Por
David Brooks
La llamada generación de los milenarios, como se ha apodado a los
nacidos después de 1980, se distingue no solo por su diversidad racial
y/o étnica, sino también por lo que comparten entre sí, incluyendo una
mayor desconfianza en instituciones políticas y sociales,
como por crecer con la revolución cibernética y sus implicaciones, y
por una visión más liberal en asuntos sociales, según registra una
extensa investigación sobre ellos del Centro de Investigación Pew.
Según el análisis, los milenarios –de 18 a 33 años– se distinguen de
generaciones anteriores por estar relativamente desvinculados de
política y religión organizada, vinculados por medios sociales,
aguantando una carga de deuda, desconfiados de la gente, sin prisa por
casarse y optimistas sobre el futuro, resume Pew. También son la
generación más racialmente diversa de Estados Unidos.
Según los sondeos de Pew, más de la mitad de los milenarios se describen como independientes en su política
(o sea, ni demócratas ni republicanos ni de ningún partido) y 29 por
ciento (3 de cada 10) dice no practicar ninguna religión. Estos son
entre los niveles más altos de desafiliación política y religiosa jamás
registrados para una generación en los 25 años que Pew ha hecho sondeos
sobre estos temas.
Esta es una generación generalmente liberal, notable por su amplio apoyo a los demócratas y por posiciones liberales sobre una amplia gana de temas políticos y sociales,
desde apoyo a un gobierno activista para promover bienestar social,
como a favor del matrimonio gay, el matrimonio interracial, la reforma
migratoria y la legalización de la mariguana, según Pew. Pero vale la
pena señalar que no son muy diferentes a las generaciones más viejas en sus opiniones sobre el control de armas y el aborto.
Sin embargo, estas inclinaciones liberales los convirtieron en un
sector clave en los triunfos de Barack Obama. Ahora también comparten
los mismos niveles de desencanto que otras generaciones con el
presidente.
A la vez, esta es la primera generación a la que se puede clasificar comonativos digitales.
No se han tenido que adaptar al mundo cibernético, y a la vez son la
vanguardia de esta nueva edad digital, incluyendo el uso de Internet,
redes sociales y aparatos móviles con los cuales construyen sus
relaciones de amigos, colegas y grupos de interés común.
La generación más diversa racialmente es resultado en parte del flujo
inmigrante de latinos y asiáticos en las ultimas décadas –muchos son
hijos nacidos aquí de éstos. Un 43 por ciento de los milenarios no son
blancos –el nivel más alto de cualquier generación anterior. Hoy día, la
mitad de los recién nacidos en este país son no blancos. Esta
diversidad, indica Pew, explica en parte sus posiciones políticamente
liberales.
Vale recordar que la Oficina del Censo de Estados Unidos calcula que
la población estadunidense alcanzará un punto alrededor del año 2043,
cuando la mayoría no será blanca por primera vez en la historia de esta nación.
Algunos observadores han repetido que la transformación que
representa esta generación –solo en términos demográficos y sociales– es
parte de lo que nutre la ola antimigrante de los últimos años, así como
movimientos ultraconservadores que buscan rescatar al país y que ven su
fin en un futuro que cada vez se parece menos de su imagen (blanca,
anglosajona y protestante) que ellos tienen de su país.
Esto también explica en parte la severa derechización de la política
en entidades como Arizona y los estados del profundo sur, entre otros,
donde las cúpulas políticas tradicionales se sienten amenazadas por los
cambios generacionales y demográficos. Por ejemplo, varios analistas –y
solo la semana pasada un reportaje del Wall Street Journal–
advierten que en un futuro cercano esto puede implicar que Texas, ahora
bastión republicano conservador, se vuelva cada vez más demócrata como
resultado de la combinación de cambios demográficos (sobre todo la
presencia y participación de latinos) y generacionales.
Mientras tanto, los milenarios también enfrentan desafíos económicos y políticos. En el ámbito económico, viven en momentos de la peor desigualdad desde la gran depresión con una movilidad socioeconómica paralizada, para ellos, el sueño americano por
ahora está anulado. A la vez, padecen altos índices de desocupación,
empleos peor renumerados que los de generaciones anteriores y cambios
dramáticos en el sector laboral, que incluye menos protección sindical.
No solo esto, sino que esta generación está aplastada por una carga de
deuda estudiantil sin precedente (el total se calcula en más de un
billón de dólares).
De lado político y social, es una generación que si no participó,
creció en época de guerras interminables con el esquema de la guerra
contra el terror que suprime expresiones de disidencia. Y como nativos
digitales también son sujetos, bajo esta justificación de seguridad
nacional, a la vigilancia electrónica y la anulación de la privacidad.
También padece de una doctrina de educación –llamada reforma– que
regresa a dar prioridad a un currículum definido por exámenes
estandarizados donde se premia la docilidad y cumplimiento de lo
ordenado. Cuando los jóvenes se han atrevido a expresarse en las calles
–sea lo manifestado por Ocupa Wall Street o los Dreamers (jóvenes
inmigrantes activistas), o contra abusos de autoridades– frecuentemente
han sido víctimas de represiones violentas o intimidación judicial.
El futuro de este país dependerá en gran medida de si esta nueva
generación logra superar todo esto para cumplir con su promesa de
cambio.