lunes, 28 de abril de 2014

La “guerra contra las drogas” en la política exterior y de seguridad de EE.UU. hacia “Nuestra América” (2013-2021)



por MSc. Alejandro L. Perdomo Aguilera
                                                       Resumen
En el trabajo se analiza la prioridad de la “guerra contra las drogas” en la conformación de la política exterior y de seguridad de EE.UU. hacia América Latina y el Caribe entre 2013 y 2021. Para ello se valoran las continuidades y los principales cambios que introdujo Barack Obama en la “guerra contra las drogas” respecto a los emprendidos por sus antecesores, en particular, por los dos mandatos de George W. Bush (2001-2009). Además se identifican las principales anticipaciones que ha realizado el gobierno de EE.UU. en relación a la “guerra contra las drogas” hacia América Latina y el Caribe en la conformación de la política exterior y de seguridad entre 2013 y 2021.
Palabras claves: Estados Unidos, Latinoamérica y el Caribe, drogas, guerra, Obama.
Abstract
In the priority work of the "war on drugs" is determined in shaping foreign policy and U.S. security to Latin America and the Caribbean between 2013 and 2021. This continuities and major changes introduced by Barack Obama in the "war on drugs" compared to those undertaken by their predecessors, in particular, for the two terms of George are valued W. Bush (2001-2009). Besides the main anticipations made ​​by the U.S. government identified in relation to the "war on drugs" to Latin America and the Caribbean in shaping foreign policy and security between 2013 and 2021.
Keywords: USA, Latin America and the Caribbean, drugs, war, Obama.
Introducción
La Administración de Barack Obama asumió el gobierno con el reto de cambiar, al menos en términos de imagen pública, el rostro militarista y unilateralista de su predecesor, George W. Bush (2001-2009). Para ello, su gobierno ha aplicado como doctrina de la política exterior y de seguridad, al “poder inteligente” (smart power) [1] y las tres D, entendiendo la Diplomacia y el Desarrollo como complemento de la Defensa.
En tal sentido, el gobierno de Obama ha intentado complementar los retos de la economía, con las acciones en los campos diplomáticos y de seguridad. Con ello se concibe que si bien la economía está en el centro de la política exterior y de seguridad, se utiliza la diplomacia y los acuerdos de seguridad para fortalecer la economía, consolidar la hegemonía y renovar el liderazgo estadounidense en “Nuestra América”.
Manteniendo una lógica entre la teoría y la práctica político-diplomática y de seguridad, puede considerarse que el “smart power” contiene la metodología adecuada para mejorar la capacidad de diálogo, tanto entre aliados como de adversarios en la región. En estas relaciones se hace énfasis en el poder de negociación, a partir de la persuasión y la atracción de países influyentes y de sectores claves para favorecer los intereses de dominación de Estados Unidos.
 Desde esa perspectiva, el gobierno de Obama se ha orientado hacia una política exterior y de seguridad que atienda los retos fundamentales de ese Estado-Nación en los próximos años. El nuevo contexto internacional y regional presenta retos que debe enfrentar EE.UU. en la economía, y en las políticas domésticas e internacionales que deberá reajustar, para preservar el liderazgo internacional.
 En la agenda exterior y de seguridad se aprecia un incremento del interés por el trabajo en la promoción del desarrollo, los derechos humanos y la seguridad ciudadana. También se perfilan las acciones diplomáticas, económicas y de seguridad, mediante un uso más dinámico y creativo del poderío informacional y la capacidad de influencia de ese Estado-Nación como fórmula para captar y hacer cooperar a un mayor número de países de la región, en favor de sus intereses geoestratégicos.
En consecuencia, se afianzan las relaciones diplomáticas, comerciales y de seguridad con países como México, Colombia, Perú y Chile, consolidando el eje del Pacífico. Con ello se pretende el mejoramiento de la credibilidad internacional y la reducción de los excesivos gastos militares. No obstante, la reducción de los gastos de seguridad no se comporta de forma homogénea en las subregiones de Latinoamérica y el Caribe, así como en las diferentes partidas del prepuesto del Departamento de Defensa y el Estado.
Independientemente de los reajustes del presupuesto nacional, el gobierno estadounidense ha continuado desarrollando los programas de seguridad, dándole curso al Plan Colombia, la Iniciativa Mérida, la Iniciativa de Seguridad Regional para América Central (CARSI) y la Iniciativa de Seguridad para la Cuenca del Caribe (CBSI). En la continuación de la asistencia de seguridad en la región ha sido clave la relación establecida entre Washington y el gobierno de Colombia presidido por Juan Manuel Santos; apreciándose a ese gobierno como un “socio fundamental para la cooperación en seguridad regional”, en el entrenamiento de fuerzas de seguridad de otros países del área en la lucha contra las drogas. (White House, 2013)
Según el gobierno de Obama, “Colombia ha evolucionado hasta transformarse en un exportador regional de preparación especializada en materia de seguridad y está compartiendo sus conocimientos a fin de ayudar a desarrollar la capacidad de los demás países para mejorar la seguridad ciudadana y hacer frente a los efectos del crimen organizado transnacional, incluido el tráfico de drogas ilegales.” (White House, 2013)
Esa tendencia se corresponde con la visión de “responsabilidad compartida” que intenta otorgarle Washington a la securitización de las relaciones con la región. En esa dinámica, las fuerzas de seguridad trabajan más en la preparación de los efectivos policiales y militares a la usanza estadounidense, lo que por una parte recorta los cotos económicos y disminuye las consecuencias en términos mediáticos y político-diplomáticos.
Como complemento de la proyección imperial hacia la región, se recalcan las amenazas globales sobre las que la diplomacia debe trabajar desde el Departamento de Estado y la USAID. En las acciones diplomáticas se aprecia un creciente uso del sector privado, con el empleo de contratistas y subcontratistas (civiles y militares). Este fenómeno privatiza elementos estratégicos de la seguridad y la economía en los países de la región; reducen las opciones de los gobiernos nacionales para mitigar la influencia estadounidense.
En el orden diplomático, se aprecia un trabajo más dinámico con la sociedad civil (Acanda, 2002), con un mayor uso de instrumentos diplomáticos, jurídicos, culturales e informacionales como complemento de la seguridad; partiendo de la comprensión de las diferentes culturas y realidades de cada país, para así poder lograr los intereses estadounidenses.
Ante los difíciles retos económicos que enfrenta EE.UU.se aboga por una mayor cooperación con otros gobiernos e instituciones, aunque Washington mantiene su papel de liderazgo. Ello se corresponde con las necesidades económicas y con la envergadura de problemas globales como el terrorismo, el tráfico ilícito de drogas y otros delitos conexos, que ameritan de una atención más colectiva. Para ello se impulsan los temas relacionados con los derechos humanos, la seguridad humana y la responsabilidad de proteger; con una clara inclinación a los intereses geoestratégicos del gobierno estadounidense. Estas medidas actualizan la proyección exterior del imperio a las nuevas circunstancias internacionales
Los temas fundamentales para la región se concentrarán en: la promoción de oportunidades socioeconómicas, estrechamente vinculado al trabajo en la llamada “ayuda al desarrollo”, “los derechos humanos”, la “gobernabilidad democrática”, la “seguridad ciudadana”, y la “lucha contra el terrorismo y el narcotráfico”. (Valenzuela, 2011)
Las tendencias político-diplomáticas manifiestan rasgos de continuidad en cuanto a los temas priorizados hacia el Hemisferio Occidental. Ello está en concordancia con los criterios que manifestara el ex Subsecretario[2] de Estado para la región, Arturo Valenzuela, al considerar: “(…) los conceptos sobre los que se sustenta el QDDR guiarán también nuestra estrategia de “participación dinámica”, que pretende impulsar los intereses de Estados Unidos en colaboración con toda América Latina, y a la vez reconoce la importancia de adecuarse a diversas necesidades e intereses.” (Valenzuela, 2011)
Siguiendo los objetivos prioritarios para la consolidación del liderazgo estadounidense; la política exterior promueve la democracia representativa y la economía de mercado. En este sentido se reconoce la necesidad de una “interdependencia compleja”, que perpuetúe el liderazgo estadounidense sobre el sistema-mundo.
En líneas generales, pudiera caracterizarse la agenda internacional de la Administración Obama, por la preservación y consolidación del régimen imperial, basado en un uso efectivo de los instrumentos del poderío nacional. Para ese objetivo, se trabaja para que la diplomacia y la “ayuda al desarrollo” sean efectivos complementos de los temas de seguridad, otorgándole credibilidad a través de la promoción del desarrollo y una relación con Latinoamérica y el Caribe más ajustada a la realidad de cada subregión y país.
La guerra contra las drogas en la geoestrategia de Washington hacia Nuestra América
Las drogas han evolucionado paralelamente con la sociedad en esta compleja y cada día más interconectada “aldea global”. Tras años de enfrentamientos militarizados de Estados Unidos, el agravamiento de los problemas de producción, trasiego y consumo han incrementado la criminalidad y la violencia en los países más afectados de América Latina y el Caribe.
Por el contrario de los objetivos enunciados, la permanencia de esta guerra ha limitado las alternativas de desarrollo, en un clima de debilidad político-institucional que fractura el Estado de Derecho y la “gobernabilidad democrática”. Ante estas circunstancias, resulta necesario precisar el término de “guerra contra las drogas”, el cual se entiende en este trabajo como las políticas y medidas antidrogas de EE.UU. que tienen una orientación hacia diversos objetivos de dominación geoestratégica en la región, por lo que no se limitan al control del trasiego de drogas ilegales hacia ese país.
Sobre este término, se asume la definición realizada por las académicas Coletta Youngers y Eileen Rosin, quienes precisaron: “(…) El presunto “enemigo” no es un ejército organizado que puede identificarse y vencerse, sino el soporte al tráfico de drogas constituido por un conjunto de fuerzas socioeconómicas. La mentalidad de la guerra contra las drogas asegura que los recursos estadounidenses asignados al control del narcotráfico se encuentren sesgados a favor de la interdicción de los esfuerzos realizados por las fuerzas del orden público.” (Youngers & Rosin, 2005, pág. 17)
Tomando en cuenta ese análisis, vale la pena reconsiderar los fallos y limitantes que han permanecido década tras década y el porqué, pese al manifiesto fracaso, el gobierno estadounidense no define cambios trascendentales hacia una política antidrogas más viable. Las difíciles realidades que viven hoy las provincias y regiones más afectadas por el flagelo de las drogas, reclaman cambios dónde todo nicho de colaboración resulta necesario. Pero esa colaboración debe rebasar de una vez los pilares militaristas; acudiendo hacia aquellas esferas que pueden combatir de raíz, los incentivos que sostienen y desarrollan el crimen organizado trasnacional vinculado al tráfico ilegal de drogas y sus delitos conexos.
Sin embargo, tratar los nuevos problemas que concurren hoy -como consecuencia del tráfico ilegal de drogas y su militarizado enfrentamiento- con las viejas fórmulas resulta más que obtuso, descontextualizado de la realidad que enfrenta la región. Ante un panorama que registra gran dinamismo del trasiego de drogas sintéticas y precursores químicos, con un mapa del consumo regional que ha sufrido el efecto globo del negocio; esparciendo los cárteles y adictos hacia toda la región, deben fortalecerse la colaboración entre los países de la región y Estados Unidos, desde una óptica que considere las peculiaridades históricas y culturales de cada país y subregión.
El llamado efecto globo, al decir de Bruce Bagley (Bagley, 2011) como el desplazamiento de los grupos criminales de un lugar a otro debido a los operativos en el lugar donde se encontraban, ya ha invadido el negocio de las drogas ilícitas; convirtiéndolo en un fenómeno cuya producción, trasiego, comercialización y consumo está globalizado. En esas circunstancias, debe atenderse el fenómeno de las drogas como un tema de seguridad pero, también, como un problema de salud; viendo en ambos casos las múltiples implicaciones que tienen para la sociedad civil, los gobiernos, las instituciones, el Estado de Derecho, los derechos humanos y la democracia.
La corrupción política y administrativa seducida por los grupos de narcotraficantes, han transnacionalizado el crimen organizado a niveles que hacen fracasar aquellos enfrentamientos que pretenden partir de una visión unidireccional, incluso si la misma parte del gobierno de Estados Unidos. Por tanto, se requiere de una colaboración dinámica y racional, donde no se politicen los temas de seguridad y salud pública, al punto que puedan culminar lacerando paz y el desarrollo.
Uno de los temas de mayor preocupación con el efecto globo de las drogas en Latinoamérica y el Caribe es el aumento del consumo en países pobres, con bajos índices de seguridad como los de Centroamérica. La extensión de estos problemas hacia ese tipo de países, perpetúa la violencia y criminalidad. Paralelamente, se restringen las alternativas de desarrollo y reproducción de la vida; reduciendo a su vez las posibilidades de diseñar políticas de enfrentamiento y seguridad pública viables.
América Central y el Caribe continúan siendo las grandes áreas de tránsito para la cocaína traficada desde América do Sul hacia el mercado de América del Norte. El tráfico de cocaína por la sub-región del Caribe está aumentando, después de presentar una disminución en los últimos años. El efecto desestabilizador provocado por el tráfico de drogas en la seguridad regional aumentó y la región fue afectada por conexiones entre el tráfico de drogas y la violencia relacionada a tales sustancias.” (JIFE, 2013)
En el acrecentamiento de los problemas derivados del negocio de las drogas tienen una alta responsabilidad el mercado, que continúa liderado por Estados Unidos. Esta situación compromete al gobierno de ese país en el proceso de enfrentamiento y canalización de fondos para la promoción de alternativas al desarrollo hacia los países y subregiones más afectadas. Sin embrago, esta responsabilidad no sólo debe ser compartida sino también diferenciada; atendiendo a las peculiaridades de cada país, cuidando que las asimetrías existentes no resquebrajen más la institucionalidad, el Estado de Derecho y la seguridad ciudadana de los pueblos latinoamericanos y caribeños.
A la luz de más de cuatro décadas del que el presidente Ronald Reagan fijara a la guerra contra las drogas como prioridad para su proyección hacia la región, los problemas asociados al tráfico ilícito de drogas y sus delitos conexos, se han fertilizado. Los índices de producción, trasiego y consumo que hoy registra Nuestra América, reflejan el fracaso de la militarización defendida por Washington. No obstante, el gobierno de EE.UU. persiste en alentar el Complejo de Seguridad Industrial a partir de la lucha antidroga.
Cambios y continuidades de la lucha antidrogas de EE.UU. hacia la región
La lucha antidroga ha adquirido cambios importantes en la Administración de Barack Obama (2009-2017), que incidirán en la forma de encarar y percibir el problema de las drogas, tanto en el segundo mandato de Obama como en el del Presidente que lo sustituirá entre 2017 y 2021. Sin embargo, los matices en la forma de desarrollar esta cruzada no conllevan necesariamente a una reforma integral de las políticas “antinarcóticos”. Por el contrario, estas reformas se orientan a encubrir la impunidad y la violencia generada por las fuerzas militares, policiales y privadas, que actúan en los países más afectados de América Latina y el Caribe.
Siguiendo la historia de guerrerista contra las drogas se perciben como consecuencias más lamentables; el manifiesto fracaso respecto a la reducción del “narcotráfico” y la penetración político, militar y diplomática en la región. Pero esta guerra ha presentado algunas modificaciones en los últimos años, fundamentalmente en la forma en que se proyectan el binomio del Pentágono y el Departamento de Estado, y sus más fieles agencias: la DEA y la USAID.
El Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas (DEA) vienen consolidando sus nexos en la lucha contra el tráfico ilícito de drogas (TID) en la región desde finales del segundo mandato de Ronald Reagan (1985-1989). En ello se ha acrecentado la participación de las Unidades de Investigación Confidencial (SIU)[3], que son “(…) son grupos ultra secretos de agentes élite, casi siempre policiales, de la región que son equipados, entrenados y sometidos a escrutinio por parte de agentes de la DEA. Sus integrantes deben pasar por indagaciones de antecedentes, y someterse periódicamente al polígrafo y a pruebas por consumo de drogas. (…) Las SIU tienen acceso a las bases de datos de inteligencia de la DEA.” (Isacson, Haugaard, Poe, Kinosian, & Withers, 2013, pág. 9)
A ellos se le suman, en franca alianza con sus embajadas en la región, las acciones desplegadas desde la CIA y el Comando Sur o Meridional, en el incremento del uso que tienen en el segundo mandato de Obama (2013-2017), las Fuerzas Especiales Inter-Agencias Conjuntas Sur (JIATF-S), un componente del Comando Sur que opera desde Key West, Florida, y los medios no tripulados (drones). Estas se complementan con las Fuerzas Especiales Bravo, ubicadas en Honduras; las Fuerzas Navales Sur (también conocidas como la Cuarta Flota), y las Fuerzas de la Marina Sur, así como las agencias dependientes del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, que incluyen la Guardia Costera y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE.UU.
Estos cambios dan una medida de la trasformación de la militarización que está ocurriendo en EE.UU. y que, sin dudas, trascenderán el periodo de Obama sea republicano o demócrata el presidente de que lo sucederá el 20 de enero de 2017. Ello tiene su reflejo en la una securitización de la “guerra contra las drogas” que cuenta con un personal más capacitado y mejor equipado y, por tanto, no precisa de un gran número de efectivos. 
En esta dinámica la DEA está empleando a los Equipos de Apoyo en Asesoría Destacados en el Exterior (FAST). “FAST es un programa táctico de ofensiva que despliega escuadrones de aproximadamente 10 agentes de la DEA con entrenamiento militar en todo el mundo. Los FAST han sido destacados al menos en 15 oportunidades en América Latina, y han estado presentes en cinco países: Haití, Honduras, República Dominicana, Guatemala y Belice.” (Isacson, Haugaard, Poe, Kinosian, & Withers, 2013, pág. 9)
El despliegue de las Fuerzas de Operaciones Especiales sobre diversos países manifiestan un cambio de forma, mas no de contenido en cuanto a los propósitos geoestratégicos de Washington. Por el contrario, continúa la visión intransigente respecto a una reforma integral de las políticas antidrogas, que tomen en cuenta las características de los países de la región así como los verdaderos niveles y tipos de consumo tanto en Latinoamérica y el Caribe como en Estados Unidos.
Paralelamente, el debate por una mayor tolerancia al consumo de la marihuana gana espacios al interior de Estados Unidos. “Actualmente, 18 estados y el Distrito de Columbia permiten el uso de la marihuana como un medicamento. Esta es una medida mucho más amplia que la simple despenalización porque incluye que el estado aprueba la venta para fines medicinales. A la vez, cuatro Estados (California, Washington, Colorado y Oregón) han considerado iniciativas para legalizar la marihuana. El 6 de noviembre de 2012, votantes en dos de ellos, Colorado y Washington, aprobaron nuevas leyes para regular e imponer impuestos a esta sustancia.” (OEA, 2013, pág. 69)
Evidentemente el tráfico las armas de fuego, la guerra contra carteles y la diseminación de la violencia y la criminalidad en la región, valoriza la necesidad de reformas hacia una mayor tolerancia, ante el obstinado enfoque unidireccional con que tradicionalmente se ha orientado la política antidroga estadounidense.
Las políticas de mayor tolerancia son defendidas por varios gobiernos Centroamérica, Suramérica y el Caribe han entrado al debate sobre la despenalización y legalización o no del cannabis (marihuana), esta última subregión a través de la CARICOM. Para ello se parte de la lógica de legalizar los aspectos menos nocivos en los países más afectados, atendiendo a las particularidades de cada país, sus culturas y situaciones sociopolíticas e institucionales. Para ello se tienen en cuenta los índices generales del consumo de la marihuana. Según la UNODC: “El cannabis sigue siendo la sustancia ilícita más consumida en el mundo. Se registró un pequeño aumento de la prevalencia de consumidores de cannabis (180,6 millones, es decir, el 3,9% de la población de 15 a 64 años de edad) en comparación con las anteriores estimaciones en 2009.” (UNODC, 2013)
La situación caribeña resultará de gran atención en los próximos años (2015-2021) por la reactivación de esa zona como ruta de trasiego de drogas, lo que ha manipulado a su favor Washington para incrementar la militarización del área del Gran Caribe, a partir de la Iniciativa de Seguridad Regional para América Central (CARSI) y la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe (CBSI). En tal empeño se ha incrementado el empleo de drones y Fuerzas de Operaciones Especiales. Según los datos del Informe del Informe Comando Sur de 2014, en 2013 el flujo de la cocaína destinada a Estados Unidos a través del corredor del Caribe aumentó a 14 % del flujo total estimada. (US. Southcom, 2014)
En el despliegue estadounidense sobre las costas del Caribe y el Golfo de México se ha resaltado la Operación Martillo desde enero de 2012. Ello se “justifica” con el creciente trasiego de drogas por la zona. “Los Estados Unidos estimaban que, en 2012, más del 80 por ciento del flujo principal de cocaína traficada hacia este país, transitaba inicialmente a través del corredor de América Central”, señala el Informe de Estrategia para el Control Internacional de Estupefacientes del Departamento de Estado para 2013” (INCSR , 2013) Esta cifra es superior según del jefe del Comando Sur, general John Kelly, quien considera que  “ (…) un volumen estimado de 92-94 por ciento de la cocaína destinada a los EE.UU. aún fluye a través de América Central, de hecho, en 2012, según el Comando Sur, mediante la Operación Martillo interceptó152 toneladas de cocaína”. (Southern Command, 2013)
Para profundizar el cuidado de Centroamérica y el Caribe, el Comando Sur ha desplegado dos iniciativas subregionales: la CARSI y la CBSI. La CARSI cuenta con el apoyo de la Oficina de Asuntos Internacionales sobre Estupefacientes y Fiscalización (INL) del Departamento de Estado, del FBI y respalda las Unidades Transnacionales Anti-Pandillas (equipos TAG), las cuales son unidades policiales en El Salvador, Guatemala y Honduras (Triángulo Norte),que comparten información sobre las actividades de los grupos de narcotraficantes.
Llama la atención en medio de los recortes presupuesto militar, se incrementen las partidas de dinero en asistencia en seguridad para las Fuerzas de Operaciones Especiales y las Iniciativas de Seguridad para Centroamérica, el Caribe y Perú. En el caso peruano, viene a consolidar el posicionamiento geoestratégico en la subregión andina, llegando a establecer en ese país 9 bases militares.
Esta tendencia continúa en el presupuesto solicitado por Obama para el año fiscal (FY) 2015. En el Fondo de Apoyo Económico (ESF) de Estados Unidos para América Latina y el Caribe, de un total de 392 millones 900 mil dólares, se propone para la CARSI 60 millones de dólares, y 132 millones 900 mil dólares para Colombia. (Presupuesto Federal para el Departamento de Estado, 2014)
En el caso de los fondos canalizados para el programa de Control de Narcóticos y Aplicación de Ley (INCLE), se proponen fondos para programas antinarcóticos y de seguridad pública en Colombia, 117 millones; para Perú (37 millones) y para la región centroamericana, 70 millones. (Presupuesto Federal para el Departamento de Estado, 2014)
El incremento de la presencia de Fuerzas de Operaciones Especiales, junto a las acciones del personal de inteligencia y los contratistas y subcontratistas (civiles y militares), le otorga una menor trasparencia e impunidad la proyección exterior de seguridad de Washington en la región. Entretanto, Colombia se involucra más en el entrenamiento de militares y policía en el exterior auspiciado por agencias estadounidenses, que aumentan su influencia sobre los efectivos de seguridad de varios países latinoamericanos y caribeños.
Con ese objetivo, en “(…) 2013, esta asistencia en el ámbito de la seguridad incluyó 39 actividades para el desarrollo de capacidades en cuatro países centroamericanos que se centraron en áreas tales como la confiscación de bienes, las investigaciones, los exámenes poligráficos y las interdicciones. Estados Unidos y Colombia anunciaron el Plan de acción correspondiente al año 2014, que pretende aumentar la asistencia a 152 actividades para el desarrollo de capacidades en seis países de América Central y el Caribe.” (White House, 2013)
Estas circunstancias denotan un difícil panorama de inestabilidad en los países más afectados, lo que limita su capacidad para proyectar líneas políticas coherentes de manera unilateral, por lo que hace insoslayable la búsqueda de consensos a nivel regional, y la colaboración con el gobierno de Estados Unidos. El mayor reto en esa dirección, radica en cómo ajustar esa colaboración para que no se comprometa la soberanía, la integridad territorial y la seguridad de los países que más sufren por este flagelo. A esas complejidades se suman las contradicciones entre las políticas desarrolladas por el gobierno de EE.UU. para contrarrestar el flagelo de las drogas con las normativas internas de los Estados latinoamericanos.
Ese problema limita la promoción de políticas antidrogas coherentes con cada país y región, donde se incite la inclusión ciudadana en los programas sociales y políticos. Ello tiene como trasfondo el mantenimiento de una visión unidireccional que prepondera la seguridad en las fronteras estadounidenses, incrementando los costos humanos para la región lo que, a la larga, resulta perjudicial también para EE.UU.
No obstante, los mayores afectados con la sostenida militarización de la guerra contra las drogas siguen siendo los países de la región, que con el curso de los años no sólo amplían sus vínculos en el mercado de estupefacientes estadounidense, sino que generalizan las rutas y el consumo de drogas ilegales por toda la región. La extensión de tráfico ilegal de drogas en la mayoría de los países de la región, ha conllevado a una serie de ajustes en la proyección exterior y de seguridad de EE.UU. Ello ha tenido implicaciones para la forma en que se realiza la militarización en la región y para los programas diplomáticos, económicos y de inteligencia que se encausan hacia los países de mayor interés en las Américas.
Valorando esas realidades, se reducen los grandes despliegues militares, siendo sustituidas por un mayor uso las Fuerzas de Operaciones Especiales en correspondencia con la concepción de la “Huella Ligera” (light footprint) y la “Guerra de Cuarta Generación”.[4] En ese contexto, varios países latinoamericanos aumentan las presiones tanto a nivel gubernamental como por parte de la sociedad civil para lograr, de forma paulatina, la despenalización y legalización del consumo de algunas drogas, particularmente la marihuana y algunos estupefacientes de origen sintético y semi-sintético. Según siga creciendo la demanda de drogas ilegales (DI) en los países se hace más difícil contener la oferta.
Entretanto, las multimillonarias ganancias del trasiego ilegal de drogas continúan incrementado la corrupción, el blanqueo de capitales y el fomento de paraísos fiscales y centros offshore; favoreciendo los fondos de los bancos y empresas transnacionales que participan o se benefician, de alguna manera, en las diferentes fases de este negocio.
Esa realidad amerita considerar el impacto económico de los flujos ilícitos transnacionales. El tráfico ilícito de cocaína genera anualmente montos superiores a los 85 mil millones de dólares. (UNODC, 2012) “Al año, el crimen organizado mundial mueve unos 870 mil millones de dólares. De esa cantidad, el narcotráfico maneja 320 mil millones de U$; 32 mil millones se movilizan por “trata de personas”; siete mil millones en torno al tráfico ilegal de migrantes; casi 80 mil millones por negocios delictivos relacionados con la madera y especies animales; 140 mil millones por juego de apuestas ilegales.” (Rambaldi, 2012)
Estas cifras dan una medida de la situación de los intereses y los vínculos con empresarios y políticos que tiene el crimen organizado trasnacional. Esa interconexión dificulta su enfrentamiento, dado el amplio abanico de oportunidades que se abren, ante las vulnerabilidades en la seguridad y la asistencia social que presentan los Estados-nacionales.
Los derroteros del crimen organizado transnacional, recrudecen los problemas socioeconómicos y políticos que padece Nuestra América, con un gran impacto sobre los procesos electorales, los proyectos de gobierno y la proyección exterior de los líderes de la región. Bajo esas circunstancias, el Consejo Sudamericano de Defensa (CSD), resulta una opción para el enfrentamiento, al menos de forma más autónoma, contra flagelo de las drogas. Esta Institución, creada como respuesta de la región, bajo la impronta del ex presidente brasileño Lula Da Silva, en el marco de la UNASUR, resulta un intento por dar respuesta, a los problemas más urgentes que atentan contra la paz y a seguridad latinoamericana.
Fortalecer los enfoques desde el sur al enfrentamiento antidroga es una necesidad existencial, ante las proyecciones del Comando Sur y el perfeccionamiento de las facilidades militares del hegemón en la región; la cual combinan con un paquete de cooperación en materia de asesoría jurídica, policial y “apoyo institucional”, que acentúan sus intereses sobre la región.
Según el último Reporte del Comando Sur, correspondiente al año 2014, se definen como 4 prioridades para las operaciones del comando: Detención “humana y digna” estadounidenses en: 1) Fuerza de Tarea Conjunta de Guantánamo, 2) Lucha contra la Delincuencia Organizada Transnacional (CTOC). 3) La creación de capacidad de los asociados, inter-operatividad, alianzas inter-institucionales, socios inter-agencias y 4) La planificación de contingencias. (US. Southcom, 2014)
Conforme a las prioridades se trabaja en el incremento de la seguridad pública, la estabilidad política, el estado de derecho, el fortalecimiento institucional, la eficiencia de los programas antidrogas y contra el trasiego ilegal de armas de fuego. En relación al problema de la corrupción se aprecia la corrupción en la región como amenaza a los intereses de seguridad nacional de EE.UU.
En consecuencia con la reducción del presupuesto, se mantiene la tendencia en los próximos diez años, a la reducción de los despliegues de personal, barcos y aviones producto de las limitaciones fiscales. Ello repercute en un menor poder de despliegue de ejercicios y actividades de participación una desproporción, pero esta tendencia se complementa con la mayor utilización de las Fuerzas de Operaciones Especiales (Huella Ligera).
Esta limitación de fuerzas reduce el poder de influencia en el plano de seguridad pero puede incrementar la influencia diplomática y la efectividad de las Fuerzas de Operaciones Especiales, que requerirán cada vez más de menor personal en el terreno de operaciones. Además, se reconoce la expansión sin precedentes de las redes criminales y pandillas violentas está afectando a la seguridad ciudadana y la estabilidad en la región. En ello tiene una importante relación con el efecto globo de la producción y trasiego ilegal de las drogas por toda la región, a partir de las estrategias fallidas en el control e interdicción de drogas lideradas por el gobierno estadounidense.
Respecto al trasiego de drogas, el citado informe refleja que la mayor parte de la heroína que se vende en los Estados Unidos proviene de Colombia o México, con un aumento en las sobredosis relacionadas con la heroína y muertes en EEUU. En consecuencia, el tráfico de cocaína sigue siendo la actividad más rentable y el reto de la seguridad predominante en toda la región, con un estimado de 84 mil millones en ventas anuales. (US. Southcom, 2014)
Por su parte, el Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos (INCSR) de 2014, de la Oficina de Narcóticos y Aplicación de la ley Asuntos Internacionales, refiere que la cooperación bilateral pasó de la entrega de equipo a gran escala, al entrenamiento y construcción institucional, así como a la expansión de programas a nivel Estatal y Municipal, más que Federal. (INCSR, Control Strategy Report, 2014) Ello se corresponde con las tácticas de seguridad más ajustadas a la realidad de cada territorio, que además reducen los gastos con el entrenamiento de fuerzas de seguridad en la región, y la utilización de terceros países como Colombia para ese fin.
Paralelamente, se trabaja en el fortalecimiento institucional a partir del sector judicial, encaminado a la reducción de la demanda de drogas y las iniciativas de una cultura de legalidad, las cuales tendrán mayor prioridad. En la lucha antidroga, continúan como temas centrales el trabajo en el fortalecimiento institucional, el Estado de derecho y la lucha contra el lavado de dinero fortaleciendo las leyes y las técnicas de interdicción. (INCSR, Control Strategy Report, 2014)
A pesar de que los delitos de blanqueo de capitales, corrupción, trasiego de armas de fuego y precursores químicos, forman parte esencial de la cadena criminal que apoya y reproduce el negocio de las drogas, estos resultan menos atacados que la esfera de la producción de estupefacientes. Ello tiene una razón eminentemente geoestratégica, puesto que su enfrentamiento supone la ubicación de facilidades militares en zonas de alto interés geopolítico y geo-económico para la élite del poder de EE.UU. Ello explica la continua penetración político-diplomática y de seguridad en regiones claves de la región, entre las que resaltan la Amazonía y la Triple Frontera, sin olvidar la importancia para su seguridad nacional de México y, en un segundo orden, los países más afectados de Centroamérica y del área caribeña.
La prioridad de México se evidencia también en el presupuesto solicitados por el gobierno de Obama para 2015. En el caso del Fondo de Apoyo Económico (ESF), se solicitaron 35 millones de dólares para México. Respecto al Control de Narcóticos y Aplicación de Ley (INCLE), se propone un gasto de 80 millones para ese país, con el objeto de dar continuidad a la Iniciativa Mérida y, en particular, al mejoramiento del estado de derecho y la institucionalidad. (Presupuesto Federal para el Departamento de Estado, 2014)
La militarización de la región se ha intentado justificar durante décadas porque una de las drogas ilegales (DI) consideradas más perjudiciales, la cocaína, registra sus mayores producciones en países de Latinoamérica, lo que ha servido de pretexto para profundizar el pilar militarista de las políticas antidrogas, a pesar de su manifiesto fracaso.  Sin embargo, en las trasformaciones ocurridas en la última décadas, se aprecia una mayor producción y consumo de drogas sintéticas. Los países que tradicionalmente eran productores y/o rutas han incrementado sus índices de consumo. La expansión de este problema de la subregión andina hacia toda Nuestra América, con sus particulares efectos en México y Centroamérica, evidencian el doble rasero del enfrentamiento de las políticas antidrogas de EE.UU.
Entretanto, las “(…) estimaciones de la cantidad de cocaína fabricada, oscilaron de 776 a 1.051 toneladas en 2011, cifra igual en gran medida a la del año anterior. Las mayores incautaciones de cocaína del mundo (sin ajustar la pureza) se siguen notificando en Colombia (200 toneladas) y los Estados Unidos (94 toneladas). El consumo de cocaína sigue disminuyendo en los EE.UU., el mayor mercado de cocaína del mundo. Por el contrario, un aumento significativo de las incautaciones se ha observado en Asia, Oceanía, América Central y del Sur y el Caribe en 2011.” (UNODC, 2013)
Los cambios de patrones de consumo en los principales mercados de la droga a nivel mundial (el estadounidense y el europeo) unido a los éxitos que han conllevado políticas antidrogas de mayor tolerancia y valoración a las culturas y las situaciones específicas de cada país y región, descolocan la intransigencia del gobierno estadounidense en la guerra contra las drogas. En estos cambios de los patrones de consumo, resalta el auge del trasiego de precursores químicos y el incremento del consumo de las drogas sintéticas. “Comercializadas como "drogas legales" y "drogas de diseño", (…) están proliferando a un ritmo sin precedentes y presentan desafíos imprevistos en el área de la salud pública. (…).” (ONUDC, 2013)
El dinamismo de la producción de drogas sintéticas, la variedad de sus tipos y formas de comercialización, desmonta las vías tradicionales de control e interdicción. Para que se tenga una idea, “(…) sólo en Europa se registraron en 2011 un total de 49 nuevos tipos de drogas sintéticas, lo que representa un récord en los últimos años, ya que en promedio cada semana llega al mercado una nueva droga. (…) entre 2010 y 2012, aumentó hasta 690 el número de páginas web que ofrecen sustancias estupefacientes producida en laboratorios, las así llamadas "drogas de diseño", bajo nombres como "Legal Highs" o "Herbal Highs".” (Notimex, 2013)
A pesar de estos cambios, Washington prosigue con la llamada política de mano dura contra las drogas hacia Latinoamérica; “justificándose” en la necesidad de interdicción de cocaína, cuando los estudios internacionales más avanzados revelan transformaciones en el consumo, que priorizan las sustancias sintéticas. La rigidez de esta política puede explicarse por los intereses colaterales que encierra para la política exterior y de seguridad de Washington en la región.
Independientemente de los cambios burocráticos que se realicen en los Departamentos de Estado y de Seguridad, en Latinoamérica y el Caribe continuará politizándose la lucha antidrogas. Para ello se perfecciona constantemente el poderío militar, político, diplomático e informacional destinado hacia la región, tanto con la penetración de fuerzas militares del gobierno como de contratistas y subcontratistas a su servicio. Las cuotas de control y poder que confiere la guerra contra las drogas a los intereses geoestratégicos de ese gobierno en la región, hacen factible realizar los cambios y matices necesarios, para prolongar el combate armado contra los grupos de narcotraficantes, cuánto sea posible y necesario.
Analizando la evolución y las tendencias de la lucha antidrogas en la política exterior y de seguridad de EE.UU. puede puntualizarse una mayor importancia de las políticas antidrogas estadounidense en las dinámicas político-diplomáticas y económicas entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe; donde crecen las implicaciones del capital trasnacional estadounidense en el blanqueo de capitales.
Además, se aprecia el auge de la tendencia a la despenalización y legalización del consumo de marihuana y algunas drogas de origen sintético, con disímiles consecuencias sociopolíticas y culturales. Ello tiene implicaciones para la relación norte-sur y para el sostenimiento de la errada guerra contra las drogas de Washington. Ese fenómeno cuenta con el impulso de los gobiernos de la región, donde se destacan los casos de Uruguay y Guatemala, con sus peculiaridades internas, que tienen como precedente las experiencias de países de Europa Occidental como Portugal y Países Bajos, donde se han registrado resultados favorables respecto a la reducción de la violencia y la inseguridad.
La legalización de las drogas blandas ha cobrado fuerza en la región, con el apoyo de figuras políticas como el ex presidente mexicano Vicente Fox, que el 19 de octubre de 2011 impartió una conferencia en el Cato Institute de Washington, abogando sobre la legalización de las drogas. Juan Manuel Santos se sumó a Fox en la no contención de la política impulsada para la legalización de las drogas.
El subsecretario general de la ONU y director de la división para América Latina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el chileno Heraldo Muñoz, argumentó ante una que: “ (…) ni el PNUD ni la ONU tienen posición sobre el tema, pero nos parece legítimo que se empiece a discutir, como han propuesto algunas personalidades, regularizar o legalizar algunas drogas (…) el narcotráfico acabará minando la democracia en América Latina si no se aborda desde el lado de los países consumidores” (El País, 2011)
Los efectos que pudiera conllevar a mediano y largo plazo un escenario de legalización y despenalización de las drogas, principalmente de las drogas marihuana, sin descartar el de otras sustancias de origen sintético, conllevaría a importantes modificaciones en las políticas antidrogas de Estados Unidos. La rígida posición de EE.UU. ante las presiones de movimientos y gobiernos parece desmontarse en el tiempo. Por otra parte, luego de la legalización en Washington y Colorado del consumo de marihuana, el tema a debate no sólo cobra importancia en la conformación de la política exterior y de seguridad de EE.UU. hacia el Hemisferio Occidental sino también en el orden interno. Los históricos problemas del consumo de estupefacientes y psicotrópicos en ese país obligan a una reevaluación sobre la visión y posibles acciones del gobierno en ambas direcciones.
En la pasada Cumbre de las Américas, celebrada en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, en abril del 2012, se evidenció la voluntad de algunos gobiernos latinoamericanos de estudiar los beneficios que podría producir para sus correspondientes países, una política de mayor tolerancia legal hacia el consumo de algunas drogas.
Para un análisis más holístico respecto a los flujos ilícitos trasnacionales, resulta pertinente interrelacionar el tráfico de drogas ilegales y su enfrentamiento con el trasiego de armas de fuego a la región, donde existen escandalosos precedentes que implican al gobierno estadounidense como la Operación Rápido y Furioso.
La relación de negocio de las drogas con otros delitos como la trata y contrabando, el lavado de dinero y el tráfico de precursores químicos, conllevan a una valoración más integral respecto a los flujos ilícitos transnacionales. El trasiego de precursores químicos, acelera el dinamismo del consumo de sustancias sintéticas. Ello tiene implicaciones prácticas en la modificación de las rutas y en su enfrentamiento, debido a las facilidades de su producción, puesto que no se requieren de territorios específicos.
Por otra parte, la ausencia de una colaboración multidimensional, limita el papel de las políticas públicas, ya que no se aprecia la importancia de la participación ciudadana en la credibilidad y la eficiencia de las políticas antidrogas. Para ello se necesita de una verdadera colaboración, que tome en consideración la visión de todas las partes y las características culturales, políticas y socioeconómicas de cada país y subregión; de manera que se diseñen estrategias que viabilicen la cooperación al desarrollo. Para lograr esos objetivos, es preciso que la colaboración abra un abanico de acciones hacia temas no militares, que incentiven la seguridad ciudadana, el desarrollo de la economía, la protección del medio ambiente y la seguridad ciudadana.
La persistencia de fórmulas militaristas y la continua politización de la lucha antidroga, denota el doble rasero de la guerra contra las drogas de Estados Unidos en la conformación de la política exterior y de seguridad hacia Nuestra América. Ante esa realidad, se necesita de la articulación de fuerzas políticas y actores diversos, que pugnen por una verdadera cooperación al desarrollo. Ello viabilizaría cambios trascendentales, donde se parta de un enfoque crítico, interdisciplinario y regional, sobre los diversos problemas asociados con los flujos ilícitos entre América Latina, el Caribe y EE.UU. En ello deben estar incluidos los actores estatales y no gubernamentales, regionales y trasnacionales, en aras de proveer alternativas de políticas cooperativas, que tengan en cuenta el carácter transfronterizo y trans-regional de ese flagelo.
Conclusiones
El tráfico ilícito de drogas es un problema de dimensión global. El impacto de este flagelo sobre la humanidad tiene consecuencias incalculables sobre la calidad de vida de la sociedad, la estabilidad política, la seguridad ciudadana y la gobernabilidad, por lo cual se ven seriamente afectados los países de la región. Estas circunstancias denotan un difícil panorama de inestabilidad en los países más afectados, lo que limita su capacidad para proyectar líneas políticas coherentes de manera unilateral, por lo que resulta insoslayable la búsqueda de consensos a nivel regional y la no por contradictoria menos necesaria, colaboración con el gobierno de Estados Unidos.
El mayor reto en esa dirección, radica en cómo ajustar esa colaboración para que no se comprometa la soberanía, la integridad territorial y la seguridad de los países de la región. A estas complejidades se suman las contradicciones entre las políticas desarrolladas por el gobierno de EE.UU. para contrarrestar el flagelo de las drogas con las normativas de mayor tolerancia que promueven varios gobiernos latinoamericanos.
Los mayores afectados con la sostenida militarización de la guerra contra las drogas siguen siendo los países de la región, que con el curso de los años no sólo amplían sus vínculos en el mercado de estupefacientes estadounidense sino que generalizan las rutas y el consumo de drogas ilegales por toda la región. La extensión del tráfico y consumo de drogas en la mayoría de los países de la región, amerita de nuevos re-ajustes en la proyección exterior y de seguridad de EE.UU. Sin embargo, ello pude conllevar a nuevas amenazas para la región, si bien existen mayores oportunidades para colaborar y plantear alternativas más autónomas en la lucha contra el flagelo de las drogas.
Valorando esas realidades, se reducen los grandes despliegues militares, siendo sustituidos por un mayor uso las Fuerzas de Operaciones Especiales (Huella Ligera) y la “Guerra de Cuarta Generación” con un mayor uso de las TICs para labores de monitoreo y enfrentamiento a los a los flujos ilícitos trasnacionales. Ello posibilita una militarización más efectiva y menos numerosa, que pudiera conllevar a confundir y reducir las “presiones” en el plano político- diplomático.
A pesar de que los delitos de blanqueo de capitales, corrupción, trasiego de armas de fuego y precursores químicos, forman parte esencial de la cadena criminal que apoya y reproduce el negocio de las drogas, estos resultan menos atacados que la producción de estupefacientes. Ello tiene una razón eminentemente geoestratégica, puesto que su enfrentamiento supone la ubicación de facilidades militares en zonas de alto interés como la Amazonía y la Triple Frontera, sin olvidar la importancia para su seguridad nacional de México, y en un segundo orden, los países más afectados de Centroamérica y del área del Gran Caribe.
En consecuencia, América Central, el Caribe y Perú se mantienen como prioridades y área de mayor dinamismo en asistencia de seguridad y se acoge Colombia como modelo y principal aliado geoestratégico. El mantenimiento de la militarización de la guerra antidroga por los sucesivos gobiernos estadounidenses de Reagan al presente, demuestra la prioridad que le otorga la élite del poder del Estado-Nación-Imperio, a la guerra contra las drogas en la política exterior y de seguridad hacia “Nuestra América” para el periodo 2015-2021.
Bibliografía
Acanda, J. L. (2002). Sociedad Civil y Hegemonía. La Habana, Cuba: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cuba “Juan Marinello”.
Andina. (25 de abril de 2013). Andina: Agencia Peruana de Noticias. Recuperado el 8 de mayo de 2013, de http://www.andina.com.pe/Espanol/noticia-el-negocio-las-drogas-mueve-al-ano-84000-millones-dolares-456398.aspx#.UjIVp3Lp8ps
Bagley, B. (31 de enero de 2011). Recuperado el 9 de marzo de 2012, de http://razonpublica.com/index.php/conflicto-drogas-y-paz-temas-30/1743-el-efecto-globo-o-por-que-se-esta-perdiendo-la-guerra-contra-las-drogas.html
Clinton, H. (junio de 2011). IIPDigital. Obtenido de http://iipdigital.usembassy.gov/st/spanish/texttrans/2011/06/20110623125007x2.171814e-03.html#ixzz7GotQjTrb
Clinton, H. (15 de diciembre de 2010). Obtenido de http://www.state.gov/j/tip/rls/tiprpt/2012/192366.htm
El País. (4 de octubre de 2011). Es legítimo que se empiece a discutir la legalización de las drogas. El País .
INCSR. (4 de March de 2013). Sitio Oficial del Departamento de Estado. Recuperado el 13 de agosto de 2013, de http://www. state.gov/j/inl/rls/nrcrpt/2013/.
INCSR, Control Strategy Report. (Marzo de 2014). Sitio oficial del Departamento de Estado. Recuperado el 30 de 2014 de marzo, de http://www.state.gov/j/inl/rls/nrcrpt/2014/vol2/222461.htm
Isacson, A., Haugaard, L., Poe, A., Kinosian, S., & Withers, G. (2013). Hora de Escuchar: Tendencias en Asistencia de Seguridad de los EE.UU. hacia América Latina y el Caribe. Obtenido de http://www.wola.org/sites/default/files/downloadable/Regional%20Security/Time%20to%20Listen/Hora%20de%20Escuchar.pd
JIFE. (2013). Informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes correspondiente a 2012. Naciones Unidas, JIFE; Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, Nueva York.
Kurata, P. (11 de febrero de 2013). Kerry dice que cumplirá con la promesa de la democracia de Estados Unidos. Washington. Recuperado el 25 de febrero de 2013, de http://iipdigital.usembassy.gov/st/spanish/article/2013/02/20130211142402.html#axzz2LwVoUW3
Notimex. (5 de marzo de 2013). Notimex. Recuperado el 4 de mayo de 2013, de http://www.altonivel.com.mx/34446-en-aumento-creacion-y-consumo-de-drogas-sinteticas-onu.html
OEA. (2013). OEA. El problema de las drogas en las Américas. . Organización de Estados Americanos, Secretaría General.
Presupuesto Federal para el Departamento de Estado. (5 de marzo de 2014). Departamento de Estado. Recuperado el 3 de abril de 2014, de http://www.state.gov/documents/organization/222898.pdf
QDDR. (2010). State Department. The First Quadrienal Diplomacy and Development Review. Leading Through Civilian Power. Departamento de Estado, Washington D.C.
Rambaldi, H. G. (16 de 9 de 2012). El Ciudadano. Recuperado el 3 de diciembre de 2012, de http://www.elciudadano.cl/2012/09/16/57294/870-mil-millones-de-dolares-maneja-el-crimen-organizado/
Southern Command. (2013). Posture Statement to Congress. United States, Southern Command, Miami.
UNODC. (2011). Informe mundial sobre las Drogas 2011, Situación del consumo, la producción y el tráfico de drogas ilícitas a nivel mundial, UNODC. Obtenido de http://www.unodc.org/documents/data-and-analysis/WDR2011/ExSum-tran
UNODC. (2012). Sitio Oficial de la UNODC. Recuperado el 4 de enero de 2013, de http://www.unodc.org/documents/southerncone//Topics_drugs/WDR/2011/Executive_Summary_-_Espanol.pdf
UNODC. (26 de junio de 2013). Sitio Oficial de la UNODC. Recuperado el 2 de diciembre de 2013, de http://www.unodc.org/lpo-brazil/es/frontpage/2013/06/26-world
US. Southcom. (26 de febrero de 2014). Sitio Oficial del Comando Sur. Obtenido de http://www.southcom.mil/Pages/Default.aspx
USAID. (2011). USAID’s Policy Framework 2011-2015.
Valenzuela, A. (6 de enero de 2011). Obtenido de En: http://spanish.panama.usembassy.gov/sp010611.html
White House. (3 de diciembre de 2013). LA CASA BLANCA, Oficina del Secretario de Prensa, Hoja Informativa: Estados Unidos y Colombia, socios estratégicos. Obtenido de http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2013/12/03/hoja-informativa-estados-unidos-y-colombia-socios-estrat-gicos
Youngers, C., & Rosin, E. (2005). Drogas y democracia en América Latina. El impacto de la política de Estados Unidos. Buenos Aire: Editorial Biblos.




[1] El “smart power” es un concepto ideado por Suzanne Nossel, quien lo acuñó en un artículo del año 2004, publicado en la revista Foreign Affairs donde “(…) proponía la política del Internacionalismo Liberal y sugería al gobierno estadounidense utilizar el poder militar y otras formas de poder blando ("soft power") de forma alternativa y según las circunstancias.(Nossel, 2004)
[2] En la actualidad Roberta Jacobson se desempeña como Subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental.
[3]En la actualidad Estados Unidos apoyan 11 programas SIU en todo el mundo. En el Hemisferio Occidental, se sabe que operan en Belice, Panamá, Guatemala, México, Colombia, Ecuador, Perú y República Dominicana. (Isacson, Haugaard, Poe, Kinosian, & Withers, 2013, pág. 9)
[4]Guerra de IV Generación originó en 1989 cuando William Lind y cuatro oficiales del Ejército y del Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos, titularon un documento: "El rostro cambiante de la guerra: hacia la cuarta generación". Ese año, el documento se publicó en la edición de octubre del MilitaryReview y la Marine Corps Gazette. En 1991 Martín Van Creveld publicó La Transformación de la Guerra obra que le daría cuerpo intelectual a la Guerra de IV Generación.

El Triángulo Norte: Los países que no lloran a sus muertos

por Suchit Chavez and Jessica Avalos*
Escena del crimen en Tegucigalpa, Honduras Escena del crimen en Tegucigalpa, Honduras
En los tres últimos años, 48.947 personas fueron asesinadas en el triángulo norte, la región más violenta del mundo, conformada por Guatemala, Honduras y El Salvador. En esos tres años, estos países lograron condenas para 2.295 de estos casos, dejando en la impunidad al 95 por ciento de los homicidios. Esta es la realidad de miles de víctimas en la región: Estados que no garantizan justicia ni programas especiales de atención a las víctimas de esta excesiva violencia.
***
Cuando mataron a la niña, ella tenía dos años y yo 16. Era mi primera y única hija. Ese día íbamos para una vigilia. Íbamos caminando en la calle. Cuando habíamos pasado por donde estaba manchado por los mareros, salió un hombre que iba algo bolo. Atrás de él venía otro con un arma y empezó a disparar. La niña iba caminando a la par de nosotros. Cuando yo volví atrás, porque se oían como que eran cohetes, uno le estaba disparando al otro. Quisimos irnos, pero ya le había caído un disparo a la niña. El papá la chineó. Ni vimos cómo fue que le cayó. La niña iba con vida, pero al poco que caminamos ya no. Hubiera sido peor verla sufrir. Son cosas que pasan.
Los siguientes son extractos de un artículo que apareció originalmente en La Prensa Gráfica y fue publicado con el permiso de los autores. Vea el artículo original aquí.
Después oímos que habían capturado al hombre ese, pero a saber si será el mismo porque agarraron a varios. No se sabe si estará preso. ¿Y va a salir en el diario que hoy aquí vivo? Muy peligroso, mejor ni mencione mi nombre. Y tampoco que diga para dónde nos vinimos. Desde octubre estoy aquí. Aquí es más tranquilo, no es como en Mejicanos, aunque hoy casi en todos lados está igual.
(La niña de dos años quedó en medio de fuego cruzado en Mejicanos, en San Salvador. La madre de la niña, que hoy tiene 17 años, espera a su segundo hijo. Tiene cinco meses de embarazo).
***
El epíteto de Triángulo del Norte fue originalmente recibido como un distintivo comercial, muy lejos de lo que ahora significa: un sinónimo de violencia. El Salvador, Guatemala y Honduras comenzaron a ser conocidos como el triángulo norte después del 12 de mayo de 1992, tras la firma de un tratado comercial en Nueva Ocotepeque, Honduras. Aunque el nombre se hizo popular años después, en 2001, luego del inicio del Tratado de Libre Comercio con México.
Han pasado 13 años y lo comercial ha dado paso a otra fama. Durante 2013, el triángulo norte volvió a ser la región más violenta del mundo. Volvió. El calificativo se lo puso Naciones Unidas un año antes, cuando la tasa de homicidios, la que sirve para determinar la incidencia de la violencia, superó las 50 muertes por cada 100.000 habitantes.
Solo en 2013 hubo 15.328 homicidios en el triángulo norte. Cuando se amplía la vista hacia atrás, entre 2011 y 2013, las cifras dan idea del cementerio centroamericano: 48.947 tumbas en esos tres últimos años. La multiplicidad de homicidios ha devenido en que el triángulo deje de nombrar sus víctimas y solo las cuente, las acumule.
Cada país, en mayor o menor escala, ha puesto su cuota. En Guatemala, por ejemplo, hubo 18.450 homicidios entre 2011 y 2013. El secretario de política criminal del Ministerio Público de ese país, Alejandro Rodríguez, aporta una muestra de cómo los homicidios, la violencia, se trivializaron entre los guatemaltecos. Rodríguez cuenta que desde 2009, cuando Guatemala tenía una tasa de 46 asesinatos por 100,000 habitantes, a Nuestro Diario, uno de los periódicos guatemaltecos, ya no le decían Nuestro Diario: le apodaban Muerto Diario.
“Le cambiaron el nombre a Muerto Diario porque solo fotos de muertos ponían”, comenta Rodríguez el 11 de febrero de 2014, desde su despacho en Ciudad de Guatemala. Hace una pausa, se sonroja y suelta una carcajada.
***
Los primeros días me fastidiaba ver la felicidad en las demás personas. La gente no tenía la culpa, pero yo tenía una amargura, un resentimiento a más no poder. Estaba reclamándole a Dios. Le decía: “Señor, ¿por qué? Si yo te los encargaba todas las noches: ‘Señor, te encomiendo a mis hijos, tú los ves, yo no’”. Pasé como tres meses que no quería saber nada de Dios. Me preguntaba por qué a esa edad, por qué de esa manera. Me dolía tanto pensar qué pudo haber sentido mi muchachito, qué dolor. Si una como madre dice “¡púchica, se me cayó mijo!”, y uno los levanta y aunque sea saliva les pone. Y yo no estuve con él en ese momento.
(Olinda Escobar, madre de Cristofer López Escobar, asesinado el 22 de enero de 2011 dentro de la iglesia El Calvario Bethesda, ubicada en el municipio de San Miguel Petapa, Guatemala. Cristofer, de 20 años, fue asesinado cuando participaba en el velorio de uno de sus mejores amigos).
***
En total, 9.464 personas fueron asesinadas en El Salvador entre 2011 y 2013, con la tregua entre pandillas incluida, ese pacto que el presidente Mauricio Funes se ha negado a reconocer como estrategia propia, iniciado en marzo de 2012. La tregua, que disminuyó considerablemente la cantidad de homicidios en El Salvador, no ha conseguido, sin embargo, que la violencia cese en el país. Es más, los asesinatos han comenzado a incrementarse, pese al pacto, desde julio de 2013, algo que llevó a decir al director de la Policía Nacional Civil salvadoreña, Rigoberto Pleités, el 3 de marzo de este año, que la tregua “técnicamente ya no existe”.
En esos mismos tres años, los tribunales de Sentencia salvadoreños dictaron 490 condenas en casos de homicidios, según datos proporcionados por la Fiscalía General de la República. 490 condenas. Lo que equivale a poco más del 5 por ciento de los homicidios cometidos esos mismos años. Una resta deja poco margen de maniobra al optimismo: el porcentaje de impunidad en El Salvador supera el 94 por ciento.
***
En la noche me mandó un mensaje. Como a las 8:20 me lo mandó, donde me decía que le dijera a mi papi y a mi mami que iba a venir más tardecito. Que no se preocuparan, que estaba bien. Cerca de las 9 de la noche yo oí el disparo. Cuando salimos era un gentío terrible. A él lo estaban montando en un carro, pero ahí no cabía. Entonces lo sacaron y lo metieron en un pick up, que hasta la vez no sabemos ni quién fue que nos llevó. Mis papás se quedaron, porque mi mami cuando llegó se impactó y ya no se pudo mover. Un primo y yo nos subimos para llevarlo al hospital. Prácticamente llevaba el balazo aquí y el ojo iba... Pero iba vivo porque… bueno, nosotros somos cristianos, y yo iba pidiéndole tanto al Señor que nos diera la fuerza para resistir. Entonces, él iba vivo porque me llevaba a mí agarrada de la mano, me la apretaba tan duro. Y entonces llegamos al hospital.
(Claudia, hermana de un joven asesinado en La Libertad, el 11 de febrero de 2011, quien prefirió no identificarse. Guardó el último mensaje que su hermano le envió a su teléfono durante dos años, el mismo que relata al inicio de esta historia. Lo perdió porque el teléfono se le arruinó).
***
A la par de la morgue de Tegucigalpa hay una funeraria. Se llama Los Olivos. Tiene 40 años de fundación y 14 de tener esta sucursal. El olor a putrefacción es perceptible a oleadas espaciadas, en esta sala donde brilla el barniz de los ataúdes. Marta Ordóñez, una de sus encargadas, cuenta que la mayor parte de servicios son por homicidios. “Las muertes violentas son más que todo por los narcotraficantes”, dice. El trabajo no escasea aquí.
Etelinda López, asistente de patología de Medicina Forense de Honduras, explica que de cada 10 ingresos a la morgue, entre siete y ocho son por muertes violentas. Y mientras admite que existen deudas con los familiares de las víctimas para brindarles un tratamiento más digno –Honduras, como Guatemala o El Salvador, tampoco tiene una entidad de atención a víctimas–, revela precariedades de su trabajo: en ocasiones no tienen ni combustible para trasladar los cadáveres. Medicina Forense solo tiene tres oficinas donde se hacen las autopsias de todo el país: Tegucigalpa, San Pedro Sula y La Ceiba.
“No todas las muertes violentas se van por autopsia, porque en algunos casos no tenemos manera de transportar los cuerpos. Nosotros somos una regional que abarca toda la zona central, el sur y el oriente del país. Y dentro de estas zonas tenemos unas muy violentas, como Olancho, en las que hay una gran resistencia en que los cuerpos sean trasladados a Medicina Forense”, dice López. Para algunos, entonces, no hay autopsia. Si no la hay, no existe un documento que establezca siquiera si se trata de un homicidio o no. Y si no se establece, menos aún se judicializa. En Honduras, según datos de la Corte Suprema de Justicia, de cada 100 asesinatos solo en tres se condena al responsable. Otra manera de decirlo: la impunidad en el país más violento del triángulo norte es del 97,44 por ciento.
En Honduras han asesinado a 21.033 personas durante los últimos tres años, de 2011 a 2013. Eso es un promedio de 19 personas que han muerto de forma violenta cada día. Buena parte de estas tiroteadas, según las estadísticas del Observatorio de la Violencia del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS) de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Esto, en términos prácticos, es una inundación de imágenes de personas baleadas, desmembradas y estranguladas en los informativos televisivos hondureños, bajo etiquetas como “racha sangrienta”. Múltiples cuadros en el Bajo Aguán, en San Pedro Sula y en Tegucigalpa de víctimas para las que no hay responsables la mayor parte de las veces. Hay, incluso, reporteros destacados en la morgue de Medicina Forense. Si no ha habido fallecidos ese día, seguro que pronto habrá uno.
“El problema es que cuando un Estado no investiga y no judicializa, le da la oportunidad a las personas primero de que puedan armarse, que puedan tomar la justicia por sus propias manos. Cuando no evidenciamos la realidad y no somos transparentes en decirla, eso da pie para que mucha gente sienta que hay una impunidad. Pero luego es que necesita tomar la justicia por sus propias manos”, opina Migdonia Ayestas, directora del Observatorio de Violencia.
***
La persona que me lo mató ya me lo tenía controlado y le dio por detrás. Una vecina, que vivía como a cuatro casas de la nuestra, me lo mandó a comprar una recarga. Cuando él regreso, esta persona me le disparó por detrás. El niño quiso defenderse porque tenía un disparo en la mano. Si me lo hubieran agarrado de frente, talvez me lo hubieran herido, pero no me lo hubieran matado, porque me le dieron en la cabeza. Me le dieron con qué odio... tenía disparos en la espalda y en la cabeza. Es duro. Créame que es duro. Trato de salir adelante porque tengo a mi otro hijo, pero mi vida cambió definitivamente. Yo abría el negocio de lunes a domingo y solo los fines de semana me iba a dormir a la casa. Mi mamá me los cuidaba de lunes a viernes, pero desde que pasó lo de mi hijo me di cuenta de que no vale la pena y ya no trabajo ni sábado ni domingo.
(Edith, quien escogió usar ese nombre para esta historia, madre de un joven de 15 asesinado en Soyapango el 19 diciembre de 2010. El hijo de Edith cursaba noveno grado).
***
“Escalofriante corrupción policial” fue el titular de portada del periódico hondureño El Heraldo el 5 de febrero de 2014. Esa publicación especial hizo referencia a 202 policías investigados por delitos de corrupción, sicariato y tumbes de droga. También se mencionaba que algunos policías, en vez de ser depurados y enjuiciados, estaban siendo retirados “con honores” de la Policía Nacional. El tufo a narcotráfico está impregnado en el imaginario de la violencia hondureña, como el de las pandillas en el salvadoreño.
El fiscal general de Honduras, Óscar Chinchilla, lo admite sin mucho problema. “Tenemos en alguna medida que fortalecer la situación de nuestro país con el tema del control y el ingreso de las drogas. No todos los homicidios tienen como causa el narcotráfico pero sí un componente fuerte es la violencia que se genera por este tema”, explica el funcionario.
El fiscal Chinchilla, en una entrevista realizada el 7 de febrero en su despacho de Tegucigalpa, se negó a proporcionar la cifra de efectividad en investigación y el número de fiscales asignados a la Unidad de Vida, creada en 2013 específicamente para casos de muertes violentas. Tampoco brindó la carga de casos por cada fiscal. Honduras (eso sí lo confirmó) tiene 619 fiscales distribuidos en todas las unidades del país. Si todos estos se dedicaran únicamente a investigar homicidios, para resolver los 21.033 de 2011 a 2013, tendrían una carga de 33 casos cada uno.
***
Cuando mi esposo se paró en el portón, se me fue la vida. Yo lo miré llorando. ¡Ay, Dios mío, lo perdí entonces! Mi hijo, que no compraba nada si yo no le daba el visto bueno. Cuando mi hijo vivía aquí, mi esposo decía: “Están los dos novios platicando”, porque él me contaba todo. Era un hijo... Y su iglesia no la dejaba. Y con sus hermanos también... Yo hasta la vez me cuestiono y me digo “¿Por qué?” Es que aquí no hay justicia, no hay justicia.
Yolanda Ávila, 62 años, madre de Érick Alexánder Martínez Ávila, asesinado en Tegucigalpa el 7 de mayo de 2012, a los 33 años. La primera vez que Yolanda vio llorar a su esposo fue cuando mataron a su hijo. Tienen 36 años de casados).
***
El Observatorio de la Violencia donde trabaja Migdonia Ayestas es parte de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. La rectora que menciona Yolanda Ávila, madre de una de las miles de víctimas de violencia en Honduras, es Julieta Castellanos. Su hijo, Rafael, fue asesinado Tegucigalpa en 2011.
Ayestas, la directora del Observatorio de IUDPAS en Honduras, señala que la Secretaría de Seguridad les ha negado, desde julio de 2011, algunas estadísticas de homicidios que solo tiene la Policía. Pero el observatorio se vale de la contabilización cruenta de los medios de comunicación para suplir ese subregistro, pero ¿cuál es el problema?
“Si no registramos un homicidio, si un familiar o mi familiar no se registró, obviamente no existe. Sigue vivo. O está desaparecido. Pero esa persona murió. Hay evidencia de que lo enterraron, que tiene nombre, apellido, sexo, un contexto en que ocurrió”, advierte la directora del IUDPAS.
 ***
Sí, a mí me dieron una bala también en la espalda. Fue el 7 de diciembre de 2011. Íbamos a diligencias normales de una pareja. Era un día bueno, porque yo estaba sin empleo. Estaba con consultoría entonces. Consultoría a veces hay y a veces no hay. Para él era un buen día, porque su modesto, muy modesto, sueldo que tenía como asesor le tocaba cobrarlo. Y a mí me salía una nueva consultoría. O sea, quiere decir que era un día radiante para nosotros, un día feliz. Pues bajamos y nos dispararon en el camino. Le dispararon a él. Yo no me di cuenta porque a mí me balearon también. Nos estrellamos contra un poste. Pero mi esposo ya estaba medio muerto. Yo me estrellé porque lo vi que estaba herido de muerte. Donde lo vi, inmediatamente como por arte de magia, salió la policía. La policía resguardando. O sea, todo estaba muy custodiado. Yo creo que fue un crimen totalmente… No fue un policía quien lo mató, pero la policía cuidó que el asesinato saliera muy bien.
(Hilda Calderas, 56 años de edad, esposa de Alfredo Landaverde, experto en temas antidrogas y exasesor de seguridad asesinado el 7 de diciembre de 2011 en Tegucigalpa, a los 71 años. Antes de comenzar la entrevista hizo una pausa silenciosa de un minuto, mientras el pianista del Hotel Honduras Maya tocaba la canción “Hello Dolly”, la que siempre tocaba cuando ellos entraban a ese hotel, el mismo donde se casaron el 5 de febrero de 1981. Exactamente 33 años antes de esta entrevista).
***
El Salvador tiene una Dirección Nacional de Atención a Víctimas, que fue creada en 2011. Esa oficina, adscrita al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, tiene 20 empleados y un presupuesto anual de US$172.000. Esas 20 personas atendieron a 143 personas el año pasado, en su mayoría víctimas de violencia intrafamiliar, de trata de personas o amenazas. Ningún familiar de víctima de homicidio.
“Es primera vez que en tema de seguridad se mete el tema de dar repuesta a todo el drama que sufren la víctimas en El Salvador, porque siempre se habían dejado de lado. Se está iniciando con la fase de procurar la atención psicológica, jurídica, social a las víctimas. Se requeriría mucho más dinero para poder ayudar a las víctimas de homicidio”, reconoce la directora de Atención a Víctimas, Fátima Ortiz.
La dirección hizo el cálculo de cuánto le cuesta al país la atención de cada una de las víctimas. Atender a una víctima de violación, por ejemplo, supone una erogación de US$5.000, que incluyen: asesoría legal, psicológica, víveres, alojamiento, alimentación y transporte durante seis meses. Han estimado que la atención para las víctimas de violencia rondaría los US$3.500. Necesitarían por lo menos US$8.7 millones para atender al menos a un familiar (madre, hijo, esposa, esposo) de las 2.499 víctimas de homicidio de 2013.
“Dentro de nuestro objetivo dice ‘restaurar el tejido social’, porque sabemos que si no va a seguir la enfermedad, pero también al nacer se nos dio el mandato superamplio: homicidios, todos los delitos. Sabemos que tendríamos que focalizar. Creo que va a ser parte del nuevo gobierno que venga a tomar ese tipo de decisiones”, agrega Ortiz.
* El reportaje para este artículo se realizó como parte de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, un proyecto del Centro Internacional para Periodistas (ICFJ, por sus siglas en inglés) en alianza con CONNECTAS. Este artículo apareció originalmente en La Prensa Gráfica y publicado con el permiso de los autores. Vea el original aquí.
Fuente: InSight Crime

martes, 22 de abril de 2014

El uso de drones en Latinoamérica: riesgos y oportunidades

                                                                          por Marguerite Cawley
Avión no tripulado israelí "Hermes" en Brasil Avión no tripulado israelí "Hermes" en Brasil
El uso de aviones no tripulados con fines de vigilancia está ganando popularidad en los países de Latinoamérica debido a sus ventajas tecnológicas, pero actualmente, su uso carece de un marco legal. Aunque comúnmente las personas asocian a los aviones no tripulados con ejecuciones extrajudiciales, su uso sin una reglamentación en esta región plantea un conjunto diferente de cuestiones, relativas a los Derechos Humanos y a la soberanía.
Actualmente catorce países de la región poseen vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés), comúnmente conocidos como drones. Si bien su uso, o su uso previsto, ha incluido el seguimiento de actividades agrícolas o la filmación de protestas para la cobertura de los medios de comunicación, varios ejércitos han estado aumentando su despliegue en operaciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR, por sus siglas en inglés).
Actualmente, Brasil tiene el mayor número de aviones no tripulados en la región, y también está haciendo grandes esfuerzos para aumentar la producción nacional de UAVs. El ejército y la policía del país han utilizado aviones no tripulados israelís para controlar el tráfico de drogas y el contrabando, particularmente en las regiones fronterizas, mientras que la marina emplea pequeños aviones no tripulados para vigilar la costa.
Mientras tanto, se ha informado que el mercado de aviones no tripulados de México se multiplicó por siete el año pasado, convirtiéndolo en el mayor mercado en Latinoamérica para esta tecnología. Adicionalmente, Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Perú, Uruguay y Venezuela, todos poseen aviones no tripulados y se encuentran trabajando en el desarrollo de su propia tecnología de ellos.
Actualmente, Israel es el principal proveedor de aviones no tripulados de Latinoamérica, habiendo suministrando a la región US $ 500 millones en aviones no tripulados entre 2005 y 2012. La mayor venta que hizo el país durante este tiempo fue de 14 aviones a Brasil en 2010, por un total de US $ 350 millones. Por su parte, China, Rusia e Irán, proporcionaron asistencia a Venezuela en el desarrollo de su primer avión doméstico no tripulado.
A pesar de que Estados Unidos es uno de los principales proveedores de ayuda en seguridad que tiene la región, se ha mantenido, en gran medida, por fuera de la industria de aviones no tripulados en Latinoamérica. Esto se debe en parte a los controles relativamente estrictos en cuanto a quiénes tienen permitido vender las empresas manufactureras estadounidenses.
Sin embargo, Colombia ha estado utilizando aviones no tripulados estadounidenses desde 2006, según un cable de WikiLeaks; y Estados Unidos utiliza aviones no tripulados Predator B -la versión desarmada de su MQ-1 Predator, utilizado por sus homólogos en Irak y en Afganistán- en México para la vigilancia transfronteriza.
Actualmente, los aviones no tripulados de la región son vehículos desarmados utilizados para la recolección de inteligencia sobre grupos de narcotraficantes y guerrilleros, para monitorear la deforestación, y para controlar la inmigración ilegal. La potencial presencia de aviones no tripulados armados en Latinoamérica probablemente todavía está a años de suceder, según el Consejo de Asuntos Hemisféricos (COHA, por sus siglas en inglés), esto se explica por lo fuertemente custodiada que se mantiene esta tecnología en los países que la poseen. Sin embargo, la "sed de una mayor militarización" hace de los aviones no tripulados armados una posibilidad real para el futuro.

Análisis de InSight Crime

El uso de aviones no tripulados en Latinoamérica presenta una serie de oportunidades y desafíos sin precedentes. Ofrecen la posibilidad de monitorear territorio que antes no era controlado, lo que en las densas regiones selváticas de Latinoamérica podría ser una herramienta muy útil para hacer frente al tráfico de drogas, personas y armas, así como a otras actividades criminales. Los aviones no tripulados "Argus" de Estados Unidos pueden detectar movimiento en un área de 100 kilómetros cuadrados.
También han demostrado su eficacia: en junio de 2012, las autoridades bolivianas acreditaron a un avión no tripulado de vigilancia brasileño por el descubrimiento de 240 laboratorios de droga en el departamento de Santa Cruz, en Bolivia. Además, los aviones no tripulados requieren menos mantenimiento o combustible que los aviones tradicionales, son relativamente baratos, y no implican costos humanos en lo que respecta a la tripulación o a la pérdida potencial de vida.
Sin embargo, estas mismas ventajas tecnológicas también han planteado serias preocupaciones acerca de su uso. Mientras que mucha gente oye las palabras "avión no tripulado" y de inmediato se estremece, pensando en los ataques con aviones no tripulados armados por parte de Estados Unidos a los grupos terroristas de Medio Oriente que han matado a numerosos civiles, en Latinoamérica, las preocupaciones se centran sobre todo en la falta de regulación o supervisión civil frente al uso de aviones no tripulados desarmados.
En la actualidad, no existe un marco legal que regule el uso de los aviones no tripulados domésticos en los países de Latinoamérica, excepto en Brasil, mientras que el control de esta tecnología sigue permaneciendo sobre todo en manos militares. Tampoco existen tratados internacionales para regular el uso de aviones no tripulados.
Los defensores de Derechos Humanos han expresado su preocupación por las implicaciones de los aviones no tripulados cuando son utilizados en la vigilancia masiva. En una reunión reciente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el abogado argentino de Derechos Humanos, Santiago Cantón dijo que “Cuando la gente quiere manifestarse públicamente los drones pueden tener un efecto negativo y pueden intimidar a la gente para que no lo haga”.
Esta es una preocupación particular en ciertos países de Latinoamérica, en los que existe una historia de represión política y de silenciamiento a la oposición. Ya hay mucha preocupación por la libertad de expresión en países como Venezuela y Ecuador, donde los medios de comunicación son objeto de detenciones, amenazas y multas, y en Brasil, donde el Estado fue acusado de implementar fuerza ilegal contra los manifestantes el año pasado. Los aviones no tripulados plantean la posibilidad de una situación de tipo "gran hermano” en la que los derechos ciudadanos son reprimidos todavía más a través del espionaje y de la vigilancia constante.
Otra preocupación radica en las posibles implicaciones del uso de aviones no tripulados que violen la soberanía, algo que ya ha dado lugar a algunos enfrentamientos políticos. Uruguay, Paraguay y Argentina han acusado a Brasil por el uso sin autorización de UAVs con fines de vigilancia en sus territorios, sobre todo en la región de la Triple Frontera, que bordea a los dos últimos. El exministro de Defensa de Colombia, Gabriel Silva, admitió en 2012 que durante el gobierno del expresidente Álvaro Uribe, Colombia realizó operaciones de inteligencia no autorizadas con aviones no tripulados en Venezuela.
Si los aviones no tripulados armados fueran a entrar en la mezcla en el futuro, el problema que presenta esta "zona gris", en lo que respecta al uso apropiado de ellos, podría, de manera previsible, llegar a ser más grave. Hay un precedente aquí, con una tecnología diferente: en 2008, Colombia lanzó "bombas inteligentes" hechas en Estados Unidos -armas dotadas con orientación GPS- a través de la frontera hacia Ecuador para matar al comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia (FARC), Raúl Reyes. Las consecuencias de esto condujeron a más de un año de tensas relaciones entre las dos naciones.
El uso de aviones no tripulados también plantea otra pregunta: ¿qué pasa si esta tecnología cae en las manos equivocadas? Según COHA, la dificultad para armar y utilizar aviones no tripulados reduce la posibilidad de un uso criminal, pero los grupos criminales constantemente están perfeccionando sus técnicas y usando una maquinaria más sofisticada, y no sería imposible para ellos adquirir la tecnología de empresas privadas. En manos criminales o insurgentes, incluso un avión desarmado sería una poderosa arma de inteligencia.
A la larga, los aviones no tripulados ofrecen nuevas soluciones de inteligencia y vigilancia, y pueden ser implementadas con éxito en la lucha contra el crimen organizado, pero es esencial que su uso sea monitoreado de cerca. Regulaciones nacionales e internacionales tendrán que ser implementadas para asegurarse de que los aviones no tripulados no estén siendo utilizados para las razones equivocadas, por las personas equivocadas, o sin la autorización de los países vecinos. Si esto se hace de manera eficaz, su uso podría representar oportunidades interesantes para la llamada cooperación "sur-sur", en los esfuerzos antinarcóticos y contra el contrabando.
Fuente: Insight Crime

lunes, 21 de abril de 2014

Para Gabriel García Márquez, nuestro Gabo






Ha muerto Gabo, se ha ido del mundo de los mortales uno que probó la inmortalidad desde mucho antes. Se ha ido pero está aquí, porque ha dejado en cadauno de aquellos que tuvieron la oportunidad de saborear alguno de sus escritos, ya seansus novelas, suscuentos, o un simple párrafo que hallaron tras una tecla mal dada, la inolvidable sensación de confrontar las letras de un genio.
Todos los que tuvimos el privilegiode conversar con el mago de las letras, el maestro de la comunicación, el hombre que hacía con escritos sueños y andares;que nos sumergía en amoríos y aventuras añoradas, y nos hacía latir el alma desde su proverbial prosa; entendimos con él, la pasión y el misterio que encierran el amor y otros demonios.
Todos los que tuvimos ese privilegio, sentimos como una perdida nuestra la muerte física de tan extraño ser humano, de esos que creanuna idea  en cada letra que redactan, que inspiran ilusiones y hacen historia,porque entre letras e ideas supieron construir un mundo mejor para nosotros.
Por eso hoy vive en cada uno de nosotros, y se expande hacia nuevas generaciones y a otros que por determinadas circunstancias, no llegan a su obra sino después de su muerte. No importa cuando se llegue a la obra de un genio, ni la diferencia de época, las circunstanciasespecíficas o las diferencias culturales, lo que es seguro es que para todos, su palabra escrita quedará impregnada en algún espacio de nuestra memoria.
Por esas extrañas sacudidas que causa su original sentido de las palabras, la muerte de Gabo se siente como una pérdida de alguien cercano, pues desde la perspectiva de cada lector lo fue. Y es que el dejó en toda su obra, su peculiar impresión sobre una realidad común.
Descubrió Nuestra América para el mundo y mostró cuanta valía existen en el amor y otras pasiones, tras cien años de soledad;el amor en los tiempos de cólera y, casi sin proponérselo, redactó desde mucho antes, su crónica de una muerte anunciada.
Por ese peculiar legado, cada uno de sus lectores se acuerda de él,desde una frase endemoniada, una oración paradigmática, o una simple palabra que ubicada en el lugar adecuado, marcó una parte importante de nuestro sentir.
Por esa extraña y maravillosa sensación, hoy lo homenajeamos desde nuestra más íntima memoria, porque fue, es y será, nuestro Gabo.



Desde La Habana, 18 de abril de 2014
Alejandro L. Perdomo Aguilera

jueves, 17 de abril de 2014

The New York Times: Los programas secretos de la USAID dañan a EEUU



ZunZuneo The New York Times publica hoy un artículo de Peter Kornbluh en el que asegura que asegura que los programas de la USAID, “no sólo son contraproducentes, sino una violación absoluta de la soberanía de Cuba”.
A continuación el texto del artículo:
Hay un mundo de diferencia entre los programas estadounidenses de ayuda exterior que apoyan abiertamente el desarrollo democrático, los derechos humanos y el progreso socioeconómico, y el tipo de operaciones clandestinas dirigidas al cambio de régimen que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha estado ejecutando en Cuba bajo la apariencia de una programa de promoción de la “democracia”. Esos programas no sólo son contraproducentes, sino una violación absoluta de la soberanía de Cuba, socava los intereses estadounidenses a favor de una transición política y económica, que se produce lenta pero constante en Cuba, y pone en peligro las misiones legítimas de la USAID en todo el mundo.
La USAID se creó en 1961 para ayudar a Estados Unidos a ganar los “corazones y mentes” de los ciudadanos de los países pobres a través de la acción cívica, la ayuda económica y la asistencia humanitaria. Como una herramienta de la política de Guerra Fría, la agencia fue, en ocasiones, utilizada como fachada para las operaciones de la CIA y sus agentes. Entre los ejemplos más infames estuvo la Oficina de Seguridad Pública (OPS), un programa de capacitación de la USAID para policías en el Cono Sur que también entrenó a torturadores.
En el siglo XXI, la USAID ha superado su legado contaminado y realiza una labor humanitaria, política y económica en todo el mundo. Se ejecutan sus proyectos de promoción de la democracia desde Afganistán a Kenia -para el fomento de capacidades de liderazgo político, los programas para la educación y el registro electoral, y los proyectos de reforma judicial- con poca controversia. Es cuando la USAID emprende operaciones “discretas” de cambio de régimen en que comienza a meterse en problemas. De hecho, la Oficina de Iniciativas para la Transición (OTI) parece estar compitiendo, o al menos complementar, a la CIA en programas de propaganda y desestabilización por medio de alta tecnología no solo en Cuba, sino también en otros lugares.
Los programas de cambio de régimen impactan negativamente en los intereses de la política exterior de Estados Unidos, así como en la legitimidad de las misiones básicas propias de la USAID para promover la salud y el bienestar económico global. En una audiencia del Senado sobre el presupuesto de la USAID la semana pasada, el senador Patrick Leahy, dijo al administrador de la agencia, Rajiv Shah, que su comité de supervisión estaba recibiendo “un montón de correos electrónicos” de los trabajadores humanitarios en todo el mundo con esta pregunta: “¿Cómo pudieron hacer esto y ponernos en tal peligro?” La solución es simple: prohibir que la USAID lleve a cabo este tipo de operaciones encubiertas en nombre del avance de la democracia.
Fuente: The New York Times Traducido por Cubadebate

*Peter Kornbluh es director del Proyecto de Documentación de Cuba del Archivo de Seguridad Nacional, de la Universidad George Washinton. Él es el coautor del libro de próxima aparición, “Back Channel to Cuba: The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana.”

Entrevista a Junior Garcia Aguilera