En los meses
recientes una amplia e intensa campaña mediática ha venido insistiendo
en que hay “sólidas señales” de que “la recuperación económica” está en
curso, luego de la más grave crisis económica mundial desde la Gran
Depresión de 1929‑1933. Utilizando algunas señales aisladas se pretende
imponer esta idea. El repunte de diversos índices bursátiles en los
últimos meses de 2009 y primeros de 2010 ha sido presentado como un
síntoma de mejoría económica general. Según estas versiones, la crisis
mundial quedó atrás y en el horizonte sólo se observa inobjetablemente
la recuperación.
En realidad, las inyecciones masivas de dinero de los gobiernos de las grandes potencias económicas para contener la crisis, beneficiando principalmente al sistema financiero especulativo, generaron enormes excedentes de fondos que encontraron en las bolsas de valores una nueva y jugosa oportunidad para rentabilizar sus capitales. En este sentido, la euforia financiera especulativa parece estar de vuelta, pero no así la superación de los problemas fundamentales que ha generado la más grave crisis económica mundial en la historia del capitalismo. A continuación presentamos algunos elementos para tener una perspectiva más objetiva de la situación actual y las perspectivas de la economía mexicana.
I. Características de la crisis económica global
La crisis económica mundial de 2008–2009 corresponde a la dinámica y los ciclos económicos del capitalismo, expuestos por Marx en El Capital.
Ha sido la más grave desde la Gran Depresión de 1929–1933. Incluso ha sido más amplia y profunda que ésta, por su extensión geográfica a casi todo el mundo, por los inmensos volúmenes de capital destruidos y por sus nocivos efectos sociales.
Los especialistas consideran que es una crisis profunda dado el grado en que decreció el producto bruto (PB) a nivel mundial. Éste pasó de 3.0% en 2008 a –0.8 en 2009. El PB de América Latina fue de 4,2% en 2008 y de -1,8 en 2009. México, que desde 1982 viene aplicando el modelo de acumulación neoliberal, tuvo en 2008 un producto interno bruto (PIB) de 1.3% y en 2009 dicho indicador decreció hasta llegar a -6,8 según el Fondo Monetario Internacional (FMI), según las cifras del gobierno mexicano la caída fue de 6,5%. También se considera profunda por los graves efectos que produjo en los temas sociales más sensibles: empleo, salud, pobreza, ingresos y capacidad de consumo.
Fue precedida por crisis sectoriales (energética, alimentaria, climática, etc.) en los años previos, que siguen desplegando y diseminando sus graves efectos económicos y sociales por el mundo, especialmente sobre los países atrasados y los llamados “en vías de desarrollo” o “emergentes”, que constituyen alrededor de las tres cuartas partes de la población mundial.
Tuvo su origen en Estados Unidos (EUA) como crisis bursátil–inmobiliaria en julio de 2007. Para octubre de 2008 ya se había convertido en crisis financiera global. Y desde esa fecha y a lo largo de 2009 se extendió a las esferas comercial, productiva, social y política. Inicialmente no faltaron las opiniones de “expertos” asegurando que la tormenta duraría poco dada la fortaleza general de la economía de EUA. Los efectos de la intoxicación mediática duraron muy poco. Europa entró en recesión empujada por EUA, pero también como efecto de sus propios problemas. La ola negra llegó también a Japón e inundó a las llamadas potencias emergentes de Asia como India y Corea del Sur, y a otras zonas de la periferia como Brasil, afectando incluso a quien se ha convertido en la tercera potencia económica mundial: China.
Se trata de una crisis prolongada cuyos efectos llegarán hasta 2012 y quizás más allá. Es una verdadera crisis global en el sentido geográfico, pues la crisis de 1929‑1933 no involucró a todo el mundo; ahora ha abarcado prácticamente a todo el mundo.
Es también una crisis de insolvencia de la economía que hace apenas unos años era considerada la “locomotora del mundo”. EUA pasó de ser la potencia industrial por excelencia a ser el gran importador de manufacturas; y de ser el gran acreedor de todos, a ser el gran deudor. Es el país que tiene la deuda total (pública y privada) más grande del mundo. Ha vivido de préstamos durante toda la etapa neoliberal. Su deuda total pasó de 160% del PIB en 1980, al nivel histórico de 372% del PIB en 2009. ¿Cómo financiar esa deuda en tiempos de competencia encarnizada entre las potencias y los bloques económicos, de guerras, de nuevos actores económicos y cuando se ha dejado de ser el acreedor universal?
No es una crisis de escasez de productos, sino todo lo contrario. Mientras los almacenes están llenos de productos, los bolsillos de los consumidores se encuentran vacíos. Por esto se dice que es una crisis de subconsumo y de sobreproducción. Al disminuir la tasa de ganancia, el empresario prefiere almacenar y esperar “mejores tiempos”, olvidando que almacenar y dejar de producir lo lleva a necesitar menos empleados, a despedirlos, a que haya menos personas con dinero para consumir y a que se contraiga el mercado interno. Lo dramático de esto es que los gobiernos en lugar de implementar políticas anticíclicas de expansión del gasto público y generación de empleos, se obstinan en salvar y proteger al capital financiero, el cual por su propia naturaleza no genera empleo ni bienes de consumo.
Es evidente que ésta es una crisis terminal del modelo neoliberal, el cual privilegió al capital financiero, sobre todo el especulativo, fracción hegemónica del capital que fue la detonante de la crisis de todo el sistema capitalista. Como señala el Dr. Arturo Huerta en el caso de México:
Ha sido la política de altas tasas de interés, la disciplina fiscal, el abaratamiento del dólar (y de las importaciones) por muchos años, junto a la liberalización y desregulación financiera (donde la banca especula y hace lo que quiere sin restricción alguna), así como la política de apertura económica generalizada, lo que nos ha llevado a tener menos industria, menos producción agrícola, menos empleo productivo, altos niveles de endeudamiento y baja dinámica de acumulación.[1]
A nivel mundial, aunque la mayoría de los países capitalistas adoptaron de diferentes maneras el modelo neoliberal, lo cierto es que ninguno de ellos se ha salvado de padecer las graves consecuencias económicas y sociales que produjo. Es evidente que los países que no se sometieron al neoliberalismo y han seguido otros modelos de desarrollo como la India, pero en especial los que están inmersos en procesos de construcción con orientación socialista como China, Cuba y Venezuela, han mostrado un mejor desempeño durante el desenvolvimiento de la crisis.
Paralelamente, es una crisis del Estado capitalista, particularmente en su modalidad neoliberal.[2] El economista poskeynesiano R. Wray lo plantea en estos términos: “la crisis actual representa el fracaso del gobierno al promover la desregulación, reducir la supervisión y consolidar el poder del mercado en manos de los capitalistas que manejan el dinero.” Los neoliberales piden que el Estado se mantenga al margen de la actividad económica mientras hay estabilidad y auge en los negocios, pero urgen su intervención y ruegan su protección en tiempos de crisis. Dado que la libre competencia y las leyes del mercado son incapaces de garantizar una distribución equitativa de la riqueza y de evitar crisis cíclicas, es conveniente recuperar la idea de Estado interventor y planificador de la economía, que cree mecanismos de regulación, control y supervisión de las actividades económicas, monetarias y financieras.
Desde luego, es asimismo una crisis del mundo unipolar. La era del unipolarismo comandado por EUA parece haber entrado en su etapa final. Se está perfilando un multipolarismo de intereses en agudo conflicto. La crisis mundial desembocará, pues, en un mundo muy diferente al que hasta ahora hemos conocido. EUA se está quedando solo. Desde las grandes potencias industriales hasta los países pequeños y en vías de desarrollo están sugiriendo que se configure una nueva arquitectura política y financiera internacional. La crisis está precipitando la necesidad para el capitalismo de una reorganización total de sus relaciones de fuerzas económicas en el escenario mundial.
Los países de América Latina y el Caribe están contribuyendo al derrumbamiento del mundo unipolar. Durante la reciente Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, que se realizó en México en febrero pasado, los presidentes de 32 países participantes aprobaron la creación de un nuevo organismo que represente a toda la región, en el que no participarán Canadá ni EUA. Este nuevo mecanismo se llamaría, temporalmente, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, e iniciaría oficialmente sus funciones en julio de 2011.
Debe ser considerada una crisis múltiple y combinada por las diferentes áreas en que se expresa ―inmobiliaria, financiera, productiva, comercial, energética, alimentaria, social, geoeconómica, geopolítica, ideológica, etc.― y por su interdependencia que refuerza sus efectos en cada una de ellas y tiende a extender su duración por varios años.
En síntesis, desde nuestra perspectiva la crisis económica mundial debe ser caracterizada como la crisis más amplia, profunda e integral que ha afectado al orden capitalista en toda su historia.
II. Contraste de datos de la Gran Depresión con la actual crisis económica mundial
El contraste de algunos datos disponibles de la Gran Depresión de 1929‑1933 con los de la actual crisis económica mundial, proporciona valiosos elementos para dimensionar la magnitud y naturaleza del problema que enfrenta el mundo.
El PB mundial se redujo 17% en 1932 respecto a 1929.[3] Según el más reciente reporte del FMI (enero de 2010), en 2009 la economía mundial cayó ‑0,8% respecto a 2008. El comercio mundial disminuyó alrededor de 25% en los primeros años de la década de 1930.[4] Según la Organización Mundial de Comercio (OMC), en 2009 el comercio mundial se redujo en 12%.
En realidad, las inyecciones masivas de dinero de los gobiernos de las grandes potencias económicas para contener la crisis, beneficiando principalmente al sistema financiero especulativo, generaron enormes excedentes de fondos que encontraron en las bolsas de valores una nueva y jugosa oportunidad para rentabilizar sus capitales. En este sentido, la euforia financiera especulativa parece estar de vuelta, pero no así la superación de los problemas fundamentales que ha generado la más grave crisis económica mundial en la historia del capitalismo. A continuación presentamos algunos elementos para tener una perspectiva más objetiva de la situación actual y las perspectivas de la economía mexicana.
I. Características de la crisis económica global
La crisis económica mundial de 2008–2009 corresponde a la dinámica y los ciclos económicos del capitalismo, expuestos por Marx en El Capital.
Ha sido la más grave desde la Gran Depresión de 1929–1933. Incluso ha sido más amplia y profunda que ésta, por su extensión geográfica a casi todo el mundo, por los inmensos volúmenes de capital destruidos y por sus nocivos efectos sociales.
Los especialistas consideran que es una crisis profunda dado el grado en que decreció el producto bruto (PB) a nivel mundial. Éste pasó de 3.0% en 2008 a –0.8 en 2009. El PB de América Latina fue de 4,2% en 2008 y de -1,8 en 2009. México, que desde 1982 viene aplicando el modelo de acumulación neoliberal, tuvo en 2008 un producto interno bruto (PIB) de 1.3% y en 2009 dicho indicador decreció hasta llegar a -6,8 según el Fondo Monetario Internacional (FMI), según las cifras del gobierno mexicano la caída fue de 6,5%. También se considera profunda por los graves efectos que produjo en los temas sociales más sensibles: empleo, salud, pobreza, ingresos y capacidad de consumo.
Fue precedida por crisis sectoriales (energética, alimentaria, climática, etc.) en los años previos, que siguen desplegando y diseminando sus graves efectos económicos y sociales por el mundo, especialmente sobre los países atrasados y los llamados “en vías de desarrollo” o “emergentes”, que constituyen alrededor de las tres cuartas partes de la población mundial.
Tuvo su origen en Estados Unidos (EUA) como crisis bursátil–inmobiliaria en julio de 2007. Para octubre de 2008 ya se había convertido en crisis financiera global. Y desde esa fecha y a lo largo de 2009 se extendió a las esferas comercial, productiva, social y política. Inicialmente no faltaron las opiniones de “expertos” asegurando que la tormenta duraría poco dada la fortaleza general de la economía de EUA. Los efectos de la intoxicación mediática duraron muy poco. Europa entró en recesión empujada por EUA, pero también como efecto de sus propios problemas. La ola negra llegó también a Japón e inundó a las llamadas potencias emergentes de Asia como India y Corea del Sur, y a otras zonas de la periferia como Brasil, afectando incluso a quien se ha convertido en la tercera potencia económica mundial: China.
Se trata de una crisis prolongada cuyos efectos llegarán hasta 2012 y quizás más allá. Es una verdadera crisis global en el sentido geográfico, pues la crisis de 1929‑1933 no involucró a todo el mundo; ahora ha abarcado prácticamente a todo el mundo.
Es también una crisis de insolvencia de la economía que hace apenas unos años era considerada la “locomotora del mundo”. EUA pasó de ser la potencia industrial por excelencia a ser el gran importador de manufacturas; y de ser el gran acreedor de todos, a ser el gran deudor. Es el país que tiene la deuda total (pública y privada) más grande del mundo. Ha vivido de préstamos durante toda la etapa neoliberal. Su deuda total pasó de 160% del PIB en 1980, al nivel histórico de 372% del PIB en 2009. ¿Cómo financiar esa deuda en tiempos de competencia encarnizada entre las potencias y los bloques económicos, de guerras, de nuevos actores económicos y cuando se ha dejado de ser el acreedor universal?
No es una crisis de escasez de productos, sino todo lo contrario. Mientras los almacenes están llenos de productos, los bolsillos de los consumidores se encuentran vacíos. Por esto se dice que es una crisis de subconsumo y de sobreproducción. Al disminuir la tasa de ganancia, el empresario prefiere almacenar y esperar “mejores tiempos”, olvidando que almacenar y dejar de producir lo lleva a necesitar menos empleados, a despedirlos, a que haya menos personas con dinero para consumir y a que se contraiga el mercado interno. Lo dramático de esto es que los gobiernos en lugar de implementar políticas anticíclicas de expansión del gasto público y generación de empleos, se obstinan en salvar y proteger al capital financiero, el cual por su propia naturaleza no genera empleo ni bienes de consumo.
Es evidente que ésta es una crisis terminal del modelo neoliberal, el cual privilegió al capital financiero, sobre todo el especulativo, fracción hegemónica del capital que fue la detonante de la crisis de todo el sistema capitalista. Como señala el Dr. Arturo Huerta en el caso de México:
Ha sido la política de altas tasas de interés, la disciplina fiscal, el abaratamiento del dólar (y de las importaciones) por muchos años, junto a la liberalización y desregulación financiera (donde la banca especula y hace lo que quiere sin restricción alguna), así como la política de apertura económica generalizada, lo que nos ha llevado a tener menos industria, menos producción agrícola, menos empleo productivo, altos niveles de endeudamiento y baja dinámica de acumulación.[1]
A nivel mundial, aunque la mayoría de los países capitalistas adoptaron de diferentes maneras el modelo neoliberal, lo cierto es que ninguno de ellos se ha salvado de padecer las graves consecuencias económicas y sociales que produjo. Es evidente que los países que no se sometieron al neoliberalismo y han seguido otros modelos de desarrollo como la India, pero en especial los que están inmersos en procesos de construcción con orientación socialista como China, Cuba y Venezuela, han mostrado un mejor desempeño durante el desenvolvimiento de la crisis.
Paralelamente, es una crisis del Estado capitalista, particularmente en su modalidad neoliberal.[2] El economista poskeynesiano R. Wray lo plantea en estos términos: “la crisis actual representa el fracaso del gobierno al promover la desregulación, reducir la supervisión y consolidar el poder del mercado en manos de los capitalistas que manejan el dinero.” Los neoliberales piden que el Estado se mantenga al margen de la actividad económica mientras hay estabilidad y auge en los negocios, pero urgen su intervención y ruegan su protección en tiempos de crisis. Dado que la libre competencia y las leyes del mercado son incapaces de garantizar una distribución equitativa de la riqueza y de evitar crisis cíclicas, es conveniente recuperar la idea de Estado interventor y planificador de la economía, que cree mecanismos de regulación, control y supervisión de las actividades económicas, monetarias y financieras.
Desde luego, es asimismo una crisis del mundo unipolar. La era del unipolarismo comandado por EUA parece haber entrado en su etapa final. Se está perfilando un multipolarismo de intereses en agudo conflicto. La crisis mundial desembocará, pues, en un mundo muy diferente al que hasta ahora hemos conocido. EUA se está quedando solo. Desde las grandes potencias industriales hasta los países pequeños y en vías de desarrollo están sugiriendo que se configure una nueva arquitectura política y financiera internacional. La crisis está precipitando la necesidad para el capitalismo de una reorganización total de sus relaciones de fuerzas económicas en el escenario mundial.
Los países de América Latina y el Caribe están contribuyendo al derrumbamiento del mundo unipolar. Durante la reciente Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe, que se realizó en México en febrero pasado, los presidentes de 32 países participantes aprobaron la creación de un nuevo organismo que represente a toda la región, en el que no participarán Canadá ni EUA. Este nuevo mecanismo se llamaría, temporalmente, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, e iniciaría oficialmente sus funciones en julio de 2011.
Debe ser considerada una crisis múltiple y combinada por las diferentes áreas en que se expresa ―inmobiliaria, financiera, productiva, comercial, energética, alimentaria, social, geoeconómica, geopolítica, ideológica, etc.― y por su interdependencia que refuerza sus efectos en cada una de ellas y tiende a extender su duración por varios años.
En síntesis, desde nuestra perspectiva la crisis económica mundial debe ser caracterizada como la crisis más amplia, profunda e integral que ha afectado al orden capitalista en toda su historia.
II. Contraste de datos de la Gran Depresión con la actual crisis económica mundial
El contraste de algunos datos disponibles de la Gran Depresión de 1929‑1933 con los de la actual crisis económica mundial, proporciona valiosos elementos para dimensionar la magnitud y naturaleza del problema que enfrenta el mundo.
El PB mundial se redujo 17% en 1932 respecto a 1929.[3] Según el más reciente reporte del FMI (enero de 2010), en 2009 la economía mundial cayó ‑0,8% respecto a 2008. El comercio mundial disminuyó alrededor de 25% en los primeros años de la década de 1930.[4] Según la Organización Mundial de Comercio (OMC), en 2009 el comercio mundial se redujo en 12%.