
Desde 1998-2000, después de una revisión amplia y exhaustiva de
los asuntos militares
en los 50 años anteriores y con vistas a la planeación estratégica
correspondiente a los desafíos, amenazas y condiciones del siglo por
venir, el Comando Conjunto de Estados Unidos emite un documento
conceptual que resume experiencias, objetivos, riesgos, capacidades y
saberes, todos encaminados al rediseño de las rutas, mecanismos y
variantes de la consolidación de Estados Unidos como el líder
indispensable, como la potencia hegemónica indiscutible (Joint, 1998 y
2000).
Diferentes voceros del Departamento de Estado y del de Defensa
señalan que se trata de un momento de oportunidad histórica, en buena
medida por el colapso del campo socialista, en el que Estados Unidos
tiene la posibilidad y las condiciones para constituirse cabalmente en
líder planetario y anuncian su plan estratégico para asegurarse que así
sea.
El reparto y supervisión del mundo
Se vuelve a establecer la delimitación territorial del planeta en
cinco regiones que en total lo abarcan todo y que en ese momento se
reafirman bajo la supervisión de cinco diferentes Comandos de las
fuerzas armadas de Estados Unidos.
[3] Un poco de tiempo
después, en 2001 después de los eventos de las Torres Gemelas en Nueva
York, se agregaría el Comando Norte a cargo directamente de una
seguridad interna que abarca no sólo su propio territorio sino toda el
área de América del Norte. Cabe señalar que al paso de una década se
cuenta ya con nueve Comandos,
[4] garantizando una supervisión
más detallada de las tierras, mares, glaciares y poblaciones que
componen el planeta Tierra en su conjunto.
La geografía del disciplinamiento global
Equipos de especialistas a su vez, trabajaron en la identificación de
problemáticas diferenciadas en el campo del disciplinamiento en
términos geopolíticos y aportaron una caracterización que distingue tres
grandes regiones (Barnett, 2004), hacia las que se diseñan políticas
diferentes:
1. Los aliados. El área desarrollada agrupada en organismos de
gestión internacional y comprometida en el establecimiento y
cumplimiento de las normativas que aseguran la marcha del sistema y el
respeto y resguardo de la propiedad privada.
2. El área de riesgo o ingobernable. Un amplio grupo de países e
incluso de zonas marinas que es reconocido como “brecha crítica” en el
que siempre hay riesgo de colapsos, de insubordinación frente a las
reglas establecidas por los organismos internacionales como la
Organización Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y el Banco Mundial, rebeliones frente al modo de gestionar las
controversias entre Estados y empresas transnacionales (ETN) en el
Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones
(CIADI), de indisciplina en términos de gobernabilidad, etc. Se señala
ésta como una región conflictiva, parcialmente ingobernable y
susceptible de poner en riesgo a las áreas aledañas a la manera de
ampliación de la zona podrida o que puede poner en riesgo de colapso al
sistema mundial, aunque no fuera más que circunstancialmente. Por tanto,
es una región que debe concitar la mayor atención y debe mantenerse
bajo supervisión e incluso, si es el caso, intervención oportuna y
eficiente. Esta es la región de mayor tamaño entre las tres
identificadas y es la que guarda la mayor cantidad de riquezas de la
Tierra: el cinturón biodiverso, las aguas, petróleo y otros energéticos,
minerales y culturas.
3. La bisagra. Es una región importante en sí misma tanto
políticamente como por sus riquezas pero se le ubica como el eslabón o
punta de lanza en el convencimiento o recuperación de los países de la
brecha crítica. La componen países semidesarrollados o emergentes, como
se suele caracterizar, respetuosos de las reglas del juego aunque en
ocasiones con dificultades para seguirle el paso a las políticas
internacionales (casos de renegociaciones de deudas o similares), pero
interesados en mantenerse dentro de las dinámicas de lo establecido. Con
los países de esta región es posible confiar en acuerdos diplomáticos,
políticos y económicos sin necesidad de intervenirlos directamente
mediante la fuerza. De diferentes maneras todos tienen un peso regional
definitivo y serían capaces de hacer transitar las normatividades
globales a través de adecuaciones, canales y compromisos de nivel
regional. Entre los países de esta franja se encuentran Brasil,
Argentina, India, Sudáfrica, Rusia y China.
La sociopolítica del disciplinamiento global
La idea central de las guerras del siglo XXI es la del manejo de la
asimetría, una vez roto el equilibrio de poderes con el colapso del
campo socialista. La construcción del enemigo se desliza de los entes
institucionales a los inespecíficos, creando un imaginario de guerra
ciega.
El enemigo identificable o convencional disminuye su status al de
amenaza regional y por ahí pasarán Irak, Libia, Irán y Venezuela, cada
uno entendido como potencial cabeza de región, así como cualquier tipo
de coalición en la que estos participen (ALBA, OPEP, Petrocaribe, etc.).
Es siempre un polo articulador de poderes alternativos u hostiles a
Estados Unidos y su
american way of life convertido en política
internacional. Para este enemigo la respuesta es el aislamiento y la
demonización, o la aplicación de una fuerza sobredimensionada para
destruirlo y, sobre todo, humillarlo. El caso prototipo es el de la
operación en Irak.
El enemigo no institucional es difuso, relativamente invisible, ajeno
a las reglas de las confrontaciones de poderes y en cierto sentido
indescifrable. Es, desde un vietnamita aparentemente inofensivo al que
sólo se le ve el sombrero y nunca la cara, hasta mujeres y niños de una
comunidad que se inconforman con la construcción de una represa
generadora de energía eléctrica, o masa urbana en contra de la elevación
del precio del transporte, de quienes se piensa que pueden poner una
bomba, fabricar armas químicas o biológicas en laboratorios caseros, o
que pueden movilizar amplios contingentes para oponerse a las políticas y
proyectos hegemónicos. El peligro llega hasta el grado de que estos
pequeños e insignificantes enemigos, que aparecen en cualquier rincón o
se cuelan por cualquier agujero, pueden poner en riesgo el sistema
mismo. Por eso se busca atacarlos antes de que se coloquen en posición
de fuerza disuadiendo lo que resulte sospechoso de convertirse en tal
enemigo.
Tapar todos los poros y no dejar resquicio al enemigo dice el misal militar estadounidense (Joint, 1998).
Dominación de espectro completo
El mapa conceptual estratégico del sujeto hegemónico se construyó,
como decíamos, en torno a la idea de aprovechar, o no perder, el momento
de oportunidad histórica, evidentemente irrepetible, para la emergencia
de Estados Unidos como líder mundial. Sin guerra fría, sin poderes
equivalentes que confrontar, aunque con una conflictiva general
sumamente compleja y generalizada, Estados Unidos rediseña sus metas,
sus espacios, modifica o adecúa sus mecanismos, genera exigencias
tecnológicas, recompone los equilibrios entre trabajos de inteligencia,
de persuasión y de combate, redefine los puntos críticos y explora los
esquemas de aproximación pero sin renunciar en ninguna medida a lo que
desde ese momento denomina la “dominación de espectro completo” (Joint,
1998 y 2000).
La mayor novedad de esta concepción estriba en su virtud para
articular y dar sentido general único a las estrategias sectoriales,
parciales, específicas, temporales y más limitadas que se desplegaban
desde diferentes emisores o agentes de la política de seguridad y de
búsqueda de la supremacía de Estados Unidos en todos los campos. No se
inventó nada nuevo pero se pensó el problema de manera integral y eso
cambió los términos y las prioridades.
Se sistematizó, con detalle científico, cada uno de los niveles o
espacios del espectro donde pudiera parapetarse un potencial enemigo.
Espacio exterior, espacio atmosférico, aguas, superficie terrestre, bajo
tierra; espacios públicos y privados que deberían ser penetrados
mediante mecanismos panópticos (cámaras en las esquinas, en los bancos y
oficinas, chips espías, sistemas de datos centralizados, etc.). Vida
cotidiana, vida productiva, pensamiento y acción. Barrios populares con
políticas diferenciadas de las de los barrios clase media o clase alta,
estratificación competitiva, transporte, dotación de servicios, etc.,
todos puntos de observación y de manejo de poblaciones.
Con dos objetivos generales: garantizar el mantenimiento del
capitalismo y dentro de él la primacía de Estados Unidos; y garantizar
la disponibilidad de todas las riquezas del mundo como base material de
funcionamiento del sistema, asegurando el mantenimiento de sus
jerarquías y dinámicas de poder.
[5] En otras palabras,
insistiendo, impedir la formación de fuerzas individuales o coligadas
capaces de significar un contrapeso al poder de Estados Unidos
autoasumido como líder mundial; impedir o disuadir cualquier tipo de
insubordinación o rebelión que ponga en riesgo al sistema o los
intereses centrales de sus protagonistas principales, entre los que se
cuenta la libertad para disponer sin límites de territorios y vidas.
La ambiciosa geografía de esta estrategia de disciplinamiento abarca
todo el globo y el espacio exterior, pero, dada la conformación
territorial del planeta y la concepción del mundo como campo de batalla,
tiene como territorio base, como territorio interno, al Continente
Americano.
América Latina en la geopolítica del espectro completo
Considerando el carácter insular del continente, las abundantes y
diversas riquezas que contiene y calculando también las limitaciones
reales de un Estados Unidos restringido a su propio territorio, América
Latina pasa a ser un área estratégica para crear condiciones de
invulnerabilidad relativa o, por lo menos, de ventaja del hegemón con
respecto a cualquier poder que se pretenda alternativo. De ahí la
concepción de la seguridad hemisférica, casi simultánea a la de
seguridad nacional, que es una traducción moderna de la doctrina Monroe.
Cuidar el territorio para disponer de sus riquezas y para impedir que
otros lo hagan (Ceceña, 2001).
Los tres pliegues de la ocupación continental
La hegemonía se construye en el espectro completo, un espectro lleno
de pliegues que se superponen y se desdoblan para ir tejiendo la
historia. La construcción de hegemonía es así un proceso de alisamiento y
combinación de esos pliegues y de formación de nuevas topografías del
poder. No basta un resguardo militar si no se abren las compuertas
económicas y nada de esto es posible sin la instalación de un imaginario
posibilitante. El primer peldaño de la hegemonía consiste en
universalizar la visión del mundo, el
american way of life, para
permitir fluir de manera relativamente ágil las políticas económicas que
favorecen la integración hemisférica bajo este manto y los acervos de
las más poderosas empresas instaladas sobre el Continente.
Concretamente la hegemonía se manifiesta en la implantación,
institucionalmente consensual aunque los pueblos puedan expresar su
rechazo, de un conjunto de políticas, proyectos, normas y prácticas
mediante las cuáles se organiza el territorio
[6] en su conjunto.
Las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, a la luz del
rediseño de las estrategias hegemónicas globales, entraron al siglo XXI
con cambios profundos. 30 años de neoliberalismo habían permitido
erradicar casi totalmente las legislaciones y prácticas proteccionistas y
eso propiciaba un tendido mayor de los grandes capitales
transnacionales que habían ido apoderándose de los mercados absorbiendo o
destruyendo empresas locales. Se requerían nuevas infraestructuras para
ir más lejos y, a la vez, nuevas legalidades y disciplinas que
legitimaran el despliegue y que controlaran a los inconformes, que se
movilizaban crecientemente (Ceceña, Aguilar y Motto, 2007).
1. Alisando el pliegue económico. En 1994 entra en vigor el primer
tratado internacional, regional, de libre comercio (Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN)), que indicaría las pautas de un
ambicioso proyecto de integración continental (Acuerdo de Libre Comercio
de las Américas (ALCA)), que después de su fracaso circunstancial en
2005 en Mar del Plata ha ido consumándose poco a poco por subregiones.
Nuevas normativas para el tránsito de los capitales por encima de
cualquier pretensión de soberanía o resguardo del patrimonio nacional,
con la protección adicional del Banco Mundial a través del CIADI, en el
que en casi todos los casos los estados son derrotados por las empresas
particulares.
El entramado de tratados de libre comercio e inversión que se ha
urdido sobre el Continente representa un reacomodo total del pliegue
económico, hasta hace no tanto acostumbrado a restringir la entrada de
capitales extranjeros y a reservar áreas estratégicas como base de
sustento de la nación.
Hoy son esos capitales los que ponen las reglas, los que marcan
dinámicas, los que corrompen gobiernos y los que se apoderan del
territorio.
2. El pliegue territorial. Adicionalmente a las apropiaciones
individuales, locales perpetradas directamente por las empresas, en 2000
se lanzan dos proyectos de reorganización territorial buscando una
apertura casi total hacia el mercado mundial y una
racionalización/ampliación de la producción energética para sustentar el
ritmo de crecimiento del Continente: el Plan Puebla Panamá (PPP), ahora
Proyecto Mesoamericano y la Iniciativa de Integración de la
Infraestructura Regional de Sudamérica (IIRSA), ahora COSIPLAN-IIRSA.
Los más ambiciosos proyectos de infraestructura de que América tenga
memoria, concebidos como soporte de una creciente exportación de
commodities,
en gran medida producidos por las grandes transnacionales de la
minería, la madera/celulosa y los energéticos, en simultaneidad con la
extensión de las plantaciones de soya, palma y caña de azúcar, entre
otras, ya sea para alimentar al ganado, para la generación de
biocombustibles o para usos industriales. Se induce con estos
megaproyectos una nueva geografía, marcada por canales de comunicación y
generación de energía, que irán seguidos de empresas principalmente
extractivas y que dibujan un nuevo mapa político interno, con nuevas
fronteras y nuevas normatividades.
3. El pliegue militar, irrenunciable ante situaciones generalizadas
de despojo y violencia social que concitan diferentes manifestaciones de
resistencia y rechazo, se desata con el Plan Colombia, primero de su
tipo, que permite una presencia militar de Estados Unidos en el centro
de Latinoamérica. A la reorganización de lo económico territorial, que
implica ya un dislocamiento de legalidades sobre territorios y pueblos,
se suma una iniciativa de huella pesada (heavy footprint) en el terreno
militar. La iniciativa, flexible y versátil para adaptarse a los
escenarios cambiantes aunque sin perder la ruta estratégica, marca el
área latinoamericana y caribeña estableciendo una amplia red de bases
militares (Ceceña, Yedra y Barrios, 2009; Ceceña, Barrios, Yedra e
Inclán, 2010) y bases de operación antinarcóticos; patrullajes navales
crecientes y constantes antes y después de la reconstitución de la IV
Flota en 2008; ejercicios conjuntos que van naturalizando la presencia
de tropas estadounidenses y homologando criterios entre fuerzas armadas
de la zona; una generalización de códigos civiles criminalizantes y de
las llamadas leyes antiterroristas que introducen la figura del
sospechoso y la tolerancia cero; un conjunto de acuerdos o iniciativas
de seguridad subregionales, todas ellas con la participación de Estados
Unidos, que dan cobertura al derramamiento del Plan Colombia hacia estas
áreas como ya ocurre en México y Centroamérica con la denominada
Iniciativa Mérida (Ceceña, 2006 y 2011).
En conjunto, la estrategia hegemónica contempla posicionar capitales,
disponer de los recursos más valiosos, multiplicar y abaratar costos
con regímenes de
outsourcing, implantar cultivos de
aprovechamiento industrial, la mayoría de las veces con modos agrícolas
altamente predatorios y, en esencia, usar el territorio a su criterio,
de acuerdo con sus necesidades e intereses, como espacio propio de
fortaleza interna y de defensa frente al resto del mundo. Los mecanismos
combinan diplomacia, política, asimetría y fuerza y varían de acuerdo
con los desafíos internos y la visión y condiciones globales de lucha
por la hegemonía. La pinza está puesta desde lo económico-territorial
hasta lo militar, con una ofensiva transversal que circula en el nivel
de los imaginarios, los sentidos comunes virtualizados y políticas
culturales colonizadoras.
Dónde está América Latina
El siglo XXI ha visto una América Latina y Caribeña rebelde, llena de
movimientos descolonizadores en todos los terrenos y de amplitud
diversa. Desde movimientos por la construcción de una sociedad
postcapitalista, enmarcados dentro de las nociones del
mundo en el que caben todos los mundos zapatista hasta la de la
vida en plenitud o
buen vivir
de los pueblos andino-amazónicos, y un conjunto de dislocamientos
sociales por la autogestión, la participación directa o la
democratización en varios ámbitos, o de movimientos políticos que desde
las instancias de gobierno han colocado algunos dispositivos de freno y
aun de alternativa al sistema de poder como la creación de espacios de
integración con criterios solidarios y no competitivos, la búsqueda de
instancias de solución de controversias con capitales depredadores o
nocivos, la develación de las deudas odiosas u otros similares.
Poblaciones que se organizan para defender sus costumbres,
parafraseando a E. P. Thompson, aparecen por todos lados corroyendo el
orden establecido y el que está en proceso de establecimiento. La
situación parece la de una guerra sin cuartel en la que los dispositivos
de seguridad, a veces precedidos, a veces acompañados por
paramilitares, mercenarios, guardias privadas, es decir, por fuerzas
armadas ilegales o irregulares, con adscripciones confusas pero con
grados de intervención y de impunidad muy elevados, combaten a la
población que defiende sus derechos. Oponerse a la explotación de una
mina se ha convertido en causa de cárcel mientras matar a los oponentes
no tiene ninguna consecuencia.
Atentados desestabilizadores como el golpe de estado en Honduras, la
movilización separatista de la media luna en Bolivia, el intento de
golpe en Ecuador y todos los que se han puesto en juego en Venezuela,
uno tras otro desde hace más de diez años, forman parte ya de la
mecánica geopolítica habitual. Se están construyendo procesos de
postcapitalismo en un escenario de guerra y hay que estar preparados. La
del siglo XXI es una guerra a la vez abierta y encubierta, específica e
inespecífica y con modalidades multidimensionales que combinan
variantes menos bélicas como los ataques financieros con otras como las
de conmoción y pavor.
El escenario latinoamericano y caribeño no parece ser el adecuado
para un ataque como el de Irak o Afganistán. En este escenario lo que ha
operado, además de la introducción de mercenarios o comandos especiales
clandestinos, es una escalada de posicionamientos físicos que han ido
cercando las zonas identificadas como estratégicas empezando por el
canal de Panamá, bien resguardado de inicio por las posiciones del Plan
Colombia a las que ahora se suman muchas otras (mapa 1) (Ceceña, Yedra y
Barrios, 2009); la zona del Gran Caribe (mapa 1) (Ceceña, Barrios,
Yedra e Inclán, 2010) y la región circundante a la triple frontera entre
Paraguay, Brasil y Argentina (mapa 2) (Ceceña y Motto, 2005).

El mosaico político de la región es variado y complejo. Los países
que se han unido a la Alianza del Pacífico claramente funcionan como
aliados de Estados Unidos, reciben beneficios bajo la forma de ayuda y
en el caso de Colombia cumplen parte de las funciones que antes eran
asumidas directamente por personal estadounidense.

Al respecto, es interesante revisar el informe preparado por Latin
America working group education fund, Center for international policy
(CIP) y WOLA, para el Congreso de Estados Unidos, en el que se afirma
que Colombia ha sido el principal receptor de asistencia policiaco
militar durante los últimos 20 años (excepto uno) (Isacson, 2014: 22).
El informe cita una noticia en la página del Departamento de Defensa
(abril 2012) en que se afirma que Colombia proporciona a su vez
asistencia en capacitación y entrenamiento en 16 países de la región y
de fuera de ella, incluyendo a África. El Ministro colombiano de
Defensa, por su parte, aclaró al
Miami Herald que las fuerzas
colombianas han entrenado más de 13 mil hombres de 40 diferentes países
entre 2005 y octubre 2012. (Isacson, 2014: 22)
…los gobiernos de Estados Unidos y Colombia llevan adelante un “Plan
de Acción en Cooperación Regional de Seguridad” a través del cuál
intentan coordinar la ayuda a los terceros países. (Isacson, 2014: 22.
Traducción AEC)
El caso de Perú es relevante, sobre todo en los últimos años en que
ha acogido ejercicios militares en los que se admite personal
estadounidense en enormes contingentes, de mil efectivos en 2008, por
ejemplo, sin especificar sus funciones y por periodos que alcanzan los
seis meses (Congreso de la República del Perú, 2008). Declaraciones de
Leon Panetta, Secretario de Defensa de Estados Unidos en su visita a
Lima en octubre de 2012 insisten en que Estados Unidos está listo para
trabajar conjuntamente con Perú en planificación, intercambio de
información y en desarrollar una cooperación trilateral con Perú y
Colombia con respecto a los problemas comunes de seguridad (Isacson,
2014: 24), recuperando la idea original de inclusión de Perú en el Plan
Colombia.
El equilibrio entre las diferentes posiciones ha permitido hacer
funcionar organismos como UNASUR, importantísimos para fortalecer la
independencia regional pero con las posiciones más encontradas en su
interior. Baste recordar la emblemática reunión de Bariloche, justo
después de que Colombia acordó la instalación de siete nuevas bases
militares estadounidenses en su territorio, en que varios de los
integrantes, con Venezuela a la cabeza, intentaron inútilmente echar
atrás el acuerdo.
El equilibrio geopolítico de la región, en permanente definición, es exactamente eso, un equilibrio.
El Plan México
En 2005 se firma el primer acuerdo de seguridad subregional del
Continente, nuevamente tomando al área de América del Norte como punto
de arranque de lo que hoy ya se ha extendido por toda el área del Gran
Caribe. El Acuerdo de Seguridad y Prosperidad de América del Norte
(ASPAN) es un texto corto casi equivalente a una carta de intención,
pero sirvió de marco al lanzamiento de la Iniciativa Mérida (2008), que
después se replicaría en la Iniciativa de Seguridad Regional de Centro
América (CARSI) en 2008 y en la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del
Caribe (CBSI) en 2010.
El monto de la ayuda de Estados Unidos a Latinoamérica y el Caribe en
el campo policiaco militar se incrementó notablemente al sumar lo
destinado a Colombia y México en este periodo. En 2013 Colombia recibió
por este rubro 279 millones de dólares, que fue el monto más bajo desde
el 2000 en que inició el Plan Colombia; aun con este descenso Colombia
sigue siendo el primer destino de los recursos, ahora seguido por
México, que en 2013 recibió 154 millones. Las estimaciones que se tiene
para el CARSI en el periodo 2008-2014 ascienden a 665 millones (Isacson,
2014), en gran medida justificados por lo destinado a Honduras, donde
realmente parece estarse montando un mega centro de operaciones mucho
más ambicioso que lo que hasta ahora se tenía con la base de Soto Cano, y
con lo destinado para Guatemala, particularmente destinado a las
operaciones y fuerzas de seguridad fronteriza con México.
Actualmente la DEA tiene más efectivos en México que en cualquier
otro de sus puestos foráneos, según el informe citado, además de los
efectivos de la CIA que cuenta con todo un centro de operaciones,
evidentemente ilegal pero a plena vista, en la Ciudad de México. El
bombardeo de la región de Sucumbíos, en Ecuador, en 2008, habida cuenta
del involucramiento, todo indica que deliberado para ajustar con el plan
general, de varios jóvenes mexicanos que fueron conducidos al cuartel
de paz de las FARC en esa localidad, sirvió de justificación para echar a
andar un fuerte operativo “antiterrorista” en México, que se combinó
con la “guerra contra el narco” desatada por Felipe Calderón desde 2007.
Eran los inicios del Plan México, conocido como Iniciativa Mérida.
De manera muy similar a lo ocurrido en Colombia, México ha sido
abatido por una ráfaga de violencia que ya dura una década, durante la
cual se han destruido los tejidos comunitarios, se ha introducido una
cultura de miedo y de soledad en la que se buscan pertenencias
inmediatas perdiendo los rastros de las historias largas. Los referentes
colectivos de identidad nacional han sido paulatinamente sustituidos
por los de pandillas o grupos ya sea de autodefensa o de ataque, que se
convierten en el único territorio confiable aunque evidentemente no
seguro.
Lo sorprendente es la rapidez con la que el país se militarizó y
empezó a acostumbrarse a la presencia extranjera vinculada a los cuerpos
de seguridad o de cumplimiento de la ley, con reclamos de rechazo, en
muchos de los casos, pero con respuestas cínicas e indolentes por parte
del estado. Desde personal del FBI instalado en los retenes de migración
del aeropuerto de la Ciudad de México, hasta detenciones realizadas por
personal extranjero en suelo nacional. Todo, por supuesto, justificado
por el combate al narcotráfico.
El ejército se ocupa de asuntos de seguridad interna y ha sido
señalado por su complicidad con el llamado crimen organizado, tanto como
las policías. El Estado está lejos de ser el único que ejerce la
violencia. Hay también lo que podría denominarse las milicias del crimen
organizado, no sólo ligado al narco sino a otras actividades ilícitas,
generalmente muy violentas, y también servicios privados de seguridad y
paramilitares.
Siempre señalado como uno de los países de América Latina ejemplares
por no haber pasado por dictaduras militares, como muchos de los otros, y
por mantener una política de respeto a la autodeterminación de los
pueblos y las naciones y de no injerencia, lo que implica no participar
de actividades militares en el extranjero; hoy se ha incorporado a los
ejercicios conjuntos, se ha involucrado con decisiones de intervención
en otros países a través de la ONU y, sin dictadura militar interna, ha
rebasado con mucho los saldos de las dictaduras del Cono Sur: en la
Primera Reunión Trilateral de Ministros de Defensa de Norteamérica Leon
Panetta, Secretario de Defensa de Estados Unidos, aseguró que el número
de muertos en la guerra contra el narcotráfico en México ascendía a 150
mil, dato que fue después desmentido por la Secretaría de la Defensa de
México sin ofrecer ningún dato alternativo; el Instituto de Geografía,
Estadística e Informática (INEGI) registra 94 mil 249 asesinatos
violentos entre 2006 y 2011 solamente y organizaciones de la sociedad
civil manejan una cifra de 100 mil. En estos casos los cálculos son
sumamente complicados pero hay coincidencia de las diversas fuentes en
la cifra de 100 mil muertos y 25 mil desaparecidos, mientras los
desplazados se calculan entre 780 mil y 1 millón 648 mil.
Los compromisos militares de México con Estados Unidos han sido
crecientes. Bajo el auspicio del Comando Norte se brinda entrenamiento,
capacitación y asesoría a los mexicanos, que han seguido puntualmente
las indicaciones de política de seguridad de Estados Unidos, que han
demostrado ser catastróficas para el país, aunque quizá no tanto para
los intereses e injerencia de Estados Unidos ya que después de una
década sangrienta se está finalmente llegando a la apertura del sector
energético, tan buscada por la potencia del norte.
A tal punto llega el compromiso de México con Estados Unidos que se
ha permitido la presencia de efectivos de seguridad estadounidenses en
territorio mexicano, armados y con capacidad para ejercer, así como el
sobrevuelo de aviones militares estadounidenses en el espacio aéreo
mexicano, notablemente los vehículos no tripulados o drones, desde 2009.
El eslabón hondureño
El golpe de estado en Honduras en 2009 no sólo permitió detener el
avance de integraciones como la de la Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América (ALBA) sino que, como en los años 1980s,
volvió a colocar a Honduras como epicentro de las actividades
estadounidenses en la región centroamericana.
Honduras alberga en su territorio una de las sedes foráneas del
Comando Sur en Palmerola, en la emblemática base Soto Cano que, a juzgar
por los recursos movilizados hacia este país, parece estarse
extendiendo para convertirse en un mega centro regional, como ya
mencionamos. Los movimientos hondureños han insistido en denunciar la
presencia de efectivos estadounidenses no sólo en Soto Cano sino en
otras regiones donde presumiblemente están localizándose posibles nuevas
bases. Nosotros tenemos registro de otras dos en la costa del Caribe y
el informe
Time to listen, que contiene los datos públicos más
recientes sobre presupuesto y actividades de las políticas de control
del narcotráfico, habla de cuatro más (Guanaja, Mocorón, El Aguacate y
Puerto Castilla) que hubieran sido financiadas por Estados Unidos., así
como de una transferencia de 1,388 mil millones de dólares en equipo
electrónico de uso exclusivamente militar, parte del cual es
expresamente para uso del propio personal estadounidense en Honduras. Se
tendrá ahí posiblemente uno de los mayores centros de información y
telecomunicaciones del Continente.
No hace falta señalar la importancia geoestratégica de Honduras, en
el centro de América Central, con salida al Pacífico y al Caribe.
Honduras, después del golpe, se convirtió en el eslabón centroamericano
del corredor militarizado que va desde Colombia hasta México, tocando
frontera con Estados Unidos y cubriendo el canal de Panamá. El punto de
descanso que representa Honduras en esta perspectiva ha justificado los
recursos y políticas especiales para el país.
El brazo sur del Plan Colombia
La extensión del corredor militarizado hacia el sur traza una línea
directa con Perú, desde el inicio el integrante menor del Plan Colombia y
hacia Paraguay, centro de operaciones de las fuerzas estadounidenses
durante buena parte del siglo XX.
Cabe destacar que el trazo geográfico de este corredor ha tenido
dificultades para saltar hacia el Atlántico, zona que se destaca por los
yacimientos petrolíferos de Brasil. El paso hacia el Atlántico se ha
buscado con la movilización de la IV Flota, con algunos intentos
fallidos de bases militares (Alcántara en Brasil, por ejemplo) y con la
posición privilegiada de la isla Ascención, donde se ha instalado un
centro de información del más alto nivel, y que es una de las posiciones
directamente relacionadas con el diseño estratégico que subyace al
convenio de 2009 para la instalación de siete nuevas bases en Colombia, y
que en realidad no se ha podido todavía consumar (mapa 3).

Con Perú el acercamiento se ha intensificado sustancialmente desde
2008 y con Paraguay los compromisos de capacitación brindados por los
colombianos no se interrumpieron incluso con el gobierno de Fernando
Lugo, pero hoy, después del golpe de estado parlamentario y el cambio de
gobierno tienen perspectivas de intensificarse. Todavía durante el
gobierno de Lugo se acordó con Estados Unidos la instalación de una base
de operaciones y entrenamiento en la zona norte que se encuentra en
pleno funcionamiento y donde los instructores, de acuerdo con lo
pactado, serían estadounidenses., aunque sabemos que son también
colombianos.
Las piezas jugadas de esta manera, cada una por su lado pero
claramente articuladas en el diseño estratégico continental, han ido
conformando una ruta segura que recorre América de norte a sur (mapa 4) y
que permite tener condiciones de respuesta rápida para cualquier tipo
de situación de riesgo. Las tropas estadounidenses y sus aliadas, que
han entrenado juntas y mantienen protocolos similares cuando no
idénticos, que han trabajado en simulacros de respuesta a contingencias
variadas entre las que están también las sublevaciones, disturbios
urbanos u otras del estilo, al tener una plataforma territorial tan
extendida y adecuadamente equipada, están en buenas condiciones para
intervenir con eficacia en caso necesario.
El giro tecnológico
Una de las importantes ventajas asimétricas con que cuenta Estados
Unidos es tecnológica, tanto en el campo de la producción civil como, de
manera superlativa, en lo militar. Comunicaciones militares, técnicas
de encriptamiento, protocolos, armas, aviones, teledirección,
teledetección, armas químicas y biológicas, tecnología nuclear y todas
sus derivaciones e innovaciones. Con esta base se llevan a cabo la
prevención y los trabajos de inteligencia que evitarían las guerras
porque desactivarían o destruirían a los potenciales enemigos antes de
que pudieran convertirse en una amenaza real. Así también concurren en
la aplicación de fuerzas sobredimensionadas en operaciones de conmoción y
pavor y otorgan una ventaja material y logística en cualquier tipo de
incursiones.
El elemento más novedoso, aunque no necesariamente el más decisivo,
es el miniavión no tripulado, comúnmente denominado dron. Los drones han
sido utilizados ya desde hace tiempo por Estados Unidos en operaciones
especiales tanto de monitoreo y detección como de ataque. Su ligereza,
imperceptibilidad y relativo bajo costo los convierte en una herramienta
con tendencia a masificarse pero además en un negocio jugoso. Israel es
ya productor y exportador de esta tecnología, Brasil está comprándole
el
know how para iniciar su producción localmente y podría
pensarse que los drones dejan de ser un elemento de ventaja por su
multiplicación. No obstante, lo importante son las funciones que pueden
cumplir los avioncitos y eso depende de su contenido. Los equipos de
detección tienen posibilidades múltiples. Los equipos miniaturizados de
ataque son exclusivos del Pentágono, por el momento y en la
miniaturización parecen también tener una distancia relevante con el
resto de los escasos productores.
Los drones abaratan la guerra y contribuyen a ir aligerando la huella
militar sobre los territorios. Las bases de lanzamiento que requieren
son tamaño micro y eso permitiría hacer más invisible la situación de
guerra generalizada en que inevitablemente ha desembocado el
capitalismo.
El equilibrio latinoamericano caribeño y sus derivas
Si bien los escenarios de guerra del Medio Oriente, tan complejos y
explosivos, son los que ocupan la atención en los medios, la batalla
interna que se libra en América es sumamente intensa e indudablemente
decisiva. Tiene la virtud de haber abierto rutas de pensamiento y
construcción de modalidades de organización social no sólo
confrontativas sino distintas, y por tanto alternativas, a las que
ofrece el capitalismo. El paso hacia el no-capitalismo, con cualquiera
de las denominaciones que se le den, tiene todos los obstáculos y es y
será objeto de todas las presiones, amenazas y ataques. Operativos de
desestabilización de todos tipos, intervenciones directas, intentos de
golpes de estado, masacres de poblaciones disidentes o insurrectas,
imposición de políticas y normativas, bloqueos, conflictos fronterizos y
muchos otros dispositivos de contrainsurgencia, entendida en el sentido
amplio del término.
Todo eso hará el camino difícil y tardado, pero no imposible.
Es ahí donde Mariátegui vuelve a sonar con fuerza.
Ni calco, ni copia.
No se puede derrotar a la guerra con guerra sino con la construcción de
un mundo de paz, dignidad y respeto. Y esa es la ruta que se abre paso,
con vertientes diversas, en América Latina y el Caribe. Por eso la
ofensiva no dejará de intensificarse.
Bibliografía citada
Barnett, Thomas 2004
The Pentagon’s new map. War and peace in the twenty-first century ( New York : G.P. Putnam’s Sons )
Ceceña, Ana Esther 2001 “La territorialidad de la dominación. Estados Unidos y América Latina” en
Chiapas 12 (México: ERA-Instituto de Investigaciones Económicas)
Ceceña, Ana Esther 2006 “Los paradigmas de la militarización en América Latina” en
Pensamiento y acción por el socialismo. Rosa Luxemburgo. América Latina en el Siglo XXI (Buenos Aires: FISyP-FRL, http:// www.geopolitica.ws/leer.php/30).
Ceceña, Ana Esther 2011 “Los peligros de la militarización en América Latina”, en
La Jiribilla, Año X, 19 de julio, (La Habana).
Ceceña, Ana Esther y Motto, Carlos 2005
Paraguay: eje de la dominación del Cono Sur (Buenos Aires: Observatorio Latinoamericano de Geopolítica)
Ceceña, Ana Esther, Aguilar, Paula y Motto, Carlos 2007
Territorialidad de la dominación. Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (Buenos Aires: Observatorio Latinoamericano de Geopolítica)
Ceceña, Ana Esther, Barrios, David, Yedra, Rodrigo e Inclán, Daniel 2010
El Gran Caribe. Umbral de la geopolítica mundial (Quito: FEDAEPS).
Ceceña, Ana Esther, Yedra, Rodrigo y Barrios, David 2009
El águila despliega sus alas de nuevo. Un Continente bajo amenaza (Quito: FEDAEPS).
Cohen, William 1998 Annual report to the President and the Congress. ( U. S. Department of Defense )
Congreso de la República del Perú 2008
Diario de los Debates, Segunda Legislatura Ordinaria de 2007
– Tomo 2, 21 de mayo
(http://www2.congreso.gob.pe/sicr/diariodebates/Publicad.nsf/SesionesPleno/05256D6E0073DFE90525745000747C78/$FILE/SLO-2007-2S.pdf)
Isacson, Adam; Haugaard, Lisa; Poe, Abigail; Kinosian, Sarah y Withers, George 2014
Time to listen: trends in U.S. security assistence to Latin America and the Caribbean (USA: Latin America working group education fund, Center for international policy (CIP), WOLA)
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Joint Chiefs of the Staff 2000
Joint vision 2020 (US governmet)
U.S. Department of Defense (DoD) 2013
Defense News (http://www.defensenews.com/article/20130811/DEFREG02/308110001/DoD-Weighs-Major-COCOM-Realignment)
Notas
Artículo publicado en
Patria, nº 1, diciembre 2013 (Ecuador: Ministerio de Defensa Nacional).
Ana Esther Ceceña es Directora del Observatorio
Latinoamericano de Geopolítica, Instituto de Investigaciones Económicas y
profesora en el Posgrado de Estudios Latinoamericanos en la Universidad
Nacional Autónoma de México. Investigación realizada dentro del
proyecto Territorialidad, modos de vida y bifurcación sistémica
(IN301012). anae@unam.mx
[3] Los cinco Comandos que se reparten el mundo son: Central
Command, European Command, Northern Command, Pacific Command, Southern
Command.
[4] Actualmente los Comandos de Combate son nueve, de los
cuales los tres últimos son transversales, a saber: African Command,
Central Command, European Command, Northern Command, Pacific Command,
Southern Command, Special Operations Command, Strategic Command y
Transportations Command. (DoD, 2014). No obstante, se perfila una nueva
modificación que llevaría a dejar sólo 5 comandos geográficos, en alguna
medida por razones presupuestales. (DoD, 2013).
[5] Es interesante revisar a este respecto la definición de
la misión histórica de las fuerzas armadas de Estados Unidos, misma que
en sus cinco objetivos fundamentales incluye los dos mencionados.
(Cohen, 1998)
[6] Nuestra concepción de territorio no es geográfica o
física sino histórico cultural. El territorio se hace en la interacción
de los seres vivos con su medio, en la construcción del hábitat
específico, que es por supuesto político.
Fuente: Forum Mundial de Alternativas