Ha muerto Gabo, se ha
ido del mundo de los mortales uno que probó la inmortalidad desde mucho antes. Se
ha ido pero está aquí, porque ha dejado en cadauno de aquellos que tuvieron la
oportunidad de saborear alguno de sus escritos, ya seansus novelas, suscuentos,
o un simple párrafo que hallaron tras una tecla mal dada, la inolvidable
sensación de confrontar las letras de un genio.
Todos los que tuvimos
el privilegiode conversar con el mago de las letras, el maestro de la
comunicación, el hombre que hacía con escritos sueños y andares;que nos
sumergía en amoríos y aventuras añoradas, y nos hacía latir el alma desde su
proverbial prosa; entendimos con él, la pasión y el misterio que encierran el
amor y otros demonios.
Todos los que tuvimos
ese privilegio, sentimos como una perdida nuestra la muerte física de tan
extraño ser humano, de esos que creanuna idea
en cada letra que redactan, que inspiran ilusiones y hacen historia,porque
entre letras e ideas supieron construir un mundo mejor para nosotros.
Por eso hoy vive en
cada uno de nosotros, y se expande hacia nuevas generaciones y a otros que por
determinadas circunstancias, no llegan a su obra sino después de su muerte. No
importa cuando se llegue a la obra de un genio, ni la diferencia de época, las
circunstanciasespecíficas o las diferencias culturales, lo que es seguro es que
para todos, su palabra escrita quedará impregnada en algún espacio de nuestra
memoria.
Por
esas extrañas sacudidas que causa su original sentido de las palabras, la
muerte de Gabo se siente como una pérdida de alguien cercano, pues desde la perspectiva
de cada lector lo fue. Y es que el dejó en toda su obra, su peculiar impresión
sobre una realidad común.
Descubrió
Nuestra América para el mundo y mostró cuanta valía existen en el amor y otras
pasiones, tras cien años de soledad;el amor en los tiempos de cólera y, casi
sin proponérselo, redactó desde mucho antes, su crónica de una muerte
anunciada.
Por ese
peculiar legado, cada uno de sus lectores se acuerda de él,desde una frase
endemoniada, una oración paradigmática, o una simple palabra que ubicada en el
lugar adecuado, marcó una parte importante de nuestro sentir.
Por
esa extraña y maravillosa sensación, hoy lo homenajeamos desde nuestra más
íntima memoria, porque fue, es y será, nuestro Gabo.
Desde La Habana, 18 de abril de 2014
Alejandro L. Perdomo
Aguilera