jueves, 23 de enero de 2014

“Hay razones para ser optimistas”

El historiador Alberto Prieto Rozos compartió con el diario Granma sus opiniones sobre los desafíos y el futuro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)

Dalia González Delgado


La unidad latinoamericana no ha sido solo un sueño bicentenario, sino una tradición y una necesidad, asegura Alberto Prieto Rozos, Doctor en Ciencias y en Ciencias Históricas. Desde Francisco de Miranda, pasando por Simón Bolívar, Eloy Alfaro, José Martí, Augusto César Sandino, Fidel Castro, todos han hablado de la integración. Pero lo importante no es que haya sido soñada por alguien —subrayó el experto— sino que nuestros pueblos existen con una peculiaridad en el mundo, y es que tienen características semejantes.


Alberto Prieto Rozos. Foto: Alberto Borrego
"Estamos unidos por una cultura, por tradiciones, por una psicología. Además, mientras más juntos estemos, más fuertes somos, y mientras menos unidos estemos, con más facilidad las potencias extranjeras nos dominarán", argumentó el Profesor Titular y de Mérito de la Universidad de La Habana, quien acumula varias décadas de trabajo docente especializado en los temas de América Latina y el Caribe, y tiene casi una veintena de libros publicados.
—Aunque la integración latinoamericana se pensó desde hace 200 años, solo ahora ha sido posible la creación de un mecanismo como la CELAC. ¿Qué condiciones hay en la actualidad que antes no hubo?
—Normalmente la subjetividad se adelanta a la realidad. Esto ha sido pensado durante 200 años, pero las condiciones objetivas eran muy difíciles. Primero, porque las economías de los países latinoamericanos en vez de ser complementarias eran competitivas. Eran básicamente países exportadores que se dirigían a los mismos mercados, y rivalizaban entre sí. Y los países dominadores aprovecharon esas circunstancias para dividir.
"Con el desarrollo económico y social actual, han surgido nuevas tendencias industriales, que han ido complementando los países. Por ejemplo, MERCOSUR comercia más entre sí que lo que envía al extranjero en esos sectores. Sigue existiendo la matriz agro-exportadora tradicional, y es la que ofrece divisas para el proceso de desarrollo económico, pero los intercambios industriales principalmente se realizan entre nuestros propios países, porque es muy difícil vender productos industriales a Europa o a Estados Unidos.
"Además, han surgido sectores sociales nuevos. La clase obrera antes casi no tenía peso, pero hoy en día la clase obrera industrial y los otros sectores asalariados que actúan a su alrededor tienen intereses distintos a los de las oligarquías tradicionales. Los obreros ven en la unidad latinoamericana un proceso en el cual sus intereses se pueden fortalecer.
"En la CELAC no hay únicamente países progresistas, porque no hemos llegado a ese punto, pero lo grandioso es que la fortaleza de esos países impulsa al resto. Por otra parte, la idea de la integración es tan fuerte que las masas populares se han apropiado de ella, y es una de sus principales exigencias".
—En su opinión, ¿qué medidas concretas, no solo en lo político sino en lo económico, se podrían tomar para fortalecer esta integración?
—Bajo la presidencia Pro Témpore de Cuba hubo una reunión de ministros de educación. Las sociedades de América Latina, aun teniendo culturas homogéneas o muy parecidas, son diversas, las prácticas son diversas. Entonces, por ejemplo, que se unan los ministros para hacer programas educativos compatibles, es un paso de progreso. Donde haya analfabetismo Cuba puede aportar su método "Yo sí puedo", o médicos donde sea necesario, y esas son colaboraciones que tienden a la unidad. Porque las personas tienen que constatar lo progresista, lo bueno. Cualquier venezolano o brasileño atendido por un médico cubano comienza a ver que si nos integramos eso es algo positivo para él. Eso se puede trasladar a otros campos. El mundo es tan complejo que tenemos nosotros que luchar con nuestras propias fuerzas. Afortunadamente, hay gobiernos poderosos en un ámbito y otros en otro. En la unión de lo que cada cual tiene mejor, la integración ofrece beneficios.
"Ahora bien, eso no se produce por generación espontánea; hay que estructurarlo y desarrollarlo. Para eso tienen que reunirse los ministros de finanzas, de educación, de transporte. Sobre todo en un continente como el nuestro, donde estábamos acostumbrados a que todo viniera de afuera. Aunque partimos del criterio de que los latinoamericanos somos hermanos, a veces no nos conocemos. Los jóvenes que estudian aquí, por ejemplo, crean lazos afectivos. Otro ejemplo, en UNASUR, se habla de un Consejo de Defensa, y no es lo mismo que los miembros de los ejércitos vayan a escuelas comunes nuestras, a que vayan a estudiar a Estados Unidos. Con una organización como la CELAC todo se hace más fácil".
—¿Estados Unidos aceptará pasivamente que haya un mecanismo de integración regional donde no estén incluidos?
—No pudieron impedir la creación de la CELAC. Se les fue de las manos involuntariamente, aunque no lo vieron con gusto.
"Ellos siempre han tratado de que todos los nexos pasen por Washington. Muchas veces los embajadores latinoamericanos tenían que ponerse de acuerdo en Estados Unidos para después ponerse de acuerdo los países. Pero los principales problemas que puedan surgir entre nosotros mismos son asunto nuestro".
—No todos los países que integran la CELAC ven a Estados Unidos como enemigo de la integración. ¿Cómo concertar intereses tan diversos?
—Con habilidad política. La unidad revolucionaria en Cuba se logró por la extraordinaria, excepcional capacidad política de Fidel Castro.
"Además, el mundo ha cambiado, hay nuevos centros económicos y la multipolaridad nos ayuda. Por ejemplo, el principal socio comercial de Chile no es Estados Unidos sino China. El hecho de que ese país sea la segunda potencia mundial nos favorece, pero eso hay que tejerlo".
—Usted se ha referido a la necesidad de lograr complementariedad económica en América Latina, y mencionaba ahora la relación con China. Algunos analistas consideran que los estrechos vínculos con ese país debilitan la integración de nuestras propias economías. ¿Coincide con esa opinión?
—En lo más mínimo. Lo que he leído en ese sentido son economistas ultra izquierdistas que imaginan un mundo como ellos desean, un mundo latinoamericano autárquico que no es posible.
"El mercado interno chino está creciendo a un gran ritmo, pero absorbe materias primas. ¿Qué puede exportar Argentina? Cereales y carne, por ejemplo, porque sus productos industriales no serán vendidos a China, ni a Estados Unidos, ni a la Unión Europea.
"América Latina tiene la fortaleza —que en un momento fue una debilidad porque opacó a otros sectores— de que sus recursos son de inevitable consumo en el mundo. ¿O diremos que es una debilidad para Venezuela tener mucho petróleo para exportar? Lo que no se puede hacer es convertir al país en petrorentista, y que la gente viva de una subvención en su casa sin hacer nada porque el ingreso petrolero da para eso; eso sería un error, pero no es culpa del petróleo sino de la distribución que se haga de él.
"Entonces, los vínculos con China bien empleados son una fortaleza para la economía".
—¿Usted es optimista con respecto a la CELAC?
—Yo soy optimista ante la vida. Creo en la lucha. Creo que la lucha de los elementos progresistas, más si son revolucionarios, es lo que transforma al mundo. Y evidentemente el mundo está en progreso, porque hace 55 años el panorama de América Latina era completamente diferente al de hoy.


"Cuando Fidel en Montevideo el 5 de mayo de 1959 clamó por la unidad latinoamericana, la gente diría que se trataba de una locura. Pero han pasado 55 años y está la CELAC, y Cuba es la presidenta Pro Témpore. Eso es un respeto, es reconocer que este país ha luchado por la integración como ningún otro en América Latina. Es saber que nosotros tenemos más médicos en el mundo y en América Latina que los Médicos sin Fronteras tan alardeados del imperialismo. Eso es lo que representa la presidencia de Cuba. La moral es una de las fuerzas principales que hay en el mundo. Soy optimista, porque crecientemente lo que es moral es lo progresista y lo revolucionario. Hay razones para ser optimistas. Creo que dentro de 10 años estaremos en una posición más fuerte, más ventajosa que en la actualidad".
Fuente: Granma

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