lunes, 15 de julio de 2013

¿Quién es Miguel Ángel Treviño Morales, alias el Zeta 40?

por Leo Zuckermann
¿Quién es Miguel Ángel Treviño Morales, alias el Zeta 40? 
Recuerdo que Eduardo Guerrero, experto en materia de seguridad, alguna vez me dijo que Treviño Morales se había convertido en el líder del cártel más sanguinario del país: Los Zetas. 
Alguien se ganó cinco millones de dólares el día de ayer. Esa era la cantidad que ofrecía el Departamento de Estado de Estados Unidos por la captura del fugitivo número W-456102936, de nombre Miguel Ángel Treviño Morales, alías El 40, Zeta 40, David Estrada Corado, Comandante Forty, o El Catorce, uno de los líderes del violentísimo cártel de Los Zetas y uno de los hombres más buscados por la Drug Enforcement Administration y el US Marshals Service.
Desgraciadamente, como ya ha ocurrido en otros casos durante esta administración, los mexicanos nos enteramos de una noticia importante por medio de un periódico estadunidense, el Dallas Morning News, en una nota firmada por Alfredo Corchado desde la Ciudad de México. La fuente del corresponsal eran “autoridades en ambos lados de la frontera”. Pasadas las cinco de la tarde de ayer, el reportero daba cuenta de la “mayor victoria en contra del crimen organizado de la presidencia de Enrique Peña Nieto”. El periódico texano confirmaba la detención de Treviño. Incluso contaba con una foto “golpeado, moretoneado y con algo de sobrepeso horas después de su detención”. Se informaba que en la noche se darían a conocer más detalles del arresto que, de acuerdo a una fuente estadunidense conocedora de la situación fronteriza, desencadenaría “una nueva ola de violencia en las regiones a lo largo del noreste de México”.
¿Quién es el Zeta 40? Recuerdo que Eduardo Guerrero, experto en materia de seguridad, alguna vez me dijo que Treviño Morales se había convertido en el líder del cártel más sanguinario del país: Los Zetas. No sólo se había dedicado al narcotráfico hacia Estados Unidos sino que había ampliado su empresa criminal a la extorsión, secuestro y todo tipo de abusos a los inmigrantes indocumentados. En muchas poblaciones de México, Estados Unidos y Centroamérica, su nombre inspiraba una palabra: terror.
Busqué y encontré la ficha del Zeta 40 en el Departamento de Estado del vecino del norte. Ahí se habla de cómo el cártel del Golfo se fundó en los años treinta del siglo pasado para contrabandear whisky a Estados Unidos. Luego pasaron al tráfico de mariguana y cocaína. El líder de este cártel en los noventa, Osiel Cárdenas, contrató entonces a un pequeño número de desertores de las Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano para su seguridad personal. Así nacieron Los Zetas, quienes eventualmente crecieron en el escalafón de la organización para convertirse en “jefes de plaza”. En el caso de Treviño, primero de Nuevo Laredo y luego de Veracruz.
Por su parte, en el sitio del Departamento de Justicia encontré una nota del 12 de junio de 2012 donde la Procuraduría estadunidense informa que un “gran jurado federal del Distrito Occidental de Texas ha expedido una acusación a 14 demandados por una conspiración para lavar recursos procedentes de la distribución de drogas de Los Zetas por medio de la adquisición, entrenamiento, crianza y carrera de caballos americanos de un cuarto de milla en Estados Unidos, incluyendo al líder de Los Zetas, Miguel Ángel Treviño Morales”.
En otro comunicado del Departamento de Justicia, de mayo de 2013, se informa que cuatro demandados fueron ya declarados culpables por un jurado de una “conspiración para lavar millones de dólares en utilidades por el tráfico de drogas de Los Zetas” en este mismo caso de carísimos caballos de carrera. Se trata de Balch Springs, José Treviño Morales, hermano de Miguel Ángel, Óscar Omar Treviño Morales, otro hermano cuyo alias es El 42, y Francisco Colorado Cessa.
Pendiente en este juicio de lavado de dinero están otros involucrados incluyendo a Miguel Treviño Morales de 35 años de edad. Tenía que ser arrestado para luego juzgarlo. Así que en Estados Unidos ya existe una orden de persecución en contra del Zeta 40 por lo que podría ser extraditado al vecino del norte. De convencer el fiscal a un jurado de su culpabilidad, como ya ocurrió en el juicio de cuatro involucrados, este personaje, como los demás, podría “pasar hasta 20 años en una prisión federal” por el delito de lavado de dinero proveniente del tráfico ilícito de drogas.
Me pregunto si las autoridades mexicanas ya tienen, como las estadunidenses, orden de arresto en su contra y pruebas para juzgarlo de los múltiples delitos que presuntamente ha cometido este violento criminal. Espero que nos enteremos pronto y, de preferencia, por medio de la prensa nacional.
                Twitter: @leozuckermann

.-¿Quién es dueño del mundo?





Entrevista a Noam Chomsky

David Barsamian: El nuevo imperialismo estadounidense parece ser
sustancialmente diferente a la variedad más antigua en que Estados Unidos es
una potencia economía en declive y por lo tanto está viendo menguar su poder
e influencia políticos.
Noam Chomsky: Yo pienso que hablar sobre la declinación estadounidense
debería tomarse con reservas.
Es en la Segunda Guerra Mundial cuando Estados Unidos realmente se convirtió en una potencia mundial. Había sido la economía más grande del mundo por mucho desde antes de la guerra, pero era una potencia regional en cierta forma. Controlaba al Hemisferio Occidental y había hecho algunas incursiones en el Pacífico. Pero los británicos eran la potencia mundial.

La Segunda Guerra Mundial cambió eso. Estados Unidos se convirtió en la
potencial mundial dominante. Estados Unidos tenía la mitad de la riqueza del
mundo. Las otras sociedades industriales estaban debilitadas o destruidas.
Estados Unidos estaba en una posición de seguridad increíble. Controlaba el
hemisferio, y tanto el Atlántico como el Pacífico, con una enorme fuerza
militar.

Por supuesto, eso declinó. Europa y Japón se recuperaron, y tuvo lugar la
descolonización. Para 1970, Estados Unidos había descendido, si se le quiere
llamar así, a alrededor del 25 por ciento de la riqueza del mundo;
aproximadamente como había sido, digamos, en los años 20. Seguía siendo la
potencia mundial abrumadora, pero no como había sido en 1950. Desde 1970,
está bastante estable, aunque por supuesto hubo cambios.
En la última década, por primera vez en 500 años, desde la conquista
española y portuguesa, Latinoamérica ha empezado a hacer frente a algunos de sus problemas. Empezó a integrarse. Los países estaban muy separados unos de otros. Cada uno estaba orientado por separado hacia el Oeste, primero Europa y luego Estados Unidos.
Esa integración es importante. Significa que no es tan fácil tomar a los
países uno por uno. Las naciones latinoamericanas pueden unificarse en
defensa contra una fuerza exterior.
El otro acontecimiento, que es más importante y mucho más difícil, es que
los países de Latinoamérica están empezando individualmente a enfrentar sus
enormes problemas internos. Con sus recursos, Latinoamérica debe ser un
continente rico, particularmente Sudamérica.
Latinoamérica tiene una enorme cantidad de riqueza, pero está muy altamente
concentrada en una élite pequeña, regularmente europeizada y a menudo
blanca, y existe al lado de una enorme pobreza y miseria. Hay algunos
intentos de empezar a hacer frente a eso, lo cual es importante – otra forma
de integración – y Latinoamérica de alguna manera se está apartando del
control estadounidense.
Se habla mucho sobre el cambio del poder mundial: India y China van a
convertirse en las nuevas grandes potencias, las potencias más ricas.

De nuevo, uno debería ser bastante reservado al respecto.

Por ejemplo, muchos observadores comentan sobre la deuda estadounidense y el hecho de que gran parte de ella está en manos de China. Hace unos años, en realidad, Japón tenía la mayor parte de la deuda estadounidense, ahora
superada por China.
Además, todo el marco para la discusión de la declinación de Estados Unidos
es engañoso. Se nos enseña a hablar sobre un mundo de estados concebidos
como entidades unificadas y coherentes.
Si uno estudia la teoría de las relaciones internacionales, hay lo que se
llama la escuela “realista”, que dice que hay un mundo de estados anárquico,
y que los estados buscan su “interés nacional”. Eso es en gran parte
mitología. Hay algunos intereses comunes, como la supervivencia. Pero, en su
mayor parte, la gente dentro de una nación tiene intereses muy diferentes.
Los intereses del director ejecutivo de General Electric y del conserje que
limpia sus pisos no son los mismos.
Parte del sistema doctrinal en Estados Unidos es la pretensión de que todos
somos una familia feliz, que no hay divisiones de clases, y que todos
estamos trabajando juntos en armonía. Pero eso es radicalmente falso.

En el siglo XVIII, Adam Smith dijo que la gente que posee la sociedad hace
las políticas: los “mercaderes y manufactureros”. El poder de hoy está en
las manos de las instituciones financieras y las multinacionales.

Estas instituciones tienen un interés en el desarrollo chino. Así que si
usted es, digamos, el director ejecutivo de Walmart o Dell o
Hewlett-Packard, se siente perfectamente contento de tener una mano de obra
muy barata en China trabajando bajo condiciones horribles y con pocas
restricciones ambientales. En tanto China tenga lo que se llama crecimiento económico, está bien.
En realidad, el crecimiento económico de China es un poco un mito. China es
en gran medida una planta de ensamblaje. China es un exportador importante,
pero aun cuando el déficit comercial estadounidense con China ha aumentado,
el déficit comercial con Japón, Taiwán y Corea ha descendido. La razón es
que se está desarrollando un sistema de producción regional.
Los países más avanzados de la región –Japón, Singapur, Corea del Sur y
Taiwán– envían tecnología avanzada, partes y componentes a China, la cual
usa su fuerza laboral barata para ensamblar productos y enviarlos fuera del
país.

Y las corporaciones estadounidenses hacen lo mismo: Envían partes y
componentes a China, donde la gente los ensambla y exporta los productos
finales. A esto se le llama exportaciones chinas, pero son exportaciones
regionales en muchos casos y, en otros, es realmente un caso en que Estados
Unidos se está exportando a sí mismo.
Una vez que rompemos el marco de los estados nacionales como entidades
unificadas sin divisiones internas dentro de las mismas, podemos ver que hay
un cambio del poder mundial, pero es de la fuerza laboral mundial a los
dueños del mundo: el capital transnacional, las instituciones financieras
mundiales.

jueves, 11 de julio de 2013

La invariable política exterior de EEUU hacia América Latina


Nuestra América –aquella que de nuevo recorre los senderos de la emancipación– tiene más de una razón para mantenerse alerta ante la previsible y esperada continuidad de la contraofensiva de Estados Unidos, independientemente de quien gane las elecciones presidenciales en ese país el 6 de noviembre próximo.
El último debate presidencial entre el demócrata Barak Obama y el republicano Mitt Romney, del lunes 22 de octubre, confirmó, a pesar de la diferencia de tonos entre ambos candidatos, que no habrá mayor variación de la política exterior de los Estados Unidos hacia el Oriente Próximo y América Latina.
La llamada de atención de Romney a Obama por su predisposición al diálogo con “las peores figuras del mundo” como el presidente Hugo Chávez, Fidel Castro y otros, en realidad está destinada a captar y/o consolidar el voto latino radicalmente anti-izquierdista que se concentra en algunos estados de ese país, particularmente en Miami, donde la mafia cubano-americana tiene virtualmente secuestrados a los políticos estadounidenses en función de una política que ha fracasado: el bloqueo a Cuba.
Contrastando el lenguaje belicoso y agresivo del candidato republicano con las palabras más moderadas del demócrata que lleva una pequeña ventaja nada irreversible en su campaña por la reelección, pero además colocando en el balance de situación las acciones u omisiones de Obama desde enero de 2009, la conclusión no puede ser menos que afirmar que la política exterior estadounidense seguirá siendo una amenaza real para los gobiernos revolucionarios y progresistas de América Latina y el Caribe.
El criterio de que un Obama reelecto se juegue en su último mandato por cumplir con sus propuestas de hace cuatro años, como el cierre de la base militar en Guantánamo, la flexibilización del bloqueo contra Cuba, un reencuentro con América Latina (reiterado incluso en la V Cumbre de las Américas en Trinidad Tobago de abril de 2009) y otros, hay que tomarlo con beneficio de inventario, pero al mismo tiempo asignarle una mínima posibilidad de materialización por la historia de los Estados Unidos en su relación de dominio/subordinación con los países de esta parte del mundo.
En los Estados Unidos hay una larga tradición de hacer política interna sobre la base de la “seguridad nacional”. La cultura política estadounidense se basa en el temor y la ignorancia de la inmensa mayoría de su población. A eso hay que añadir el creciente peso que tienen el Pentágono y los servicios secretos estadounidenses en la configuración de la política exterior y en la adopción de medidas de largo aliento. Para muestra un botón: hace pocos días se conoció, por medio del ex embajador del Reino Unido en Uzbekistan, Craig Muray, que el fondo de 87 millones de dólares constituido por la CIA para desestabilizar al presidente ecuatoriano Rafael Correa e impedir su reelección en febrero de 2013, se ha sido triplicado luego que el presidente venezolano Hugo Chávez saliera victorioso en las elecciones del domingo 7 de octubre.
El conocimiento de esa información no es una sorpresa, pues es sabido que Estados Unidos destina millones de dólares para sus campañas de subversión contra Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, en las que los medios de comunicación juegan un papel importante para construir matrices de opinión contrarias a los procesos políticos que viven esos países y sus líderes.
Entonces, valga ese dicho popular de que no todo es lo que parece. La mayor parte de las transnacionales de la información han señalado que América Latina apenas estuvo presente en el tercer debate presidencial e incluso la CNN ha enfatizado que “estuvo ausente”. Pero que los dos candidatos no hayan concentrado su intervención en esta parte del mundo, no quiere decir que no se tenga pensado mantener las medidas vigentes y adoptar otras en defensa de la seguridad interna de los Estados Unidos. Las acciones dicen más que las palabras.
Si bien la construcción de enemigos viejos y nuevos forma parte de la teoría y práctica de los dos únicos partidos reconocidos por el sistema electoral estadounidense, la tendencia se ha agravado en los últimos años debido a las serias dificultades que tienen los políticos estadounidenses para conquistar a una población agobiada en su mayoría por la combinación de la crisis mundial capitalista y la crisis específica de los Estados Unidos.
Por lo tanto, es muy claro que para los políticos y autoridades estadounidenses la recuperación de su hegemonía en la América Latina de hoy –laboratorio de luchas por la emancipación–, es una imperiosa necesidad y pasa por revertir la creciente tendencia latinoamericanista que está contagiado –al impulso de los países miembros del ALBA– a gobiernos progresistas y de derecha que buscan construir un espacio de mayor autonomía ante los Estados Unidos.
La creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que no hubiera sido posible durante más de dos décadas de neoliberalismo, representa un espacio político mucho más rico de lo que es la Organización de Estados Americanos (OEA), bastante desprestigiada por su papel funcional a los Estados Unidos, para pensar en otras maneras de integración comercial y económica. Ni hablar del aporte de UNASUR y MERCOSUR en su favorable papel de apoyo a la latinoamericanización.
Es bastante lo que ha perdido Estados Unidos en América Latina. Políticamente ha tenido que enfrentar una creciente ola contestaría de pueblos y gobiernos que le dicen cosas que nunca antes solía oírse. Una de ellas, la advertencia –formulada en Cartagena de Indias en abril de este año– de que no habrá otra Cumbre de las Américas si Cuba no está presente. Económicamente, el incremento de las relaciones comerciales intra-regionales y la apertura de otros mercados, como la China, cuya demanda de materias primas no cesa de aumentar, ha disminuido relativamente el peso específico de EE.UU. en el continente.
La necesidad de recuperar el espacio perdido conduce a la burguesía imperial a cerrar filas ante los que consideran sus enemigos principales. Ahí pueden variar los tonos e intensidades, pero no cambian los objetivos. No importa cuál sea el discurso empleado por republicanos y demócratas, el fondo es el mismo. Para Obama, “EE.UU. permanece como la nación indispensable”, para Romney “Latinoamérica es una oportunidad” y, apelando a la Doctrina Monroe que nunca dejaron de aplicar sostuvo: “nuestra misión en el mundo es hacer un planeta pacífico […] Ese papel le cayó a América […] no lo pedimos […] América tiene una responsabilidad y un privilegio de defender la libertad y los principios fundamentales”.
¿Qué es lo que se anuncia entonces?
No hay que profundizar mucho para saber que, por ejemplo, Estados Unidos le seguirá dando las espaldas al mundo y al sentimiento latinoamericano en la demanda del cese inmediato del criminal bloqueo contra Cuba. Prisioneros de la mafia cubano-americana, pero además convencidos del credo religioso –bastante fuerte en esa sociedad conservadora– de que Puerto Rico y Cuba les pertenece, según se tradujo con claridad en el Destino Manifiesto redactado en la primera mitad del siglo XIX, es poco probable que la clase dominante estadounidense vaya a levantar esa criminal medida por su sola voluntad política, así la Casa Blanca siga habitada por el demócrata Obama. De hecho, el 13 de noviembre se da por descontado que Cuba reciba, por vigésima primera vez consecutiva el inmenso apoyo en las Naciones Unidas a su resolución que condena el bloqueo y pide su inmediato levantamiento.
Pero al viejo enemigo, que ha aportado autoridad política y moral al mantener invariable su conquistada soberanía y dignidad nacionales, se le suman los nuevos enemigos del siglo XXI. Las revoluciones venezolana, boliviana y ecuatoriana, a las que se añade la re-emergencia de la nicaragüense, concentran la atención de los estrategas del Pentágono, que virtualmente también tienen secuestrado al Departamento de Estado desde la década de los 80, sin que eso signifique que los titulares de la Casa Blanca sean unos angelitos.
La guerra permanente contra Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega se va a mantener. Es más, la crítica de Obama a Romney por tener una política exterior de los años ochenta, hay que llenarla del contenido que el candidato demócrata no se atrevió a hacer ante las pantallas de televisión, en parte porque esa política no ha sufrido la mayor variación estructural en el período de su administración.
El hilo conductor de esa política es la estrategia de la guerra de baja intensidad para América Latina, concebida por Reagan en los ochenta y resignificada después por Clinton, los Bush y Obama a través del Plan Colombia, la Iniciativa Regional Andina, la Iniciativa Mérida y desde hace poco la Alianza Pacífico. Esto significa la combinación de medidas políticas, económicas, ideológico-culturales y militares conducentes a “revertir” los procesos revolucionarios haya donde hubiesen triunfado o a evitar la expansión de su ejemplo en otros países donde el poder político de las clases dominantes aliadas a Washington esté en peligro de ser conquistado por los nuevos enemigos.
Por eso no es un desliz la afirmación del candidato republicano de que Rusia es el principal enemigo de Estados Unidos o que hay que apostar por América Latina como una alternativa a China. En realidad, ese punto de vista más que una confusión respecto del ex país socialista y de ser un halago para Latinoamérica, es el preaviso de la profundización de una estrategia que ya está en marcha en plena administración demócrata.

Entrevista a Junior Garcia Aguilera