headlines with its ambitiously rapid (and, in many respects, impressive) legalization rollout,2 there is a case to be made that Washington is undertaking the more radical and far-reaching reform. It is, in effect, attempting not just to change the way the state regulates marijuana, but also to develop tools by which to judge reform and to show that those tools can be relevant amid the hurly-burly of partisan political debate. Washington has launched two initiatives. One is about drug policy; the other is about knowledge. In the world of drug policy, and for that matter in the world of public administration more generally, this is something fairly new under the sun.
This second reform, though less heralded than the attention-grabbing fact of legalization, is in many ways just as bold. Washington’s government is taking its role as a laboratory of democracy very seriously, tuning up its laboratory equipment and devoting resources to tracking its experiment in an unusually meticulous way. Several innovative features are especially noteworthy:
  • A portion of the excise tax revenues from marijuana sales will fund research on the reform’s effects and on how its social costs can be effectively mitigated. In effect, the state has built test equipment into its policy reform from day one, with a dedicated funding stream to provide continuity and political independence.
  • Coordination of research efforts is taking place across multiple state agencies, including the Department of Social and Health Services, the Department of Health, and the Liquor Control Board. Instead of relying on just one point of view or information source, the state is focusing many lenses on the issue, attempting to create a multifaceted picture.
  • A cost-benefit analysis is to be conducted by the state’s in-house think tank, the Washington State Institute for Public Policy (WSIPP), and will be nearly unprecedented in its scope and duration. If well executed, this effort will provide a yardstick for success that can help focus and discipline the political debate.
By combining these techniques, Washington’s policymakers seek to empower themselves not only to proactively regulate legal marijuana but to proactively inform and influence the informational battles that will surround legal marijuana. That is no mean feat in a policy area so full of passionate, and often intemperate, advocates. As the battle lines harden in the information wars between legalization’s champions and critics, the state’s knowledge-building efforts offer its officials the chance to transcend the breathless rhythms of the news cycle and set their sights on more consequential time horizons. Reformers across the country—in marijuana policy and beyond—would do well to learn from this second experiment as much as from the first.
This paper outlines Washington’s side-by-side experiments: the marijuana experiment and the knowledge experiment. It will weigh the potential and the pitfalls of the state’s knowledge experiment. And it will offer some thoughts on how to get the most out of Washington’s innovations—both for those who care about drug policy and for those who care about making policy reform of any sort work better.
To read the full report, please click here.

lunes, 25 de agosto de 2014

El apuro de niños migrantes en la frontera muestra la necesidad de invertir en Centroamérica

Por Geoff Thale, Director de Programas, WOLA
El presidente Obama ha anunciado recientemente una nueva iniciativa para responder al aumento dramático de los niños migrantes no acompañados que están entrando ilegalmente a los Estados Unidos por la frontera sur. Más de 47.000 niños migrantes no acompañados han llegado a los Estados Unidos durante este año fiscal—casi 35.000 provenientes sólo de El Salvador, Guatemala y Honduras—lo que llevó al presidente Obama a designar a la Agencia Federal de Gestión de Emergencias de Estados Unidos (Federal Emergency Management Agency, FEMA) a gestionar la respuesta.
La impresión de ver a todos estos niños, literalmente a los pies de nuestra puerta, debe impulsar a los políticos a hacer un examen de conciencia acerca del por qué los menores huyen, por qué los padres les permiten huir, y si tiene sentido gastar mil millones de dólares deteniendo y deportando a niños centroamericanos mientras se gastan tan sólo US$98.700.000 en ayuda de desarrollo para El Salvador, Guatemala y Honduras, y US$161.5 millones para estos y otros países como parte de la Iniciativa de Seguridad Regional de América Central (Central America Regional Security Initiative, CARSI) para este año fiscal.
El número de menores que están llegando a la frontera estadounidense es impresionante, especialmente si se considera el tamaño de la población centroamericana. Por ejemplo, 9.850 menores no acompañados de El Salvador fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza de EE.UU. en el período entre octubre de 2013 y mayo de 2014. En El Salvador hay 2.37 millones de niños, según los datos de UNICEF, lo que significa que aproximadamente uno de cada 240 niños de ese país ha tratado de cruzar a los Estados Unidos y fue detenido por la Patrulla Fronteriza en el transcurso en los últimos ocho meses. Los porcentajes para Honduras son semejantes y un poco más bajos, pero todavía impactantes, para Guatemala.
Te hace vacilar, la imagen de un niño o adolescente, sin padres ni guardianes, buscando hacer el largo viaje desde San Salvador o San Pedro Sula hasta los Estados Unidos. Algunos de estos niños son transportados por contrabandistas, quienes en muchas ocasiones están en colusión con el crimen organizado, y algunos otros viajan solos. Todos son vulnerables a los numerosos peligros que plagan a los migrantes durante sus viajes por México: bandas criminales que demandan dinero a los migrantes que viajan en el tren hacia el norte, quienes a menudo son tirados del tren si no pueden pagar, oficiales inescrupulosos buscando sobornos y el crimen organizado en busca de víctimas para secuestro o mulas para transportar drogas. ¿Qué motiva a una persona a confrontar todos estos peligros e incertidumbres?
Las notas de prensa en las semanas recientes han sugerido que mujeres y niños migrantes están llegando a los Estados Unidos bajo la percepción de que se les permitirá permanecer en el país. Puede ser que los contrabandistas también estén promoviendo esta idea en busca de más clientes. El gobierno de Obama ha dejado claro que su política de control migratorio no ha cambiado, y, de hecho, la infraestructura fronteriza y la fuerza de trabajo han incrementado en la última década. El viaje del vicepresidente Biden a Guatemala en la semana pasada reiteró este mensaje.
Sin embargo, más importante que la fuerza de esta percepción son los factores de "empuje" que impulsan esta ola de migración, los factores que hacen que los posibles migrantes, especialmente los niños y los adolescentes, decidan abandonar El Salvador, Honduras o Guatemala para venir a los Estados Unidos.
Detrás de esta ola migratoria se destacan dos factores subyacentes. El primero es la amenaza de violencia en las comunidades de origen de los migrantes, de la cual la juventud está especialmente en riesgo. La violencia es un problema grave en algunas partes de Centroamérica. Honduras tiene la tasa de homicidios más alta del mundo. La violencia doméstica y el maltrato infantil se han generalizado. Las pandillas se involucran en disputas violentas del terreno, la extorsión de las empresas y los residentes locales, el tráfico de drogas a pequeña escala, y reclutan especialmente a los jóvenes. Las pandillas se han convertido en difíciles fenómenos sociales y criminales en los países del llamado “Triángulo del Norte” de Centroamérica durante la última década.
Existen pocas protecciones contra la violencia porque las instituciones eficaces de seguridad pública son no existentes. Las fuerzas policiales son mal pagadas y tienen poco personal en sus divisiones de patrulla, las cuales no pueden impedir la delincuencia. Las policías investigadores no pueden investigar efectivamente ni el crimen ni la corrupción policial y la infiltración criminal de la policía permite que la delincuencia y la violencia florezcan con poca respuesta de las autoridades gubernamentales.
Además del problema de la violencia existe la falta de oportunidades, especialmente para los jóvenes, los pobres y la clase media-baja. En zonas rurales, los pequeños agricultores enfrentan barreras difíciles para producir para los mercados locales. El 75 por ciento de los que viven en las zonas rurales de Honduras viven en la pobreza. Los trabajos estacionales en las fincas más grandes que exportan café, azúcar y otros cultivos son mal pagados. El café, el principal cultivo comercial en Centroamérica, está sufriendo de un hongo devastador llamado "roya del café". The New York Times informó que "el veinte por ciento de los medio millones de puestos directamente ligados al cultivo en Guatemala ya han desaparecido".
En las ciudades, los trabajos en el sector formal que proporcionan prestaciones de salud y seguridad social y que pagan impuestos pueden ser escasos, y los salarios son relativamente bajos. Un estudio del Banco Mundial de 2012 declaró que el empleo en Centroamérica sigue siendo principalmente en empleos de baja calificación con trabajadores poco calificados, lo que subraya la necesidad de crear más puestos de trabajo, en particular los "puestos de trabajo que pueden romper el ciclo de pobreza y contribuir a un crecimiento económico sostenido". En las comunidades pobres, donde el acceso a los recursos es escaso y los niveles de educación son relativamente bajos, muchos jóvenes ven la vida de pandillas (viviendo por la extorsión y el tráfico de drogas a pequeña escala) como una de las pocas alternativas económicas viables.
Dado este contexto, no es de extrañar que los menores preocupados consideren que huir de sus entornos, o que los padres y parientes les ayuden a buscar la seguridad mediante la migración a los Estados Unidos.
En un estudio reciente de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados se entrevistaron a 300 menores no acompañados procedentes de Centroamérica que habían sido detenidos por la Patrulla Fronteriza, sobre sus razones para abandonar sus países. La pobreza y la falta de oportunidades fueron factores clave en la decisión de emigrar. Además, el 31 por ciento notaron la violencia o amenazas de violencia de pandillas o grupos delictivos organizados como un factor principal en su decisión de irse, y el 16 por ciento enumeran otras formas de violencia social. El 20 por ciento mencionaron el abuso o la violencia en el hogar.
Estos son problemas profundamente difíciles, y no hay una solución mágica para resolverlos. No obstante, se debería hacer más para mitigar los problemas arraigados causando que tantos menores, por desesperación, emprendan un viaje peligroso a los Estados Unidos.
¿Qué se puede hacer para mitigar los factores de empuje?
Los niveles de violencia se pueden reducir. En el suburbio salvadoreño de Santa Tecla, por ejemplo, un esfuerzo de varios años que comenzó en el año 2003 está dando sus frutos. A través de los consejos comunitarios y los programas de prevención de la violencia local, la ciudad, con una gran población y problemas sociales significativos, ha sido capaz de lograr una reducción del 40 por ciento de los homicidios en comparación con las tasas de las comunidades cercanas.
La evidencia sugiere que continuar invirtiendo en las iniciativas cautelares para la violencia comunitaria, que involucre a los grupos comunitarios locales, las iglesias, la policía, y las agencias de servicio social y del gobierno, puede marcar una diferencia importante. Como se ilustró en un reporte reciente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, cuando se combinan estas iniciativas con los esfuerzos serios para eliminar la corrupción policial y mejorar la eficacia y la moral de la policía, el impacto puede ser significativo.
De manera similar, los esfuerzos dirigidos a crear oportunidades de empleo pueden tener efectos positivos. Estos esfuerzos requieren un compromiso por parte de los gobiernos nacionales y locales de Centroamérica, y una inversión de capital político de los Estados Unidos y otros contribuyentes (la Unión Europea, las Naciones Unidas, etcétera). Pero, estos dan resultados: pueden reducir el crimen y la violencia, y las fuerzas que obligan a los menores a intentar emigrar ilegalmente hacia los Estados Unidos.
Comparados a los estándares de lo que ahora estamos invirtiendo en la gestión migratoria—18 mil millones dólares al año—y lo que estamos pensando en invertir en viviendas y centros de detención provisional para menores no acompañados—más de mil millones de dólares—nuestra presente inversión en la prevención de violencia y en la asistencia para el desarrollo en Centroamérica palidece.
Fuente WOLA

domingo, 24 de agosto de 2014

Deja el crimen organizado huérfanos a 7 mil 500 niños






por Lourdes Díaz López
El Diario 
Chihuahua– Con motivo del inicio del ciclo escolar, ayer recibieron apoyo por parte del Estado 400 niños del municipio de Guadalupe y Calvo, mismos que se quedaron si padre a consecuencia del crimen organizado que los victimó por homicidios de alto impacto.

En gira de trabajo por el municipio de Guadalupe y Calvo, ayer el Gobernador del estado, César Duarte y su esposa, la presidente del DIF estatal, Bertha Gómez de Duarte, entregaron apoyos del Fideicomiso de Atención a Víctimas de la Violencia (Fanvi), a un total de 400 familias como parte del programa que apoya a 7 mil 509 familias que han perdido al jefe o jefa de familia a consecuencia de un homicidio.

En una población de menos de 53 mil 499 habitantes que tiene Guadalupe y Calvo, al menos 400 niños se han quedado sin padre a consecuencia de la violencia, razón por la que el Estado se ha visto obligado a dotarlos de uniformes escolares, deportivos, zapatos, apoyarlos con alimentos, entre otras gestiones que fueron atendidas por el Gobernador del estado, César Duarte Jáquez y su esposa.

Las familias que acudieron a recibir el apoyo son originarias de Baborigame, Rancho de Enmedio, Atascaderos, San Pedro, Mesa de San Rafael, Agua Amarilla, entre otras comunidades recónditas que aplicaron como beneficiarias del programa Fanvi.

En su mensaje, el Gobernador dijo: “Estamos aquí para decirles que no están solos, estamos para servirles, lo que sea que necesiten, sabemos que nada va a reparar el daño que sufrieron con la pérdida de un ser querido, pero con este fideicomiso tienen nuestro respaldo y de todas las dependencias estatales”.

Personalmente el Gobernador César Duarte y la señora Bertha Gómez de Duarte atendieron a decenas de familias del municipio de Guadalupe y Calvo, quienes hicieron diversas peticiones para el mejoramiento de viviendas, para emprender negocios familiares como fuente de empleo, peticiones en materia de salud.

Los beneficiarios también agradecieron al mandatario por el apoyo, así como a la presidente del DIF estatal, en un evento al que también acudió Jorge González Nicolás, por parte de la Fiscalía General del Estado; el secretario técnico del Fanvi, Fausto Javier Tagle; el presidente municipal, Edén Molina; así como el director general del DIF estatal, Iván Encinas Moreno.

Fuente Diario mx

Anahuac85 : Time to rethink Cuba policy?

Anahuac85 : Time to rethink Cuba policy?
Interesting.

sábado, 23 de agosto de 2014

El Cartel de Sinaloa un nuevo actor criminal en Medellín?


por James Bargent
Tasa de homicidios de Medellín alcanzó mínimo histórico en 2014
Tasa de homicidios de Medellín alcanzó mínimo histórico en 2014

Un jefe de la mafia es encontrado en el parqueadero de un exclusivo barrio, desplomado y con cuatro balas en la cabeza. Los sicarios en moto y los ataques con granadas dejan un rastro de muerte en la ciudad. La organización criminal más temible de Colombia pacifica a las pandillas callejeras, mientras el principal cartel de la droga de México inunda la ciudad con dinero y armas.
Después de un año de paz criminal, la violencia está volviendo lentamente a Medellín a medida que el hampa de la ciudad está cada vez más cerca de comenzar un nuevo capítulo.
A comienzos de 2014, Medellín registró su más baja tasa de homicidios desde que 30 años antes, Pablo Escobar hizo de la ciudad la capital internacional del comercio  de cocaína. Pero pocos creen en los funcionarios de la ciudad cuando reclaman el crédito por la caída en la violencia. Esta es una paz criminal, dicen los residentes y los expertos -el resultado de un alto al fuego en la guerra entre la mafia de Medellín, conocida como la Oficina de Envigado, y los invasores narcoparamilitares que son los Urabeños.
Comunas MedellinEspA pesar de que el pacto entre las dos partes ha silenciado las armas en las calles de Medellín no tenía como propósito llevar paz a los residentes de la ciudad. En cambio, fue una movida en un juego de ajedrez criminal de alto riesgo, en el que Medellín es el tablero, y las pandillas callejeras de la ciudad, las actividades criminales y las “Oficinas de Cobro” son las piezas. Los concursantes no sólo incluyen a los Urabeños y a la Oficina de Envigado, sino también a lo que es, quizás, el jugador criminal más poderoso de Latinoamérica: El Cartel de Sinaloa de México.
El pacto de Medellín cumplió un año, y hay señales de que podría estar comenzando a fracturarse. Las viejas rivalidades han resurgido en un nuevo conflicto, ha brotado una nueva batalla por el control del centro de la ciudad, y las tensiones están creciendo en algunos lugares estratégicos.
"Este pacto de fusil es sobre todo una transición", señaló Fernando Quijano, presidente de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (CORPADES), un grupo de monitoreo con sede en Medellín,. "Puede culminar con la jefatura única Urabeña en el control, secundado por la Oficina, pero en este camino pueden ocurrir cualquier cantidad de hechos [para evitarlo], y algunos de ellos ya se han venido presentando”.

Detrás del pacto

El 13 de julio de 2013, comandantes de los Urabeños y de la Oficina de Envigado se reunieron en una casa de lujo en el idílico municipio de San Jerónimo a las afueras de Medellín. Juntos llegaron a un acuerdo para poner fin a la crisis criminal que se había apoderado de Medellín desde 2008, con la extradición del último gran capo de la ciudad, Diego Murillo, alias "Don Berna", que dejó un vacío de poder que nunca fue llenado.
Las dos partes declararon el fin de las hostilidades y se comprometieron a respetar los límites territoriales de sus rivales y los intereses criminales dentro de la ciudad. Según fuentes tanto oficiales como del hampa, también acordaron cooperar en el tráfico internacional de cocaína, reconfigurando las redes de tráfico regionales para que se adaptaran a las nuevas realidades del panorama criminal colombiano.
Poco después de que el acuerdo entró en vigor, fuentes del hampa dijeron a InSight Crime que éste había sido negociado por poderosos criminales de cuello blanco pertenecientes a la élite de la ciudad, que consideraban que la violencia era perjudicial para sus intereses de negocios, tanto legales como ilegales.
Desde entonces han circulado rumores de que las autoridades de Medellín también estuvieron involucradas en el pacto -una sospecha inevitable en una ciudad con una larga historia de connivencia entre el Estado y el crimen organizado, especialmente cuando el gobierno local está luchando para proteger la nueva imagen internacional de Medellín como una ciudad que ha dejado atrás su pasado violento. Los rumores han incluido revelaciones sobre reuniones entre funcionarios y capos criminales de Medellín, para discutir un acuerdo en el que los jefes de la mafia entregarían una ciudad pacificada a cambio de penas de prisión indulgentes.
Sin embargo, tanto fuentes oficiales como analistas ahora dicen que aunque el pacto pueda haber contado con poderosos patrocinadores locales, también tuvo un patrocinador extranjero todavía más poderoso: el Cartel de Sinaloa.
“Los mexicanos tienen un lugar protagónico en este conflicto, en bajar las cifras [de violencia] y también en trabajar en el estratégico comercio de la ilegalidad; y lo mas grave de todo, han metido muchas armas de alto calibre [a la ciudad]”, señaló una fuente del Ministerio Público (MP) de Colombia, que habló con InSight Crime bajo la condición de anonimato.

La conexión mexicana

Los sinaloenses son antiguos colaboradores de la Oficina de Envigado, y según un reciente comunicado de prensa de El Departamento de Tesoro de Estados Unidos, han "llegado a confiar en los operarios de la Oficina para que les presten apoyo en el tráfico de narcóticos a nivel mundial”.
Sin embargo, en los últimos años, la capacidad de cumplimiento de sus socios se ha visto afectada. La Oficina está tambaleando por la sangrienta guerra interna de sucesión que desató la extradición de Don Berna, y también porque desde finales de 2011 ha estado intentando defenderse de la invasión de los Urabeños.
Estos conflictos han permitido que los Urabeños expriman todos los frentes del negocio del tráfico de cocaína de la Oficina, tomándose muchas de sus rutas de tráfico luego de haberse apropiado de las redes administradas por Maximiliano Bonilla Orozco, alias "Valenciano", el perdedor de la guerra civil que se desató dentro de la Oficina. También han limitado el acceso que tiene la Oficina a la cocaína, sacando del departamento de Antioquia a los Rastrojos, los proveedores de su rival.
Los Urabeños ahora controlan los puntos de despacho de cocaína en Urabá, en el corazón de la costa Caribe, y han logrado constituir un verdadero monopolio en la producción en Antioquia, controlando los laboratorios de procesamiento y, a través de sus contactos con la guerrilla, el acceso a los cultivos de coca. Lo único que falta para que establezcan un control casi completo sobre el comercio de cocaína en Antioquia es que también consigan el control de un centro logístico –un lugar que pueda servir como centro de lavado de dinero, como fuente de mano de obra armada con experiencia criminal, y que genere enormes ganancias ilegales. Y qué mejor ciudad para hacerlo que Medellín, la capital criminal.
Hasta que comenzó el pacto criminal, la batalla entre las dos partes –en su mayor parte librada por representantes de las pandillas callejeras– llegó a un punto muerto, con la Oficina a la defensiva, pero muy arraigada a nivel local, y con demasiados hombres para poder ser completamente derrotada por los Urabeños. Ambas partes pagaron un alto precio en sangre y dinero, pero según el funcionario del MP, necesitaron del Cartel de Sinaloa para poder salir de este punto muerto.
“La producción de la mercancía que llegaba al norte ha rebajado mucho, por eso los sinaloenses, muy interesados en  incrementar la producción que principalmente llega a Estados Unidos, buscaron iniciar un acuerdo”, señaló.
“Sospechamos que realmente lo que da vida al pacto de fusil es que estos [los sinaloenses] hacen un acuerdo [que consiste] en que los Urabeños les venden al precio de costo la coca de la región, y la Oficina respeta y comparte las rutas”.
Hay pruebas de que los sinaloenses, quienes el funcionario considera que están financiando el pacto, no están conformes con sus contactos de alto nivel en el tráfico, y están buscando ampliar su alcance directamente en algunos de los barrios de la ciudad, en los que están controlados por las pandillas. Dijo que ya se han identificado mexicanos en la ciudad, pasando por los tugurios en vehículos de lujo cargados con armas y dinero en efectivo para distribuir entre las pandillas.
CORPADES también ha seguido la creciente infiltración de los sinaloenses en el mundo criminal de Medellín.
“Tenemos dos casos completamente confirmados de dos bandas donde miembros mexicanos del Sinaloa están ahí metidos”, dijo Quijano.
“Esas bandas hoy son propias de los sinaloenses”, añadió.

Un año de paz criminal

En los días posteriores a la firma del pacto, las pandillas rivales se reunieron en algunos de los barrios más conflictivos de Medellín para jugar partidos de fútbol y para participar en fiestas callejeras, celebrando la nueva paz. En gran medida esa paz se ha mantenido. La tasa de homicidios de la ciudad cayó de 52 por cada 100.000 habitantes en 2012, a 38 en 2013, y luego a 28,5 al inicio de 2014.
Las autoridades de la ciudad aseguran que sus políticas de seguridad fueron las encargadas de generar esta drástica caída en la violencia, señalando que coincidió con la llegada de una ola de refuerzos policiales, con la implementación de nuevas tecnologías -como la mejora de las cámaras de seguridad- y con técnicas innovadoras basadas en el control territorial y en el contacto con la comunidad.
Hasta abril de este año, Aníbal Gaviria, el alcalde de Medellín, se negaba a reconocer la existencia del pacto más que de manera hipotética.
Por su parte, Jorge Mejía, consejero de la Alcaldía para la convivencia, la reconciliación y la vida, aceptó la existencia del pacto y el papel que ha jugado en la reducción de la violencia, pero dijo a InSight Crime que consideraba que fue la presión ejercida por el Estado lo que llevó a que los Urabeños y la Oficina llegaran al acuerdo de poner alto al fuego.
“Creo que el pacto de no agresión tiene que ver con el hecho que estaban recibiendo demasiados golpes por parte de la fuerza publica”, señaló.
Los residentes de los barrios pobres de la ciudad, que son los principales campos de batalla criminales en Medellín, contradicen la narrativa de una historia de seguridad exitosa. Dicen que la vida puede parecer normal y tranquila, pero el control que ejercen las pandillas sobre sus barrios ha aumentado con el pacto. La extorsión ha incrementado, el reclutamiento de niños y el abuso sexual siguen siendo la norma, y las desapariciones han incrementado dramáticamente.
A pesar de las nuevas políticas policiales basadas en la comunidad hay poca confianza en la policía, institución a la cual Quijano acusa de sólo actuar contra las bandas que rompen el alto al fuego, dejando un espacio para que los grupos pacíficos puedan maniobrar.
“Hay bandas que se han rebelado [al pacto] y todo el poder de la fuerza publica cae en contra de ellas”, dijo. “La pregunta es por qué no caen en contra de los que están en el pacto”.
La corrupción policial en Medellín está profundamente arraigada, e incluso Mejía admite que existe el riesgo de que los policías corruptos sean quienes regulan el pacto en nombre de pagadores criminales.
"Es posible, no se puede descartar", dijo. "Aquí uno de los problemas que hemos tenido, no sólo en Medellín, sino en todo el país, es la corrupción al interior del Estado y en la fuerza pública”.
La policía no respondió a las solicitudes de una entrevista.
Las calles de la ciudad siguen siendo tranquilas, pero al tiempo, la pequeña élite de narcotraficantes en la cúspide de la jerarquía criminal de Medellín se ha beneficiando de la otra parte del pacto entre los Urabeños y la Oficina, el tráfico internacional de cocaína.
“Los verdaderos jefes de la oficina, donde está la plana mayor que poco se mezcla en estas guerras barriales, en estas guerras de la ciudad, los que hacen el gran negocio, ya habían negociado con los Urabeños, y están ganando fuertes recursos”, dijo Quijano.

Puntos de quiebre

El pacto criminal de Medellín cumplió su primer aniversario a principios de este mes, pero la paz que ha traído consigo se ve cada vez más frágil. Han comenzando a aparecer grietas en varios lugares estratégicos (vea mapa abajo), cada uno con una dinámica criminal distinta que pone de relieve los puntos débiles del acuerdo.
En los dos distritos del norte, Castilla y Aranjuez, se ha presentado una ola de tiroteos y asesinatos, y el pacto no ha logrado contener las rivalidades entre los grupos criminales locales. Pero esto tiene poco que ver con las relaciones entre la Oficina y los Urabeños, según el funcionario del MP.
“Son conflictos localizados sobre rentas localizadas y odios históricos, pero no sobre la salida grande de cocaína”, dijo.
Según fuentes de CORPADES, la jerarquía de los Urabeños incluso intervino para obligar a las pandillas a llegar a una nueva tregua en Aranjuez.
Sin embargo, en el centro de Medellín, los Urabeños han sido incapaces de resistirse a intervenir en un conflicto local, según una reciente investigación de CORPADES.
En las últimas semanas, una reciente oleada de golpes de las pandillas y de ataques con granadas anunciaron el inicio de un nuevo conflicto entre grupos rivales de Convivir -bandas que actúan como supervisores criminales en el centro de la ciudad.
La batalla es por el control de las ganancias multimillonarias que generan las diferentes actividades criminales, como la venta de drogas, la extorsión y el comercio sexual. Pero CORPADES cree que esta batalla se está convirtiendo en una guerra de poderes, con los Urabeños tentados a apoyar a uno de los lados del conflicto, luego de que se les presentara la oportunidad de acceder a lo que hasta ahora había sido un bastión de la Oficina virtualmente impenetrable.
"La Oficina y los Urabeños están aplicando el modelo de la Guerra Fría", dijo Quijano. "Estamos en una tregua, por lo que no tocamos a los líderes, pero si financiamos a los grupos de abajo para que se expandan, y el negocio continúa propagándose".
Las tensiones también están escalando en las alejadas colinas del oeste, en uno de los límites exteriores de la ciudad. La violencia en La Loma, ubicada en un estratégico cuello de botella, clave para el tráfico de drogas y de armas, a menudo representa una señal de advertencia temprana de que en Medellín lo peor está por venir, y el sector está, una vez más, alcanzando un nuevo punto de quiebre.
La Loma es una de las pocas zonas que se interpone entre los Urabeños y un control total sobre el movimiento en el oeste de la ciudad, y los informes provenientes de la zona indican que los Urabeños no van a seguir permitiendo que el pacto les impida alcanzar el control de la zona.
La Loma todavía no ha explotado en violencia, pero varios residentes contactados por InSight Crime dijeron que la situación era tan tensa que no la iban a discutir, ni siquiera de manera anónima, porque temían ser desplazados -algo que ha sucedido a varias familias recientemente.

¿Jaque mate?

Dure o no el pacto, su impacto sin duda lo hará. Ha ayudado a que el Cartel de Sinaloa gane influencia en la ciudad, y ha beneficiado a una serie de actores, tanto legales como ilegales en el conflicto de Medellín. También ha dejado a un claro ganador.
“Gana la policía del Valle de Aburrá en el sentido de que la supuesta reducción parece que sigue la estrategia de ellos; gana el Alcalde al decir que estamos en paz; pero los reales ganadores de la supuesta pacificación de Medellín son los Urabeños”, afirmó Quijano.
Los Urabeños han codiciado el control de Medellín desde 2007, y gracias al pacto, ahora está a su alcance. La tregua les ha dado la oportunidad de comunicarse directamente con las facciones a menudo divididas de la Oficina, persuadiéndolas con una muestra de lo que tienen para ofrecer. También los ha ayudado a forjar lazos con el principal comprador de cocaína, el Cartel de Sinaloa.
 “Los Urabeños se van a quedar con todo, con la producción y las rutas, ¿y qué va a quedar para la Oficina?” anotó el funcionario del MP. “Esto es lo que los Urabeños quieren, controlar a la Oficina, absolutamente toda, ¿y cómo lo hacen? Desgranándola".

Improved relations with Cuba would benefit U.S.


Improved relations would allow closer cooperation with allies and trading partners, the authors write. 
The Obama administration, in a stunning turn of events, is using authority under a Reagan-era proclamation to bar some of Cuba’s most vibrant and candid intellectuals from entering the United States.
This decision prevents these leading academics from attending a Latin America Studies Association meeting in San Francisco on Wednesday. But, more important, the White House is sending a profoundly counterproductive message about the U.S. commitment to the freedom of expression and the ability to travel.

Some of the dozen prominent Cuban scholars now excluded had received visas over the past two years to lecture at Harvard, Columbia and the City University of New York. One, Oscar Zanetti, had been a visiting scholar at American University on a Guggenheim fellowship. Yet U.S. officials determined that their attendance at the LASA meeting is “detrimental to the interests of the United States.”
One scholar — who has worked for better relations between our countries — said she was “speechless and humiliated” to be excluded and labeled this way. Who can blame her?
President Barack Obama has actually been making subtle reforms in U.S. policy — allowing unlimited travel to Cuba by Cuban-Americans; restoring some channels of “people-to-people” exchanges; and yes, having a more permissive policy of granting visas under the discretion provided to Secretary of State Hillary Clinton.
One likely explanation for the visa denials is that they were an attempt to placate rabid right-wing legislators, who have sharply criticized Obama’s policy. But they may also be a gift to hard-liners in Cuba, who argue that any effort to improve relations with Washington is a waste of time.
The Reagan administration expanded the battlefields of the Cold War into Latin America. Ronald Reagan issued a presidential proclamation in 1985 barring “officers or employees of the government of Cuba or the Communist Party of Cuba” from entering the U.S. The idea was to punish and isolate Cuba.
President George W. Bush used this authority indiscriminately. His administration barred world-famous musicians like Ibrahim Ferrer, Los Van Van, Chucho Valdés and Carlos Varela from attending the Grammys or playing concerts in Miami. The Bush White House regularly prevented Cuban scholars from attending LASA meetings in the U.S. After it denied visas to all 75 Cubans whom LASA had invited in 2003, the organization vowed not to return to the U.S. until visa policies changed.

POLÍTICA ANTIDROGA Y PLAN COLOMBIA. RESUMEN DE PROPUESTAS

por Camilo González Posso 
Presidente, INDEPAZ¨

La elección y posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos y la Cumbre en Viena de la Comisión sobre Drogas de Naciones Unidas ofrecen nuevos escenarios a la evaluación de la política mundial antidrogas y a la discusión sobre posibles rectificaciones en las estrategias que han dominado este tema desde los años ochenta. En Colombia ha sido mucha la expectativa sobre las definiciones de la administración Obama y se han multiplicado las propuestas encaminadas a incidir en el Congreso y en el equipo de la nueva administración de Estados Unidos.

Son muchos los interrogantes y las dimensiones de la política antidrogas en Colombia y sus relaciones con el conflicto armado y las posibilidades para la paz. Para este ejercicio nos concentramos en tres cuestiones: ¿Existen posibilidades de cambios significativos en la política de guerra antidrogas? ¿Cuáles son las rectificaciones necesarias? ¿Cuál es el curso probable del Plan Colombia y como influir en él?

1.      En la próxima década serán cada vez mayores las presiones contra el prohibicionismo y el enfoque de la guerra antidrogas, pero a mediano plazo seguirán predominando las estrategias militares y de represión a la oferta.

Colombia se ha alineado con las posturas más conservadoras que llevaron en Viena a ratificar las políticas adelantadas desde 1998. La Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas, con presencia de delegados de 100 países, aprobó las directrices que amplían los plazos de reducción de la producción y el consumo de estupefacientes hasta el 2019. Las metas previstas hace 10 años no se cumplieron, avanzó el consumo y se amplió y diversificó la oferta de psicotrópicos ilegales y legales, al tiempo con el crecimiento del negocio del narcotráfico y lavado de activos en todos los circuitos legales. Pero, no obstante el fracaso de esta orientación, las estrategias son las mismas que le dan peso a la guerra, es decir al enfoque militar y la criminalización en toda la cadena, aunque no faltan consideraciones secundarias sobre la necesidad de respuestas a los problemas de drogadicción, riesgos de transmisión de VIH o alternativas de desarrollo para los productores en países en desarrollo.

Los Estados Unidos, no obstante la opinión de cerca de 80 países, se opusieron en Viena (2009) a incorporar en las políticas de  Naciones Unidas medidas de reducción del daño y otras de descriminalización selectiva del consumo. Colombia con otros pocos países ayudó a impedir el consenso en esas materias y la apertura de un camino de rectificaciones a políticas fracasadas durante dos décadas.

  1. En Colombia y América Latina se amplía el consenso sobre la necesidad de un nuevo paradigma que aborde el problema de las drogas desde la corresponsabilidad y prioritariamente desde la salud y el desarrollo.

La Comisión Latinoamericana sobre drogas y democracia entregó en marzo de 2009 su informe con apreciaciones que sintetizan las propuestas de mayor consenso para rectificar el actual paradigma centrado en el prohibicionismo y la guerra. El nuevo paradigma reclama un enfoque de derechos humanos en las políticas antidrogas que parte de “tratar el consumo de drogas como una cuestión de salud pública, reducir el consumo mediante acciones de información y prevención y focalizar la represión sobre el crimen organizado”. En consecuencia, desde esta Comisión se recomiendan las siguientes medidas para una ruta más eficiente, lo que es un buen punto de partida en la redefinición de las políticas:

a. Transformar los adictos de compradores de drogas en el mercado ilegal en pacientes del sistema de salud.
b. Evaluar con un enfoque de salud pública y haciendo uso de la más avanzada ciencia médica la conveniencia de descriminalizar la tenencia de marihuana para consumo personal. 
c. Reducir el consumo a través de campañas innovadoras de información y prevención que puedan ser comprendidas y aceptadas, en particular por la juventud, que es el mayor contingente de usuarios.
d. Focalizar las estrategias represivas hacia la lucha implacable contra el crimen organizado.
e. Reorientar las estrategias de represión al cultivo de drogas ilícitas.

Estas recomendaciones se inscriben en la necesidad de un nuevo diálogo con Estados Unidos y Europa para que se haga efectiva la corresponsabilidad y se abandonen las estrategias militaristas. Es decir, volver los ojos a la reducción del consumo y a la promoción del desarrollo con un enfoque distinto al desarrollo alternativo: “hablar  no sólo de cultivos alternativos sino de desarrollo social de fuentes de trabajo alternativo, de educación democrática y de búsqueda de soluciones en un contexto participativo”. Además, se recomienda que “Los esfuerzos de erradicación deben ser combinados con la adopción de programas de desarrollo alternativo, seriamente financiados y que contemplen las realidades locales en términos de productos viables y con acceso a los mercados en condiciones competitivas”. La vía del nuevo paradigma reclama entonces descriminalizar la hoja de coca y des-ideologizar los escenarios de construcción de las políticas públicas.

La solución a largo plazo requiere ir más allá de este consenso mínimo latinoamericano e incluir un replanteamiento de fondo sobre los modelos de desarrollo y pasar del prohibicionismo a una descriminalización a los campesinos productores y a los consumidores,  con estricta regulación de producción y consumo definida  con propósitos de salud. La represión al crimen organizado que trasgreda la regulación deberá abordarse como asunto policial y no con estrategias militares o de guerra.

El Director de la Comisión sobre Drogas de Naciones Unidas ha pretendido responder a las críticas al prohibicionismo alegando que es necesario un cambio en las políticas contra la delincuencia, pero no a favor de las drogas”. Esta posición plantea un divorcio entre los efectos perversos del prohibicionismo en tanto es la matriz de las mafias narcotraficantes y sus circuitos legales de negocios y entre los problemas de drogadicción y salud. Asimismo, desconoce que el prohibicionismo es el mejor escenario para la violencia, el fomento de producción y consumo, y el incremento de riesgos de daño a drogodependientes y comunidades.

  1. El Plan Colombia de Estados Unidos ha sido un fracaso con respecto a sus objetivos iniciales y debe darse por terminado para permitir otra política de cooperación dirigida a la paz. Ese Plan que evolucionó de la guerra antidroga a la guerra antiterrorista centrada en la seguridad de los Estados Unidos, se ha mostrado ineficaz para reducir el negocio de narcotraficantes, la exportación de cocaína desde la región andina y México y ha convivido con la institucionalidad mafiosa que permea el Estado colombiano.

Las evaluaciones realizadas por centros de pensamiento en Estados Unidos, Europa y Colombia coinciden en señalar el fracaso del Plan Colombia I en el cumplimiento de sus metas iniciales de reducción del consumo, la oferta y la criminalidad. El volumen global del negocio y la rentabilidad para sus principales beneficiarios se mantienen e incluso muestran mecanismos anti-cíclicos que se reflejan en precios y diversificación de productos y mercados. El efecto globo no solo ha marcado la dinámica de los cultivos de coca en Colombia y en el área, sino que se ha propagado a todas las cadenas del negocio ilegal, fortaleciendo rutas y bases alternativas por México, África o Suramérica. La cadena de lavado de activos sigue intacta en Estados Unidos y Europa y lo mismo ocurre con el negocio de precursores y de agentes financieros.

El Plan Colombia II en la alianza Bush – Uribe se transformó en una pieza de la política de seguridad de los Estados Unidos en la región que cooptó la dinámica de guerra interna en Colombia y la estrategia de “seguridad democrática”.  Las fumigaciones con químicos defoliantes (una modalidad de guerra química) se integraron a la guerra antisubversiva para buscar el control de territorios aún a costa de la despoblación forzada. La erradicación manual o mecánica forzada se volvió un complemento de la ocupación militar de territorios y el llamado desarrollo alternativo devino en acciones complementarias de la estrategia militar útil para la propaganda pero ineficaz para ofrecer alternativas a la economía campesina o al desempleo que alimenta los negocios ilícitos y el reclutamiento para la guerra o para las mafias.

Al iniciar la administración Obama en Estados Unidos y en Colombia se confrontan dos líneas frente al futuro del Plan Colombia:

- La continuista que mantiene el enfoque de guerra y de articulación a los planes de seguridad coordinados por el Comando Sur. Sin alterar este objetivo propone ajustes, variación en las proporciones de las partidas e incluso retoques a los condicionamientos en derechos humanos. Parte de esta línea de lo que sería el Plan Colombia III son los acuerdos para el uso de bases militares en Colombia por parte de las fuerzas armadas de los Estados Unidos en la alianza antiterrorista y antidroga.

- En el otro extremo se ubica la línea pacifista que propone un diálogo con la administración Obama y el Congreso de los Estados Unidos para replantear la cooperación y pasar de los objetivos de guerra a objetivos que comprometan a la nueva administración en el apoyo a políticas de desarrollo y paz con estrategias no militares, de reconocimiento y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las víctimas, fortalecimiento de la sociedad civil, la democracia, el desarrollo desde la equidad y las soluciones políticas desde el dialogo y la negociación en la sociedad y con los grupos armados irregulares.

Entre esas dos líneas se mueven matices que se acercan a uno u otro extremo pero que coinciden en propuestas mínimas como las siguientes:

-          La administración Obama y el Congreso de los Estados Unidos deben encaminarse al cierre del Plan Colombia y a la reorientación de la cooperación y del presupuesto en un plan que se ubique en las líneas de un nuevo trato y no de apoyo a guerra alguna dentro de Colombia o en la región. Este nuevo plan debe alejarse de las estrategias de seguridad regional heredadas de la administración Bush. La cooperación asistencia económica? de Estados Unidos hacia Colombia debe redefinirse sobre el eje de construcción de paz y promoción del respeto y garantía de todos los derechos humanos.
-          El cierre del Plan Colombia implica en lo inmediato la suspensión del programa actual de fumigaciones con la mezcla basada en glifosato – POEA – Cosmoplux y de los programas de erradicación forzada y represión de la población civil en zonas de producción campesina o indígena de hoja de coca. En este terreno debe acogerse la erradicación concertada.
-          El replanteamiento de la estrategia de seguridad heredada de la administración Bush basada en concepción de guerra antiterrorista e injerencia asimétrica para darle paso a una concepción democrática de seguridad integral, humana y ciudadana, que sea respetuosa de los tratados y normas internacionales de soberanía, justicia y cooperación policial frente al crimen organizado trasnacional.
-          La no injerencia de Estados Unidos en estrategias de guerra interna ni en planes como los que actualmente orienta el Comando Sur y su Doctrina de Acción Integral que incluye la militarización de los planes de desarrollo regional y la intervención militar en los Centros de Coordinación Interagencial y en los Centros de Fusión Integral. Asi como no utilizar los acuerdos militares bilaterales para implementar estrategias de inteligencia, control o movilidad de efectivos con impacto en el subcontinente.
-          El fortalecimiento de mecanismos de cooperación en derechos humanos y el apoyo a políticas de verdad, justicia, reparación y no repetición que incluyan la revisión de la actuación de las agencias y misiones militares de Estados Unidos en Colombia, especialmente las relacionadas con unidades militares y agentes estatales comprometidos con la parapolítica, el paramilitarismo y la comisión de crímenes de  lesa humanidad.
-          La articulación de la cooperación bilateral para la paz con políticas de reforma agraria y desarrollo rural, y de destinación de bienes de los narcotraficantes, parapolíticos, paramilitares y sus aliados a fondos de reforma rural y agraria y ejecución de políticas de desarrollo regional de economía campesina y MIPYMES.  
-          La revisión del llamado desarrollo alternativo de modo que se desmilitarice y se enfoque en objetivos de equidad y garantía de derechos económicos, sociales, culturales, colectivos y ambientales con prioridad en las poblaciones más pobres y victimizadas y en las comunidades étnicas.
-          La rectificación de la política de extradición por narcotráfico para darle prioridad a la aplicación de la justicia colombiana en la investigación, juzgamiento y sanción a los responsables de delitos atroces o crímenes de lesa humanidad. Esto implica la repatriación de los excomandantes de los bloques paramilitares para que respondan en los procesos de justicia y paz y reparen a sus víctimas y la sociedad.
-          El apoyo de Estados Unidos a iniciativas de mediación, dialogo o negociación de acuerdos humanitarios y de paz.
-          El fortalecimiento de la cooperación en la garantía y protección de los defensores de derechos humanos, sindicalistas, periodistas, y demás colectivos derivados de iniciativas ciudadanas por la paz.
-          La aplicación de mecanismos de control, regulación y auto-regulación en la operación de multinacionales en Colombia, en especial las que actúan en ámbitos impactados directamente por confrontaciones militares del conflicto armado interno, de manera que  cumplan con las normas y principios que rigen las obligaciones de las empresas en materia de derechos humanos. Y, el fortalecimiento de los instrumentos de responsabilidad y de judicialización por actuación o complicidad con abusos a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario.

Cada uno de los anteriores enunciados ha sido objeto de análisis y sustentación en investigaciones y documentos elaborados durante los últimos dos años y contribuyen a las reflexiones hacia la definición de agendas y políticas para la próxima década. En este resumen se hace una apretada reseña con la intención de invitar a un debate constructivo.







¨ Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz – INDEPAZ. Bogotá, D.C.  Septiembre de 2009. camilogonzalez@colombia.com, www.indepaz.org.co

Entrevista a Junior Garcia Aguilera