martes, 14 de enero de 2014

¿Elogio de la marihuana?



por Marcelo Colussi
especial para Anahuac85

¿Por qué en algunos pocos países ya ha pasado a ser legar fumarse un cigarro de marihuana mientras que en otros, la gran mayoría, eso es delito? Del mismo modo podríamos preguntar: ¿por qué, salvo en algunos países musulmanes (Arabia Saudita, Afganistán, Irán, Sudán, Bangladesh, Yemen) beber bebidas alcohólicas no es delito sino que, por el contrario, se promueve insistentemente? Se trata de complejos asuntos político-sociales y culturales donde están en juego infinidad de variables que tienen que ver con el proyecto humano subyacente, y con enmarañados procesos en torno a relaciones de poder.

Parto por hacer una primera aclaración, innecesaria quizá para los fines teóricos del presente texto, pero éticamente importante: no soy consumidor de marihuana (sólo una vez en mi vida la probé), pero la convivencia diaria con muchos jóvenes –de distinta extracción social– por motivos de trabajo, y el tener hijos adolescentes, me permite ver que hoy el uso de esta sustancia pasó a ser una “necesidad” casi obligada en muy buena parte de las poblaciones juveniles.

Una segunda aclaración –esta sí importante a los fines conceptuales de lo que se intenta transmitir– es que de ningún modo se pretende hacer una apología de la sustancia psicoactiva “cannabis sativa”, comúnmente conocida como marihuana, la droga ilegal más consumida en el mundo en la actualidad (según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito -UNOCD-). El hecho de titular el presente texto como “elogio” no es sino una provocación: en realidad, no se está haciendo una defensa cerrada de su uso como panacea (de hecho, como droga utilizada con fines recreativos, puede llegar a tener peligrosos efectos dadas ciertas circunstancias, y no deja de ser una puerta de entrada para sustancias adictivas mucho más dañinas) sino que se busca abrir una problematización a ese complejo campo de lo legal y lo prohibido, del ejercicio de los poderes y del mantenimiento de una sociedad basada en el lucro de unos sobre la explotación de las mayorías y la injusticia humana que eso conlleva.

Partimos de la base que “droga” es cualquier sustancia que se introduce en el cuerpo humano modificando el equilibrio natural, ya sea con un fin terapéutico (lo que se conoce habitualmente como medicamento o fármaco) o recreativo/ceremonial (lo que popularmente llamamos “drogas”: sustancias con principios psicoactivos que modifican el aspecto conductual de quien las ingiere). En ese sentido, la marihuana es una droga, la más popular y consumida de todas. Y, por cierto, en la gran mayoría de países, hoy por hoy ilegal.

Drogas que modifican el estado psicoafectivo de quienes las consumen ha habido siempre en la historia de la Humanidad, en todas las culturas, desde hongos alucinógenos hasta el alcohol etílico de vegetales fermentados, pasando por un largo listado. La ¿necesidad? de huir de la crudeza de la vida cotidiana parece repetirse siempre; de ahí que esas sustancias han aparecido ininterrumpidamente a lo largo de nuestro transcurrir como especie. Ahora bien: en el transcurso del siglo XX, en medio de un mundo ya globalizado y capitalista en su totalidad, estas drogas van pasando a ser un negocio más. Como en este sistema todo es mercadería lucrativa, las sustancias psicoactivas (entre las que habría que incluir al alcohol etílico también) fueron y siguen siendo un gran negocio. Viendo los daños colaterales que esas mismas sustancias pueden provocar, también en el curso del siglo pasado van apareciendo las primeras restricciones a su comercialización. Hoy, el negocio de esas drogas (las legales como el alcohol, o incluso el tabaco) y las ilegales (la marihuana y toda la cohorte que viene tras ella) es una de las grandes actividades económicas de la humanidad. Las drogas constituyen actualmente el mercado de productos ilegales más grande del mundo, un mercado fuertemente ligado a actividades criminales de lavado de dinero y corrupción”, informa la UNOCD.

Que esas drogas son dañinas a la salud, incluida la marihuana, no es ninguna novedad. Por eso aclarábamos que no se trata de hacer su apología, su panegírico, sino de entender el fenómeno en su complejidad y tratar de entrever qué agendas ocultas puede haber en todo ello. Plantearse un “mundo libre de drogas”, tal como bienintencionadamente muchos lo hacen, es encomiable. De todos modos, siendo realistas y teniendo en la mano los conocimientos que las ciencias sociales modernas y con criterio crítico nos proporcionan, como mínimo habría que abrir algún cuestionamiento a esa propuesta. Si hoy día, y desde hace ya varias décadas, la narcoactividad se amplía continuamente, ello quiere decir algo: o bien que la sociedad está cada vez más necesitada de este tipo de “placeres” dañinos (mecanismos de huída de la realidad), o que hay agresivas políticas de fenomenales grupos de poder que fomentan ese consumo. O, complejizando el asunto, estamos ante una combinación de ambos factores, lo cual hace infinitamente más complicado su estudio, y más aún, su solución en tanto problema.

Lo que sí resulta inexorablemente cierto es que lo que años atrás –quizá cinco o seis décadas, un par de generaciones en términos socio-demográficos– era una “extravagancia”, un toque distintivo de grupos muy delimitados (la bohemia, algunas sub-culturas marginales) en la sociedad global de hoy pasó a ser una mercadería más. Ilegal en la gran mayoría de países, por cierto; pero mercadería consumida en cantidades fabulosas, y siempre en aumento. De ahí que la marihuana –retomando la primera aclaración que hacía– ha pasado a ser una mercadería más de las tantas cosas consumibles, fundamentalmente en la población joven. Ello se repite en países de alto poder adquisitivo (el Norte próspero) como en los pobres del Sur. 

Evitar el consumo de estos evasivos (la marihuana, digamos también el alcohol etílico o toda la serie de productos novedosos que no dejan de surgir en el transcurso del siglo XX y que se sigue acelerando en el XXI: cocaína, heroína, drogas sintéticas, etc.) parece imposible. Esa necesidad de huída de la realidad, de búsqueda de “paraísos” placenteros, habla de nuestra humana condición, de nuestras estructurales debilidades y flaquezas. Y si en algunos países musulmanes, como apuntábamos más arriba, el alcohol está severamente prohibido, ello no hace sino ratificar el hecho que la especie humana tiene un borde transgresor que siempre nos lleva a buscar esa “manzana prohibida”.

Apología de la marihuana, o de ninguna otra droga psicoactiva que altere nuestro sistema nervioso central: ¡no! Pero su satanización tampoco nos lleva a ningún lado. Prohibirlas y poner los más drásticos castigos para quien ose consumir esos productos vetados, definitivamente no sirve, porque no impide el consumo. La debilidad y la flaqueza que hace parte de nuestra condición aparecen siempre, y de alguna manera (transgresión de por medio) se consigue la sustancia “evasiva”. En las cárceles, por ejemplo, si se endurecen los controles y realmente no entra ninguna droga, los privados de libertad “inventan” la forma de conseguir sustancias psicoactivas, y así llegan a fumar… ¡telarañas! Es un ejemplo, pero vale. Por otro lado, el endurecimiento de las prohibiciones –la experiencia lo demuestra– sólo consigue impulsar mercados negros. Recordemos la tristemente Ley Seca en la década de los años 20 del pasado siglo en Estados Unidos.

¿Qué hacer entonces?

“Con el desarrollo a ultranza del capitalismo en su etapa imperialista, que en esta fase de la globalización hunde en la miseria a la mayoría de la población mundial, muchos pueblos de importante economía agraria optan por los cultivos de coca, amapola y marihuana como única alternativa de sobrevivencia. Las ganancias de estos campesinos son mínimas. Quienes verdaderamente se enriquecen son los intermediarios que transforman estos productos en substancias psicotrópicas y quienes los llevan y realizan en los mercados de los países desarrollados, en primer lugar el de Estados Unidos de Norteamérica. Las autoridades encargadas de combatir este proceso son fácil presa de la corrupción, pues su ética sucumbe ante cualquier soborno mayor de 50 dólares.
Gobiernos, empresarios, deportistas, artistas, ganaderos y terratenientes, militares, políticos de todos los pelambres y banqueros se dan licencias morales para aceptar dineros de este negocio que genera grandes sumas de dólares provenientes de los drogadictos de los países desarrollados. El capitalismo ha enfermado la moral del mundo haciendo crecer permanentemente la demanda de estupefacientes, al mismo tiempo que las potencias imperiales ilegalizan ese comercio, dada su incapacidad para producir la materia prima. El ejemplo del mercado de la marihuana en los Estados Unidos es plena evidencia.
Por ser tan grande la demanda en sus propios territorios como voluminosa la cantidad de dólares que por este concepto salen del marco de sus fronteras, erigen el eslabón de producción en su enemigo estratégico, en grave amenaza para su seguridad nacional. Olvidan sus propios postulados del libre mercado: la oferta en función de la demanda, descargando su soberbia contra los campesinos que trabajan simplemente por sobrevivir pues están condenados por el neoliberalismo a la miseria del subdesarrollo. El narcotráfico es un fenómeno del capitalismo globalizado [… y como alternativa] exhortamos a legalizar el consumo de narcóticos. Así se suprimen de raíz las altas rentas producidas por la ilegalidad del este comercio, así se controla el consumo, se atienden clínicamente a los fármaco-dependientes y liquidan definitivamente este cáncer. A grandes enfermedades grandes remedios”, decían en su documento “Legalizar el consumo de la droga, única alternativa seria para eliminar el narcotráfico” en el año 2000 las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-.

Podía decirse casi a modo de conclusión de todo esto que la humana necesidad de buscar alguna vía de “escape” al malestar intrínseco de la vida, algún alivio al sufrimiento que implica la cotidianeidad, lo hemos buscado –y probablemente sigamos haciéndolo– en estas salidas mágicas que nos hacen volar, que inventan realidades menos crudas, más placenteras, tal como son los efectos que producen las drogas. ¡O las religiones! En ese sentido tiene absoluta vigencia la expresión de Marx “la religión es el opio de los pueblos”. En definitiva, con drogas o con religiones, buscamos salidas mágicas. El hedonismo, en tanto búsqueda de placer por sobre cualquier otra cosa, es lo que está a la base de esa tendencia que podemos tener (todos, cualquiera de nosotros) a consumir estas sustancias psicoactivas (de marihuana en adelante, pasando por cualquier cosa, telarañas, thinner inhalado o las más refinada sustancia sintética). Si no fuera así, no podría explicarse el aumento sideral en la narcoactividad que viene registrándose ininterrumpidamente desde hace años (es el negocio que más está creciendo).

Sabido esto, una vez más la pregunta: ¿qué hacer entonces? Prohibir su consumo no lleva más que al mercado negro y a una actividad subterránea que produce circuitos criminales, siempre cargados de suma violencia. La propuesta de legalizar el consumo –y ahí habría que empezar una enorme serie de consideraciones, pero teniendo la legalización siempre como el norte– es la más humana de las salidas. La “menos mala” quizá (porque reprimir no termina con el consumo), pero por eso mismo, la más esperanzadora.

¿Por qué legalizar?

Asumiendo que las drogas, al menos en este momento histórico del desarrollo de la Humanidad, llenan una necesidad (“flaqueza estructural” digamos; si no, nadie las consumiría), pero más aún: teniendo en cuenta que esa necesidad se ha manipulado y mercadeado de un modo monstruoso haciendo de los narcóticos una mercadería más, fundamentalmente en las poblaciones jóvenes, abordar el problema nos pone ante un complejo campo socio-sanitario, ¡pero no policíaco-militar!

Que se ha mercadeado, y se lo sigue haciendo de un modo cada vez más sutil apelando a las más refinadas técnicas de promoción comercial, no caben dudas. Como dijimos más arriba: lo que antes constituía una rareza cultural, hoy es ya casi un producto de primera necesidad en muchos círculos. Incluso se ha ido construyendo toda una cultura de aceptación de las drogas, a punto que para pertenecer a diversos colectivos, hay que consumir. Ya no asustan, no espantan, no están estigmatizadas. Esto difiere de grupo social, de país, de “nicho de mercado”, dicho en términos mercadológicos. La marihuana es la droga ilegal más popular (hasta un 5% de la población adulta mundial, UNOCD), puesto que grandes masas (de jóvenes en lo fundamental) –ricos y pobres, varones y mujeres, intelectuales críticos y banales consumistas, de izquierda o de derecha, etc.– la consumen. Pasó a ser un baluarte, un símbolo: en cualquier sitio se puede conseguir un vendedor, cosa que décadas atrás no sucedía.

Pero pese a este consumo fabuloso, siempre en aumento, el sistema en su conjunto, más allá de la declaración de “flagelo” con que se suele presentar el asunto, hace un combate muy singular del problema. Si se tratara de un tema socio-sanitario, ¿por qué, como dice el documento de las FARC, se castiga básicamente al productor de la materia prima, al campesino que produce las plantas de donde se extraen las sustancias base, o al consumidor final, al usuario ocasional o al drogodependiente? (que, llegado a un punto, no es sino un paciente en relación enfermiza con un tóxico, pero nunca un criminal). ¿Por qué la “guerra contra las drogas” se hace sólo con armas letales y ejércitos armados hasta los dientes y no, por ejemplo, con ejércitos de médicos, psicólogos, trabajadores sociales, comunicadores? “Los principales beneficiarios de la guerra contra las drogas son los presupuestos de las fuerzas armadas, la policía y las cárceles así como de otros sectores relacionados al área de tecnología e infraestructura”, señalaba la UNOCD).

La Comisión Global de Políticas sobre Drogas, integrada por los ex presidentes de México, Ernesto Zedillo; de Brasil, Fernando Henrique Cardoso; de Colombia, César Gaviria, y de Suiza, Ruth Dreifuss, así como por personalidades internacionales tales como el ex Secretario de Estado de Estados Unidos George Shultz, el ex Jefe de la Reserva Federal también de Estados Unidos, Paul Volcker y el ex Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, el ghanés Kofi Annan, además de numerosos académicos y activistas sociales, evaluó en el 2011 que tal como se venía llevando adelante, con ese espíritu militarista y prohibicionista, “la guerra global a las drogas ha fracasado, con consecuencias devastadoras para individuos y sociedades alrededor del mundo. Cincuenta años después del inicio de la Convención Única de Estupefacientes, y cuarenta años después que el Presidente Nixon lanzara la guerra a las drogas del gobierno norteamericano, se necesitan urgentes reformas fundamentales en las políticas de control de drogas nacionales y mundiales. Los inmensos recursos destinados a la criminalización y a medidas represivas orientadas a los productores, traficantes y consumidores de drogas ilegales, han fracasado en reducir eficazmente la oferta o el consumo. Las aparentes victorias en eliminar una fuente o una organización de tráfico son negadas casi instantáneamente por la emergencia de otras fuentes y traficantes. Los esfuerzos represivos dirigidos a los consumidores impiden las medidas de salud pública para reducir el VIH/SIDA, las muertes por sobredosis, y otras consecuencias perjudiciales del uso de drogas. Los gastos gubernamentales en infructuosas estrategias de reducción de la oferta y en encarcelamiento reemplazan a las inversiones más costo-efectivas y basadas en la evidencia orientadas a la reducción de la demanda y de los daños”. [Las] “políticas de drogas deben basarse en los principios de derechos humanos y salud pública” [teniendo como principal medida de éxito] “la reducción de daños a la salud, a la seguridad y al bienestar de los individuos” (Comisión Global de Políticas de Drogas -CGPD-, 2011).

Todo indica que si efectivamente se quiere tomar el tema de las drogas, empezando por la marihuana, como un verdadero problema de salud –y por cierto lo es, porque no hay ninguna droga inocua, desde los esteroides hasta la terrible heroína– llenar de policías y soldados la sociedad militarizando todo y criminalizando al consumidor, no resuelve nada. Decíamos que no hacemos elogio de la marihuana, ni de ninguna droga, porque no hay ninguna que no presente consecuencias dañinas. De hecho, el cannabis no es tan inocente, si bien es menos dañino que el tabaco de cigarro común; pero no deja de tener consecuencias negativas, más aún que el LSD o el éxtasis. La cuestión fundamental, más allá del grado de “peligrosidad” de la sustancia en juego, es que todas las drogas deben ser abordadas como problema sanitario, psicosocial, político-cultural. De ahí que pensar alternativas novedosas como la descriminalización y su legación es un interesante camino a transitar.

Si la narcoactividad crece de tal manera es porque hay grupos de interés (¡enormes y poderosísimos grupos de interés!) que buscan que el negocio crezca… y que siga en la ilegalidad. Legalizarlo podría hacer perder una buena tajada, obviamente. En el Prólogo que hace el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso al libro “Políticas sobre drogas en Portugal. Beneficios de la Descriminalización del Consumo de Drogas”, de Artur Domosławski del año 2012, donde se analiza el fenómeno en ese país donde el consumo de cannabis para usos recreativos fue legalizado, puede leerse que Toda la evidencia disponible demuestra, más allá de cualquier duda, que las medidas punitivas por sí solas, sin importar su severidad, no logran la meta de reducir el consumo de drogas. Peor aún, en muchos casos la prohibición y el castigo tienen desastrosas consecuencias. La estigmatización de los consumidores de drogas, el miedo a la represión policial y el riesgo a enfrentar procesos penales, hacen mucho más difícil el acceso al tratamiento. […] Existe un amplio consenso mundial de que la “guerra contra las drogas” ha fracasado, y que es momento de abrir un amplio debate sobre alternativas viables y nuevas soluciones”.

Es obvio entonces, por lo que vamos viendo, que legalizar el consumo de drogas puede ser una vía mucho más sana que seguir reprimiendo, si es que se quieren buscar alternativas reales a todo esto. Pero llevar adelante una medida así toca fabulosos poderes –que no son sólo las mafias encargadas del trasiego de las sustancias del punto de producción al consumidor final– por lo que el asunto es claramente un tema político y social. ¿Por qué cuesta tanto promover estas legalizaciones? Porque mantener en la ilegalidad es el negocio de esos grandes poderes.

La llamada “guerra contra las drogas”, tal como se lleva adelante en la actualidad, no es sino una estrategia de grandes poderes, incluido Washington, que sirve para 1) generar enormes ganancias a quienes lucran con cualquier guerra y 2) una coartada perfecta para mantener bajo control a grandes extensiones del planeta a partir del proyecto de dominación estratégico que lidera la Casa Blanca, amparándose en esta “noble” tarea de combatir un flagelo.

La guerra contra las drogas no busca en realidad terminar con el consumo, ni mucho menos. Alimenta la industria bélica y posibilita actuar (al proyecto de dominación estadounidense básicamente) allí donde tiene intereses estratégicos (recursos naturales: petróleo, agua dulce, biodiversidad). Años de guerra frontal contra las drogas no lograron terminar con la producción, el tráfico y mucho menos el consumo de estupefacientes. Por el contrario –lo vemos con la marihuana como ejemplo arquetípico– su consumo sigue aumentando.

Valen aquí palabras de Noam Chomsky para graficar la situación: “El movimiento de los negros llegó a su límite en cuanto se convirtió en un asunto de clase. La clase media de minorías raciales representaba cierta amenaza para la hegemonía blanca. Por lo tanto, a finales de los años setenta las autoridades empezaron a ‘reaccionar’ con la “reinstitución de la criminalización de la población negra. El instrumento que se utilizó para recriminalizar a la población negra fueron las drogas. […] La guerra contra las drogas es un fraude, un fraude total. No tiene nada que ver con las drogas. […] En lo que ha sido exitosa la guerra contra las drogas es en criminalizar a los pobres. Y los pobres en EE.UU. resultan ser en su mayoría negros y latinos”.

Quizá, no sin cierta cuota de resignación, hay que aceptar que las drogas cumplen un cometido en la dinámica humana, al menos en el sujeto que somos hoy, falibles y atravesados por conflictos. Igual que las religiones, “ayudan” a sobrevivir. Si a eso se le suma que hay quienes aprovechan esa humana tendencia para desarrollar allí un enorme negocio dadas las reglas de juego dominantes (sistema capitalista), el campo de la narcoactividad no va a desaparecer nunca, sino que se refuerza. La represión del consumo evidencia que no da mayores resultados, pues el mismo no baja. Entonces pensar inteligentemente en quitarle el atractivo de la transgresión, de “fruta prohibida” a las drogas, logrando su legalización –ya lo es el alcohol, ¿por qué no hacerlo con la marihuana?– es tal vez la única salida posible para evitar que esto siga aumentando.

El llamado no se hace desde un moralismo simplista. Se hace desde una profunda convicción en que debe construirse una sociedad donde lo más importante no sea el lucro personal sino el interés colectivo.

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Bibliografía

Colussi, M. (2013). “Despenalización de las drogas: realidades y perspectivas en Guatemala”. Guatemala: IPNUSAC. Cuadernos de Investigación N° 1. Versión electrónica disponible en: http://ipn.usac.edu.gt/images/revistas/despenalizacion_de_las_drogas.pdf

Comisión Global de Políticas de Drogas. (2011) “Guerra a las drogas”. Versión electrónica disponible en: http://www.e-drogas.es/c/document_library/get_file?uuid=4f0a2cb6-3c01-446c-9be6-3804e8a35b38&groupId=10156

Domosławski, A. (2012). “Políticas sobre drogas en Portugal. Beneficios de la Descriminalización del Consumo de Drogas”. Varsovia: Open Society Foundations.

Garay, L. y Salcedo, E. (2012). “Narcotráfico, corrupción y Estados. Cómo las redes ilícitas han reconfigurado las instituciones en Colombia, Guatemala y México”. México: Random House Mondadori

Garzón, J.C., Olinger, M., Rico, D. y Santamaría, G. (2013). “La diáspora criminal: La difusión transnacional del Crimen Organizado y cómo entender su expansión”. Washington: Wilson Center.

Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito –UNOCD–. (2013). “World Drug Report 2013”. Viena: UNOCD.

Organización de los Estados Americanos –OEA–. Secretaría General. (2013). “El problema de las drogas en las Américas”. OEA.

______ (2013). “Escenarios para el problema de drogas en las Américas 2013-2025”. OEA.

Samper, E. (2013). “Drogas. Prohibición o legalización. Una nueva propuesta”. Bogotá: Random House Mondadori.

Sànchez Turet, M. (1991). “Drogodependencias: aspectos terminológicos y taxonómicos”. Anuario de Psicología. Barcelona: Facultat de Psicologia, Universitat de Barcelona. (49): pp. 5-18.

El imperio global


por Autor: Geidar Dzhemal

Fragmento del libro Daud vs. Djalut (David contra Goliat), Moscú, 2010
www.dzhemal.com
Traducido del ruso por Arturo Marián Llanos

La civilización actual ha entrado en la fase de la contradicción fundamental entre sus posibilidades económico-políticas y los objetivos estratégicos civilizatorios. Hasta un determinado momento el crecimiento económico y tecnológico de la civilización mundial aseguraba la reproducción del dominio político de las élites tradicionales, que se habían consolidado definitivamente hace algo más de cien años.
Las instituciones de la democracia representativa, relacionadas con la educación obligatoria y la igualdad (convencional-jurídica) de las oportunidades vitales, aseguraban la inclusión en el crecimiento económico de la absoluta mayoría de la población mundial, aunque de manera desigual.
Sin embargo el principal problema de la civilización occidental en el siglo veinte fue el hecho de que la crisis política y, particularmente, la crisis del orden mundial, adelantaba a las posibilidades del crecimiento de la economía real. Esta diferencia se fue compensando cada vez más por el crecimiento de la economía virtual que, a su vez, agudizaba la crisis política. A finales del siglo XX el establishment mundial se había encontrado con la necesidad de la reestructuración del orden político-económico planetario. Esta reestructuración debe estar acompañada, por un lado, por el triunfo definitivo de la economía virtual sobre la real, y por otro lado, por la supresión de los tradicionales institutos de la democracia burguesa, cuya formación constituyó el contenido de todo el período de la así llamada Historia Moderna.
La combinación de estos dos elementos es la que caracteriza el comienzo de la época de la tan cacareada sociedad de la información.
En esta sociedad el objeto de la alienación ya no es una parte del tiempo vital del individuo trabajador – el así llamado tiempo “del trabajo”, – sino todo el tiempo individual, sin distinción entre el dedicado a la esfera del trabajo y el tiempo personal.
De la producción de las mercancías a través de la producción de los servicios la economía pasa a incluir a toda la esfera de la vida cotidiana como la forma de bioproducción, que se transforma en la cantidad, en el objeto medido y valorado cuantitativamente.
La enajenación del tiempo vital del individuo en las condiciones de la economía intelectual o informacional se realiza a través de su conversión en una determinada cantidad de información valorada, que se convierte en parte del flujo total de la información. En realidad, la bioproducción social (producción de la vida) consiste en la inclusión de todos los participantes económicos en el flujo informativo.
Es cuando precisamente surge el principal problema político del nuevo orden: las 4/5 partes de la población de la Tierra  por distintas causas no están preparadas para participar en semejante producción económica. El destacamento más preparado del contingente mundial de los “trabajadores” resulta ser la población de las megápolis occidentales, y no toda: en primer lugar, se trata de la clase media, relacionada con la organización de la producción.
Historia conoce la práctica de las inversiones en la transformación social de gigantescas masas humanas. El ejemplo más claro fue la conversión en tan solo 20 años (1921-1941) de Rusia analfabeta y agraria en la URSS industrializada y totalitaria.
Hoy las clases gobernantes no piensan invertir los medios proporcionales en la transformación social de aproximadamente 5 mil millones de habitantes de la Tierra y están dispuestas a impedir con firmeza la aparición en el escenario político de las fuerzas alternativas, capaces, siguiendo el ejemplo de los bolcheviques, de encontrar estos medios en los recursos que pertenecen a los actuales propietarios.
De modo, que como mínimo 5 mil millones de los habitantes del planeta se convierten en un lastre para la nueva sociedad de la información, o en otras palabras, no pueden participar en la creación del producto informacional siguiendo las nuevas reglas económico-políticas. La democracia burguesa, que antes aseguraba la inclusión masiva de la población agraria de Occidente en la sociedad industrial y la fase inicial de la sociedad posindustrial, hoy se convierte en inútil en el papel del instrumento de desarrollo social y, en consecuencia, será desechada por anticuada. Cosa que ya está ocurriendo ante nuestros propios ojos.
La humanidad se encuentra ante la perspectiva de la implantación de la dictadura oligárquica planetaria en forma del imperio global.
El imperio global es la futura forma de la dictadura burocrático-militar que abarcará a todo el mundo. Es el instrumento que necesitarán las élites gobernantes para llevar a cabo la expulsión del 90% de la población de la Tierra del espacio de la Historia. Semejante operación global únicamente podrá realizarse en forma de una guerra despiadada contra la mayor parte de la humanidad.
Es muy importante comprender el contenido técnico de la expresión “echar fuera de la Historia”. La permanencia en la Historia tradicionalmente está relacionada con la interpretación de la actuación de cualquier ser humano o grupo de seres humanos como algo que influye sobre la trama del desarrollo del conjunto del proceso histórico. La historia escrita refleja como actuación “histórica” la acción de tan solo una pequeña parte de los hombres que han vivido en el planeta. Es aquella actuación que tuvo un significado de importancia simbólica y que ha jalonado el transcurso colectivo del tiempo, dejando huellas fijas.
Sin embargo, hasta ahora se daba por sobreentendido que no solo los protagonistas de los manuales de historia y enciclopedias, sino cada hombre nacido en general participa en el proceso histórico, cuyas acciones tienen la conexión inversa con el transcurso argumental de la Historia, entendida como proyecto. Dicha presunción se reflejaba en la visión del papel de las masas en la Historia.
Esta visión humanista aplicada a toda la humanidad sobre la importancia de cada ser humano dentro del balance general del tiempo-sentido colectivo, da por supuesto que cada acción y cada autor de la acción son absolutos y existen de manera necesaria. Dicha visión se refleja en la popular frase: “Historia desconoce el modo subjuntivo”.
En otras palabras, hasta ahora la humanidad estaba sumergida en la esfera de la llamada posibilidad primaria, la más densa y concreta dentro de las posibilidades del ser. En esta esfera cualquier fenómeno existe porque hace falta exactamente este fenómeno en este tiempo concreto y en este lugar, sin que existan alternativas a este fenómeno.
Sin embargo el nuevo proyecto global de las élites mundiales prevé la expulsión del 90% de la humanidad a la segunda y la tercera esferas de las posibilidades, donde cualquier fenómeno tiene variantes alternativas ilimitadas o podría no suceder siquiera.
Es evidente que el hombre que podría no haber nacido, y las acciones que podrían ser tales u otras no importa cuales, se convierten en fantasmales y no ejercen ninguna influencia sobre el desarrollo argumental del tiempo histórico. Semejante situación se convierte en la “muerte histórica” para la humanidad expulsada de este modo del proceso histórico. Lo cual se diferencia poco de la muerte en todos los demás aspectos, y es por lo que hoy en medio de los así llamados “científicos” se levantan voces que hablan de la necesidad de eliminar a estos 90% de seres humanos “sobrantes” (o “no realizados”). (Recordemos que hace años el heredero británico, príncipe Carlos, presidente de la ecologista World Wildlife Fundation, declaró que “en la próxima vida le gustaría volver convertido en un virus mortal para resolver de una vez por todas el problema del equilibrio ecológico”, o sea para acabar con la “sobrepoblación” del planeta – N. del T.).
El puente entre la muerte histórica, digamos en el plano espiritual, y la muerte física de la inmensa masa de seres desgraciados es precisamente el imperio global, llamado a ejercer la violencia permanente contra la biomasa.
Esa violencia tiene que cumplir tres objetivos:
- el exterminio físico de los representantes más activos de la humanidad expulsada, que no se resignan con su colocación fuera de la Historia y del significado;
- la violencia unilateral organizada por sí misma coloca a su objeto en la situación de los animales exterminados, es decir que se convierte en el proceso operativo para quitarle el sentido a la existencia de aquellos que se convierten en las víctimas pasivas de la violencia;
- por último, la propia presión violenta sobre la biomasa representa una forma de enajenación y apropiación del recurso energético interno del tiempo biológico, que sigue transcurriendo para la humanidad reprimida, que formalmente conserva los parámetros existenciales de seres humanos que piensan y sufren.
Tampoco es casual que últimamente entre los prehistoriadores y antropólogos se ha vuelto popular la teoría de la convivencia en una lejana época de los hombres de Cro-Magnon y de Neandertal, que constituían dos versiones desiguales de la humanidad posible. Según esta visión, los cromañones (homo sapiens) se aseguraron la entrada en la Historia gracias al exterminio de los neandertales (homo faber), que representaban la forma vacía, sin perspectivas de la humanidad posible.
La única alternativa a la violencia unilateral del imperio global es la guerrilla universal – la guerra partisana en todos los niveles, que en la perspectiva ideal es capaz de provocar la crisis y el derrumbe del oligárquico Nuevo Orden Mundial.
Geidar Dzhemal (n.1947, Moscú) es teólogo del Islam revolucionario, filósofo, presidente del Comité Islámico de Rusia (Islamkom.org), activista político y social. Cofundador de Unión Internacional – Intersoyuz (interunion.org), miembro de la coordinadora del Frente de Izquierda – Levi Front (Leftfront.ru).
 http://www.dzhemal.com/files/daud-vs-dzhalut.pdf
Fuente: Forum Mundial de Alternativas

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“El mundo se ha vuelto “ceropolar””
“Obama no quiere la guerra en Siria, lo van arrastrando de la cuerda”
“Irán no puede reunir a su alrededor a nadie…”
“Estados Unidos sacan fuera de juego el Oriente Medio, para tener las manos desatadas contra China y Rusia”
La sociedad de la información – túnel sin ninguna luz al final

“Obama no quiere la guerra en Siria, lo van arrastrando de la cuerda”



Traducido del ruso por Arturo Marián Llanos

EE.UU., Gran Bretaña y Francia han rodeado a Siria con sus portaviones y submarinos. Mientras tanto los políticos siguen hablando de la solución política para la cuestión siria. El presidente del Comité Islámico de Rusia, hombre público y político Geidar Dzhemal comparte su opinión acerca del posible desarrollo de los acontecimientos en Siria con el canal de televisión “MIR”.
- ¿Habrá guerra de Occidente con Siria? ¿Si es que se puede llamarlo guerra ya que las fuerzas son muy desiguales?
- El objetivo principal de la Unión Europea, o más exactamente de la burocracia internacional, que se apoya en el Fondo Monetario Internacional (FMI) consiste en arrastrar a los Estados Unidos a la guerra. Obama se resiste con todas sus fuerzas. Porque comprende que si decide atacar Siria será el fin de su carrera política.
Detrás de los bastidores del conflicto sirio (convertido en el show para todo el planeta) se esconde un conflicto muy serio entre, por un lado, la diplomacia internacional y el FMI, y, por el otro lado, Obama. El caso es que Obama echó al representante del FMI del puesto de director del Sistema de la Reserva Federal (SRF) y puso en su lugar a Bernanke, mientras que el FMI quiere colocar en este puesto a su hombre Larry Summers para obtener el control sobre la máquina impresora de dólares. En realidad se trata de la guerra entre dos clanes para los cuales Siria no es más que una moneda de cambio.
- ¿Es decir que también la noticia difundida ayer por los medios estadounidenses de que ciertos congresistas republicanos le han enviado a Obama una carta-aviso, en la que pedían no llevar a cabo el ataque a Siria,  – tan solo forma parte del show?
- Obama está movilizando todos los recursos para negarse a atacar a Siria. Hace referencias a Rusia, a que todavía no se sabe exactamente quién había utilizado las armas químicas, a la carta de los congresistas etc. Repito: Obama no quiere atacar a Siria, le están arrastrando de la cuerda.
- ¿Y si la invasión militar se produce de todas maneras, habrá una guerra en toda regla?
- Sí que la habrá. No olvidemos que al lado está “Israel” que espera este momento para organizar su propia campaña militar. Se podría pensar que Irán se limitará a emitir terribles advertencias, pero “Israel” no le permitirá quedarse ahí. “Israel” utilizará la situación en Siria para llevar a cabo acciones contra Irán, aprovechando el jaleo montado.
“Israel” sueña con iniciar la guerra en Siria con manos ajenas. Para ellos sería ideal que lo hicieran los EE.UU., teniendo en cuenta además que el primer ministro de “Israel” Netanyahu no le guarda mucho cariño a Obama. Netanyahu comprende que si Obama quema detrás de sí todos los puentes, significará su final político y, probablemente, el fin de los demócratas en la Casa Blanca.
- ¿O sea que los misiles están desplegados, pero es dudoso que Israel dispare primero?
- Si Obama aguanta y no desata la guerra entonces, sospecho, que tampoco los franceses con los ingleses se van a meter.
- ¿Entonces tal vez no va a haber guerra?
- Existen probabilidades bastante altas para que sea así. Todo depende de la consistencia psicológica del actual presidente estadounidense.
Fuente: Forum Mundial de Alternativas

Henry Kissinger: ¿ángel o demonio?

porVicky Peláez  "si yo tengo que elegir entre la justicia y el desorden, en un lado y la injusticia y el orden, en el otro lado, yo elegiría lo último"

El ambiente político internacional en esta primera década del Siglo XXI está lleno de controversias.
El veterano estadista norteamericano Henry Alfred Kissinger, llamado en el siglo pasado “criminal de guerra” pero laureado al mismo tiempo con un controvertido Premio Nobel de la Paz en 1973, ha sido declarado por la revista 'Forbes' como el primero en la lista de los 100 más prestigiosos intelectuales del planeta.
El hombre, que durante ocho años de 1969 a 1977 ejerció como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado norteamericano durante los mandatos presidenciales de Richard Nixon y Gerald Ford, tenía la obsesión de contener a la Unión Soviética a toda costa y hacer todo lo posible para borrar el socialismo de la faz de la tierra.
Sin embargo, Kissinger ahora es recibido frecuentemente por el presidente de Rusia, Vladimir Putin para disfrutar de opiniones y reflexiones de este “hombre sabio”.
Hace poco la Academia Diplomática de Rusia reconociendo sus méritos como un intelectual con gran influencia en el mundo, le otorgó el título de Doctor Honoris Causa en una ceremonia solemne.
Mientras tanto a unos 1.600 kilómetros de Moscú, en Berlín, el Comité General de Estudiantes y el Parlamento de los Estudiantes rechazaron la idea de la creación de un profesorado en homenaje de Henry Kissinger. Ellos consideran como un “chiste macabro” la creación de la cátedra dotada para “Relaciones Exteriores y Derecho Internacional”. Los estudiantes dudan que “Kissinger, quien nació en Alemania, sea una persona adecuada como ejemplo para la ciencia y la enseñanza del Derecho Internacional” por ser “responsable de crímenes de guerra y graves violaciones de derechos humanos durante la década de 1970 en el sureste de Asia y en América del Sur”.
El prestigioso intelectual norteamericano Noam Chomsky, autor del libro “Making the Future”, afirmó que en Vietnam, Laos y Camboya los soldados norteamericanos seguían las indicaciones de Kissinger para “destruir todo lo que vuela y todo lo que se mueve”. Aquel que sería Premio Nobel de la Paz fue arquitecto y supervisor de los bombardeos secretos contra Laos y Camboya en 1969, según el libro del periodista norteamericano Christopher Hitchens “The Trials of Henry Kissinger”. Como resultado de estos bombardeos, 350.000 personas fueron asesinadas en Laos y 600.000 en Camboya. En aquel año fueron lanzados sobre tres millones de habitantes de Laos 3 millones toneladas del Agente Naranja, es decir, una tonelada por persona.
En su libro, Hitchens presentó pruebas contra Kissinger por ser el autor de la prolongación de la guerra en Vietnam tras descalificar las conversaciones de Paz en Paris en 1968; por haber estado involucrado en el asesinato de 500.000 personas en Bangladesh en 1971 tras el golpe de Estado del general Yahya Khan, armado y bendecido por los Estados Unidos y por sancionar la intervención del ejército de Indonesia en Timor Oriental que resultó en la masacre de más de 200.000 personas.
Teniendo en cuenta todo este historial es difícil de imaginar las razones de los norteamericanos que consideraron a Henry Kissinger como la persona más admirada en Norteamérica en 1973, según la encuesta Gallup.
Pero allí no terminan las acusaciones. Llamado por el periódico británico 'The Guardian', “el coloso de la diplomacia” había sido considerado en América Latina como ideólogo del sangriento Plan Cóndor y el autor del golpe de Estado en Chile contra el presidente legítimamente elegido Salvador Allende en 1973.
Fue precisamente Kissinger quien supervisaba el Plan Track I para que los partidos de oposición lograsen la mayoría en el congreso chileno y el Track II que consistía en el golpe de Estado contra el presidente Allende. El escritor estadounidense Walter Isaacson en su libro “Kissinger” cuenta la razón de porqué el secretario de Estado quería sacar al doctor Allende del poder: “no veo por qué tenemos que esperar y permitir que un país se vuelva comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”.
Sin embargo, el doctor Kissinger en 1971 dio su palabra de honor al embajador chileno en Washington, Orlando Letelier, a quien consideraba su amigo, que Washington no participaría en la campaña contra Salvador Allende o intervendría en Chile.
Posteriormente en 1976 dio su palabra personal al primer ministro de Jamaica, Michael Manley que Estados Unidos no estaría involucrada en una campaña desestabilizadora contra Jamaica por sus contactos con Cuba y Angola aunque Norteamérica no estuviera de acuerdo con tal acercamiento.
Mintió en ambos casos y además de promover el golpe de Estado en Chile, su “amigo” Letelier fue asesinado en 1976 en Washington. En Jamaica, como declaró Michael Manley dos semanas después de la promesa de Kissinger, “toda la ayuda al país cesó abruptamente, el petróleo dejó de llegar y la cooperación económica se redujo drásticamente mientras la embajada norteamericana aumentó su tamaño dramáticamente”. Aún vive en los recuerdos la puesta en marcha por la CIA de la operación Werewolf que dejó miles de jamaiquinos muertos como resultado de desórdenes.
Como declaró alguna vez uno de los famosos intelectuales de Estados Unidos y exembajador ante las Naciones Unidas, Daniel Patrick Moynihan: “Henry no miente siguiendo sus intereses. El miente porque la mentira está en su naturaleza”.
El poder es otra debilidad de este “hombre sabio”, al que considera “el último afrodisíaco”. El poder en la percepción de Kissinger ofrece la estabilidad sin la cual la democracia no puede funcionar. El sistema democrático que el exsecretario de Estado quiso imponer en América Latina y en el resto del mundo en los años 1970 estaba basado en una frase de Goethe que rezaba: “si yo tengo que elegir entre la justicia y el desorden, en un lado y la injusticia y el orden, en el otro lado, yo elegiría lo último”. La democracia por si sola, en la percepción de este estadista, siempre está relacionada con la inestabilidad.
Para el autor de la biografía de Kissinger, Walter Isaakson, esta permanente búsqueda del poder tiene sus raíces en la infancia del niño judío Heinz Alfred Kissinger, nacido en Alemania en 1923. El sintió la discriminación y el antisemitismo basado en la combinación de prejuicios de tipo religioso, cultural, racial y étnico. Recién al emigrar a Estados Unidos en 1938 se sintió más aliviado al “poder caminar con la cabeza en alto por las calles de Nueva York". Entró en la Universidad de Harvard donde aprendió los mecanismos del poder político y se acercó al FBI que lo consideró como “como una fuente confidencial de su división en Boston”, según el libro de Isaakson (page 71).
En 1943 sus estudios en Harvard fueron interrumpidos cuando fue reclutado al ejército y donde fue nacionalizado estadounidense. Allí cambió su primer nombre Heinz por Henry. Sirvió en la Inteligencia Militar de la 84 División de Infantería. Uno de sus mentores, Fritz Kraemer, le dio la siguiente característica: “Henry estaba desesperado por ser aceptado por sus colegas, inclusive tratando de complacer a las personas que él consideraba sus inferiores”. Estas ansias de aceptación y al mismo tiempo desconfianza de sus colegas, su carácter conspirativo y aversión a todo lo que considera revolucionario, le habían guiado a los círculos del poder donde adoptó la estrategia de manipulación del antagonismo de las fuerzas rivales, tanto a nivel interno del gobierno como a nivel internacional.
Después de su retiro del gobierno esperó cinco años para crear su compañía, Kissinger Associates Inc., que asesora a clientes en relación con gobiernos en el mundo entero. Carlos Menem, Augusto Pinochet, Alberto Fujimori, Boris Yeltsin fueron asesorados por este “hombre sabio” a cambio de una buena remuneración, que en los años 1990 se traducía en unos 120.000 dólares la hora. Algunos expertos consideran sus méritos en la política internacional durante su estadía en el poder entre 1968 a 1977 como “extraordinarios”.
Impulsó el reconocimiento de la Unión Soviética como partícipe de la hegemonía mundial y acercó a los EE.UU. a China. Lo que no dicen estos expertos es que aquella “inclusión” de la URSS en el “poder mundial” había creado falsas expectativas entre los dirigentes soviéticos y había facilitado las condiciones para la desintegración del país en 1991.
Por supuesto que las condiciones internacionales en el mundo están en permanente evolución y Estados Unidos en este momento está atravesando una difícil situación económica sin ser afectado su poder global militar. En estas condiciones necesita cierta ayuda de Rusia y China a nivel internacional para tener un respiro en su política de expansión de su hegemonía. Por eso no es de extrañar su afán de utilizar a los “hombres sabios” de tipo Kissinger, aunque es el único de esta especie, superando en su habilidad de proveer información “confidencial” inclusive al otro “wise man”, Zbigniew Brzezinski. Ambos al unísono están declarando que el “Nuevo Orden Mundial está en manos de Rusia, China y Estados Unidos”.
En los años 1980 se proclamaba que el Nuevo Orden Mundial estaría compartido por Japón y Estados Unidos. Sin embargo, Japón colapsó financieramente y hasta ahora no puede recuperarse. Ahora llegó la hora de tratar de seducir a China y Rusia creando falsas expectativas sobre su participación en la hegemonía mundial. Por algo “hombres sabios” comparan a Estados Unidos con un experto francotirador que provoca a los principiantes a elegir el arma y después dispara cuando el principiante aún no está listo para actuar.
Fuente: Forum Mundial de Alternativas

Servicios secretos yankis planean derrocar a Correa


Con el objeto de deshacerse de tales políticos, Washington emplea un nutrido arsenal de recursos tales como interferencia en los procesos electorales y hasta la eliminación física. Después de la extraña muerte de Hugo Chávez, quien encabezó la resistencia en América Latina contra el Imperio, es Correa a quien se le percibe de manera creciente como su sucesor, el líder de las “fuerzas populares” del continente.
Al centro de las actividades de política exterior de Correa, está el fortalecimiento de las organizaciones regionales de América Latina –dentro de las cuales no hay representantes norteamericanos—la comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, CELAC; la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR; la Alianza Bolivariana de América, ALBA y otras.
Correa siempre apoyó las iniciativas de Chávez las cuales lograron reducir la dependencia de la región del Imperio, la anulación de la Doctrina Monroe en el Hemisferio Occidental y desarrollar las relaciones de los países latinoamericanos con otros centros de poder. A este respecto, Ecuador está dando el ejemplo al establecer una colaboración de carácter general con China y Rusia en las áreas políticas, económicas y militares. La presencia norteamericana en el país está disminuyendo y el gobierno de Obama está tratando de quebrar esta tendencia. El Presidente Correa ha sido señalado como el primer culpable por el deterioro de las relaciones Ecuador-Estados Unidos.
Fue Correa quien inició la campaña internacional contra la corporación Chevron. La Corte Internacional de La Haya eximió a la compañía del pago de multas multimillonarias en dólares por la contaminación de la cuenca del Río Amazonas en territorio ecuatoriano. El Presidente Correa no estuvo de acuerdo con semejante injustificada y humillante decisión. El Presidente visitó la zona del desastre ecológico y mostró a los periodistas de la televisión sus manos cubiertas de petróleo que fue dejado en el sitio de anterior extracción, señalando “Este es el resultado de una compañía que utiliza tecnología obsoleta.” Correa instó a los consumidores no adquirir productos Chevron. Un tribunal ecuatoriano acogió una demanda presentada por una comunidad indígena que vive en el área del desastre ecológico para procesar y obligar a la compañía a pagar 19 mil millones de dólares por concepto de daños y perjuicios causados al ambiente y a la salud de la población. Haciendo uso de su amplia experiencia luchando contra este tipo de demandas, Chevron consiguió un dictamen a su favor de parte de la Corte Internacional de Arbitraje de La Haya. No obstante, Correa no se ha rendido y aseguró el apoyo de UNASUR y del ALBA y ha apelado a la comunidad internacional para que brinde su solidaridad con Ecuador. Actualmente Chevron no cuenta con bienes en Ecuador pero la demanda de Ecuador podría ser atendida en Argentina, Brasil y Canadá lo cual significa graves consecuencias financieras para la compañía.
El gobierno de Obama ha decidido proteger los intereses de Chevron a cualquier costo y ese es uno de los factores que está movilizando al espionaje norteamericano hacia una solución radical del “problema Correa.”
Por otra parte, el Presidente de Ecuador está dificultando el desarrollo de la Alianza del Pacífico, uno de los proyectos geopolíticos neoliberales de Washington que incluye a México, Colombia, Perú y Chile.
La alianza fue creada con objeto de neutralizar al bloque del ALBA y la condición de miembro de Ecuador en esta última no compagina de ningún modo con los intereses de Estados Unidos en la región Asia Pacífico.
El espionaje al presidente de Ecuador por parte de Estados Unidos se ha incrementado notoriamente.
La intervención de las conversaciones telefónicas de Correa y de las comunicaciones de su círculo interno, de sus agentes de seguridad y de su anillo de seguridad permite a los norteamericanos seguir la pista de los movimientos del presidente y lugares de eventos, listas de participantes y esquemas de seguridad. El monitoreo constante suministra abundante material para la identificación de puntos vulnerables en la organización de su seguridad. Hace poco, durante su acostumbrado discurso de los sábados, Correa le mencionó a los ecuatorianos la sospechosa concentración de personal militar en la embajada de Estados Unidos en Quito. “Todas las embajadas cuentan con sus agregados militares”, dijo Correa, “pero por lo general no más de uno.”
¡Pero aquí tienen más de cincuenta! Correa ordenó a su Ministro de Relaciones Exteriores, Ricardo Patiño, “verifique esta información.” Semejante situación no puede ser (la gran cantidad de personal militar). “Esto debe restituirse a su nivel normal.”
El Presidente también exigió que se investigue un incidente que se dio en la frontera de Ecuador y Colombia cuando un helicóptero ecuatoriano con varios militares norteamericanos a bordo fue tiroteado.
La preocupación de Correa es comprensible. La base militar norteamericana de Manta fue cerrada el año 2009 pero los asesores militares del Pentágono y los agentes de inteligencia norteamericanos realizan operaciones en territorio ecuatoriano sin ninguna limitación.
La intensificación del espionaje y las actividades subversivas de la inteligencia norteamericana en Ecuador resultan obvias. De acuerdo con informaciones obtenidas por expertos cubanos publicadas en el portal Contrainjerencia.com solo el personal de la CIA se duplicó durante el período 2012-2013 en la estación de Ecuador. Docenas de nuevos agentes llegaron al país. Ellos operan no solo a partir del territorio de la embajada de Estados Unidos en Quito ¡Lugar que cuenta por lo menos con cien diplomáticos! Pero también emplean el Consulado en la ciudad de Guayaquil. Con el objeto de hacer más espacio para el aumento del ya numeroso personal de inteligencia en esta estratégicamente importante ciudad puerto, el Departamento de Estado tuvo que construir un nuevo edificio consular que según una agencia de inteligencia amiga de Ecuador alberga el equipo electrónico de la NSA. El consulado está encabezado por David Lindwall, quien llegó al país luego de una gira por Irak como Consejero de Asuntos Político Militares. Lindwall también se ha desempeñado como Consejero Político en las embajadas en Bogotá, Managua, Tegucigalpa, Asunción y otras capitales latinoamericanas. Un somero análisis de los telegramas que llevan su firma lleva a la conclusión que Lindwall es un experimentado funcionario de carrera de la CIA bien versado en asuntos latinoamericanos y que ha sido enviado al Ecuador para resolver problemas sumamente delicados.
El Presidente Correa a menudo ha catalogado a Estados Unidos como una “potencia arrogante” que trata de imponerle al mundo su visión de “los valores democráticos universales” y darle a otros “lecciones de moral y buen comportamiento”. El presidente constantemente señala que Estados Unidos tiene uno de los sistemas electorales más imperfectos del mundo lo cual permite que los perdedores ganen. Correa considera que los intentos de la Agencia para el Desarrollo Internacional USAID de imponer a la fuerza patrones norteamericanos de democracia en Ecuador y otros países, como si se tratara de colonias que hay que regañar. Hace poco, comentando sobre el fin del financiamiento por parte de la USAID de varios proyectos en el país por la cantidad de 32 millones de dólares, Correa ofreció a Washington, de manera sarcástica, la misma cantidad para contribuir al mejoramiento de la democracia norteamericana.
La USAID se va de Ecuador pero las operaciones de la inteligencia norteamericana para desestabilizar el país continúan. Según todos los indicios, se producirán nuevos ataques en relación con los planes de Correa para reducir el tamaño de las fuerzas armadas y trasladar parte del personal militar a las instituciones policiales. Disidentes del ejército de manera anónima ya están haciendo declaraciones hostiles respecto de Correa y sus intentos de “tomar el puesto de Chávez en el continente.” Este texto directamente indica qué fuerzas se encuentran detrás de la campaña que se está orquestando contra Correa.
Durante la rebelión policial de septiembre del 2010 el presidente de Ecuador fue cogido en el fuego cruzado de franco tiradores y por muy poco escapó a la muerte. ¿No estará la inteligencia norteamericana preparando algo similar para el futuro cercano? Después de todo, luego de las bombas de las Torres Gemelas en Nueva York el 2001 a las agencias de inteligencia les han dado carta blanca para eliminar a aquellos que consideran enemigos de Estados Unidos. Nadie se ha opuesto a esa decisión.

Fuente: Forum Mundial de Alternativas

Entrevista a Junior Garcia Aguilera