El historiador Alberto Prieto Rozos compartió con el diario Granma sus opiniones sobre los desafíos y el futuro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)
Dalia González Delgado
La unidad latinoamericana no ha sido solo un sueño bicentenario, sino una tradición y una necesidad, asegura Alberto Prieto Rozos, Doctor en Ciencias y en Ciencias Históricas. Desde Francisco de Miranda, pasando por Simón Bolívar, Eloy Alfaro, José Martí, Augusto César Sandino, Fidel Castro, todos han hablado de la integración. Pero lo importante no es que haya sido soñada por alguien —subrayó el experto— sino que nuestros pueblos existen con una peculiaridad en el mundo, y es que tienen características semejantes.
Alberto
Prieto Rozos. Foto: Alberto Borrego
"Estamos unidos por una cultura, por tradiciones,
por una psicología. Además, mientras más juntos estemos, más fuertes
somos, y mientras menos unidos estemos, con más facilidad las
potencias extranjeras nos dominarán", argumentó el Profesor Titular
y de Mérito de la Universidad de La Habana, quien acumula varias
décadas de trabajo docente especializado en los temas de América
Latina y el Caribe, y tiene casi una veintena de libros publicados.
—Aunque la integración latinoamericana se pensó
desde hace 200 años, solo ahora ha sido posible la creación de un
mecanismo como la CELAC. ¿Qué condiciones hay en la actualidad que
antes no hubo?
—Normalmente la subjetividad se adelanta a la
realidad. Esto ha sido pensado durante 200 años, pero las
condiciones objetivas eran muy difíciles. Primero, porque las
economías de los países latinoamericanos en vez de ser
complementarias eran competitivas. Eran básicamente países
exportadores que se dirigían a los mismos mercados, y rivalizaban
entre sí. Y los países dominadores aprovecharon esas circunstancias
para dividir.
"Con el desarrollo económico y social actual, han
surgido nuevas tendencias industriales, que han ido complementando
los países. Por ejemplo, MERCOSUR comercia más entre sí que lo que
envía al extranjero en esos sectores. Sigue existiendo la matriz
agro-exportadora tradicional, y es la que ofrece divisas para el
proceso de desarrollo económico, pero los intercambios industriales
principalmente se realizan entre nuestros propios países, porque es
muy difícil vender productos industriales a Europa o a Estados
Unidos.
"Además, han surgido sectores sociales nuevos. La
clase obrera antes casi no tenía peso, pero hoy en día la clase
obrera industrial y los otros sectores asalariados que actúan a su
alrededor tienen intereses distintos a los de las oligarquías
tradicionales. Los obreros ven en la unidad latinoamericana un
proceso en el cual sus intereses se pueden fortalecer.
"En la CELAC no hay únicamente países progresistas,
porque no hemos llegado a ese punto, pero lo grandioso es que la
fortaleza de esos países impulsa al resto. Por otra parte, la idea
de la integración es tan fuerte que las masas populares se han
apropiado de ella, y es una de sus principales exigencias".
—En su opinión, ¿qué medidas concretas, no solo
en lo político sino en lo económico, se podrían tomar para
fortalecer esta integración?
—Bajo la presidencia Pro Témpore de Cuba hubo una
reunión de ministros de educación. Las sociedades de América Latina,
aun teniendo culturas homogéneas o muy parecidas, son diversas, las
prácticas son diversas. Entonces, por ejemplo, que se unan los
ministros para hacer programas educativos compatibles, es un paso de
progreso. Donde haya analfabetismo Cuba puede aportar su método "Yo
sí puedo", o médicos donde sea necesario, y esas son colaboraciones
que tienden a la unidad. Porque las personas tienen que constatar lo
progresista, lo bueno. Cualquier venezolano o brasileño atendido por
un médico cubano comienza a ver que si nos integramos eso es algo
positivo para él. Eso se puede trasladar a otros campos. El mundo es
tan complejo que tenemos nosotros que luchar con nuestras propias
fuerzas. Afortunadamente, hay gobiernos poderosos en un ámbito y
otros en otro. En la unión de lo que cada cual tiene mejor, la
integración ofrece beneficios.
"Ahora bien, eso no se produce por generación
espontánea; hay que estructurarlo y desarrollarlo. Para eso tienen
que reunirse los ministros de finanzas, de educación, de transporte.
Sobre todo en un continente como el nuestro, donde estábamos
acostumbrados a que todo viniera de afuera. Aunque partimos del
criterio de que los latinoamericanos somos hermanos, a veces no nos
conocemos. Los jóvenes que estudian aquí, por ejemplo, crean lazos
afectivos. Otro ejemplo, en UNASUR, se habla de un Consejo de
Defensa, y no es lo mismo que los miembros de los ejércitos vayan a
escuelas comunes nuestras, a que vayan a estudiar a Estados Unidos.
Con una organización como la CELAC todo se hace más fácil".
—¿Estados Unidos aceptará pasivamente que haya un
mecanismo de integración regional donde no estén incluidos?
—No pudieron impedir la creación de la CELAC. Se les
fue de las manos involuntariamente, aunque no lo vieron con gusto.
"Ellos siempre han tratado de que todos los nexos
pasen por Washington. Muchas veces los embajadores latinoamericanos
tenían que ponerse de acuerdo en Estados Unidos para después ponerse
de acuerdo los países. Pero los principales problemas que puedan
surgir entre nosotros mismos son asunto nuestro".
—No todos los países que integran la CELAC ven a
Estados Unidos como enemigo de la integración. ¿Cómo concertar
intereses tan diversos?
—Con habilidad política. La unidad revolucionaria en
Cuba se logró por la extraordinaria, excepcional capacidad política
de Fidel Castro.
"Además, el mundo ha cambiado, hay nuevos centros
económicos y la multipolaridad nos ayuda. Por ejemplo, el principal
socio comercial de Chile no es Estados Unidos sino China. El hecho
de que ese país sea la segunda potencia mundial nos favorece, pero
eso hay que tejerlo".
—Usted se ha referido a la necesidad de lograr
complementariedad económica en América Latina, y mencionaba ahora la
relación con China. Algunos analistas consideran que los estrechos
vínculos con ese país debilitan la integración de nuestras propias
economías. ¿Coincide con esa opinión?
—En lo más mínimo. Lo que he leído en ese sentido
son economistas ultra izquierdistas que imaginan un mundo como ellos
desean, un mundo latinoamericano autárquico que no es posible.
"El mercado interno chino está creciendo a un gran
ritmo, pero absorbe materias primas. ¿Qué puede exportar Argentina?
Cereales y carne, por ejemplo, porque sus productos industriales no
serán vendidos a China, ni a Estados Unidos, ni a la Unión Europea.
"América Latina tiene la fortaleza —que en un
momento fue una debilidad porque opacó a otros sectores— de que sus
recursos son de inevitable consumo en el mundo. ¿O diremos que es
una debilidad para Venezuela tener mucho petróleo para exportar? Lo
que no se puede hacer es convertir al país en petrorentista, y que
la gente viva de una subvención en su casa sin hacer nada porque el
ingreso petrolero da para eso; eso sería un error, pero no es culpa
del petróleo sino de la distribución que se haga de él.
"Entonces, los vínculos con China bien empleados son
una fortaleza para la economía".
—¿Usted es optimista con respecto a la CELAC?
—Yo soy optimista ante la vida. Creo en la lucha.
Creo que la lucha de los elementos progresistas, más si son
revolucionarios, es lo que transforma al mundo. Y evidentemente el
mundo está en progreso, porque hace 55 años el panorama de América
Latina era completamente diferente al de hoy.
"Cuando Fidel en Montevideo el 5 de mayo de 1959
clamó por la unidad latinoamericana, la gente diría que se trataba
de una locura. Pero han pasado 55 años y está la CELAC, y Cuba es la
presidenta Pro Témpore. Eso es un respeto, es reconocer que este
país ha luchado por la integración como ningún otro en América
Latina. Es saber que nosotros tenemos más médicos en el mundo y en
América Latina que los Médicos sin Fronteras tan alardeados del
imperialismo. Eso es lo que representa la presidencia de Cuba. La
moral es una de las fuerzas principales que hay en el mundo. Soy
optimista, porque crecientemente lo que es moral es lo progresista y
lo revolucionario. Hay razones para ser optimistas. Creo que dentro
de 10 años estaremos en una posición más fuerte, más ventajosa que
en la actualidad".
Fuente: Granma