por Jorge Duany,
Instituto de Investigaciones Cubanas. Universidad Internacional de la Florida, Miami
Desde hace varios años se viene anunciando la transfiguración
demográfica y política de la población cubana en los Estados Unidos,
sobre todo en el sur de la Florida. En un ensayo de 1997, el sociólogo
cubanoamericano Lisandro Pérez predijo que el surgimiento de una nueva
generación de cubanos nacidos en ese país, junto con otros factores
históricos, provocaría el “fin del exilio” en su sentido convencional.
Según Pérez y otros estudiosos, el desplazamiento de la primera
por la segunda generación de inmigrantes conllevaría un cambio de
mentalidad entre los cubanoamericanos, que los acercaría ideológicamente
a otras minorías étnicas en los Estados Unidos, como los grupos
oriundos de México, Puerto Rico o República Dominicana. Este cambio se
traduciría, entre otras cosas, en una creciente adhesión al Partido
Demócrata. También implicaría un esfuerzo por “normalizar” las
relaciones de los inmigrantes cubanos con sus comunidades originarias,
relaciones conocidas técnicamente como transnacionales o diaspóricas en
otros contextos históricos y contemporáneos.
Comenzaré señalando que la composición de la población cubanoamericana
ha cambiado drásticamente en las últimas dos décadas. Según los cálculos
del censo, para el año 2011, había 1.829.495 personas de ascendencia
cubana residentes en los Estados Unidos. De estas, 58,3% había nacido
fuera del país. Entre los nacidos en el extranjero, 50,6 % había
inmigrado después de 1990. Aunque la mediana de edad de los
cubanoamericanos es relativamente elevada (40,3 años), una quinta parte
tiene menos de 18 años. Dos tercios de la población de origen cubano
residen en la Florida, más de la mitad concentrada en el área
metropolitana de Miami-Ft. Lauderdale-Pompano Beach.
Estos datos sugieren que la comunidad cubanoamericana se ha renovado y
ampliado notablemente con la inmigración masiva desde Cuba desde la
década de 1990. Asimismo, los resultados censales confirman que los
representantes de las primeras oleadas migratorias (1959-1973) ya no
constituyen la mayoría de la población de ascendencia cubana en los
Estados Unidos. Después de cinco décadas de éxodo constante, la
comunidad cubanoamericana ha madurado en términos demográficos.
La pregunta política clave es si las nuevas generaciones de
cubanoamericanos se distancian ideológicamente de sus padres o si
reproducen sus corrientes dominantes. También vale la pena examinar si
los cubanos residentes en los Estados Unidos están convergiendo con las
tendencias políticas prevalecientes entre otros grupos latinos. Varias
encuestas recientes de opinión pública permiten abordar estos temas con
base en datos empíricos. No obstante, algunos de los hallazgos de estas
encuestas son inconsistentes entre sí, debido a las características
propias de la metodología utilizada, especialmente el procedimiento de
muestreo.
En octubre de 2012, el Departamento de Política y Relaciones
Internacionales de la Universidad Internacional de la Florida (FIU)
colaboró con el periódico The Miami Herald en un sondeo del
electorado latino. La muestra aleatoria consistió en 1.012 votantes
latinos inscritos en los Estados Unidos y 720 en la Florida. Esta
encuesta, dirigida por el politólogo boliviano Eduardo Gamarra, encontró
diferencias recurrentes en las preferencias políticas de los cubanos y
otros latinos en la Florida y en todo el país. En casi todos los asuntos
planteados, los entrevistados de origen cubano se apartaban del resto
de la población de origen latinoamericano. (Lamentablemente, al momento
de redactar este ensayo no estaban disponibles los datos desagregados
por edad y lugar de nacimiento).
Según el sondeo de Gamarra, 54,4% de los cubanos en los Estados Unidos
había votado por el senador John McCain en las elecciones presidenciales
de 2008, comparados con 24,6% de todos los latinos. La proporción de
cubanos afiliados al Partido Republicano (57,3%) duplicaba la de todos
los latinos (28,1%). Los cubanoamericanos tenían una imagen mucho más
negativa del presidente Obama que los demás latinos, tanto en el manejo
de los asuntos económicos, la reforma migratoria y el cuidado de la
salud, como en la política exterior de los Estados Unidos. Por lo tanto,
61,7% de los encuestados de origen cubano tenía la intención de votar
por el gobernador Mitt Romney para presidente, mientras apenas 31,2% de
los latinos expresó esa preferencia electoral.
Sin embargo, los resultados de las elecciones presidenciales
estadounidenses en noviembre de 2012 sugieren que la comunidad
cubanoamericana se ha “latinizado” más rápidamente en sus preferencias
políticas de lo que muchos observadores anticipaban. La firma de
consultores Bendixen & Amandi International, presidida por el
empresario peruano Sergio Bendixen, entrevistó a 4.866 votantes de
origen hispánico al salir de las urnas eleccionarias en varios condados
de la Florida el 8 de noviembre de 2012. Los resultados arrojaron que
48% de los cubanos votó por el presidente Obama, comparados con 61% de
los latinos. (Otras encuestas, como la del Centro de Investigación
Hispana Pew, calcularon que Obama recibió más votos cubanos en la
Florida que el gobernador Romney).
Más sorprendente aún es que 60% de los cubanos nacidos en los Estados
Unidos favoreció al presidente, a diferencia del 45% de los nacidos en
Cuba. El estudio de Bendixen & Amandi también incluye una serie
cronológica que muestra un aumento sostenido del voto cubanoamericano
por los candidatos presidenciales demócratas, de 15% en 1988 a 48% en
2012. Estas cifras constatan que las amplias brechas tradicionales entre
electores cubanos y latinos en los Estados Unidos están cerrándose.
Otra fuente de información valiosa sobre las actitudes políticas
cambiantes de los cubanoamericanos es la encuesta periódica realizada
por FIU, dirigida por el sociólogo de origen cubano Guillermo Grenier
con una muestra al azar de 648 residentes en el condado de Miami-Dade en
el año 2011. Los hallazgos de este sondeo revelan numerosas
divergencias en las opiniones públicas de los cubanoamericanos según su
año de llegada a los Estados Unidos, edad y lugar de nacimiento. Aquí me
concentraré en los principales contrastes entre los nacidos en Cuba y
los nacidos en Estados Unidos.
En la encuesta de FIU del 2011, 47% de los entrevistados nacidos en los
Estados Unidos se opuso a continuar el embargo estadounidense a Cuba,
comparados con 44% de todos los encuestados. El 79% de los nacidos en
los Estados Unidos, comparados con 58% del total, apoyaba un diálogo
nacional entre exiliados, disidentes y representantes del gobierno
cubano. Los nacidos en Estados Unidos favorecen el envío de medicinas,
comida y dinero a Cuba, así como los viajes sin restricciones, con más
frecuencia que todos los entrevistados. Además, 71% de los nacidos en
los Estados Unidos apoya el restablecimiento de relaciones diplomáticas
entre los dos países, comparados con 58% de toda la muestra. En
síntesis, según el sondeo de FIU, las personas de origen cubano nacidas
en los Estados Unidos suelen respaldar una política de acercamiento
hacia Cuba más firmemente que los nacidos en la Isla.
En conjunto, las encuestas reseñadas apuntan a patrones emergentes de
pensamiento y conducta de la comunidad cubana en los Estados Unidos,
particularmente en el sur de la Florida. Más allá de las diferencias
metodológicas entre las investigaciones aludidas, subrayaría dos
hallazgos congruentes. En primer lugar, la transición ideológica de la
diáspora cubana hacia una postura más afín a otras minorías étnicas en
Estados Unidos ha avanzado sustancialmente. La segunda generación de
cubanoamericanos se parece más a otros grupos de latinos que al llamado
“exilio histórico” en su creciente orientación hacia el Partido
Demócrata en las elecciones presidenciales.
Esta tendencia se debe principalmente a que ese Partido se ha asociado
más estrechamente que el Republicano con causas liberales como la
defensa de los derechos civiles, los programas de bienestar social y la
reforma migratoria, asuntos que conciernen al grueso de los latinos y
otras minorías desaventajadas en los Estados Unidos. También se entronca
con el aumento en el número de inmigrantes cubanos de clase
trabajadora.
En segundo lugar, el que poco más de la mitad de los cubanos residentes
en los Estados Unidos haya llegado después de 1990 tiene múltiples
repercusiones demográficas, socioeconómicas y políticas. Entre otras,
los inmigrantes más recientes se inclinan a sostener lazos familiares,
culturales y emocionales con su país de origen más que los que se
establecieron en la nación norteña durante las décadas de 1960 y 1970.
Los miembros de las oleadas migratorias de Cuba a partir de la década de
1980 son los más propensos a viajar a la Isla, llamar por teléfono,
enviar remesas y paquetes y preservar vínculos transnacionales al margen
de las discrepancias entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.
Para concluir, cabe preguntarse por qué tales cambios generacionales e
ideológicos aún no se reflejan adecuadamente en la cúpula política de la
comunidad cubana del sur de la Florida. Actualmente, cinco de los siete
congresistas estadounidenses de origen cubano son miembros del Partido
Republicano. Un factor explicativo es que la mayoría de los inmigrantes
cubanos recientes no son ciudadanos estadounidenses (59% de los llegados
después de 1994 aún no se ha naturalizado, según el sondeo de FIU
dirigido por Grenier) y por ello no tienen derecho al voto. Otro dato
pertinente de esta encuesta es que, entre los votantes inscritos, 56%
está afiliado al Partido Republicano. Indudablemente, gran parte del
electorado cubanoamericano aún simpatiza con los candidatos y la
ideología conservadora del Partido Republicano.
Pero esta preferencia está socavándose a medida que muchos cubanos
emigrados en las últimas dos décadas y los jóvenes nacidos en los
Estados Unidos se inscriben para votar y se incorporan a la política
nacional. Si bien parece prematuro proclamar el “fin del exilio”, las
recientes mutaciones demográficas y políticas de la comunidad
cubanoamericana han acelerado su “latinización”. A mi juicio, los
cubanos en Norteamérica están en proceso de convertirse en una minoría
étnica, que difiere del resto de la población en sus prácticas
culturales y lingüísticas, se identifica cada vez más con el Partido
Demócrata e intenta mantener una relación significativa con su país de
origen.
Fuente: Ventana Politica
Tiempos de cambios: Estados Unidos, Latinoamérica y Cuba ante los problemas de Seguridad Global
martes, 2 de septiembre de 2014
sábado, 30 de agosto de 2014
Cada vez más jóvenes europeos legalizarían la marihuana
En los 15 y los 24 años, el 45 % pide su regulación, en 2011 solo lo hacían el 34 %
El País (España)
Lunes, 25 de agosto, 2014
Lunes, 25 de agosto, 2014
Atrás quedan los años en los que la sociedad —jóvenes incluidos— rechazaba prácticamente en bloque la legalización de la marihuana. Así se desprende del último Eurobarómetro sobre la relación entre juventud y drogas, que revela que, aunque siguen siendo mayoría los europeos de entre 15 y 24 años que se oponen a legalizar el cannabis, el porcentaje que pide su regulación ha pasado del 34% al 45% en los tres últimos años.
En España, la variación es incluso superior: del 35% de 2011 al 47% actual. De seguir esta tendencia, en la encuesta de 2017 serán mayoría los jóvenes españoles y europeos que pidan la legalización, tal y como ya sucede en República Checa, Eslovenia, Italia, Irlanda, Polonia, Eslovaquia, Austria y Países Bajos — el único Estado miembro en el que es legal.
¿Qué ha ocurrido para que se produzca este cambio de actitud? Martin Jelsma, coordinador del programa de Drogas y Democracia del Transnational Institute y una eminencia internacional en la materia, apunta a la “discusión abierta” en la sociedad europea y española y valora la contribución de los clubes cannábicos que han proliferado en varios países y, muy especialmente, en España, en la “normalización” del debate sobre la viabilidad de una distribución legal.
El experto matiza que aunque estas asociaciones no representan una legalización propiamente dicha, las cifras evidencian que los clubes cannábicos no han incrementado el consumo entre los jóvenes. “No tiene ningún sentido reprimir a los clubes pensando que es un fenómeno que aún puede desparecer. Más bien al contrario, es urgente aprobar normas jurídicas y de conducta claras para su funcionamiento y abrir el debate sobre una legalización del cannabis desde la siembra hasta la venta”, subraya. “No hay vuelta atrás”.
Fuente: Eurobarómetro.
El barómetro encargado por la Comisión Europea muestra dos detalles interesantes para el debate: el rechazo persistente de los jóvenes (por encima del 90%) a la legalización de drogas como la heroína, la cocaína o el éxtasis y la disociación entre consumo y conveniencia de legalización del cannabis en la UE (solo el 22% de los jóvenes españoles y el 17% de los europeos afirman haber consumido esta sustancia en el último año). “El acceso a esta sustancia no ha aumentado, lo que ha crecido es el debate sobre su legalización”, opina Jelsma.
Para Òscar Parés, subdirector del centro de estudios del cannabis y de políticas sobre drogas ICEERS, gran parte de la normalización de la marihuana tiene que ver con la eliminación paulatina del estigma de la heroína tras el dramático ascenso en su consumo en los años ochenta. “En los últimos años ha cambiado mucho. Los jóvenes perciben netamente las diferencias entre el consumo de cannabis y el de drogas más duras”. Parés remarca que el consumo responsable de marihuana es mayoritario — “el 80% de los casos”— y admite que en caso de una potencial legalización, la demanda podría aumentar en un “primer momento” pero, a cambio, no aumentaría el consumo problemático de esta droga. “Si la venta fuese legal, se podría dar mejor atención a los consumidores con problemas y se tendría mayor control de estos casos por parte de las autoridades sanitarias”, alega.
Pese al cambio de tendencia en los últimos años, la sociedad europea no está entre las más favorables a la legalización de la marihuana. En 2013, según una encuesta de Gallup, los estadounidenses a favor de la regulación de esta sustancia (el 58%) ya superaban con creces a aquellos que optaba por que su consumo permaneciera en la ilegalidad (39%). “Es un proceso gradual”, añade Jelsma en referencia a la legalización de cannabis para uso recreativo en los Estados de Washington y Colorado a finales de 2012.
A principios de año, Uruguay abrió una espita en América Latina al aprobar la venta de esta sustancia en farmacias. “Estos ejemplos demuestran que el problema del cannabis no es la propia droga sino la ausencia de regulación. Es una cuestión puramente política”, concluye.
Clubes para comprar
Los clubes cannábicos —centros en los que, a cambio de una cuota anual que suele rondar los 20 euros, sus socios tienen derecho a retirar, previo pago, una cantidad estipulada para consumo propio— han ganado adeptos en los últimos años. Están registrados como asociaciones y tienen sus propios estatutos, pero solo algunos Ayuntamientos como San Sebastián o Girona han ensayado regulaciones pioneras.
“Es importante diferenciar entre las asociaciones de consumo y los coffeeshops”, señala Òscar Parés, del centro de estudios del cannabis ICEERS, en referencia a los populares establecimientos holandeses en los que, además de tomar café, los clientes pueden comprar marihuana. “Los clubes no permiten la entrada a cualquiera, solo a sus asociados y, por tanto, no fomentan el consumo”, explica.
Desde el punto de vista legal, los clubes se encuentran en un limbo —o “zona gris”, como prefiere este experto—. “No están legalizados, pero el consumo es completamente legal en España”, destaca. Hasta ahora se han abierto cerca de 50 causas contra administradores de estos espacios y “ninguno ha acabado en la cárcel”.
La primera de estas asociaciones nació en Tarragona hace dos décadas. Desde entonces, el fenómeno ha ido desarrollándose hasta el punto de que, según sus datos, hoy hay cerca de 1.000, casi todos en Cataluña (unos 400) y País Vasco (150).
fuente: TNI
miércoles, 27 de agosto de 2014
lunes, 25 de agosto de 2014
El apuro de niños migrantes en la frontera muestra la necesidad de invertir en Centroamérica
El presidente Obama ha anunciado recientemente una nueva iniciativa para responder al aumento dramático de los niños migrantes no acompañados que están entrando ilegalmente a los Estados Unidos por la frontera sur. Más de 47.000 niños migrantes no acompañados han llegado a los Estados Unidos durante este año fiscal—casi 35.000 provenientes sólo de El Salvador, Guatemala y Honduras—lo que llevó al presidente Obama a designar a la Agencia Federal de Gestión de Emergencias de Estados Unidos (Federal Emergency Management Agency, FEMA) a gestionar la respuesta.
La impresión de ver a todos estos niños, literalmente a los pies de nuestra puerta, debe impulsar a los políticos a hacer un examen de conciencia acerca del por qué los menores huyen, por qué los padres les permiten huir, y si tiene sentido gastar mil millones de dólares deteniendo y deportando a niños centroamericanos mientras se gastan tan sólo US$98.700.000 en ayuda de desarrollo para El Salvador, Guatemala y Honduras, y US$161.5 millones para estos y otros países como parte de la Iniciativa de Seguridad Regional de América Central (Central America Regional Security Initiative, CARSI) para este año fiscal.
El número de menores que están llegando a la frontera estadounidense es impresionante, especialmente si se considera el tamaño de la población centroamericana. Por ejemplo, 9.850 menores no acompañados de El Salvador fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza de EE.UU. en el período entre octubre de 2013 y mayo de 2014. En El Salvador hay 2.37 millones de niños, según los datos de UNICEF, lo que significa que aproximadamente uno de cada 240 niños de ese país ha tratado de cruzar a los Estados Unidos y fue detenido por la Patrulla Fronteriza en el transcurso en los últimos ocho meses. Los porcentajes para Honduras son semejantes y un poco más bajos, pero todavía impactantes, para Guatemala.
Te hace vacilar, la imagen de un niño o adolescente, sin padres ni guardianes, buscando hacer el largo viaje desde San Salvador o San Pedro Sula hasta los Estados Unidos. Algunos de estos niños son transportados por contrabandistas, quienes en muchas ocasiones están en colusión con el crimen organizado, y algunos otros viajan solos. Todos son vulnerables a los numerosos peligros que plagan a los migrantes durante sus viajes por México: bandas criminales que demandan dinero a los migrantes que viajan en el tren hacia el norte, quienes a menudo son tirados del tren si no pueden pagar, oficiales inescrupulosos buscando sobornos y el crimen organizado en busca de víctimas para secuestro o mulas para transportar drogas. ¿Qué motiva a una persona a confrontar todos estos peligros e incertidumbres?
Las notas de prensa en las semanas recientes han sugerido que mujeres y niños migrantes están llegando a los Estados Unidos bajo la percepción de que se les permitirá permanecer en el país. Puede ser que los contrabandistas también estén promoviendo esta idea en busca de más clientes. El gobierno de Obama ha dejado claro que su política de control migratorio no ha cambiado, y, de hecho, la infraestructura fronteriza y la fuerza de trabajo han incrementado en la última década. El viaje del vicepresidente Biden a Guatemala en la semana pasada reiteró este mensaje.
Sin embargo, más importante que la fuerza de esta percepción son los factores de "empuje" que impulsan esta ola de migración, los factores que hacen que los posibles migrantes, especialmente los niños y los adolescentes, decidan abandonar El Salvador, Honduras o Guatemala para venir a los Estados Unidos.
Detrás de esta ola migratoria se destacan dos factores subyacentes. El primero es la amenaza de violencia en las comunidades de origen de los migrantes, de la cual la juventud está especialmente en riesgo. La violencia es un problema grave en algunas partes de Centroamérica. Honduras tiene la tasa de homicidios más alta del mundo. La violencia doméstica y el maltrato infantil se han generalizado. Las pandillas se involucran en disputas violentas del terreno, la extorsión de las empresas y los residentes locales, el tráfico de drogas a pequeña escala, y reclutan especialmente a los jóvenes. Las pandillas se han convertido en difíciles fenómenos sociales y criminales en los países del llamado “Triángulo del Norte” de Centroamérica durante la última década.
Existen pocas protecciones contra la violencia porque las instituciones eficaces de seguridad pública son no existentes. Las fuerzas policiales son mal pagadas y tienen poco personal en sus divisiones de patrulla, las cuales no pueden impedir la delincuencia. Las policías investigadores no pueden investigar efectivamente ni el crimen ni la corrupción policial y la infiltración criminal de la policía permite que la delincuencia y la violencia florezcan con poca respuesta de las autoridades gubernamentales.
Además del problema de la violencia existe la falta de oportunidades, especialmente para los jóvenes, los pobres y la clase media-baja. En zonas rurales, los pequeños agricultores enfrentan barreras difíciles para producir para los mercados locales. El 75 por ciento de los que viven en las zonas rurales de Honduras viven en la pobreza. Los trabajos estacionales en las fincas más grandes que exportan café, azúcar y otros cultivos son mal pagados. El café, el principal cultivo comercial en Centroamérica, está sufriendo de un hongo devastador llamado "roya del café". The New York Times informó que "el veinte por ciento de los medio millones de puestos directamente ligados al cultivo en Guatemala ya han desaparecido".
En las ciudades, los trabajos en el sector formal que proporcionan prestaciones de salud y seguridad social y que pagan impuestos pueden ser escasos, y los salarios son relativamente bajos. Un estudio del Banco Mundial de 2012 declaró que el empleo en Centroamérica sigue siendo principalmente en empleos de baja calificación con trabajadores poco calificados, lo que subraya la necesidad de crear más puestos de trabajo, en particular los "puestos de trabajo que pueden romper el ciclo de pobreza y contribuir a un crecimiento económico sostenido". En las comunidades pobres, donde el acceso a los recursos es escaso y los niveles de educación son relativamente bajos, muchos jóvenes ven la vida de pandillas (viviendo por la extorsión y el tráfico de drogas a pequeña escala) como una de las pocas alternativas económicas viables.
Dado este contexto, no es de extrañar que los menores preocupados consideren que huir de sus entornos, o que los padres y parientes les ayuden a buscar la seguridad mediante la migración a los Estados Unidos.
En un estudio reciente de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados se entrevistaron a 300 menores no acompañados procedentes de Centroamérica que habían sido detenidos por la Patrulla Fronteriza, sobre sus razones para abandonar sus países. La pobreza y la falta de oportunidades fueron factores clave en la decisión de emigrar. Además, el 31 por ciento notaron la violencia o amenazas de violencia de pandillas o grupos delictivos organizados como un factor principal en su decisión de irse, y el 16 por ciento enumeran otras formas de violencia social. El 20 por ciento mencionaron el abuso o la violencia en el hogar.
Estos son problemas profundamente difíciles, y no hay una solución mágica para resolverlos. No obstante, se debería hacer más para mitigar los problemas arraigados causando que tantos menores, por desesperación, emprendan un viaje peligroso a los Estados Unidos.
¿Qué se puede hacer para mitigar los factores de empuje?
Los niveles de violencia se pueden reducir. En el suburbio salvadoreño de Santa Tecla, por ejemplo, un esfuerzo de varios años que comenzó en el año 2003 está dando sus frutos. A través de los consejos comunitarios y los programas de prevención de la violencia local, la ciudad, con una gran población y problemas sociales significativos, ha sido capaz de lograr una reducción del 40 por ciento de los homicidios en comparación con las tasas de las comunidades cercanas.
La evidencia sugiere que continuar invirtiendo en las iniciativas cautelares para la violencia comunitaria, que involucre a los grupos comunitarios locales, las iglesias, la policía, y las agencias de servicio social y del gobierno, puede marcar una diferencia importante. Como se ilustró en un reporte reciente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, cuando se combinan estas iniciativas con los esfuerzos serios para eliminar la corrupción policial y mejorar la eficacia y la moral de la policía, el impacto puede ser significativo.
De manera similar, los esfuerzos dirigidos a crear oportunidades de empleo pueden tener efectos positivos. Estos esfuerzos requieren un compromiso por parte de los gobiernos nacionales y locales de Centroamérica, y una inversión de capital político de los Estados Unidos y otros contribuyentes (la Unión Europea, las Naciones Unidas, etcétera). Pero, estos dan resultados: pueden reducir el crimen y la violencia, y las fuerzas que obligan a los menores a intentar emigrar ilegalmente hacia los Estados Unidos.
Comparados a los estándares de lo que ahora estamos invirtiendo en la gestión migratoria—18 mil millones dólares al año—y lo que estamos pensando en invertir en viviendas y centros de detención provisional para menores no acompañados—más de mil millones de dólares—nuestra presente inversión en la prevención de violencia y en la asistencia para el desarrollo en Centroamérica palidece.
Fuente WOLA
domingo, 24 de agosto de 2014
Deja el crimen organizado huérfanos a 7 mil 500 niños
El Diario
Chihuahua– Con motivo del inicio del ciclo escolar, ayer recibieron apoyo por parte del Estado 400 niños del municipio de Guadalupe y Calvo, mismos que se quedaron si padre a consecuencia del crimen organizado que los victimó por homicidios de alto impacto.En gira de trabajo por el municipio de Guadalupe y Calvo, ayer el Gobernador del estado, César Duarte y su esposa, la presidente del DIF estatal, Bertha Gómez de Duarte, entregaron apoyos del Fideicomiso de Atención a Víctimas de la Violencia (Fanvi), a un total de 400 familias como parte del programa que apoya a 7 mil 509 familias que han perdido al jefe o jefa de familia a consecuencia de un homicidio.
En una población de menos de 53 mil 499 habitantes que tiene Guadalupe y Calvo, al menos 400 niños se han quedado sin padre a consecuencia de la violencia, razón por la que el Estado se ha visto obligado a dotarlos de uniformes escolares, deportivos, zapatos, apoyarlos con alimentos, entre otras gestiones que fueron atendidas por el Gobernador del estado, César Duarte Jáquez y su esposa.
Las familias que acudieron a recibir el apoyo son originarias de Baborigame, Rancho de Enmedio, Atascaderos, San Pedro, Mesa de San Rafael, Agua Amarilla, entre otras comunidades recónditas que aplicaron como beneficiarias del programa Fanvi.
En su mensaje, el Gobernador dijo: “Estamos aquí para decirles que no están solos, estamos para servirles, lo que sea que necesiten, sabemos que nada va a reparar el daño que sufrieron con la pérdida de un ser querido, pero con este fideicomiso tienen nuestro respaldo y de todas las dependencias estatales”.
Personalmente el Gobernador César Duarte y la señora Bertha Gómez de Duarte atendieron a decenas de familias del municipio de Guadalupe y Calvo, quienes hicieron diversas peticiones para el mejoramiento de viviendas, para emprender negocios familiares como fuente de empleo, peticiones en materia de salud.
Los beneficiarios también agradecieron al mandatario por el apoyo, así como a la presidente del DIF estatal, en un evento al que también acudió Jorge González Nicolás, por parte de la Fiscalía General del Estado; el secretario técnico del Fanvi, Fausto Javier Tagle; el presidente municipal, Edén Molina; así como el director general del DIF estatal, Iván Encinas Moreno.
sábado, 23 de agosto de 2014
El Cartel de Sinaloa un nuevo actor criminal en Medellín?
por James Bargent
Un jefe de la mafia es encontrado en el parqueadero de un exclusivo
barrio, desplomado y con cuatro balas en la cabeza. Los sicarios en
moto y los ataques con granadas dejan un rastro de muerte en la ciudad.
La organización criminal más temible de Colombia pacifica a las
pandillas callejeras, mientras el principal cartel de la droga de México
inunda la ciudad con dinero y armas.
Después de un año de paz criminal, la violencia está volviendo lentamente a Medellín a medida que el hampa de la ciudad está cada vez más cerca de comenzar un nuevo capítulo.
A comienzos de 2014, Medellín registró su más baja tasa de homicidios desde que 30 años antes, Pablo Escobar hizo de la ciudad la capital internacional del comercio de cocaína. Pero pocos creen en los funcionarios de la ciudad cuando reclaman el crédito por la caída en la violencia. Esta es una paz criminal, dicen los residentes y los expertos -el resultado de un alto al fuego en la guerra entre la mafia de Medellín, conocida como la Oficina de Envigado, y los invasores narcoparamilitares que son los Urabeños.
A pesar de que el pacto entre las dos partes ha silenciado las armas en las calles de Medellín no tenía como propósito llevar paz a los residentes de la ciudad. En cambio, fue una movida en un juego de ajedrez criminal de alto riesgo, en el que Medellín es el tablero, y las pandillas callejeras de la ciudad, las actividades criminales y las “Oficinas de Cobro” son las piezas. Los concursantes no sólo incluyen a los Urabeños y a la Oficina de Envigado, sino también a lo que es, quizás, el jugador criminal más poderoso de Latinoamérica: El Cartel de Sinaloa de México.
El pacto de Medellín cumplió un año, y hay señales de que podría estar comenzando a fracturarse. Las viejas rivalidades han resurgido en un nuevo conflicto, ha brotado una nueva batalla por el control del centro de la ciudad, y las tensiones están creciendo en algunos lugares estratégicos.
"Este pacto de fusil es sobre todo una transición", señaló Fernando Quijano, presidente de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (CORPADES), un grupo de monitoreo con sede en Medellín,. "Puede culminar con la jefatura única Urabeña en el control, secundado por la Oficina, pero en este camino pueden ocurrir cualquier cantidad de hechos [para evitarlo], y algunos de ellos ya se han venido presentando”.
Las dos partes declararon el fin de las hostilidades y se comprometieron a respetar los límites territoriales de sus rivales y los intereses criminales dentro de la ciudad. Según fuentes tanto oficiales como del hampa, también acordaron cooperar en el tráfico internacional de cocaína, reconfigurando las redes de tráfico regionales para que se adaptaran a las nuevas realidades del panorama criminal colombiano.
Poco después de que el acuerdo entró en vigor, fuentes del hampa dijeron a InSight Crime que éste había sido negociado por poderosos criminales de cuello blanco pertenecientes a la élite de la ciudad, que consideraban que la violencia era perjudicial para sus intereses de negocios, tanto legales como ilegales.
Desde entonces han circulado rumores de que las autoridades de Medellín también estuvieron involucradas en el pacto -una sospecha inevitable en una ciudad con una larga historia de connivencia entre el Estado y el crimen organizado, especialmente cuando el gobierno local está luchando para proteger la nueva imagen internacional de Medellín como una ciudad que ha dejado atrás su pasado violento. Los rumores han incluido revelaciones sobre reuniones entre funcionarios y capos criminales de Medellín, para discutir un acuerdo en el que los jefes de la mafia entregarían una ciudad pacificada a cambio de penas de prisión indulgentes.
Sin embargo, tanto fuentes oficiales como analistas ahora dicen que aunque el pacto pueda haber contado con poderosos patrocinadores locales, también tuvo un patrocinador extranjero todavía más poderoso: el Cartel de Sinaloa.
“Los mexicanos tienen un lugar protagónico en este conflicto, en bajar las cifras [de violencia] y también en trabajar en el estratégico comercio de la ilegalidad; y lo mas grave de todo, han metido muchas armas de alto calibre [a la ciudad]”, señaló una fuente del Ministerio Público (MP) de Colombia, que habló con InSight Crime bajo la condición de anonimato.
Sin embargo, en los últimos años, la capacidad de cumplimiento de sus socios se ha visto afectada. La Oficina está tambaleando por la sangrienta guerra interna de sucesión que desató la extradición de Don Berna, y también porque desde finales de 2011 ha estado intentando defenderse de la invasión de los Urabeños.
Estos conflictos han permitido que los Urabeños expriman todos los frentes del negocio del tráfico de cocaína de la Oficina, tomándose muchas de sus rutas de tráfico luego de haberse apropiado de las redes administradas por Maximiliano Bonilla Orozco, alias "Valenciano", el perdedor de la guerra civil que se desató dentro de la Oficina. También han limitado el acceso que tiene la Oficina a la cocaína, sacando del departamento de Antioquia a los Rastrojos, los proveedores de su rival.
Los Urabeños ahora controlan los puntos de despacho de cocaína en Urabá, en el corazón de la costa Caribe, y han logrado constituir un verdadero monopolio en la producción en Antioquia, controlando los laboratorios de procesamiento y, a través de sus contactos con la guerrilla, el acceso a los cultivos de coca. Lo único que falta para que establezcan un control casi completo sobre el comercio de cocaína en Antioquia es que también consigan el control de un centro logístico –un lugar que pueda servir como centro de lavado de dinero, como fuente de mano de obra armada con experiencia criminal, y que genere enormes ganancias ilegales. Y qué mejor ciudad para hacerlo que Medellín, la capital criminal.
Hasta que comenzó el pacto criminal, la batalla entre las dos partes –en su mayor parte librada por representantes de las pandillas callejeras– llegó a un punto muerto, con la Oficina a la defensiva, pero muy arraigada a nivel local, y con demasiados hombres para poder ser completamente derrotada por los Urabeños. Ambas partes pagaron un alto precio en sangre y dinero, pero según el funcionario del MP, necesitaron del Cartel de Sinaloa para poder salir de este punto muerto.
“La producción de la mercancía que llegaba al norte ha rebajado mucho, por eso los sinaloenses, muy interesados en incrementar la producción que principalmente llega a Estados Unidos, buscaron iniciar un acuerdo”, señaló.
“Sospechamos que realmente lo que da vida al pacto de fusil es que estos [los sinaloenses] hacen un acuerdo [que consiste] en que los Urabeños les venden al precio de costo la coca de la región, y la Oficina respeta y comparte las rutas”.
Hay pruebas de que los sinaloenses, quienes el funcionario considera que están financiando el pacto, no están conformes con sus contactos de alto nivel en el tráfico, y están buscando ampliar su alcance directamente en algunos de los barrios de la ciudad, en los que están controlados por las pandillas. Dijo que ya se han identificado mexicanos en la ciudad, pasando por los tugurios en vehículos de lujo cargados con armas y dinero en efectivo para distribuir entre las pandillas.
CORPADES también ha seguido la creciente infiltración de los sinaloenses en el mundo criminal de Medellín.
“Tenemos dos casos completamente confirmados de dos bandas donde miembros mexicanos del Sinaloa están ahí metidos”, dijo Quijano.
“Esas bandas hoy son propias de los sinaloenses”, añadió.
Las autoridades de la ciudad aseguran que sus políticas de seguridad fueron las encargadas de generar esta drástica caída en la violencia, señalando que coincidió con la llegada de una ola de refuerzos policiales, con la implementación de nuevas tecnologías -como la mejora de las cámaras de seguridad- y con técnicas innovadoras basadas en el control territorial y en el contacto con la comunidad.
Hasta abril de este año, Aníbal Gaviria, el alcalde de Medellín, se negaba a reconocer la existencia del pacto más que de manera hipotética.
Por su parte, Jorge Mejía, consejero de la Alcaldía para la convivencia, la reconciliación y la vida, aceptó la existencia del pacto y el papel que ha jugado en la reducción de la violencia, pero dijo a InSight Crime que consideraba que fue la presión ejercida por el Estado lo que llevó a que los Urabeños y la Oficina llegaran al acuerdo de poner alto al fuego.
“Creo que el pacto de no agresión tiene que ver con el hecho que estaban recibiendo demasiados golpes por parte de la fuerza publica”, señaló.
Los residentes de los barrios pobres de la ciudad, que son los principales campos de batalla criminales en Medellín, contradicen la narrativa de una historia de seguridad exitosa. Dicen que la vida puede parecer normal y tranquila, pero el control que ejercen las pandillas sobre sus barrios ha aumentado con el pacto. La extorsión ha incrementado, el reclutamiento de niños y el abuso sexual siguen siendo la norma, y las desapariciones han incrementado dramáticamente.
“Hay bandas que se han rebelado [al pacto] y todo el poder de la fuerza publica cae en contra de ellas”, dijo. “La pregunta es por qué no caen en contra de los que están en el pacto”.
La corrupción policial en Medellín está profundamente arraigada, e incluso Mejía admite que existe el riesgo de que los policías corruptos sean quienes regulan el pacto en nombre de pagadores criminales.
"Es posible, no se puede descartar", dijo. "Aquí uno de los problemas que hemos tenido, no sólo en Medellín, sino en todo el país, es la corrupción al interior del Estado y en la fuerza pública”.
La policía no respondió a las solicitudes de una entrevista.
Las calles de la ciudad siguen siendo tranquilas, pero al tiempo, la pequeña élite de narcotraficantes en la cúspide de la jerarquía criminal de Medellín se ha beneficiando de la otra parte del pacto entre los Urabeños y la Oficina, el tráfico internacional de cocaína.
“Los verdaderos jefes de la oficina, donde está la plana mayor que poco se mezcla en estas guerras barriales, en estas guerras de la ciudad, los que hacen el gran negocio, ya habían negociado con los Urabeños, y están ganando fuertes recursos”, dijo Quijano.
En los dos distritos del norte, Castilla y Aranjuez, se ha presentado una ola de tiroteos y asesinatos, y el pacto no ha logrado contener las rivalidades entre los grupos criminales locales. Pero esto tiene poco que ver con las relaciones entre la Oficina y los Urabeños, según el funcionario del MP.
“Son conflictos localizados sobre rentas localizadas y odios históricos, pero no sobre la salida grande de cocaína”, dijo.
Según fuentes de CORPADES, la jerarquía de los Urabeños incluso intervino para obligar a las pandillas a llegar a una nueva tregua en Aranjuez.
Sin embargo, en el centro de Medellín, los Urabeños han sido incapaces de resistirse a intervenir en un conflicto local, según una reciente investigación de CORPADES.
En las últimas semanas, una reciente oleada de golpes de las pandillas y de ataques con granadas anunciaron el inicio de un nuevo conflicto entre grupos rivales de Convivir -bandas que actúan como supervisores criminales en el centro de la ciudad.
La batalla es por el control de las ganancias multimillonarias que generan las diferentes actividades criminales, como la venta de drogas, la extorsión y el comercio sexual. Pero CORPADES cree que esta batalla se está convirtiendo en una guerra de poderes, con los Urabeños tentados a apoyar a uno de los lados del conflicto, luego de que se les presentara la oportunidad de acceder a lo que hasta ahora había sido un bastión de la Oficina virtualmente impenetrable.
"La Oficina y los Urabeños están aplicando el modelo de la Guerra Fría", dijo Quijano. "Estamos en una tregua, por lo que no tocamos a los líderes, pero si financiamos a los grupos de abajo para que se expandan, y el negocio continúa propagándose".
Las tensiones también están escalando en las alejadas colinas del oeste, en uno de los límites exteriores de la ciudad. La violencia en La Loma, ubicada en un estratégico cuello de botella, clave para el tráfico de drogas y de armas, a menudo representa una señal de advertencia temprana de que en Medellín lo peor está por venir, y el sector está, una vez más, alcanzando un nuevo punto de quiebre.
La Loma es una de las pocas zonas que se interpone entre los Urabeños y un control total sobre el movimiento en el oeste de la ciudad, y los informes provenientes de la zona indican que los Urabeños no van a seguir permitiendo que el pacto les impida alcanzar el control de la zona.
La Loma todavía no ha explotado en violencia, pero varios residentes contactados por InSight Crime dijeron que la situación era tan tensa que no la iban a discutir, ni siquiera de manera anónima, porque temían ser desplazados -algo que ha sucedido a varias familias recientemente.
“Gana la policía del Valle de Aburrá en el sentido de que la supuesta reducción parece que sigue la estrategia de ellos; gana el Alcalde al decir que estamos en paz; pero los reales ganadores de la supuesta pacificación de Medellín son los Urabeños”, afirmó Quijano.
Los Urabeños han codiciado el control de Medellín desde 2007, y gracias al pacto, ahora está a su alcance. La tregua les ha dado la oportunidad de comunicarse directamente con las facciones a menudo divididas de la Oficina, persuadiéndolas con una muestra de lo que tienen para ofrecer. También los ha ayudado a forjar lazos con el principal comprador de cocaína, el Cartel de Sinaloa.
“Los Urabeños se van a quedar con todo, con la producción y las rutas, ¿y qué va a quedar para la Oficina?” anotó el funcionario del MP. “Esto es lo que los Urabeños quieren, controlar a la Oficina, absolutamente toda, ¿y cómo lo hacen? Desgranándola".
Después de un año de paz criminal, la violencia está volviendo lentamente a Medellín a medida que el hampa de la ciudad está cada vez más cerca de comenzar un nuevo capítulo.
A comienzos de 2014, Medellín registró su más baja tasa de homicidios desde que 30 años antes, Pablo Escobar hizo de la ciudad la capital internacional del comercio de cocaína. Pero pocos creen en los funcionarios de la ciudad cuando reclaman el crédito por la caída en la violencia. Esta es una paz criminal, dicen los residentes y los expertos -el resultado de un alto al fuego en la guerra entre la mafia de Medellín, conocida como la Oficina de Envigado, y los invasores narcoparamilitares que son los Urabeños.
A pesar de que el pacto entre las dos partes ha silenciado las armas en las calles de Medellín no tenía como propósito llevar paz a los residentes de la ciudad. En cambio, fue una movida en un juego de ajedrez criminal de alto riesgo, en el que Medellín es el tablero, y las pandillas callejeras de la ciudad, las actividades criminales y las “Oficinas de Cobro” son las piezas. Los concursantes no sólo incluyen a los Urabeños y a la Oficina de Envigado, sino también a lo que es, quizás, el jugador criminal más poderoso de Latinoamérica: El Cartel de Sinaloa de México.
El pacto de Medellín cumplió un año, y hay señales de que podría estar comenzando a fracturarse. Las viejas rivalidades han resurgido en un nuevo conflicto, ha brotado una nueva batalla por el control del centro de la ciudad, y las tensiones están creciendo en algunos lugares estratégicos.
"Este pacto de fusil es sobre todo una transición", señaló Fernando Quijano, presidente de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (CORPADES), un grupo de monitoreo con sede en Medellín,. "Puede culminar con la jefatura única Urabeña en el control, secundado por la Oficina, pero en este camino pueden ocurrir cualquier cantidad de hechos [para evitarlo], y algunos de ellos ya se han venido presentando”.
Detrás del pacto
El 13 de julio de 2013, comandantes de los Urabeños y de la Oficina de Envigado se reunieron en una casa de lujo en el idílico municipio de San Jerónimo a las afueras de Medellín. Juntos llegaron a un acuerdo para poner fin a la crisis criminal que se había apoderado de Medellín desde 2008, con la extradición del último gran capo de la ciudad, Diego Murillo, alias "Don Berna", que dejó un vacío de poder que nunca fue llenado.Las dos partes declararon el fin de las hostilidades y se comprometieron a respetar los límites territoriales de sus rivales y los intereses criminales dentro de la ciudad. Según fuentes tanto oficiales como del hampa, también acordaron cooperar en el tráfico internacional de cocaína, reconfigurando las redes de tráfico regionales para que se adaptaran a las nuevas realidades del panorama criminal colombiano.
Poco después de que el acuerdo entró en vigor, fuentes del hampa dijeron a InSight Crime que éste había sido negociado por poderosos criminales de cuello blanco pertenecientes a la élite de la ciudad, que consideraban que la violencia era perjudicial para sus intereses de negocios, tanto legales como ilegales.
Desde entonces han circulado rumores de que las autoridades de Medellín también estuvieron involucradas en el pacto -una sospecha inevitable en una ciudad con una larga historia de connivencia entre el Estado y el crimen organizado, especialmente cuando el gobierno local está luchando para proteger la nueva imagen internacional de Medellín como una ciudad que ha dejado atrás su pasado violento. Los rumores han incluido revelaciones sobre reuniones entre funcionarios y capos criminales de Medellín, para discutir un acuerdo en el que los jefes de la mafia entregarían una ciudad pacificada a cambio de penas de prisión indulgentes.
Sin embargo, tanto fuentes oficiales como analistas ahora dicen que aunque el pacto pueda haber contado con poderosos patrocinadores locales, también tuvo un patrocinador extranjero todavía más poderoso: el Cartel de Sinaloa.
“Los mexicanos tienen un lugar protagónico en este conflicto, en bajar las cifras [de violencia] y también en trabajar en el estratégico comercio de la ilegalidad; y lo mas grave de todo, han metido muchas armas de alto calibre [a la ciudad]”, señaló una fuente del Ministerio Público (MP) de Colombia, que habló con InSight Crime bajo la condición de anonimato.
La conexión mexicana
Los sinaloenses son antiguos colaboradores de la Oficina de Envigado, y según un reciente comunicado de prensa de El Departamento de Tesoro de Estados Unidos, han "llegado a confiar en los operarios de la Oficina para que les presten apoyo en el tráfico de narcóticos a nivel mundial”.Sin embargo, en los últimos años, la capacidad de cumplimiento de sus socios se ha visto afectada. La Oficina está tambaleando por la sangrienta guerra interna de sucesión que desató la extradición de Don Berna, y también porque desde finales de 2011 ha estado intentando defenderse de la invasión de los Urabeños.
Estos conflictos han permitido que los Urabeños expriman todos los frentes del negocio del tráfico de cocaína de la Oficina, tomándose muchas de sus rutas de tráfico luego de haberse apropiado de las redes administradas por Maximiliano Bonilla Orozco, alias "Valenciano", el perdedor de la guerra civil que se desató dentro de la Oficina. También han limitado el acceso que tiene la Oficina a la cocaína, sacando del departamento de Antioquia a los Rastrojos, los proveedores de su rival.
Los Urabeños ahora controlan los puntos de despacho de cocaína en Urabá, en el corazón de la costa Caribe, y han logrado constituir un verdadero monopolio en la producción en Antioquia, controlando los laboratorios de procesamiento y, a través de sus contactos con la guerrilla, el acceso a los cultivos de coca. Lo único que falta para que establezcan un control casi completo sobre el comercio de cocaína en Antioquia es que también consigan el control de un centro logístico –un lugar que pueda servir como centro de lavado de dinero, como fuente de mano de obra armada con experiencia criminal, y que genere enormes ganancias ilegales. Y qué mejor ciudad para hacerlo que Medellín, la capital criminal.
Hasta que comenzó el pacto criminal, la batalla entre las dos partes –en su mayor parte librada por representantes de las pandillas callejeras– llegó a un punto muerto, con la Oficina a la defensiva, pero muy arraigada a nivel local, y con demasiados hombres para poder ser completamente derrotada por los Urabeños. Ambas partes pagaron un alto precio en sangre y dinero, pero según el funcionario del MP, necesitaron del Cartel de Sinaloa para poder salir de este punto muerto.
“La producción de la mercancía que llegaba al norte ha rebajado mucho, por eso los sinaloenses, muy interesados en incrementar la producción que principalmente llega a Estados Unidos, buscaron iniciar un acuerdo”, señaló.
“Sospechamos que realmente lo que da vida al pacto de fusil es que estos [los sinaloenses] hacen un acuerdo [que consiste] en que los Urabeños les venden al precio de costo la coca de la región, y la Oficina respeta y comparte las rutas”.
Hay pruebas de que los sinaloenses, quienes el funcionario considera que están financiando el pacto, no están conformes con sus contactos de alto nivel en el tráfico, y están buscando ampliar su alcance directamente en algunos de los barrios de la ciudad, en los que están controlados por las pandillas. Dijo que ya se han identificado mexicanos en la ciudad, pasando por los tugurios en vehículos de lujo cargados con armas y dinero en efectivo para distribuir entre las pandillas.
CORPADES también ha seguido la creciente infiltración de los sinaloenses en el mundo criminal de Medellín.
“Tenemos dos casos completamente confirmados de dos bandas donde miembros mexicanos del Sinaloa están ahí metidos”, dijo Quijano.
“Esas bandas hoy son propias de los sinaloenses”, añadió.
Un año de paz criminal
En los días posteriores a la firma del pacto, las pandillas rivales se reunieron en algunos de los barrios más conflictivos de Medellín para jugar partidos de fútbol y para participar en fiestas callejeras, celebrando la nueva paz. En gran medida esa paz se ha mantenido. La tasa de homicidios de la ciudad cayó de 52 por cada 100.000 habitantes en 2012, a 38 en 2013, y luego a 28,5 al inicio de 2014.Las autoridades de la ciudad aseguran que sus políticas de seguridad fueron las encargadas de generar esta drástica caída en la violencia, señalando que coincidió con la llegada de una ola de refuerzos policiales, con la implementación de nuevas tecnologías -como la mejora de las cámaras de seguridad- y con técnicas innovadoras basadas en el control territorial y en el contacto con la comunidad.
Hasta abril de este año, Aníbal Gaviria, el alcalde de Medellín, se negaba a reconocer la existencia del pacto más que de manera hipotética.
Por su parte, Jorge Mejía, consejero de la Alcaldía para la convivencia, la reconciliación y la vida, aceptó la existencia del pacto y el papel que ha jugado en la reducción de la violencia, pero dijo a InSight Crime que consideraba que fue la presión ejercida por el Estado lo que llevó a que los Urabeños y la Oficina llegaran al acuerdo de poner alto al fuego.
“Creo que el pacto de no agresión tiene que ver con el hecho que estaban recibiendo demasiados golpes por parte de la fuerza publica”, señaló.
Los residentes de los barrios pobres de la ciudad, que son los principales campos de batalla criminales en Medellín, contradicen la narrativa de una historia de seguridad exitosa. Dicen que la vida puede parecer normal y tranquila, pero el control que ejercen las pandillas sobre sus barrios ha aumentado con el pacto. La extorsión ha incrementado, el reclutamiento de niños y el abuso sexual siguen siendo la norma, y las desapariciones han incrementado dramáticamente.
VEA TAMBIÉN: Perfil de la Oficina de Envigado
A pesar de las nuevas políticas policiales basadas en la comunidad
hay poca confianza en la policía, institución a la cual Quijano acusa de
sólo actuar contra las bandas que rompen el alto al fuego, dejando un
espacio para que los grupos pacíficos puedan maniobrar.“Hay bandas que se han rebelado [al pacto] y todo el poder de la fuerza publica cae en contra de ellas”, dijo. “La pregunta es por qué no caen en contra de los que están en el pacto”.
La corrupción policial en Medellín está profundamente arraigada, e incluso Mejía admite que existe el riesgo de que los policías corruptos sean quienes regulan el pacto en nombre de pagadores criminales.
"Es posible, no se puede descartar", dijo. "Aquí uno de los problemas que hemos tenido, no sólo en Medellín, sino en todo el país, es la corrupción al interior del Estado y en la fuerza pública”.
La policía no respondió a las solicitudes de una entrevista.
Las calles de la ciudad siguen siendo tranquilas, pero al tiempo, la pequeña élite de narcotraficantes en la cúspide de la jerarquía criminal de Medellín se ha beneficiando de la otra parte del pacto entre los Urabeños y la Oficina, el tráfico internacional de cocaína.
“Los verdaderos jefes de la oficina, donde está la plana mayor que poco se mezcla en estas guerras barriales, en estas guerras de la ciudad, los que hacen el gran negocio, ya habían negociado con los Urabeños, y están ganando fuertes recursos”, dijo Quijano.
Puntos de quiebre
El pacto criminal de Medellín cumplió su primer aniversario a principios de este mes, pero la paz que ha traído consigo se ve cada vez más frágil. Han comenzando a aparecer grietas en varios lugares estratégicos (vea mapa abajo), cada uno con una dinámica criminal distinta que pone de relieve los puntos débiles del acuerdo.En los dos distritos del norte, Castilla y Aranjuez, se ha presentado una ola de tiroteos y asesinatos, y el pacto no ha logrado contener las rivalidades entre los grupos criminales locales. Pero esto tiene poco que ver con las relaciones entre la Oficina y los Urabeños, según el funcionario del MP.
“Son conflictos localizados sobre rentas localizadas y odios históricos, pero no sobre la salida grande de cocaína”, dijo.
Según fuentes de CORPADES, la jerarquía de los Urabeños incluso intervino para obligar a las pandillas a llegar a una nueva tregua en Aranjuez.
Sin embargo, en el centro de Medellín, los Urabeños han sido incapaces de resistirse a intervenir en un conflicto local, según una reciente investigación de CORPADES.
En las últimas semanas, una reciente oleada de golpes de las pandillas y de ataques con granadas anunciaron el inicio de un nuevo conflicto entre grupos rivales de Convivir -bandas que actúan como supervisores criminales en el centro de la ciudad.
La batalla es por el control de las ganancias multimillonarias que generan las diferentes actividades criminales, como la venta de drogas, la extorsión y el comercio sexual. Pero CORPADES cree que esta batalla se está convirtiendo en una guerra de poderes, con los Urabeños tentados a apoyar a uno de los lados del conflicto, luego de que se les presentara la oportunidad de acceder a lo que hasta ahora había sido un bastión de la Oficina virtualmente impenetrable.
"La Oficina y los Urabeños están aplicando el modelo de la Guerra Fría", dijo Quijano. "Estamos en una tregua, por lo que no tocamos a los líderes, pero si financiamos a los grupos de abajo para que se expandan, y el negocio continúa propagándose".
Las tensiones también están escalando en las alejadas colinas del oeste, en uno de los límites exteriores de la ciudad. La violencia en La Loma, ubicada en un estratégico cuello de botella, clave para el tráfico de drogas y de armas, a menudo representa una señal de advertencia temprana de que en Medellín lo peor está por venir, y el sector está, una vez más, alcanzando un nuevo punto de quiebre.
La Loma es una de las pocas zonas que se interpone entre los Urabeños y un control total sobre el movimiento en el oeste de la ciudad, y los informes provenientes de la zona indican que los Urabeños no van a seguir permitiendo que el pacto les impida alcanzar el control de la zona.
La Loma todavía no ha explotado en violencia, pero varios residentes contactados por InSight Crime dijeron que la situación era tan tensa que no la iban a discutir, ni siquiera de manera anónima, porque temían ser desplazados -algo que ha sucedido a varias familias recientemente.
¿Jaque mate?
Dure o no el pacto, su impacto sin duda lo hará. Ha ayudado a que el Cartel de Sinaloa gane influencia en la ciudad, y ha beneficiado a una serie de actores, tanto legales como ilegales en el conflicto de Medellín. También ha dejado a un claro ganador.“Gana la policía del Valle de Aburrá en el sentido de que la supuesta reducción parece que sigue la estrategia de ellos; gana el Alcalde al decir que estamos en paz; pero los reales ganadores de la supuesta pacificación de Medellín son los Urabeños”, afirmó Quijano.
Los Urabeños han codiciado el control de Medellín desde 2007, y gracias al pacto, ahora está a su alcance. La tregua les ha dado la oportunidad de comunicarse directamente con las facciones a menudo divididas de la Oficina, persuadiéndolas con una muestra de lo que tienen para ofrecer. También los ha ayudado a forjar lazos con el principal comprador de cocaína, el Cartel de Sinaloa.
“Los Urabeños se van a quedar con todo, con la producción y las rutas, ¿y qué va a quedar para la Oficina?” anotó el funcionario del MP. “Esto es lo que los Urabeños quieren, controlar a la Oficina, absolutamente toda, ¿y cómo lo hacen? Desgranándola".
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August 25, 2014
By Philip A. Wallach, Fellow, Governance Studies, The Brookings Institution
On November 6, 2012, voters in Washington and Colorado made the momentous and almost entirely novel choice to legalize and regulate recreational marijuana. While many places around the world have tried out forms of marijuana decriminalization or legalized medical uses, none had ventured to make the production, distribution and recreational use of the drug legal, let alone erect a comprehensive, state-directed regulatory system to supervise the market. In spite of the lack of experience, and in spite of a clear conflict with federal drug law, solid majorities in Washington and Colorado decided that their states should lead the way through experimentation. (In 2013, Uruguay would follow.) The opening of state-legal marijuana shops has been a reality in Colorado since January, and has finally come to pass in Washington as of July 8.
While Colorado is justifiably garnering headlines with its ambitiously rapid (and, in many respects, impressive) legalization rollout,2 there is a case to be made that Washington is undertaking the more radical and far-reaching reform. It is, in effect, attempting not just to change the way the state regulates marijuana, but also to develop tools by which to judge reform and to show that those tools can be relevant amid the hurly-burly of partisan political debate. Washington has launched two initiatives. One is about drug policy; the other is about knowledge. In the world of drug policy, and for that matter in the world of public administration more generally, this is something fairly new under the sun.
This second reform, though less heralded than the attention-grabbing fact of legalization, is in many ways just as bold. Washington’s government is taking its role as a laboratory of democracy very seriously, tuning up its laboratory equipment and devoting resources to tracking its experiment in an unusually meticulous way. Several innovative features are especially noteworthy:
This paper outlines Washington’s side-by-side experiments: the marijuana experiment and the knowledge experiment. It will weigh the potential and the pitfalls of the state’s knowledge experiment. And it will offer some thoughts on how to get the most out of Washington’s innovations—both for those who care about drug policy and for those who care about making policy reform of any sort work better.
To read the full report, please click here.