miércoles, 4 de septiembre de 2013

¿Qué cambia en la política actual de los Estados Unidos hacia Cuba?

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Por Ramón Sánchez-Parodi Montoto
Para responder esta interrogante debemos definir que la política de los Estados Unidos hacia Cuba significa las formas, métodos mecanismos acciones y objetivos del gobierno de los Estados Unidos con respecto a Cuba; es decir Cuba como país, nación, estado, gobierno y sociedad. Por tanto, tiene un carácter estratégico y de largo alcance, vinculado a los elementos de la seguridad nacional de los Estados Unidos y que trasciende particularidades partidistas o sectoriales al envolver todos los estamentos (poderes) estatales de los Estados Unidos.
Por lo tanto, se trata de la “Política de Estado” de los Estados Unidos hacia Cuba. Aunque este es un término más político que jurídico, en el caso de la política norteamericana hacia Cuba ha tenido siempre un basamento jurídico, más o menos amplio. (Por ejemplo, la teoría de la fruta madura; la doctrina Monroe, la tesis del destino manifiesto; la Resolución Conjunta del Congreso de Estados Unidos de abril de 1898; la Enmienda Platt; el Tratado de Reciprocidad; la proclama del bloqueo a Cuba; las “sanciones” de la OEA contra Cuba; las leyes Toricelli y Helms-Burton; y muchas más. Es, usando el término en inglés, “the law of the land”, reafirmada cuando todas las resoluciones y regulaciones fueron incorporadas al U.S. Code. Es decir, esta política de estado comprende todos los instrumentos legales vigentes en el momento dado que regulan la acción del estado de los Estados Unidos de América con respecto a Cuba.
En el caso que nos ocupa, desde los comienzos de los Estados Unidos como nación independiente esta política ha contado con un objetivo supremo: ejercer la dominación sobre el territorio y los habitantes de Cuba.
Según han transcurrido los años, décadas y siglos, esta política se ha desarrollado en circunstancias, escenarios y momentos históricos diferentes, en las cuales cada presidente de la nación ha debido realizar ajustes para preservar el objetivo estratégico: ejercer la dominación sobre Cuba.
Aceptar esta definición implica que ningún presidente de los Estados Unidos puede por sí solo cambiar el objetivo supremo de esta política, aunque sí cualquiera de ellos  puede modificar la manera de aplicarla, según se transformen las circunstancias.
Podemos distinguir tres etapas principales en esta política: la del acecho (1776-1898); la de la dominación (1899-1958); y la de los intentos de recuperación (1959- hasta la fecha).
Las dos primeras etapas han sido superadas por los acontecimientos históricos. Es esta tercera etapa en la cual los Estados Unidos han fracasado en lograr restaurar su dominación sobre Cuba.
No haremos la larga historia de todo lo transcurrido en más de cincuenta y cuatro años. Basta referirse a las actuales circunstancias.
Los Estados Unidos han fracasado en todas las acciones llevadas a cabo para restablecer su dominación sobre Cuba: aislamiento diplomático y político; bloqueo económico y comercial; lanzamiento de acciones de terrorismo, sabotaje y espionaje contra Cuba; promoción de la subversión interna para provocar un levantamiento armado contrarrevolucionario;  invasión del territorio de Cuba por las fuerzas armadas regulares de los Estados Unidos.
Desde noviembre de 1980, cuando el presidente titular James Carter fue derrotado en su pugna por elegirse para un segundo mandato, se puso fin al único intento realizado por un presidente norteamericano para cambiar de raíz la política de Estados Unidos hacia Cuba.
A partir de ese momento, sin que el gobierno de los Estados Unidos abandonara ninguna de las modalidades adoptadas desde 1959, fue destacándose en la política norteamericana hacia Cuba la promoción de un “cambio de régimen” en Cuba que conllevara la “transición” hacia una sociedad capitalista y, por lo tanto, se crearan las condiciones para una restauración de la dominación norteamericana.
Esta adecuación de la política de los Estados Unidos hacia Cuba se corresponde también con la alborada del siglo XXI que trae aparejada varias circunstancias que de hecho chocan con los propósitos norteamericanos:
- El proceso de actualización del modelo socialistacubanoque es impulsado por los acuerdos del VI Congreso y de la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba.
-    Las transformaciones políticas, económicas y sociales en América Latina y el Caribe que van conformando una trayectoria histórica encaminada a desechar la dominación hegemónica de los Estados Unidos en la región.
-       La pérdida de la capacidad de dominación imperialista de los Estados Unidos en el mundo; en los últimos veinte años, los Estados Unidos han pasado de ser la potencia hegemónica unipolar a una situación de omnipresencia pero no de omnipotencia.
En la actualidad, y bajo la presidencia de Barack Obama, los Estados Unidos se encuentran en una encrucijada con respecto a su política hacia Cuba: o mantienen la actual política encaminada a restablecer su dominación sobre Cuba (que por demás, está condenada al fracaso) o cambia su objetivo estratégico, abandona sus intentos de restaurar la dominación y promueve una política de convivencia con Cuba, respetando su independencia, su soberanía y la autodeterminación de sus habitantes.
Durante su primer mandato presidencial y en lo que corre del segundo mandato, Obama ha abrazado y hecho suya  una versión “light” del disparatado proyecto de  “transición” en Cuba patrocinado por George W. Bush, adorándolo con medidas de carácter cosmético para facilitar los viajes de familiares en ambos lados del Estrecho, “intercambios pueblo a pueblo” y relajamiento en las telecomunicaciones, dizque para promover la “democracia” y la “libertad” en Cuba, mostrando claramente que no está en sus propósitos realizar modificación alguna de carácter sustancial en la política hacia Cuba.
El paso más “osado” dado por el gobierno de los Estados Unidos ha sido desvincular la exigencia de que Cuba excarcele al agente subversivo mercenario Alan Phillip  Gross como precondición para continuar conversaciones bilaterales entre ambos países sobre temas particulares de interés mutuo, tales como las cuestiones migratorias y las comunicaciones postales.
El tiempo político que le resta a Obama de su segundo mandato, cuando enfrenta fuerte oposición republicana a sus acciones de gobierno y sus iniciativas legislativas; donde persiste la crisis económica, social y política del país; enfrenta profundos problemas de carácter internacional reclaman su atención, además de las obligaciones que le impone el período electoral de mitad de mandato el próximo año y la responsabilidad de contribuir al triunfo del aún no conocido candidato presidencial demócrata en noviembre de 2016, no le permite emprender ningún cambio esencial en la política hacia Cuba. En resumen, Obama ha dejado pasar irresolutamente los ocho años de sus dos mandatos presidenciales sin aprovechar las circunstancias históricas que reclaman un cambio radical en la actuación de Estados Unidos hacia Cuba. En ese escenario, Obama hará mutis, sin penas ni glorias.

Entrevista a Junior Garcia Aguilera