Corea: el día que cambió la historia
Jorge Gómez Barata
Ocurrió el 25 de junio de 1950 cuando,
a pedido de Estados Unidos y con la ausencia de la Unión Soviética, el Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 82 que condenó a la República
Popular Democrática de Corea, endosó la intervención de tropas de la ONU bajo
el mando de Estados Unidos y cambió la historia de un país y de un pueblo que
nunca debieron ser dos. La votación fue 9 a favor, ninguno en contra, una
abstención y un ausente*.
Antecedentes
En 1910 los japoneses invadieron Corea, la convirtieron en
colonia, instalaron un gobernador en Seúl, saquearon sus recursos, esclavizaron
sus hombres, (del norte y del sur), muchos fueron enviados como esclavos a
fábricas en Japón, 70 000 de ellos estaban en Hiroshima y Nagasaki cuando
explotaron las bombas. No importa cuántos eran del norte y cuantos del sur.
Ciudadanos coreanos ─del norte y del sur─ se utilizaron como
“conejillos de indias” en experimentos médicos y decenas de miles de mujeres
─del norte y del sur─ fueron prostituidas y usadas por los soldados en los
burdeles militares como “damas de confort”. A los niños y jóvenes ─en el norte
y en el sur─ se les obligó a vestir como japoneses, a utilizar sus nombres y se
les impidió hablar su lengua.
Los coreanos ─del norte y del sur─ y de todos los credos,
hicieron lo único que podían hacer: luchar durante 35 años contra la ocupación
japonesa.
Mientras la guerra se libraba en Europa, prácticamente sin
oposición, los japoneses se apoderaron de Manchuria (casi un millón de
kilómetros cuadrados) consolidaron la ocupación de Corea, invadieron Filipinas,
amenazaron a Australia y todos los territorios del Pacifico quedaron a su
merced. Sola, con gran parte de su territorio ocupado, desangrándose en la
lucha contra las hordas hitlerianas, la Unión Soviética apenas podía asistir a
China y a Corea en su lucha de liberación contra Japón.
Entonces Franklin D. Roosevelt, un antifascista convencido
aunque impedido de actuar por las actas de neutralidad aprobadas por el
Congreso norteamericano, se limitaba a lo permitido por las leyes de Préstamos
y Arriendo enviando a Inglaterra y la Unión Soviética armas, equipos,
combustible y comida.
Con Estados Unidos marginado de la lucha, la balanza estratégica
se inclinaba peligrosamente a favor de los fascistas hitlerianos y los
militaristas japoneses que aspiraban a dominar el mundo pero, sobrestimando sus
fuerzas, el 7 de diciembre de 1941 los militaristas japoneses cometieron un
error que tendrían ocasión de lamentar: retaron a Estados Unidos y atacaron
Pearl Harbor.
Un día después, el 8 de diciembre de 1941 Roosevelt les
declaró la guerra y empeñó el enorme poderío norteamericano contra Japón e
incluso hizo lo que solo ellos podían hacer. A miles de kilómetros de los
teatros de operaciones, en el desierto de Nuevo México, en medio de la nada,
las mejores inteligencias del planeta, con recursos ilimitados, (20 000
millones para tres bombas) crearon lo que Truman definió como instrumento de
venganza: la bomba atómica.
Derrotados Alemania y Japón, llegó para los coreanos la
oportunidad de la liberación. No ocurrió así porque su país fue dividido y de
las rivalidades entre las potencias y no de su historia, surgieron Corea del
Norte y Corea del Sur. Un mismo pueblo que en su territorio ancestral tuvo dos
estados confrontados y dos ideologías antagónicas.
Era justo y era lógico que las fuerzas que ─en el norte y en
sur─ habían luchado durante los 35 años de la ocupación por la liberación
nacional lo hicieran después por la unificación. No importa ahora quién y en
qué dirección cruzó el Paralelo 38, en cualquier caso la decisión estaba
históricamente justificada.
Quienes no hicieron lo correcto fueron los Estados Unidos,
que convocaron a la ONU para condenar a Corea del Norte; la Unión Soviética que
podía haber vetado la resolución y con una excusa trivial estuvo ausente de la
votación y la propia ONU que accedió a servir de instrumento.
Si Estados Unidos, la Unión Soviética y China se hubieran
mantenido al margen, Corea se hubiera reunificado. Ignoro si habría sido un
país mejor o peor, socialista o capitalista, pero estoy seguro que sería más
auténtico y, con un color político u otro hoy habría una sola Corea.
Hoy es imposible mirar para otro lado. Todos fuimos
implicados y ahora somos rehenes de los coreanos ─del norte y del sur.
Tomado de Radio Habana Cuba