miércoles, 2 de octubre de 2013

Acuerdo de cooperación Colombia-OTAN es traición a América Latina y el Caribe

CEPRID

Como si existiese un fatalismo histórico, otra vez, un Presidente de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, traiciona al ideal de la Patria Grande concebida por el Libertador Simón Bolívar, al obedecer los mandatos de las oligarquías conservadoras y el dictado imperial, para casi de rodillas, implorar que sea admitida como socia de la OTAN, la poderosa maquinaria de guerra del imperio y sus aliados de UE, hecho que fisura gravemente a la Celac y Unasur.

Esas oligarquías colombianas y generalmente latinoamericanas y caribeñas, enriquecidas con el sistema de explotación más cruel e inhumano, y con el robo de las tierras y los recursos a los campesinos, y el pillaje corrupto a sus pueblos, jamás entendieron lo que Simón Bolívar decía en 1829 desde Guayaquil: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a la América de miserias a nombre de la libertad”

En 1826 se efectuó el Congreso Anfictiónico de Panamá, que fuera convocado por Simón Bolívar, para plasmar el ideal de la unión latinoamericana y caribeña. Ordenó expresamente no invitar o involucrar a los Estados Unidos, pero el General Francisco de Paula Santander, presidente de la Gran Colombia, desobedeció la orden y cual lacayo del nuevo imperio invitó a John Quincy Adams, presidente de los Estados Unidos, para que asistiera él o sus delegados a tan importante y trascendental Congreso. Bolívar al enterarse de la desobediencia traicionera, en carta le dijo a Santader: “este paso nos costará pesadumbres con los albinos”, y aunque el Congreso fracasó, los Estadounidenses no cejaron en sus diatribas hacia El Libertador.

Desde la visionaria Carta de Jamaica (1815), Simón Bolívar señalaba el imperativo de una alianza entre los países que fueron subyugados por la Corona de España, y así poder contrarrestar una reconquista española o la infame influencia de otras potencias.

A partir de 1817, los Estados Unidos comenzó su política expansionista. A cualquier precio quería anexionar el territorio francés de Lousiana y la Florida española sin apartar sus ojos de águila imperial de las islas del Caribe.

En 1824, se impuso la Doctrina Monroe; “América para los Americanos”, que ha servido para que Estados Unidos considere a América Latina como su patio trasero y al Caribe como su lago particular. Además, jamás se debe olvidar la propagandizada “democracia” que le sirvió para imponer atroces dictaduras, invadir militarmente a las repúblicas libres y soberanas en defensa de sus intereses, y pretender neocolonizar a nuestras patrias para santificar el saqueo de los recursos naturales y oprimir a nuestros pueblos.

En los últimos tiempos impuso las dictaduras fascistas en el Cono Sur, implantó las sanguinaria Operación Cóndor, impuso el Plan Colombia y luego el Plan Patriota para declarar la guerra contra el ”narcotráfico internacional” y las guerrillas de las FARC-EP y ELN, apropiarse de ocho bases militares y ahora ordenar, junto al conservadurismo que es uno de los más depravados de la política latinoamericana,. la presencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte -OTAN- como una real amenaza a la paz, seguridad, independencia y soberanía de las naciones de América Latina y el Caribe. Para el imperio no basta mantener el bloqueo genocida por más de cincuenta años en contra de Cuba, ni en los últimos años haber derrocado mediante golpes de Estado a los Gobiernos de Zelaya en Honduras, de Lugo en Paraguay e intentar golpes de Estado para derrocar a Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro en Venezuela

Estados Unidos quiere todo el poder y para subyugar a nuestros pueblos y para ese fin ese fin, inclusive ha patrocinado la Alianza del Pacífico para aprovechar el sometimiento de los gobiernos de las derechas de Chile, Paraguay, Colombia y México, Alianza, además, que sirve para contraponerse al ALBA.

El imperio quiere más: Meter a la OTAN en América Latina y el Caribe de la mano de Colombia del conservador presidente Santos, mediante un asociamiento servil, acto que fue calificado como una “puñalada en la espalda” por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro.

Casi dos siglos después de haberse consumado la traición de Santander, ahora se produce la traición de Santos, justamente cuando los países de América Latina y el Caribe decidieron cumplir el sueño de Bolívar con el inicio de los procesos integracionistas de la Celac, Unasur, Mercosur, el ALBA. Los herederos políticos del general Santander, se arrastran ante el imperio y obedecen sus mandatos, para ser parte de la OTAN con el uso de argumentos peregrinos, fuera de toda razón histórica que les ha llevado a firmar un “pacto de cooperación” con la más criminal maquinaria de guerra de estos tiempos: La OTAN.

 ¿PARA QUÉ COLOMBIA QUIERE UN CONVENIO CON LA OTAN?

El presidente colombiano Juan Manuel Santos “toma cada vez más mayor distancia de la corriente ideológica que se impuso en América Latina en la última década. Con la muerte de Hugo Chávez, al que incluso llegó a llamar “su mejor amigo”, el mandatario colombiano ha vuelto a sus orígenes ultraconservadores y ha tomado importantes decisiones” que lo atan cual lacayo al imperio del terror, como si no bastaran el Plan Colombia, el Plan Patriota y la cesión de ocho bases militares. Obediente al imperio quiere a la OTAN en el territorio de Colombia, ¿para qué?

Para qué, si se entiende que Santos alcanzará la paz con las FARC-EP que se negocia en La Habana. En consecuencia no habrá “terroristas”, ni enemigos internos a quienes combatir porque ese acuerdo se extenderá también al ELN. Pese a la intervención de Estados Unidos, las guerrillas no han podido ser doblegadas ni derrotadas. Nunca se producirá una victoria militar ni del Estado ni de las guerrillas, y esta verdad es harto conocida por el imperio y por el Estado colombiano, por eso es necesario alcanzar la paz con negociaciones de por medio.

¿Acaso quiere Santos agredir a Venezuela, Ecuador, Nicaragua convertidos en regímenes no gratos a Washington? ¿Para ese objetivo agresivo y ahistórico Colombia tiene más de 700.000 hombres en armas: 400.000 en el ejército, marina y aviación; 180.000 en la policía nacional: 120.000 en lo que se conoce como labores de inteligencia; 80.000 hombres en las llamadas fuerzas irregulares, es decir, para-militares, carteles de la droga, bandcrim (bandas criminales)

Cualquier acto de agresión sería una locura rechazada por el mundo entero, menos por Estados Unidos y la OTAN.

Sin necesitarlo, Colombia firmó un acuerdo de intercambio de información, buenas prácticas en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico y el terrorismo con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

“El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y el comandante supremo aliado, el general estadounidense Philip Breedlove, prepararon la firma y dialogaron sobre cooperación en temas de seguridad, informó el ministerio de Defensa colombiano en un comunicado distribuido en la capital belga.

Pinzón y Breedlove abordaron asuntos relacionados con la construcción de integridad y transparencia en temas de seguridad, así como con el fortalecimiento de la cooperación de las Fuerzas Armadas de Colombia con este organismo multilateral y la experiencia que el país latinoamericano puede ofrecer en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.

El ministro colombiano también se reunió con embajadores y representantes ante la OTAN de España, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Noruega, Holanda, Portugal y Francia.

Pinzón mantuvo un encuentro con Christian Leffler, el secretario ejecutivo de la Unión Europea (UE), quien a su vez es el director ejecutivo para las Américas de este organismo. Además de visitar Bélgica, el titular de Defensa realizó una gira por varios países: Francia, Reino Unido y España.

El objetivo de esa gira fue reforzar la estrategia de la diplomacia colombiana y buscar acceso a conocimiento, experiencia y buenas prácticas de las fuerzas armadas europeas en materia de operaciones de paz, humanitarias, justicia penal militar y procesos de transformación del sector de defensa y seguridad, según el comunicado del Ministerio de Defensa colombiano.

Santos y su Ministro de Defensa Pinzón dijeron que el objetivo del contacto con la OTAN es “ser un socio en la cooperación como lo son ahora Australia, Nueva Zelanda, Japón, entre otros países” .

¿Mal momento?

En el momento en el que el presidente Santos anunció públicamente su intención de firmar un acuerdo con la OTAN, hubo una tormenta de carácter continental. “Hay un giro negativo hacia una agenda de desestabilización regional, de división regional, de ataque contra la revolución bolivariana y de adhesión a los planes hegemónicos imperiales”, dijo el presidente venezolano, Nicolás Maduro.

“Que un país latinoamericano quiera incorporarse a la OTAN será instrumento de una política para debilitar y tratar de destruir el proceso de unidad que vive la región”, añadió, por su parte, el presidente Daniel Ortega, de Nicaragua.

Otro presidente de la región que criticó duramente a Colombia fue Evo Morales, de Bolivia. No sólo se pronunció en contra de una “amenaza” a Suramérica, sino que pidió al secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el venezolano Alí Rodríguez, que convocara a una reunión del Consejo de Seguridad del bloque, con carácter urgente.

“Cuando internamente Estados Unidos ya no puede dominarnos a países, a Gobiernos, a pueblos antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN? ¿Para qué? Para agredir a Latinoamérica, para someter a Latinoamérica, para que nos invada la OTAN como ha invadido en Europa y África”, dijo Morales.

A pesar de esta ola de críticas, Santos ordenó a su ministro viajar a Bruselas y firmar el acuerdo de intercambio de información. El tratado firmado por Colombia y la OTAN para intercambiar información clasificada podría afectar a la confianza entre los países latinoamericanos en materia de Defensa, según algunos expertos.

“América Latina a través de la Unasur está trabajando puntualmente en el ámbito de Defensa y en el ámbito militar para sembrar confianza entre los países de nuestra región. Y esta decisión [de Colombia] afecta precisamente contra esta confianza”, comentó el analista internacional Adrián Fernández.

Ante las críticas de algunos países latinoamericanos a Bogotá de querer pertenecer a la OTAN dando la espalda a otras organizaciones de la región, Pinzón subrayó que "está muy claro que Colombia ni forma parte ni va a ser parte de la Alianza".

En este sentido la portavoz adjunta de la OTAN, Carmen Romero, indicó que "el documento de seguridad firmado hoy no otorga rango de socio (a Colombia) sino de cooperación para intereses comunes". ¿Qué intereses comunes puede haber entre Colombia y la OTAN? Una sarta de falsedades ha utilizado la Colombia administrada por el conservadurismo para buscar “cooperaciones” con la OTAN.

“Por su geografía y según el artículo 10 del Tratado de Washington, "Colombia no podría ser nunca país candidato a la organización", dijeron los otancistas, pero el Gobierno de Santos por intermedio de Pinzón explicó que el acuerdo "permitirá que las experiencias de Colombia en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo internacional y otras capacidades desarrolladas puedan ser conocidas por otros países que lo requieran". Otra mentira, ¿Qué país querría compartir las experiencias colombianas en su fallida lucha contra las guerrillas, en sus atroces falsos positivos, en sus bandas paramilitares y en su fracaso rotundo de su participación en la perdida guerra de Estados Unidos contra el narcotráfico internacional? ¿Qué país querría aprender de los narcos colombianos la inmensa capacidad para producir cocaína y abastecer por ejemplo, en más del 70% al mercado de consumo más grande del mundo que está precisamente en Estados Unidos? El gobierno de Santos dijo que Colombia podrá “aprender los altos estándares de la OTAN en materias como emergencias civiles y operaciones humanitarias y de paz", además de “asuntos asociados a la integridad, la transparencia, así como mecanismos anticorrupción". Más falacias. ¿Acaso han sido emergencias civiles y operaciones humanitarias y de paz", o “asuntos asociados a la integridad, la transparencia, así como mecanismos anticorrupción" las agresiones de la OTAN que destruyeron a Yugoeslavia? ¿Las agresiones de la OTAN a Libia, Afganistán, Irak, pueden ser consideradas operaciones humanitarias y de paz? Demagogias y mentiras ocultan las verdaderas intenciones del imperio y su OTAN en nuestra América Latina con la vergonzante participación colombiana.

Razones sobran para que el presidente boliviano, Evo Morales, haya calificado a ese “acuerdo de cooperación” como una "provocación" hacia los gobiernos "antiimperialistas". "Quiero que sepan, que es una agresión, una provocación, una conspiración contra los gobiernos antiimperialistas, a Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y no lo vamos a permitir", dijo enérgicamente.

Cabe recordar que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, declaraba que la OTAN suscribirá un acuerdo con Bogotá para iniciar todo un proceso de acercamiento "con miras también a ingresar a esa organización". Evo Morales, le dijo que el anuncio equivale a un "pedido de ser parte de la OTAN".

Según el mandatario boliviano, la OTAN es un instrumento que usan los EE.UU. y la UE para invadir a otros países y hacerse con sus recursos naturales. "Cuando internamente Estados Unidos ya no puede dominarnos a países, a gobiernos, a pueblos antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN? ¿Para qué?

"No queremos guerra con la OTAN, queremos paz. No queremos muertos, queremos vida y algunos presidentes de gobiernos como el de Colombia que no se equivoquen, no es posible permitir la intervención de la OTAN, (y que) militares de Europa y Estados Unidos intervengan a Latinoamérica", agregó Morales al tiempo que exhortó a los movimientos sociales latinoamericanos a organizarse para defender los recursos naturales.

Colombia está yendo por un camino diferente, por lo menos en este momento histórico, y toma decisiones propias, acentúa por su parte el analista político Eduardo Berezán. El intercambio de información clasificada entre Bogotá y la OTAN, previsto en el marco del proceso de acercamiento anunciado por el Gobierno colombiano, "genera un quiebre en lo que era la unidad latinoamericana, la integración regional", insiste.

“Colombia podría ser la piedra de tropiezo para toda América Latina, especialmente si empieza a colaborar con la OTAN, ya que podría desequilibrar la seguridad en la región, aseguran los expertos. La posible cooperación de Bogotá con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) "podría tener una implicación muy fuerte (para Latinoamérica), especialmente porque sería el único país de la región que (forme parte de esa organización internacional de carácter militar)", lo que "podría desestabilizar el equilibrio regional de seguridad", sostiene el profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Raúl Hinojosa.

Según Hinojosa, Bogotá deber "tener mucho cuidado al explicar los motivos del por qué" quiere formar parte de la OTAN, y advierte que el Gobierno colombiano "se está abriendo a las críticas de la región".

Mientras el periodista Ramón Jimeno advirtió que hay temor en Venezuela de que Santos retome la política agresiva que asumió cuando fue ministro de Defensa del ex presidente Álvaro Uribe, cuando acusó a Chávez y a todo el Gobierno venezolano de ser una amenaza para Colombia. "Es un gesto muy agresivo hacia un país que ha ayudado a Colombia a establecer un proceso de paz con las FARC, que de por sí tiene unas complejidades enormes (…) Es lógico que Venezuela lo interprete como una traición", comentó el periodista.

Desde Bogotá (apro) señalaba que el acuerdo de cooperación militar suscrito entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) se convirtió en un elemento que tensa las relaciones de este país sudamericano con sus vecinos y amenaza con alterar los equilibrios geopolíticos de la región.

El convenio, suscrito el pasado 25 de junio en Bruselas, sede de la OTAN, fue anunciado por el ministro colombiano de Defensa, Juan Carlos Pinzón, como un mecanismo para intercambiar información clasificada entre las partes y para que este país pueda elevar los estándares de sus Fuerzas Armadas en áreas como protección de derechos humanos, operaciones de paz, justicia militar y atención de desastres naturales.

“En la medida en que Colombia fortalezca su cooperación con organismos multilaterales y otros países, las Fuerzas Armadas podrán elevar sus estándares técnicos y profesionales al nivel de las Fuerzas Armadas de las democracias más avanzadas del mundo y seguir desarrollando capacidades cada vez más efectivas en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado”, señaló el ministro en una declaración que desató reacciones adversas en varias naciones sudamericanas.

Colombia ha insistido en que no busca ser miembro de la OTAN -una alianza militar estadunidense y europea creada tras el fin de la II Guerra Mundial bajo el liderazgo de Washington—, pero Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua dejaron en claro que ese acuerdo de cooperación les deja un amargo sabor de boca.

“Es lamentable que algunos países de nuestra América hagan acuerdos con la OTAN, que es sinónimo de dominación, de invasión, de muerte, y no de paz y de justicia social”, dijo el presidente boliviano Evo Morales, quien recordó las cuestionadas intervenciones militares que, en nombre de la democracia y la libertad, ha realizado esa alianza en naciones como Libia.

El ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim, expresó que “respetamos la soberanía de los países pero vemos con preocupación un acercamiento de un país miembro de Unasur y del Consejo de Defensa Suramericano con una alianza defensiva militar extrarregional”.

Colombia es miembro de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), un mecanismo de integración regional que promueve la concertación política de los países del área. Además forma parte del Consejo de Defensa Suramericano (CDS), una iniciativa militar promovida bajo el liderazgo de Brasil que busca “construir una identidad suramericana en materia de defensa”.

Apuesta riesgosa

La investigadora de temas internacionales y de seguridad de la Universidad Nacional (UN) de Colombia, Socorro Ramírez, dice a Apro que el convenio suscrito con la OTAN es una “apuesta riesgosa” para el gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien desde su llegada al poder, en agosto de 2010, se había caracterizado por desarrollar una política de acercamiento con sus vecinos Venezuela y Ecuador y por participar en el proceso de integración regional en el marco de la Unasur.

Santos logró recomponer las relaciones con Venezuela y Ecuador, que se encontraban muy dañadas por los continuos desencuentros de su antecesor, Álvaro Uribe Vélez, con los gobiernos de esos países. El presidente Santos acaba de denunciar que Uribe participa activamente en diálogos con las derechas a estadounidenses, seguramente del Tea Party y la CIA para agredir a Venezuela y desestabilizar la subregión, tal como venía denunciando el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.

“Colombia ha avanzado en términos económicos, de institucionalidad, de seguridad, pero está lejos de pensarse como potencia regional y me parece que menospreciar la importancia de la buena vecindad y de la construcción de ese acercamiento regional es un riego muy alto”, señala Ramírez, doctora en Ciencia Política por la Universidad de París I, en su crítica al “asocio “ de Colombia ¿con la OTAN .

La catedrática considera que “podríamos estar asistiendo a la profundización de la fragmentación regional, no sólo por Colombia, sino por la radicación de los gobiernos de izquierda”.

“Es probable -decía- que el gobierno colombiano quiera jugar en dos tableros, en el regional y en el global, y que tenga una valoración distinta de la de hace tres años (cuando Santos asumió la Presidencia) de la situación regional. Es probable que este viendo un cambio en la geopolítica regional y que esté tratando de aprovechar eso para buscar una convergencia política mayor en temas de seguridad con Estados Unidos y con la Alianza Atlántica.”.

Equilibrios

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró el acercamiento de Colombia con la OTAN como una “amenaza” para la región y “una idea verdaderamente aberrante”. Dijo que “se quieren traer el poder militar, la estrategia militar que la deciden en Washington, de guerra de la OTAN, para el continente”.

Venezuela ha potenciado su capacidad defensiva. Ahora construye drones que, al presentarlos en mayo pasado, Maduro dijo que esos equipos servirán para contrarrestar “cualquier amenaza” y “fuerza extranjera enemiga de nuestra patria”. El gobernante sostuvo que la capacidad militar de su país está al servicio de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba), un foro regional conformado por Venezuela, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas…

En el tablero geopolítico regional Colombia es percibida como el más estrecho aliado de Estados Unidos, país que comanda la OTAN, mientras que las naciones del Alba ubican a Washington como una potencia imperial y como el principal enemigo militar de la región.

Colombia con Santos a la cabeza del gobierno se ha convertido en el aliado más importante de Washington en esta parte del mundo con el convenio suscrito en Bruselas, sede de la Organización del Tratado del Atlántico Norte ( OTAN ), que muy a pesar de su servilismo no ha logrado ser considerado socio de la OTAN, tal como declaraban sus voceros al decir: “no otorga rango de socio a Colombia, pero constituye un primer paso hacia una futura cooperación en el área de seguridad”.

“Es muy gratificante cuando los países con valores similares a los nuestros, se acercan a nosotros”, indicó el secretario adjunto de la OTAN, Alexander Vershbow. ¿Acaso Colombia comparte los valores de la guerra de agresión que ha caracterizado a la OTAN. ¿Colombia comparte los crímenes de guerra y los genocidios cometidos por la OTAN con Estados Unidos como Comandante y líder de la Organización del Atlántico Norte?

La OTAN, que cuenta actualmente con 28 países miembros, ha firmado acuerdos de cooperación con países lejanos como Mongolia. Incluso, ha otorgado el rango de socio a países como Nueva Zelanda, Australia y Corea del Sur.

“En el futuro no se descarta que también Colombia tenga el estatuto de socio como Australia o Nueva Zelanda”, dijo la portavoz de la OTAN, Carmen Romero.

En Afganistán, la ISAF (International Security Assistance Force) cuenta con efectivos de 22 países no pertenecientes a la OTAN que contribuyen con 4.000 soldados a la guerra de agresión contra uno de los países más pobres de la tierra.

Rafael Piñeros decía en el diario El Espectador que “De conformidad con las declaraciones del vicesecretario de la OTAN, Alexander Vershbow, y del ministro colombiano, el acuerdo no se enmarca dentro de ninguno de los programas estructurados por la alianza en el pasado, como la Alianza por la Paz, la Iniciativa de Cooperación de Estambul o el Diálogo Mediterráneo, que buscaban acercar a miembros de la Cortina de Hierro, del golfo Pérsico o del sur del Mediterráneo, respectivamente, a las buenas prácticas que en materia de seguridad y defensa desarrollaba la OTAN.

Por el contrario, el documento hace parte de la estrategia trazada en el Concepto Estratégico de 2010 de la alianza, que busca crear instrumentos puntuales y específicos con terceros estados alrededor del mundo. Dentro del abanico de instrumentos, es pertinente mencionar la capacitación de personal civil y militar, de participación en misiones de paz (no en combates sino en otras funciones) y el desarrollo de capacidades conjuntas, por ejemplo en materia de atención a personal herido en combate. Australia, Corea del Sur y Japón tienen convenios en materia de reconstrucción y apoyo de pequeñas comunidades: actividades de apoyo a misiones de paz, no proliferación y manejo de crisis, respectivamente.

Piñeros agregaba que Colombia busca aprovechar la capacitación técnica y militar que el Colegio de Defensa de la OTAN, ubicado en Roma, le ofrece a personal civil y militar sobre diversas materias de contenido estratégico, organizacional y técnico, que permitirá, en un futuro, acercar estándares de profesionalización más altos”. ¿Para qué?

El analista internacional Hugo Moldiz Mercado, sostenía: “La polémica sobre el tipo de relación entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está demás. El país sudamericano -que es el que mayor asistencia militar estadounidense recibe desde la implementación del Plan Colombia, a principios del 2000-, ya le abrió las puertas de América Latina a ese instrumento mundial de intervención luego de actuar, como socio cooperante y bajo bandera española, en la invasión "de las fuerzas aliadas" a Afganistán en octubre de 2001.

Lo que agrava la situación es la decisión del gobierno del presidente José Manuel Santos de subir un peldaño más en la relación con la OTAN abierta por su predecesor Álvaro Uribe, en medio de una contraofensiva estadounidense en el continente que busca recuperar el espacio perdido desde la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), su brazo económico. De hecho, la Alianza Pacífico, que la integran todos los países que tienen firmado Tratado de Libre Comercio (TLCs) con EE.UU., al mismo tiempo es la cobertura para una consolidación de sus posiciones militares.

La decisión colombiana, que será debatida en el Consejo de Seguridad de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) ha pedido de Bolivia, representa también una amenaza real a la revolución bolivariana, permanentemente asediada por la ultraderecha de ese país desde el principio, y para los diálogos de paz que se llevan adelante en La Habana (Cuba).

La situación no sería delicada si no estuviera en vigencia un Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN desde noviembre de 2010, aprobado en la Cumbre de Lisboa, donde en una clara señal de su ingreso al cuarto desplazamiento de su historia desde que fuera creada en 1948, esa fuerza militar multinacional se atribuye al derecho de intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que sea.

La dimensión del paso que está dando Colombia solo es posible tener en cuenta, además de los elementos señalados líneas arriba, a partir de inscribir los últimos movimientos del imperio en un contexto más amplio y de una manera menos fragmentada. La continuidad de la intervención en Afganistán, donde en más de una década y media no se ha podido derrotar al Talibán y mucho menos desmantelar Al Qaeda, y la presencia militar en Irak, donde jamás se encontró las armas de destrucción masiva que presuntamente tenía Saddam Hussein, así como las amenazas permanentes contra Corea del Norte e Irán y el activo respaldo a la dura represión israelita contra el pueblo palestino, constituyen datos de ese contexto.

Es más, si bien las formas de la intervención en América Latina se muestran, todavía, distintas a las observadas en los continentes de África y Asia, la contraofensiva política y militar de los Estados Unidos contra procesos progresistas y revolucionarios hay que analizarla como parte de una estrategia de dominación de espectro global, cuyo objetivo es garantizar las condiciones de reproducción de un sistema de dominación mundial que, por sus propias contradicciones, no logra encontrar la fórmula “no militar” para salir de la crisis de rotación transnacional del capital que se hace más profunda.

Pero el capital siempre oculta su presencia y la disfraza en discursos e instituciones nacionales e internacionales. Todas, desde el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hasta la Organización de los Estados Americanos (OEA), pasando por la OTAN, sirven para caminar, respaldados por un amplio despliegue mediático, en la dirección de lograr ciertos niveles de legitimidad.

Los alcances del Nuevo Concepto Estratégico

En la cumbre de Lisboa, en la que participaron 28 estados miembros y 21 asociados, se adoptó por unanimidad el documento presentado por un equipo encabezado por la estadounidense Madeleine Albright, la ultraderechista exsecretaria de Estado del gobierno de Bush a la que Obama le dio su más amplio respaldo a poco de asumir la conducción de la Casa Blanca, en enero de 2009. El “grupo de expertos” estableció los límites del concepto, identificó las amenazas y precisó las cuatro misiones militares del siglo XXI.

El nuevo Concepto Estratégico, el tercero desde el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el bloque socialista del Este, establece que “La OTAN debe estar dispuesta a desplegar fuerzas militares robustas donde y cuando sea requerido por nuestra seguridad y ayudar a promover seguridad común con nuestros socios alrededor del globo”. Los dos anteriores conceptos de seguridad “guiaron” a las fuerzas militares de la Alianza en los períodos 1991-1999 y 1999-2010. Por lo demás es importante subrayar que ya a partir de 1991, tras el paso de la bipolaridad a la unipolaridad mundial, se van registrando en términos teóricos y prácticos modificaciones en las líneas táctico-estratégicas de la OTAN, que va dejando atrás el concepto de “respuesta flexible” que la acompañó más de cuatro décadas.

Más claro, ni el agua. Con esta redefinición del papel de la OTAN -que se ha constituido desde su fundación, en 1949, en la prolongación de los largos brazos del Pentágono-, las fuerzas militares de la Alianza -que es otra manera de camuflar la hegemonía estadounidense- pueden intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que consideren necesario o suficiente.

No hay que olvidar que la OTAN surgió poco después de culminada la II Guerra Mundial con el objetivo de neutralizar la influencia de la URSS en Europa y cuyo poder militar, sin el cual el fascismo no habría sido derrotado a partir de la batalla de Stalingrado, se consideraba una amenaza para los Estados conducidos por ideas liberales, democracias representativas y economías capitalistas.

El primer país en que se concreto el Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN fue Libia, donde con el pretexto de respaldar a los focos de resistencia militar opuestos al “régimen dictatorial” de Gadafi, la fuerza militar multinacional le ha abierto las puertas a las corporaciones para que se apoderen del petróleo y otros recursos de ese país situado al Norte de África, donde la situación de la población civil desde septiembre de 2011 se ha agravado por el hambre y las violentas disputas entre las tribus.

Pero a la OTAN hay que hacerle un seguimiento más largo. Desaparecido el campo socialista a principios de los 90 y, por tanto, desestructurado el Pacto de Varsovia -alianza militar de los países socialistas en respuesta al peligro que representaba la articulación de Europa occidental y Estados Unidos-, la OTAN no desapareció. La razón esgrimida para su fundación ya no existía y lo que se pasó es a inventar otros pretextos y crear otros enemigos. Todo lo contrario, se le asignaron nuevas misiones que en los hechos empezaron a expandir la zona de influencia militar y política de los países del capitalismo central.

La OTAN ya no tiene los 12 miembros con los que nació en 1949 (de los que 5 primero conformaron el Tratado de Bruselas de 1948: Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos y a los que se sumaron Estados Unidos y Canadá y luego ese primer grupo invitó a otros 5: Italia, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia). Su número alcanza ahora a 28. De los 14 Secretarios Generales que ha tenido esa Alianza militar, ninguno ha sido estadounidense. Sin embargo, el liderazgo de Estados Unidos es inobjetable e incuestionable por varias razones: su alianza estratégica con Gran Bretaña y Francia, su capacidad militar y su habilidad de salir siempre bien parado de las contradicciones y las pugnas dentro del bloque de países del capitalismo central.

De ahí que no sea una casualidad que el liderazgo de Estados Unidos en la guerra contra Libia haya encontrado en Gran Bretaña y Francia sus dos entusiastas operadores. De hecho, entre esos tres países hay una convergencia de intereses por controlar el Oriente Medio. De hecho, el imperialismo colectivo del que habla el intelectual Samir Amín para hacer mención a Estados Unidos, Japón y Europa siempre tuvo la intención de constituir un Mercado Común de Medio Oriente para aprovechar los recursos naturales y en el pasado de la bipolaridad hizo alianzas con los gobiernos monárquicos, autocráticos y nada democráticos de la región, así como suministró armas, dinero y entrenamiento a grupos musulmanes anti-comunistas -como Al Qaeda- con el objetivo de neutralizar cualquier intento de expansión de la URSS.

Otro dato, no menor, a tener en cuenta y que refuerza el liderazgo de Estados Unidos en la OTAN y su nuevo concepto estratégico es el alcance de los planes operativos. Lo que se aprobó en Lisboa en 2010 está previsto hasta el 2020 y el plan estratégico de la CIA -de la que ya se ha confirmado su activa presencia en Libia- también llega a ese mismo año.

América Latina, ¿fuera de peligro?

¿La aplicación del nuevo Concepto Estratégico de la OTAN es una amenaza para América Latina? Su importancia está dada a partir del peligro que representa ese rediseño estratégico de la OTAN para los gobiernos progresistas y revolucionarios en el continente, especialmente para Cuba y Venezuela -en primer lugar- y Bolivia, complementariamente.

La primera visita de Obama a tres países de América Latina en marzo de 2011 (Brasil, Chile y El Salvador), las permanentes giras de Hillary Clinton por el hemisferio, el golpe de Estado en Honduras contra el presidente legítimo Manuel Zelaya, el intento estadounidense de mostrar a Bolivia y Venezuela como una suerte de “narco-estados”, las agresiones permanentes contra Cuba, la ampliación de sus bases militares en el continente y la activación de la IV Flota son datos de la realidad que no se los puede ignorar.

Hasta ahora, desde la perspectiva de la Doctrina Monroe, en la que Estados Unidos se asigna una paternidad sobre América Latina y el Caribe, la mayor parte de las campañas de desestabilización de procesos progresistas se han apoyado en fuerzas armadas locales, obviamente con mandos entrenados en la Escuela de las Américas y en grupos paramilitares de corte fascista, aunque también se han dado casos de intervenciones directas de tropas estadounidenses en Guatemala (1954), República Dominicana (1965), Granada (1983), Panamá (1989) y Haití (1994). Todas con la complicidad de la OEA.

Pero si hay algo que tampoco puede ignorarse, es el papel que Estados Unidos ha decidido darle a Colombia en la aplicación de su estrategia global, aplicada ya sea desde el Pentágono o su brazo multinacional, la OTAN. En 2008, a iniciativa estadounidense y con la fachada de España, el presidente Álvaro Uribe logró que el Estado colombiano participara a través de sus fuerzas armadas -las mejores equipadas en América Latina- en las operaciones de la Alianza Atlántica en Afganistán.

La participación de Colombia en la OTAN en calidad de observador se mantiene, pero la figura es más o menos similar a lo que ocurrió con muchos de los países del Mediterráneo, no considerados formalmente dentro de la lista de potenciales miembros. En 1994, desaparecido el bloque socialista, se invitó a varios países de esa parte del mundo (Israel, Egipto, Marruecos, Túnez y Mauritania) y en 2004, en la Cumbre de Estambul, se establecieron acuerdos para garantizar la seguridad y la estabilidad regionales. Es decir, no es una exageración que a partir del nuevo Concepto Estratégico -intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que sea-, la OTAN vaya facilitando la incorporación colombiana como socio cooperante y de otros países afines a los intereses imperiales en la región que se alistan a fortalecer la Alianza Pacífico.

De todas las amenazas que la Alianza Atlántica identificó en Lisboa para la “civilización occidental” y que justificaría su intervención: proliferación de misiles balísticos y armas nucleares y de destrucción masiva, el terrorismo, los ataques a las vías de comunicación, los ciberataques y la inestabilidad o los conflictos más allá de las fronteras de la OTAN y los problemas derivados del cambio climático y de la escasez de los recursos naturales, los dos últimos son los que podrían invocarse para intervenir en América Latina, donde se ha puesto en cuestión la hegemonía estadounidense y bastante rico en agua dulce, petróleo y gas, biodiversidad, plantas medicinales y otros.

La historia contra los procesos emancipadores no es nueva. Lo nuevo es que las injerencias estadounidenses estarán camufladas en las banderas de la OTAN y en la plena subordinación de la ONU, cuya reestructuración es necesaria y urgente”. Además, Estados Unidos tiene muchas bases militares y pretende otras, pero lo que no entienden los imperialistas y sus esbirros, es que América Latina y el Caribe constituyen una zona libre de armas nucleares y químico-bacteriológicas que, en cambio, las tienen de sobra el Pentágono y la OTAN

Tribunal Dignidad, Soberanía, Paz contra la Guerra-Comité Independencia y Soberanía para América Latina (CISPAL).
Fuente: Argenpress

viernes, 27 de septiembre de 2013

De la primavera al otoño árabe (Parte I)

por Claudio Katz

La generalizada oposición que afrontó el bombardeo a Siria obligó a Obama a cancelar el operativo. El pretexto de las armas químicas no alcanzó para crear el clima belicista que exigía esa acción. Por eso el gendarme -que ostenta un insólito premio Nobel de la Paz- aceptó la propuesta rusa de instaurar un control internacional sobre el arsenal. Pero las inspecciones en Damasco requerirían un despliegue de tropas que nadie quiere enviar y un complicado proceso de traslado de armas que todos descartan.

El rechazo al bombardeo fue contundente dentro de Estados Unidos. Las encuestas ilustraron el descreimiento de la población, luego de la estafa sufrida con las armas de destrucción masiva de Irak. Tampoco funcionaron las imágenes del sufrimiento sirio que difundieron los medios.

Ya es sabido que las incursiones de “protección humanitaria” no se circunscriben a objetivos militares y afectan a la población civil. Hay cierto desgaste del discurso hipócrita que propaga el principal proveedor mundial de sustancias químicas. Estados Unidos encubrió recientemente el uso de fósforo blanco por parte de Israel en Gaza y es culpable de Hiroshima y de los mutilados de Vietnam.

Obama tampoco logró la cobertura de Naciones Unidas para disfrazar su matanza con normas de derecho internacional. Las invasiones que ampara ese organismo nunca son resueltas por la “comunidad internacional”. Invariablemente emergen de algún contubernio entre las cinco potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad.

Los socios tradicionales del sheriff global se negaron esta vez a repetir el acompañamiento aportado a las invasiones de Irak, Afganistán y Libia. En el G 20, Estados Unidos sólo obtuvo el apoyo de Francia, Turquía y Arabia Saudita, frente al llamativo rechazo de Alemania y el repliegue de Inglaterra.

Pero la suspensión del bombardeo constituye tan sólo un episodio de la contraofensiva imperial en Medio Oriente. Debe lidiar con la pérdida de varios dictadores y el deterioro de gobiernos adversarios que garantizaban la estabilidad regional. Estados Unidos busca contener a sus rivales, aplastando al mismo tiempo todas las expresiones de resistencia popular.

En una región explosiva se han intensificado las disputas entre los imperios, los sub-imperios, los emiratos y las castas militares por la apropiación del petróleo y el control de las rutas estratégicas. Pero las potencias occidentales, el islamismo reaccionario y los ejércitos represivos están conjuntamente embarcados en el entierro de la primavera árabe. Siria concentra estas múltiples dimensiones del problema.

Multitud de conflictos geopolíticos

En Siria se registró una sublevación con demandas democráticas semejantes a Egipto o Túnez y se formaron comités populares para exigir reformas políticas. Pero la respuesta oficial fue brutal y el conflicto derivó en una guerra civil con rasgos inter-comunitarios. Los yihadistas que se sumaron a la oposición elevaron el nivel de crueldad y el país quedó desgarrado en un mar de víctimas.

Este conflicto se agravó por el papel central de Siria en la región. Su gobierno es un aliado tradicional de Rusia, está asociado con Irán y se opone a Israel-Estados Unidos. Obama apoya a un sector de la oposición armada (ELS), pero maneja con cautela la entrega de armas, para evitar su captura por los yihadistas (Al Nusra, EIIL).

El presidente del imperio busca disciplinar a la enorme variedad de grupos opositores mediante un juego maquiavélico. No quiere repetir lo ocurrido en Afganistán, alimentando una fuerza de talibanes bajo la protección norteamericana. Destruir a un régimen adversario sin alumbrar otro Bin Laden es la gran dificultad que enfrenta Obama.

Para equilibrar ambos objetivos sostiene a la oposición cuando pierden terreno y la abandona cuando acumulan victorias. Es la política del desangre que ha explicitado un conocido estratega (1). Obama justamente decidió el bombardeo luego de varios triunfos militares del gobierno. Ese resultado y no el uso de armas químicas fue “línea roja” que alarmó al imperialismo.

Pero la intervención fue también concebida como una advertencia a Rusia, que maneja una base naval en Siria y provee de pertrechos al gobierno. Se buscó retomar la ofensiva iniciada hace una década con el ataque a Serbia y el despliegue de misiles en Europa Oriental. Estados Unidos está empeñado en impedir el resurgimiento de su principal rival de la guerra fría.

Esta pulseada geopolítica tiene correlatos económicos directos. Rusia proyecta un gasoducto desde sus yacimientos hasta el Mediterráneo (South Stream), en competencia con el conducto promovido por Estados Unidos y los emiratos del Golfo (Nabucco). Siria está ubicada en el medio de estas redes, como un centro de pasaje y almacenamiento de combustible. Además, Rusia está directamente interesada en impedir la expansión de los islamistas en las ex repúblicas soviéticas que rodean sus fronteras. (2)

También Turquía afronta serios dilemas frente al estallido de Siria. Actúa como la principal sub-potencia de la zona, alberga bases de la OTAN y promueve el debilitamiento de su vecino. Pero al mismo tiempo comparte con Siria la oposición a la independencia de los kurdos que habitan en ambos territorios. La guerra de Irak ya abrió el camino para el surgimiento del temido Kurdistán.

El bombardeo a Damasco constituía, además, un sustituto del postergado ataque a Irán, que continúa desarrollando una política nuclear independiente. Estados Unidos e Israel han saboteado esa economía, asesinado científicos y desplegado presiones diplomáticas para frenar el procesamiento del uranio. Pero no están en condiciones políticas de concretar el bombardeo a Teherán. El frustrado ataque a Siria era una advertencia a los Ayathollas

Obama se disponía a repetir la “zona área de exclusión” que instauró en Libia para preparar la caída de Gadafi. Pero existen significativas diferencias con ese precedente, puesto que Libia no es un centro del ajedrez geopolítico internacional. Allí prevaleció la unanimidad imperialista, Rusia jugó un papel secundario, Irán no fue determinante y las potencias que financiaron a la oposición se repartieron amigablemente el petróleo. Las tensiones tribales al interior del estado libio nunca alcanzaron relevancia y los yihadistas no lograron prosperar frente al control impuesto por la OTAN.

El laberinto sirio induce a Estados Unidos a una intervención más cuidadosa. Esa cautela genera vacilaciones en las elites republicanas y demócratas que definen la política exterior e indecisiones en el Ejecutivo. Por eso el Congreso resistía el bombardeo, repitiendo el escollo que enfrentó Cameron en el Parlamento inglés.


El margen de acción norteamericano está recortado luego de la caída de los mandatarios fieles a Occidente (Mubarak, Ben Alí) y el colapso de sus sustitutos (Morsi). No es fácil restaurar el manejo imperial frente al eje de Irán-Rusia-Chiitas. Medio Oriente se está incendiando más que de costumbre y predomina el descontrol sobre sucesos imprevisibles. (3)

Frente a estas restricciones Estados Unidos retomó las negociaciones con Rusia, para consumar una “transición” parecida al cambio de fachada concertado en Yemen, mediante el desplazamiento del presidente Saleh.

El régimen sirio navega en esta tormenta con su pragmatismo habitual. Choca con Estados Unidos pero participó en la primera guerra del Golfo. Confronta con Israel pero disciplina a los palestinos. Rivaliza con Turquía pero obstruye el Kurdistán. Durante mucho tiempo acantonó tropas en el Líbano para ordenar las fracciones en conflicto. Pero esta vez enfrenta una dislocación sin precedentes.

Yihadistas e islamistas

Arabia Saudita y Qatar financian a los batallones más activos de la oposición siria (FILS) y probablemente apuesten a una ocupación extranjera, siguiendo el modelo aplicado en el Líbano durante los años 80. Tienen intereses geopolíticos propios, influyen a través de Al Jazeera en la formación de la opinión pública y operan a través de vastísimas redes de caridad islámicas.

Las monarquías del Golfo intervienen, además, con un ojo puesto en sus propios países. Han reprimido todas las protestas, golpeando especialmente a los inmigrantes. Arabia Saudita despachó directamente tropas para aplastar a la mayoría chiita de Bahrein.

Pero las columnas yihadistas que desembarcaron en Siria (Jabat al Nusrah, EIL) recurren a una intimidación mucho más extrema, especialmente contra otras confesiones. Los cristianos -que ya abandonaron en masa Irak- ahora se escapan de Siria.

Los fundamentalistas son reclutados por todo el mundo árabe y conforman un tejido transfronterizo que se financia con diversos negocios. Se jactan de los asesinatos perpetrados en Afganistán, Bosnia, Chechenia e Irak y han decretado una guerra santa contra el laicismo, la acción sindical, los derechos de las mujeres y las conquistas democráticas. En las zonas bajo su control restauran códigos medievales de regulación de la vida social.

Los yihadistas cumplen una función semejante al fascismo de Europa. Conforman una fuerza internacional de terror que utiliza la religión para restablecer retrógradas jerarquías. Este rol fue visible por primera vez en los años 80 con la irrupción de los talibanes, que Estados Unidos financió en Afganistán para destruir un régimen progresista asociado a la URSS.

Con el auxilio directo del estado pakistaní, esos grupos destrozaron todos los logros de educación, transformación agraria y modernización cultural, que había introducido un gobierno de izquierda. Los talibanes se afianzaron posteriormente en Pakistán, creando una gran plataforma de islamización reaccionaria. De esta red surgió Al Qaeda. (4)

Los yihadistas no sólo trasladan a Siria la guerra sectaria entre sunitas y chiitas que ya desgarró a Irak. También se perfilan como una atroz amenaza para la clase obrera. Basta registrar sus acciones en Túnez para notar la magnitud del peligro. Allí declararon una guerra abierta a la central sindical y asesinaron a un dirigente histórico de la izquierda (Chukri Belaid). Ese crimen retrató como ambicionan reconstruir el Califato sobre las cenizas de la organización obrera.

Túnez está en la mira de estas falanges por la vitalidad del sindicalismo y la izquierda. Allí se desarrolló la irrupción más radical de la primavera, cuando una rebelión de jóvenes auto-organizados tumbó el régimen policial de Ben Alí.

El islamismo reaccionario intenta destruir este despertar político que persiste en Túnez, luego de la victoria electoral de una variante moderada del islamismo neoliberal (Nahda). Esa corriente gobierna Turquía y gestionó Egipto durante el breve mandato de Morsi. Rechaza el terror, pero promueve una islamización incompatible con los anhelos democráticos de la población. (5)

Eclipse palestino y auge fundamentalista

La gravitación de los yihadistas es paralela a la tragedia de los palestinos, que sufren la consolidación de la expansión colonial israelí. El gobierno sionista bombardeó varias localidades de Siria pero se ha manejado con cautela. Mantiene un status quo con su detestado vecino en la frontera del Golán, para taponar Gaza y extender la ocupación de Cisjordania. Israel quiere fortalecer su predominio, sin afrontar una caótica “libanización” de Siria. Está muy interesado en eliminar las armas químicas -que su contrincante acumuló para contrapesar el poder atómico israelí- y que ahora manejan los dos bandos de la guerra civil.

La estabilidad con Siria ha sido un ingrediente clave para impedir el surgimiento de un estado palestino en los últimos 20 años. Israel aprovecha los tratados con Egipto y Jordania (y la cobertura brindada por los convenios de Oslo) para reforzar su extensión territorial. Como no puede expulsar abiertamente a los palestinos, ni proceder a su limpieza étnica, proclama su vocación de negociar mientras multiplica las colonias.

Las áreas palestinas de Cisjordania se reducen diariamente. Fueron recortadas por un serpenteo de muros, perdieron las fuentes de agua y están sometidas a un hostigamiento militar que empuja a la emigración. Esta “des-arabización” ya se ha consumado en los alrededores de Jerusalén, mientras Gaza ha quedado convertida en un gueto de miseria y olvido. (6)

La guerra civil en Siria permite legitimar esta silenciosa desposesión. Israel afianza entre su población la presentación de los árabes como “gente incivilizada”, que debe ser “tratada por la fuerza”. Este terrible mensaje contribuye a contrapesar el descontento social que el año pasado pusieron de relieve las marchas de 400.000 indignados. (7)

Los palestinos no sólo sufren torturas, encarcelamientos, asesinatos selectivos y el probable envenenamiento de sus dirigentes (como Arafat). También están acorralados por los gobiernos militares e islámicos que sucedieron a Mubarak. El encierro de Gaza por los gendarmes egipcios es un atroz efecto de su sometimiento financiero y militar a Estados Unidos.

Israel también actualiza sus conspiraciones dentro del ámbito palestino. Incentivó primero a los islamistas contra OLP y promovió posteriormente una autoridad fantasmal contra el Hamas. La guerra en Siria induce a nuevas maniobras, puesto que Hamas abandonó su alianza tradicional con ese país, aceptó financiación de Qatar y tomó partido a favor de la oposición. En cambio Hezbolah apoya con acciones militares al régimen de Assad. La pertenencia a la vertiente sunita y a la Hermandad Musulmana en el primer caso, y la adscripción al eje chiita junto de Irán el segundo, han sido determinantes de estos alineamientos.

La expansión de los yihadistas en Medio Oriente está eclipsando la causa palestina como prioridad común del mundo árabe. Frente a una oleada confesional ha perdido centralidad el gran estandarte anticolonial de las últimas décadas. Este giro ilustra las dificultades que afrontan en la región los proyectos progresistas.

Mutaciones regresivas en Siria

El gobierno sirio reaccionó en forma brutal frente a los reclamos de su población. Estas demandas tienen la misma legitimidad que las exigencias del pueblo egipcio o tunecino. Son los mismos derechos enarbolados contra tiranos prohijados por Estados Unidos o enemistados con la primera potencia.

En Siria no se logró el triunfo alcanzado en los dos países que iniciaron la primavera. La represión fue más sangrienta. Incluyó disparos a mansalva, bombardeos de aldeas y asesinatos de familias. Los 100.000 muertos y millones de refugiados ilustran, además, el perfil intercomunitario que asumió el conflicto (aluitas, sunitas, chiitas, cristianos).

No es la primera vez que el país sufre este tipo de tragedias. En 1982 se perpetró una masacre contra las protestas en la región de Homs. Esos desangres también se registraron en el Líbano. Son represalias en gran escala que aparecen cuando los choques políticos-sociales se entremezclan con tensiones étnico-religiosas. Estos desgarramientos forman parte de la historia regional desde que Turquía masacró a los armenios a principio del siglo XX.

La conversión de una lucha democrática en una guerra sectaria -con sectores laicos dispersados a ambos lados de la trinchera- ha distorsionado el sentido inicial de la sublevación. También acentuó la dependencia de cada contrincante de su proveedor bélico externo. Esta injerencia obedece a intereses geopolíticos totalmente ajenos a las exigencias populares. (8)

El régimen actual de Assad no guarda el menor parentesco con el viejo partido del Baath, que confrontó con el poder religioso para forjar un estado nacional aglutinante de todas las comunidades. Ese propósito se desvaneció con la degeneración dinástica, la corrupción de camarillas y el enriquecimiento de una burguesía que impuso el giro neoliberal de las últimas décadas. (9)

Esta involución se asemeja a lo ocurrido con el régimen de Sadam Hussein. Compartieron originalmente el mismo tipo de partido político y desembocaron en la misma criminalidad de estado

La comparación podría extenderse también a Gadafi, que debutó con proyectos de reformas sociales y concluyó comandando un gobierno de clanes mafiosos. Se arrepintió de su pasado panarabista, persiguió militantes, detuvo inmigrantes africanos y hostilizó a los palestinos. También buscó congraciarse con Occidente para asegurar los negocios de las compañías petroleras.

Pero el mayor antecedente de masacres perpetrado por un régimen de origen antiimperialista se localiza en Argelia durante la década pasada. Ese sistema político destruyó un legado de historia anticolonial sin parangón en el mundo árabe, a partir de un triunfo del FLN comparable a las victorias revolucionarias de China y Vietnam.

La prolongada gestión de clanes militares que usufructuaron del poder para su propio beneficio demolió esa herencia. Cuando en la década pasada fueron sorpresivamente derrotados en las elecciones por los islamistas del FIS, desconocieron los comicios y desataron una guerra con infernales masacres en ambos bandos. (10)

La conducta del régimen sirio no constituye, por lo tanto, una particularidad de ese país. Repite la trayectoria seguida por procesos que tuvieron un origen semejante y registraron involuciones del mismo tipo.

Destrucciones combinadas, reorganización imperial

La población siria ha quedado entrampada en una confrontación entre un régimen represivo y una oposición plagada de yihadistas y solventada por Estados Unidos y los emiratos. Esta combinación de actores reaccionarios multiplica la tragedia, anulando los impulsos de lucha por la democracia y las mejoras sociales.

Lo ocurrido en el Líbano y Argelia brinda una pauta de esta perspectiva. Al cabo de muchos de años de confrontaciones entre bandos regresivos, la población quedó agotada y sin disposición para participar en la primavera.

Irak ofrece otro categórico retrato de esta combinación de sucesiones destructivas. La primera demolición del país fue realizada por Sadam con matanzas de kurdos y aventuras externas contra Irán instigadas por Estados Unidos. La segunda devastación fue consumada por Bush, que legó un dantesco escenario de aniquilamiento social. Nadie sabe el número de víctimas, pero algunas estimaciones indican 600.000 muertos, cuatro millones desplazados y dos millones exiliados.

La tercera destrucción está en curso a través de una guerra sectario-confesional que genera decenas de muertos diarios. Chiitas y sunitas dirimen supremacía en un laberinto de disputas clientelares, que se procesa con voladuras de edificios y diseminación de coches-bomba. (11)

Si en Siria prevalece cualquiera de estas variantes del desangre reaccionario, el país perderá su rol geopolítico internacional y ningún contrincante propiciará el mantenimiento del estado nacional unificado. En ese caso se afianzará la misma fractura en tres partes que se observa en Irak. Estas divisiones en micro-estados confesionales resucitarían la cirugía colonial que padeció de Siria, cuando su territorio fue repartido entre Francia e Inglaterra. (12)

El colapso de países bajo el doble efecto de agresiones imperialistas e invasiones fundamentalistas es una tendencia que también salió a flote recientemente en Mali. Varias columnas yihdistas llegadas desde Libia derrotaron al ejército local e intentaron capturar todo el territorio. Francia reactivó sus reflejos coloniales y despachó tropas para auxiliar a los asediados gendarmes. Frenó a veteranos brigadistas de Afganistán y Argelia, pero no ha ganado la partida.

Todos esperan el próximo round en una región africana plagada de hambrunas y con cuantiosas riquezas minerales. Francia controla el uranio que utiliza para abastecer su sistema energético, pero hay un gran botín en disputa. (13)

Algunos analistas estiman que en este escenario las grandes potencias pierden peso, frente a nuevos jugadores económicos y actores multipolares. El retroceso de Estados Unidos es visto como el principal resultado de este cambio. Pero habrá que ver cuán prologando será el repliegue de la única potencia con capacidad militar para ordenar el funcionamiento del capitalismo global.

Estados Unidos fracasó en su intento colonial de apoderarse del petróleo iraquí. Pero dejó una sociedad descalabrada y sin recursos para gestionar ese recurso. El país ha perdido autonomía en todos los terrenos.

El sheriff del planeta aprovecha la coyuntura actual para reorganizar su intervención militar. Busca reemplazar la acción de los marines por la utilización de drones y misiles. Jerarquiza otras regiones (Asia, el Pacífico), privatiza la acción bélica, incrementa el espionaje y privilegia las operaciones encubiertas. (14)

Mediante este reajuste Washington reordena su guerra perpetua contra el mundo árabe. Tiene recortados sus márgenes de intervención, pero no sufrió una derrota comparable a Vietnam. No es lo mismo retroceder frente a una revolución socialista, que replegarse ante los escenarios caóticos y sin horizontes progresistas que se observan en Irak. (15)

La centralidad de Egipto

Afortunadamente el mundo árabe no sólo genera noticias sombrías. La primavera recobra vitalidad en países como Egipto, que pueden definir la tónica general. El epicentro inicial de las rebeliones democráticas mantiene una incidencia decisiva sobre el resto de la región. La gravitación de la clase obrera puede aportar, además, otro perfil social a esa batalla.

En Egipto se registró el principal triunfo de la primavera con la movilización que enterró al tirano Mubarak. El ejército asumió inmediatamente el gobierno para preservar los intereses de las clases dominantes. Actúa como un emporio económico estrechamente asociado al Pentágono, pero mantiene el prestigio logrado durante las guerras contra Israel.

Ese protagonismo político le permitió a las fuerzas armadas expropiar la sublevación popular y embarcarse en maniobras gatopardistas, para impedir cambios significativos en el régimen político. Después de muchas vacilaciones convocaron a elecciones y aceptaron el triunfo de los Hermanos Musulmanes.

Esa congregación emergió como la única fuerza política organizada, a partir del extendido arraigo de sus redes de asistencia social. El presidente Morsi intentó copiar el modelo turco de islamismo neoliberal, manteniendo la impunidad represiva y el encarcelamiento de opositores. También ratificó los acuerdos con el FMI y los pactos con Israel. Resistió cualquier democratización del estado y preparó un borrador de Constitución repleto de ingredientes totalitarios. Se prohibía incluso a la justicia contradecir cualquier medida gubernamental.

Pero lo gota que rebalsó el vaso fue la islamización compulsiva mediante leyes oscurantistas. Los sectores más extremos (salafistas) emprendieron provocaciones sangrientas contra la minoría de los coptos. La legitimidad del gobierno se esfumó en forma vertiginosa.

En la simbólica plaza Tahir se repitió el estallido de una gran sublevación. El ejército desplazó a Morsi y prometió una nueva transición para atemperar la belicosidad popular. Nuevamente confiscó un gran movimiento de masas para evitar el colapso del estado. Derrocó a un gobierno surgido del sufragio mediante un golpe, disfrazando el perfil clásico de la asonada reaccionaria. Repitieron el libreto de la intervención anterior bajo la presión de un inmenso clamor democrático. Los militares tomaron el gobierno para impedir la concreción de las demandas democráticas desde abajo.

Pero esta vez fueron más allá y descargaron una feroz represión contra los Hermanos Musulmanes. Dispararon contra manifestantes desarmados y asesinaron a1000 personas. El freno de la islamización forzosa -que exigía un vasto conglomerado de progresistas y laicos- quedó totalmente ensombrecido por esta abominable masacre. (16)

Lo ocurrido brindó un nuevo ejemplo del comportamiento reaccionario que tienen los gendarmes enfrentados con el islamismo. En Egipto abrieron el camino para repetir el desangre consumado en Argelia y Siria. Pero hasta ahora gozan de una gran protección diplomática internacional. Como todas las potencias necesitan la estabilidad de Egipto, Estados Unidos hizo la vista gorda, Europa y Rusia se mantuvieron en silencio y Arabia Saudita, Qatar e Israel aprobaron enfáticamente al ejército.

Sólo Turquía levantó la voz y no sólo por el debilitamiento de su proyecto poder regional junto a los Hermanos Musulmanes. El mismo movimiento democrático que congregó a millones de manifestantes en El Cairo irrumpió en Estambul.

La sorpresa en Turquía

La reacción contra la islamización convirtió en mayo pasado a la Plaza Taksim, en un espejo de la Plaza Tahir. Una marea de manifestantes ocupó ese lugar durante semanas para rechazar las restricciones religiosas. La movilización estuvo precedida por luchas contra la brutalidad usual de la policía. Contingentes de trabajadores precarizados confluyeron con los jóvenes de clase media opuestos a las prohibiciones confesionales.

A diferencia de Egipto los recortes al laicismo no fueron una improvisación de líderes recién llegados al gobierno. Desde hace once años Turquía padece una administración islámica conservadora. Asumieron con promesas de renovar el viejo estatismo nacionalista, desprestigiado por décadas de autoritarismo y corrupción (Kemalismo). Pero implementaron un viraje neoliberal que acrecentó la desigualdad social.

La gran movilización modificó la realidad de un país agobiado por agresiones sociales y retrocesos democráticos. El contagio de Egipto ilustró cómo se transmiten los anhelos populares en un espacio del Mediterráneo que desborda al mundo árabe

En Turquía no se lograron las victorias obtenidas en Egipto o Túnez, pero el gobierno de Erdogan quedó muy debilitado. Ya no puede presentarse como un ganador de la primavera, ni continuar con tanta displicencia sus peregrinajes para disputar hegemonía regional con Arabia Saudita y las monarquías del Golfo.

La clase dominante turca tantea sus posibilidades sub-imperiales. Ha lucrado con el alto crecimiento de los últimos veinte años y ya forjó fuertes lazos con la Unión Europea y las economías árabes. Pero la inesperada irrupción popular amenaza sus proyectos. Turquía es parte de las revueltas y no un modelo para superarlas. El usurpador potencial de las protestas ha quedado contagiado por la oleada que pensaba desactivar. (17)

El gobierno afronta un efecto adicional más severo de esta convulsión. La confluencia de guerras circundantes y demandas democráticas ha potenciado las posibilidades de independencia de los kurdos. Los derechos nacionales de esta comunidad son negados por todos los países de la región. Pero los kurdos han logrado establecer una región autónoma en Irak y están consumando esta misma construcción en Siria. Allí batallan en forma simultánea contra los gendarmes de Assad y los batallones yihadistas.

El paso siguiente sería la extensión de esa conquista a zonas kurdas de Turquía. Al cabo de treinta años de heroicas luchas están forzando una negociación con el gobierno. Esas tratativas son favorecidas por la conmoción que sacude a la región. (18)

Las respuestas democráticas contra la islamización forzosa se perfilan en varios países como un camino de prolongación de la primavera. El otro sendero es la resistencia a los crímenes del yihadismo. Túnez ocupa un lugar central en esa batalla. La manifestación de repudio al asesinato del líder de la izquierda congregó un millón de personas y rompió todas las restricciones a la presencia de mujeres. En medio de una huelga general dio lugar a la movilización más imponente de la historia de ese país. (19)

Claudio Katz es Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).

Notas:
1) Luttwak Edward, “In Syria, America Loses if Either Side Wins,” New York Times, 24-8 2013. También: Alba Rico Santiago, “La intervención soñada”, www.cuartopoder.es,‎ 31/8/2013.
2) Almeyra Guillermo, “Antes que sea tarde”, www.jornada.unam.mx, 01/09/2013. Cinatti Claudia, “La primavera árabe” y el fin de la ilusión democrática burguesa”, Izquierda n, 3, septiembre 2013.
3) Ver: Achcar Gilbert, “Toda la región está en ebullición” A l´Encontre kaosenlared.net,/ 09/02/2013. Achcar Gilbert, “Ou en sont les revolutions”, Inprecor decembre 2011-janvier 2012. También Alba Rico Santiago, “A un año del inicio de la revuelta. Todo es posible salvo la revolución”, www.rebelion.org, 18/03/2012.
4) Ver: Rousset Pierre, “Le Pakistán, théatre de guerres”, Inprecor 573-574, mai-juin 2013. Caillet Roman, “Relativizar la importancia del fenómeno yihadista”, www.abacq.org, 20-11-2013
5) Ver: Zoghlami Jalel Ben Brik, “Les mobilisation peuvent affablir ou meme remettre en cause le gouvernement”, Inprecor 590, fevrier 2013. Alba Rico Santiago, “Túnez: territorio yihadista”, www.aporrea.org/internacionales,‎ 26/05/201.
6) Ver: Pappé Ian, “La solución de dos estados murió hace una década”, ariaenpalestina.wordpress.com,15/9/13. Salinguer Julién, “Análisis de la situación”, A L´Encontre, 16-11-2012. Nuestra visión en: Katz Claudio, “Argumentos pela palestina”, Revista Outubro, n 15, junio 2007, Sao Paulo.
7) Assaf Adiv, “Israel mondialise”, Warschawski Michel, “Faire Le lien”, Inprecor juillet, aout-septembre 2011.
8) Saadi Elias, “Elementos de análisis”, Socialismo o Barbarie, 07/09/2013 www.sobhonduras.org/index.php
9) Naisse Ghayath, “Une revolution en marche” Inprecor juillet, aout-septembre 2011.
10) Almeyra Guillermo, “El Ben Bella revolucionario que conocí” www.jornada.unam.mx/ 15/04/2012
11) Naba René, “Diez años después de Irak”, www.vanguardiaps.com.ar, 11/09/2013
12) García Gascón Eugenio, “Siria camino a la partición”, brecha.com.uy,‎ 1-9-2013
13) Ver: Ramonet Ignacio “¿Qué hace Francia en Mali?”, www.rebelion.org 02/02/2013. Amin Samir “Mali, Janvier 2013” www.legrandsoir.info/ 09/02/2013
14) Ver: Gelman Juan, “Robotizando la guerra” www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/09/02/2012. Engelhardt Tom, “Washington, capital de la guerra”, www.elpuercoespin.com.ar 30/07/2013.
15) Nuestro enfoque general en: Katz Claudio, Bajo el imperio del capital. Edición argentina, Luxemburg, diciembre de 2011
16) Amin Samir “Egipt to day: the challenges for the democratic popular moviment”, 24-8-2013 samiramin1931.blogspot.com. Fuentes Pedro, “Triunfo o derrota de la primavera árabe”, www.redaccionpopular.com,‎ 04/07/2013. Kahairy Chedid, “Coup de force des fréres musulmans et réactiones popoulaires”, Inprecor 590, janvier 2013.
17) Ver: Rodríguez Olga, “Turquía”, eldiario.es, 6-6-2013. Kurkcigil Masis, “Apres la revolte”, Inprecor 595-596.
18) Ver: Mohamed Hasan, “Entrevista” responsable de relaciones exteriores de PYD luchainternacionalista.org 08/05/2013
19) Alba Rico, “Túnez funeral, resurrección, peligro”, Rebelión www.rebelion.org, 09/02/2013.
Fuente:  ARGENPRESS.info

lunes, 23 de septiembre de 2013

Las armas y la muerte




por Marcelo Colussi


“Prefiero despertar en un mundo donde Estados Unidos sea proveedor del cien por ciento de las armas mundiales”

Lincoln Bloomfield, funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos

I

Cuando nuestros ancestros descendieron de los árboles y comenzaron a caminar erguidos en dos patas hace dos millones y medio de años, por vez primera en la historia fabricaron un objeto, un elemento que trascendió la naturaleza. Ese inicio de la humanidad estuvo dado, nada más y nada menos, que por la obtención de una piedra afilada; en otros términos: un arma. ¿Es que la historia de nuestra especie está signada entonces por ese inicio? ¿Las armas están en el origen mismo del fenómeno humano?

Sí, sin ningún lugar a dudas. La violencia es humana, no es un “cuerpo extraño” en nuestra constitución. Ahora bien: ¿cómo fuimos pasando de la agresión necesaria para la sobrevivencia a la violencia humana, al desprecio del otro, a la industria de la muerte actual? La organización en torno al poder igualmente es humana; los animales, más allá de sus mecanismos instintivos de supervivencia, no ejercen poderíos. Nosotros sí. En esa dialéctica (¿quién dijo que un “blanco” vale más que un “negro”, o que una mujer es “menos” que un varón?..., pero esa dialéctica marca nuestras relaciones), el uso de algo que aumente la capacidad de ataque es vital. Lo fue en los albores, como necesidad para asegurar la lucha por la sobrevivencia (la piedra afilada, el garrote, la lanza), y lo sigue siendo hoy día. Ahora bien: las armas actuales en modo alguno están al servicio de la supervivencia biológica; las armas actuales, desde que conocemos que la historia dejó de ser la pura sobrevivencia en alguna caverna y en constante lucha con el medio ambiente natural, las armas de las sociedades de clases, entonces, están al servicio del ejercicio del poder dominante, desde la más rústica espada hasta la bomba de hidrógeno.

Sigmund Freud en su senectud, como reflexión más filosófica que como formulación de la práctica clínica, con la sabiduría que puede conferir toda una vida de aguda meditación, habló de una pulsión de muerte: retorno a lo inanimado. De allí que el psicoanálisis pueda hablar de un malestar intrínseco a toda formación cultural, a toda sociedad: ¿por qué hacemos la guerra? Se podrá decir que la organización social vertebrada en torno a las clases sociales lleva inexorablemente a ellas (y por tanto, a la producción de armas). Queda entonces en pie la pregunta: ¿pero por qué el ser humano construyó esas sociedades estratificadas y guerreristas y no, por el contrario, organizaciones horizontales basadas en la solidaridad? El socialismo es la propuesta que apunta a construir esas alternativas. ¿Lo lograremos alcanzar? ¿Será realizable lo que proponía el subcomandante Marcos en Chiapas: “tomamos las armas para construir un mundo donde ya no sean necesarios los ejércitos”, o la pulsión de muerte nos arrastrará antes a la autodestrucción como especie?

Salvo poquísimas, insignificantemente pocas armas fabricadas para el ámbito de la cacería, la parafernalia armamentística con que hoy contamos los seres humanos está destinada al mantenimiento de las diferencias de clases. Es decir: seres humanos matan a otros seres humanos para mantener su poder, y básicamente, para defender la propiedad privada, para saquear a otros en nombre de la apropiación privada. Y también para “resolver” conflictos de la cotidianeidad. Los desquiciados que alguna vez, armas en mano, matan a otros congéneres como suele suceder con bastante frecuencia en Estados Unidos, no es la pauta dominante. Las armas están para otra cosa: ¿se fabrica un tanque de guerra o una mina antipersonal para cazar lo que luego nos comeremos? Obviamente no.

Contrariamente al espejismo con que –por error o por mala intención– se presentan las armas como garantía de seguridad, es por demás evidente la función que en verdad cumplen en la dinámica social: son la prolongación artificial de nuestra violencia. ¿De qué estamos más seguros teniendo armas? Quienes nos matan, mutilan, aterrorizan, dejan secuelas psicológicas negativas e impiden desarrollos más armónicos de las sociedades son, justamente, las armas. O, dicho de otro modo, somos seres humanos que hacemos todo eso valiéndonos de esos instrumentos a los que llamamos armas, desde una pistola hasta un submarino con carga nuclear.

Pero las armas no tienen vida por sí mismas, claro está. En realidad, son ellas la expresión mortífera de las diferencias injustas que pueblan la vida humana, de la conflictividad que define nuestra condición. Son los seres humanos quienes las inventaron, perfeccionaron, y desde hace un tiempo con la lógica del mercado como eje de la vida social, quienes las conciben como una mercadería más (¡vaya mercadería!).

Y somos nosotros, los seres humanos organizados en sociedades clasistas hondamente marcadas por el afán de lucro económico individual que el capitalismo dominante en estos últimos siglos impuso, quienes transformamos el negocio de las armas (que es lo mismo que decir: el negocio de la muerte) en el ámbito más lucrativo del mundo moderno, más que el petróleo, el acero o las comunicaciones.

II

Cuando hoy decimos “armas” nos referimos al extendido universo de las armas de fuego (aquellas que utilizan la explosión de la pólvora para provocar el disparo de un proyectil), el cual comprende un variedad enorme que va desde lo que se conoce como armas pequeñas (revólveres y pistolas –las más comunes–, rifles, carabinas, sub-ametralladoras, fusiles de asalto, ametralladoras livianas, escopetas), armas livianas (ametralladoras pesadas, granadas de mano, lanza granadas, misiles antiaéreos portátiles, misiles antitanque portátiles, cañones sin retroceso portátiles, bazookas, morteros de menos de 100 mm.), a armas pesadas (cañones en una enorme diversidad con sus respectivos proyectiles, bombas, explosivos varios, dardos aéreos, proyectiles de uranio empobrecido), y los medios diseñados para su transporte y operativización (aviones, barcos, submarinos, tanques de guerra, misiles), a lo que hay que agregar minas antipersonales, minas antitanques, todo lo cual constituye el llamado armamento convencional. A ello se suman las armas de destrucción masiva, con poder letal cada vez mayor: armas químicas (agentes neurotóxicos, agentes irritantes, agentes asfixiantes, agentes sanguíneos, toxinas, gases lacrimógenos, productos psicoquímicos), armas biológicas (cargadas de peste, fiebre aftosa, ántrax), armas nucleares (con capacidad de borrar toda especie de vida en el planeta).

Siendo amplios en la definición, si hoy día los teóricos de la guerra pueden hablar de una “guerra de cuarta generación” sin derramamiento de sangre, pero conflicto que da resultados aún más promisorios para el ganador que todas aquellas armas que provocan muerte y destrucción, habría que hacer entrar allí la enorme batería de instrumentos que permiten esta guerra “en las mentes”, guerra mediática y psicológica. ¿Son también los medios de comunicación, en toda su amplísima gama, parte de ese arsenal? En algún sentido, sí: computadoras, internet, televisores y teléfonos inteligentes son “armas” que sirven no para matar, pero sí para neutralizar al enemigo. El tema es complejo, y al menos dejémoslo planteado como interrogante. ¿Cómo hemos llegado a una guerra “sin efusión de sangre” pero más victoriosa que cualquier invasión militar?

Toda esta cohorte de máquinas de la muerte en modo alguno favorece la seguridad; por el contrario, constituye un riesgo para la humanidad. El mito de la pistola personal para evitar asaltos y para conferir sensación de seguridad es solamente eso: mito. En manos de la población civil, muy rara vez sirve para evitar ataques; en general, sólo ocasionan accidentes hogareños. Y en manos de los cuerpos estatales que detentan el monopolio de la violencia armada, los arsenales crecientes –cada vez más amplios y más mortíferos– no garantizan un mundo más seguro sino que, por el contrario, hacen ver como posible la extinción de la humanidad (de liberarse todo el potencial bélico atómico con que cuentan las fuerzas armadas de la actualidad, la onda expansiva llegaría hasta la órbita de Plutón haciendo fragmentar completamente el planeta Tierra, y pese a ese extraordinario poder de disuasión, no estamos más seguros, sino justamente todo lo contrario). ¿Por qué los misiles nucleares estadounidenses serían “buenos” (¿pacíficos?) y los de Corea del Norte o los de Irán no?

No obstante la cantidad de vidas cegadas y el dolor inmenso que producen estos ingenios infernales que la especie humana ha inventado, la tendencia va hacia el aumento continuo de su producción y hacia el perfeccionamiento en su capacidad destructiva. Así entendidas las cosas, no puede menos que decirse que el negocio de la muerte crece. Crece, y mucho, porque es rentable. ¿Se entiende el sentido de la tesis freudiana entonces?

III

El negocio de las armas no se parece a ningún otro. Debido a su relación con la seguridad nacional y la política exterior de cada país, funciona en un ambiente de alto secretismo y su control no está regulado por la Organización Mundial del Comercio, sino por los diferentes gobiernos. En general –y esto es lo preocupante– los gobiernos no siempre están dispuestos o son capaces de controlar las ventas de armas de forma responsable. Asimismo, lo más frecuente es que las legislaciones nacionales en la materia, si la hay, sean inadecuadas y estén plagadas de vacíos legales. Además, los mecanismos existentes no son obligatorios y apenas se aplican. ¿Quién de quienes ahora puedan estar leyendo este texto conoce en detalle cuántas y cuáles armas dispone el gobierno del país en que vive? ¿Alguna vez fue informado de ello? Muchos menos aún: ¿alguna vez se le consultó algo al respecto?

El negocio de las armas no es transparente. Por no ser de conocimiento público se maneja con extrema cautela sin estar sujeto casi a ninguna fiscalización. Por eso, las diversas iniciativas internacionales de la post Guerra Fría para fiscalizar este tipo de transacciones han resultado inútiles. Los intereses económicos, políticos y de seguridad hacen de este rubro un sector misterioso y peligroso, intocable en definitiva.

Desde el año 1998 los gastos en armas han comenzado una tendencia alcista después de haber llegado a su nivel más bajo en la era de la post Guerra Fría. En el 2000 éstos fueron de alrededor de 798.000 millones de dólares (25.000 dólares por segundo); a partir de allí comenzaron a trepar aceleradamente, y la fiebre antiterrorista desatada después del 11 de septiembre del 2001 los ha catapultado en forma espectacular, sobrepasando ampliamente el billón de dólares anual. Por lejos, hoy en día constituyen el rubro comercial más infinitamente rentable entre todos, el que más volúmenes de dinero mueve y el que más rápido crece en términos de investigación científico-técnica.

En el campo de las armas todo es negocio, tanto fabricar un submarino nuclear como una pistola. Incluso las llamadas armas pequeñas, con un poder de fuego más bajo que otras de las tantas armas que llegan al mercado, son un filón especialmente rentable. Más de 70 países en el mundo fabrican armas pequeñas y sus municiones, y nunca faltan compradores, tanto gobiernos como personas individuales (fundamentalmente varones). Las ventas directas de armas pequeñas (pistolas, revólveres y fusiles de asalto) a otros gobiernos o entidades privadas corresponden al 12 % de las ventas totales de armas en todo el planeta. El resto está provisto –¿astucias de la razón o burlas de la historia? diría Hegel– por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aquellos que se encargan (¿se encargan?) de la paz y seguridad del mundo: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China. Estados Unidos es en la actualidad el principal productor y vendedor mundial de armamentos, de todo tipo, con un 50 % del volumen general de ventas (aunque el sueño de más de algún funcionario de Washington, como lo dice nuestro epígrafe, sea aumentar ese porcentaje).

Ante todo esto: ¿qué hacer? ¿Comprarnos una pistola para defendernos? Apelar a campañas de desarme y de no uso de armas, al menos las pequeñas (pistolas y revólveres), es loable. Pero vemos que eso no alcanza para detener el crecimiento de un negocio poderosísimo. Apelar a la buena conciencia y al fomento de la no violencia es una buena intención, pero difícilmente logre su cometido de terminar con las armas ¿Con eso detendremos a multinacionales de poder casi ilimitado como Lockheed Martin, Raytheon, IBM, General Motors?, ¿o a gobiernos que basan sus estrategias de desarrollo nacional en la comercialización de armas? Cada nueva guerra que comienza (y continuamente está comenzando una) responde a frías estrategias mercadológicas pensadas en desapasionados términos comerciales. ¿Pulsión de muerte o no?

IV

La lucha contra la proliferación de las armas es eminentemente política: se trata de cambiar relaciones de poder. No es posible que los mercaderes de la muerte manejen el destino humano. No es posible…., pero sucede. Eso es lo que marca la dinámica internacional. Ahora bien: dado que es así, confiando en que otro mundo sí es posible, que las utopías son posibles, debemos plantearnos alternativas. Naturalmente el ser humano, desprovisto de alas, no vuela. Pero gracias a nuestro inconmensurable deseo de lograrlo ¡ya llegamos al planeta Marte! Y eso no se detiene. Cada vez, sin alas propias, volamos más lejos. Plantearse las utopías es lo que nos hace caminar (o volar…, para el caso). Como decía alguna pintada memorable del Mayo francés de 1968: “Seamos realistas. Pidamos lo imposible”.

Hoy día la producción de armas no es un negocio marginal, ligado a circuitos delincuenciales que se mueven en las sombras: es el principal sector económico de la humanidad. Y como consecuencia, esto significa que cada minuto mueren dos personas en el mundo por el uso de algún tipo de arma (casi 3.000 al día, mientras que el siempre mal definido e impreciso “terrorismo” internacional, si hablamos en términos estadísticos, produce 11 decesos diarios). Desmontar esta tendencia humana del uso de armas se ve como tarea titánica, casi imposible: es terminar con la violencia, es terminar con las injusticias. Y ahí la reflexión freudiana cobra sentido, en cuanto nos permite ver la magnitud monumental de la temática en juego. ¿Se trata de luchar contra nuestra naturaleza? ¿Cómo ir contra esta energía primaria, original?

Que la muerte sea un destino ineluctable, de raigambre natural incluso, es una elucubración. Quizá sí (es una hipótesis teórica, y como tal puede servir para explicar el mundo. O tal vez no, y haya que desecharla); quizá sí, decíamos, y la destrucción completa del planeta nos espera a la vuelta de la esquina por la catástrofe termonuclear que podría producirse. Se supone que somos “muy” racionales, aunque no se sabe qué “loco” puede dar la orden de lanzar el primer ataque nuclear. ¿No podrá haber errores? Los actos fallidos (apretar un botón por error, por ejemplo) son lo más normal de nuestra especie. Pero pese a que la magnitud de la tarea propuesta pueda ser titánica, es absolutamente vital seguir planteándosela como requisito para la permanencia de la especie, y para una permanencia más digna. Quizá sea imposible terminar con la violencia como condición humana, aunque eduquemos para la convivencia tolerante. Los países más “educados” son los que más hacen la guerra, y con las armas más letales. Pero es imprescindible seguir luchando contra las injusticias y apuntando a una convivencia solidaria. Lo contrario es avalar el darwinismo social y la supervivencia del más fuerte.

Plantear que “otro mundo es posible” no significa que se terminará la conflictividad, que viviremos en un paraíso bucólico libre de contradicciones y que el amor sin límites se derramará generoso sobre todos los habitantes del planeta (¿alguien se creerá eso todavía?). Pero sí alerta sobre que es necesario apuntar a una sociedad que se avergüence, y por tanto reaccione, ante el negocio de la muerte. La causa de la justicia no puede aceptar la muerte como business. ¿O sí? ¿Triunfará finalmente la pulsión de muerte entonces? Apostemos firmemente porque sí es posible cambiar el curso de la historia. Si pudimos llegar al planeta Marte y liberar la energía del átomo, o domesticarnos y dejar de ser animales, ¿no será posible plantearnos no seguir matándonos?

Entrevista a Junior Garcia Aguilera