The English-speaking Caribbean nations – whose heavy dependence on
imported diesel and fuel oil to generate electricity has placed them
among the most heavily indebted countries in the world (on a per capita
basis) – will face massive headaches if PetroCaribe collapses. They
eagerly signed up for the Venezuelan initiative, which sells them
petroleum with one- or two-year grace periods and long repayment
schedules ranging from 15 to 25 years at 1 or 2 percent interest.
Participating countries can even pay with products or services in lieu
of hard currency. In the case of Guyana, Haiti, Jamaica, and the
Eastern Caribbean mini-states, PetroCaribe’s financing scheme represents
an estimated 4 to 7 percent of their annual GDP. The worsening
economic turmoil in Venezuela, however, raises serious concerns about
PetroCaribe’s future. According to recent media reports, PdVSA, the
Venezuelan national petroleum company, is shortening repayment periods
and increasing interest rates.
No doubt this is one reason why the Obama administration launched the
Caribbean Energy Security Initiative (CESI) in June. CESI seeks to
diversify the Caribbean’s energy matrix away from its current heavy
reliance on fossil fuels by using Overseas Private Investment
Corporation (OPIC) loans and credit guarantees to encourage private
sector investment in renewable energy. It is premised upon the
Caribbean’s huge potential to generate energy from the sun, wind,
geothermal sources, and maritime currents. In the past, the principal
bottlenecks to harnessing these abundant resources have been hefty
startup costs and small populations that make it difficult, if not
impossible, for the private sector to recover profits within a
reasonable period of time. Although the initial capital investment for
solar- and wind-based technology has dropped considerably in the last
few years, it is unrealistic to expect Caribbean nations to make a full
switch to renewable energy resources anytime soon. A more realistic,
short- to medium-term alternative is to make greater use of natural
gas. Although still a fossil fuel, gas is more efficient – and
therefore the generated electricity is less costly – than fuel oil and
diesel. Moreover, electricity generated from natural gas emits 70
percent as much carbon dioxide as oil, per unit of energy output. The shale gas boom in the United States generated by innovations
in hydraulic fracturing has led to calls to lift restrictions on U.S.
natural gas exports to those countries with which it does not have a
free trade agreement. The Caribbean is potentially a major target
market of this natural gas in liquefied form (LNG), but this would be a
big mistake. Lifting restrictions on exports will inevitably raise
natural gas prices in the U.S., thereby hurting consumers and putting
the nascent revival of domestic manufacturing at risk. It would also
require building expensive LNG offloading and regassification facilities
in the West Indies, which would run up against the same economies of
scale limitations (except in Jamaica and Hispañola) that have undermined
a mass transition to renewable energy. A more realistic alternative is
to revive plans to build a natural gas pipeline from Trinidad and
Tobago to Barbados, and then up through the Eastern Caribbean. Proposed
back in the early 2000s, it was scuttled with the appearance of
PetroCaribe in 2005. Trinidad and Tobago has ample reserves of natural
gas; at one point before the shale gas revolution it was the largest
source of imported LNG in the United States. The pipeline would link
islands with populations of under 100,000, where LNG is economically
unviable, with the more densely populated French dominions of Guadalupe
and Martinique. It would also help revive the floundering Caribbean
Common Market and Community (CARICOM).
* Thomas Andrew O’Keefe is President of San Francisco-based Mercosur Consulting Group, Ltd.
Source: Aula Blog
Progreso Semanal • Para ofrendar a nuestra Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, en un día como este, de comunión, Progreso Semanal ha preparado un especial que inicia con las notas de Don Fernando Ortiz sobre “La Virgen Mambisa”, extraidas de su libro La Virgen de la Caridad del Cobre. Historia y etnografía,
una compilación de textos que se mantuvieron inéditos hasta 2008 en que
vio la luz este volumen. Ortiz que de tantas maneras ha contribuido a
devolvernos una imagen aclarada de nuestra cultura y de las raíces de
nuestro pueblo, aborda en estas líneas la cubanización de esta virgen y
sus vínculos con la intensa vocación independentista en nuestra
historia.
La Virgen mambisa (1)
Por Fernando Ortiz
Andando los siglos, la Virgen del Cobre, en Cuba, acaso la primera
virgen cubana, debió la circunstancia de ser oriental, es decir, de
tener su ermita en la región cubana más significativa en las épocas de
los indios precolombinos, de la conquista española y de la
independización nacional, el llegar a ser más cubana que las demás.(2)
La Virgen de la Caridad del Cobre que fue Virgen trigueña para los
castellanos conquistadores, llegó a ser, por una frecuente paradoja de
las creencias populares, la Virgen cubana, la Virgen mambisa y
antiespañola, según decía el sentimentalismo de los patriotas cubanos
exaltados, cuando el hervor de las contiendas separatistas; oponiendo
entonces la Virgen de la Caridad del Cobre a la Virgen de Covadonga, que
era tenida por la más intransigente metropolitana e integrista. La
primera vestía siempre de blanco y azul, a la otra gustaban de adornarla
con indumentos de oro y grana.
Así podía leerse en la prensa cubana revolucionaria de 1871 el siguiente texto:
Gente del Cobre ¡Ah!, se me olvidaba. El cura de la
iglesia de la Caridad (español, no hay que decirlo) y ha invitado a sus
feligreses para que le recen una novena a la Virgen, pidiéndole que se
acabe la insurrección. Y ¿sabe usted por qué lo ha hecho? Pues, porque
ha llegado a su noticia que en tiempo no lejano la Virgen era
insurrecta, y se pasaba en la manigua semanas y meses seguidos, según
cuenta la tradición, apareciéndose luego en su santuario de El Cobre,
manchada de lodo, y cubierto de zarzas el vestido. (Las legendarias
desapariciones ambulatorias de la Virgen de la Caridad, reaparecen
ahora, por la exaltación de la fe patriótica.) ¡Hola! ¿Ya apeláis a los
santos, nietos de Pelayo, y súbditos del hijo de rey que ha destronado
al Papa? Amadeo, de la estirpe de los Saboya, hijo de Víctor Manuel II,
que destruyó, el 20 de septiembre de 1870, el poder temporal de la Santa
Sede romana. (3)
———
Cuéntase que Carlos Manuel de Céspedes, al entrar en Bayamo con las
fuerzas liberadoras, hizo decir una solemne misa en honor a la Virgen de
la Caridad, poniendo bajo su protección al ejército revolucionario. Hoy
cuenta la parroquia de San Salvador de Bayamo con una pintura mural al
óleo, conmemorando esa ceremonia de proselitismo mambí.
Algo análogo ocurrió en México cuando la revolución independizadora
de 1810. El cura patriota Hidalgo enarboló el pendón de la Virgen de
Guadalupe (originaria de Extremadura), como patrona de los separatistas.
Los españoles respondieron con la invocación a la Virgen de los
Remedios, que en cierta ocasión fue vestida con el uniforme de capitán
general español; así como la Virgen del Pilar fue contra los invasores
franceses de España en aquella época, capitana de la tropa aragonesa,
según reza en la canción popular. Cuando el triunfo de los separatistas
mexicanos, a la Virgen de los Remedios, llamada por los victoriosos La
gachupiana, se le expidió pasaporte para España y se le ordenó que
evacuase el territorio de México republicano.(4) ———
El doctor Fermín Valdés Domínguez, el fraterno compañero de Martí,
escribía: «La milagrosa y cubana Virgen de la Caridad es santa que
merece todo mi respeto porque fue un símbolo en nuestra guerra gloriosa.
»Camagüeyana era mi madre, y su religión –que era la del bien– solo
tenía un culto positivo: la fe en la Virgen cubana, como ella decía:
“Lleva, hijo mío, tu medalla al cuello y no le temas a las balas de los
españoles: esos son siempre los judíos, los asesinos de Cristo y de
todos los hombres que saben amar la libertad; esa medalla los asusta,
ella es la voz de la justicia que los manda, como réprobos, al
infierno.”
»Y cuando en el presidio secaba, amorosa y altiva, el sudor de mi
frente; y quería curar con sus lágrimas las úlceras de mis pies, y
arrancar con sus manos mis grilletes, entonces su plegaria era un grito
de dolor: ¡Virgen de la Caridad, que triunfemos!» (5) ———
Nos cuentan algunos sacerdotes cubanos que Antonio Maceo, el caudillo
de la bélica invasión de la parte ponentina de Cuba, cuando la guerra
liberadora, llevaba al cuello un escapulario de la Virgen de la Caridad,
y ello se vio en grande, pues en ocasiones de celebrarse un baile para
celebrar la llegada de los mambises victoriosos al extremo occidental de
la patria, se le rompió la cinta del escapulario al famoso libertador y
este pidió a una dama que se lo cosiera.
No faltan finas leyendas y curiosas anécdotas de la vida de la
manigua liberadora en que la Virgen de la Caridad del Cobre apareciera
«dando machete» a la tropa española, como Santiago acuchillaba…
Una copla cubanísima de la Guerra de los Diez Años, recogida por Carolina Poncet, cantaba:
Virgen de la Caridad, Patrona de los cubanos, Con el machete en la mano Pedimos la libertad. (6)
Hoy la separatista Virgen de la Caridad del Cobre celebra su fiesta
el mismo día de la integrista Virgen de la Covadonga, el 8 de
septiembre, que la Iglesia consigna a la Natividad de la Nuestra Señora.
En ese día del cumpleaños de María celébranse muchas otras advocaciones
marianas. Se nos dice que el arzobispo del Cobre pidió a Roma que la
Virgen de los cubanos tuviera misa y oficio propios, trasladándose su
festividad para el 20 de mayo, o sea, para el aniversario del natalicio
de la república cubana.
Para los españoles de Santiago de Cuba, la Virgen de la Caridad fue
tenida mambisa y hubo mañado empeño en anularla, exaltando la devoción
de otra Virgen, de rancia y ostensible prosapia española, o sea, la
Virgen de los Desamparados, de Valencia, que fue traída a Cuba y
desembarcada en Santiago con gran solemnidad eclesiástica, gran parada
de tropas y de voluntarios, concurrencia de autoridades, Te Deum
catedralicio, y demás propias del estado español unido a la Iglesia
Católica en diferente disfrute del absolutismo colonial. ———
La Caridad en la copla popular del tiempo de la guerra del 95:
Dicen que Pancho Valeria es un diario americano por eso los cubanos no pueden plantar bandera. Ay Dios! Gran Dios! Es menester que no hubiera en El Cobre la Caridad que allí esa señora está pidiendo por los cubanos con la bandera en la mano que viva la libertad. Ay Dios! Gran Dios!
(La música es del tipo tonada.)
(…) ———
La Virgen Caridad del Cobre que se venera en El Cobre, allá en la
provincia cubana de Oriente, y es la misma imagen dicen aparecida por
gracia divina en tierra movilizada por reclutas mambises, anduvo por las
maniguas patrias, y peleó por la independencia de Cuba, como la Virgen
de Covadonga luchó en el ejército español por la permanencia del
coloniaje, continuándose así la tradición belicosa de las imágenes
marianas amparadoras de guerras, sea de Concepción, liberadora de los
cristianos en Lepanto; como la Guadalupe, liberadora de México; como la
Pilarica, liberadora de España, que según la copla:
no quiere ser francesa, quiere ser capitana de la tropa aragonesa.
La Virgen de la Caridad del Cobre quiere ser capitana de la tropa
mambisa, levantada por los cubanos para ganar a la fuerza las libertades
que entonces se ansiaban. Pero la Virgen de la Caridad no fue una
poderosa guerrera, y sus favores marciales no fueron sino transitoria
dedicación a que la obligaba la devoción del pueblo cubano, que desde
comienzos del siglo XVII, la tiene por muy intercerona celestial y
abogada influyente en la Suprema Corte de Ultramundo.
Los católicos españoles, pobladores de estas Indias americanas,
veneraron en Cuba otras imágenes de la personificación de la maternidad
divina, como la de Monserrate por la colonia catalana, la de Covadonga
por la asturiana, la del Pilar por la aragonesa, o la Begoña por la
vascongada, amén de otras advocaciones menos regionales que vinieron de
España con los conquistadores y colonizadores, como Nuestra Señora de
los Remedios, de Regla, la Asunción, de la Salud, del Carmen, del Rocío,
de los Dolores, de Guadalupe, etc., las cuales alcanzaron aquí culto
muy extendido, hasta fijarse y perdurar en la toponimia cubana; pero
ninguna se cubanizó como la Virgen de la Caridad del Cobre, morenita
ella y surgida de la fe popular entre indios y negros, entre esclavos;
propicia, por la legendaria aparición, a la fe de las clases humildes,
que en Cuba más miraban deprecatoriamente al cielo. Notas:
1 Fernando Ortiz. “La Virgen Mambisa”, en La Virgen de la
Caridad del Cobre. Historia y etnografía. Compilación, prólogo y notas
de José A. Matos Arévalos. Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2008.
pp. 250-257.
2 La Virgen de la Caridad no fue en Cuba exclusiva de la región
oriental, pues en la parroquia del Espíritu Santo de La Habana hubo
cofradía de Nuestra Señora de la Caridad desde antiguo, según nos dice
Arrate; pero el santuario de El Cobre, cerca de Santiago, ha sido
siempre el asiento nacional y milagroso de la Virgen de la Caridad. La
Virgen cobreña fue la más cubana.
3 Cita de Emilio Bacardí y Moreau. Crónicas de Santiago de Cuba. Santiago de Cuba, 1923, p. 133.
4 W. S. Walsh. Curiosities of Popular Customs, p. 835.
5 Y narra después una peregrinación anual que el 10 de octubre
celebraban las mujeres católicas de los mambises para pedir a la Virgen
cubana la independencia de la patria. «La Virgen de la Caridad», en el
periódico Patria. Nueva York, 9 de junio 1894. Artículo fechado en Key
West, 25 de mayo de 1894.
6 Carolina Poncet. «Cantares locales cubanos», en Archivos del Folklore Cubano, vol. I, No. 2, abril, 1924, p. 97.
¿Qué
representa La Virgen de La Caridad del Cobre para los cubanos? La
respuesta es personal, es nuestra muy particular visión, que se trenza
con la de otras tantas personas que han tenido en Cachita un sostén, una
fe, un símbolo… Progreso Semanal indagó entre amigos, cubanos todos, en Cuba o emigrados, creyentes o ateos, blancos o negros, jóvenes y no tanto…
María Isabel Alfonso, cubana, PhD. Vive en Nueva York,
profesora universitaria. Directora de Cubanamericans for Engagement
(CAFE). La Virgen de la Caridad es para mí un recordatorio de
la especificidad de la cultura religiosa cubana dentro del contexto de
mi experiencia newyorkina. Años atrás, siendo practicante del
catolicismo en Cuba, te hubiera podido decir que tenía una resonancia
más personal. Ahora, que no lo soy, al menos no como antes, La Virgen
sigue aún teniendo un significado imantador pero con una arista mucho
más social, dentro del mundo plural y ecuménico en que me desenvuelvo.
Vivo en Jackson Heights, una de las ciudades más multiculturales del
planeta, con un 65 por ciento de su población compuesta de emigrantes de
todo el mundo: India, Blangladesh, Nepal, China, Korea, Filipinas,
Pakistán, Burma, Polonia, Rusia, Colombia, Argentina, Uruguay, Ecuador.
Todas estas culturas celebran sus identidades –incluyendo la
religiosa—de manera visible y espontánea. Los musulmanes celebran el
Ramadan, el noveno mes del calendario lunar islámico, a través de un
ayuno durante las horas del día. Ninguna comunidad religiosa es tímida a
la hora de exponer sus celebraciones y símbolos. Puedes ver en las
calles estantes de libros en venta con el Korán junto a la Biblia. Esta
yuxtaposición es para mí un símbolo de cómo debo entender y vivir mi
propia identidad: sin sentidos de excepcionalismo, pues el mundo es muy
ancho y a mí esta amplitud me entra por la ventana todos los días. Como
consecuencia, cada día revisito, anhelo, y extraño mi propia cultura y
de mi identidad religiosa, teniendo en cuenta la validez de todas las
demás que me rodean. Tengo que confesar que es un proceso hermoso el
cual me ha permitido tener un mayor respeto por mis raíces, al ver a sus
símbolos dentro de un contexto global. En este sentido, La Virgen de la
Caridad, de la cual tengo una pequeña estuatilla, no es sólo mi ancla a
mis raíces sino el navío desde el cual puedo apreciar la belleza de la
multiculturalidad religiosa que me rodea.
Mónica Rivero, vive en un décimo piso habanero, tiene 25 años y es periodista.
Mi abuelo Alberto murió cuando yo tenía apenas cuatro meses. Ya más
entrada mi infancia le pregunté por él a mi madre, su hija. Ella me dijo
que mi abuelo estaba en el cielo, y que desde ahí nos acompañaba. Pero
acotaba un comentario importante: “Esto es un secretico entre tú y yo.
No se lo puedes decir a tu papá”. Que nadie la juzgue, debe ser difícil
hacer consenso para la crianza si de creencia (emoción, pálpito, fe) se
trata. Mi papá era un hombre sensiblísimo. Se regodeaba siempre en
describirme un detalle cualquiera para que yo captara el sentido oculto
de una imagen; me entrenó esa mirada. Profesaba el sentimiento y una fe
casi ciega en la gente. Pero decía que les envidiaba a los religiosos
esa fe que “distraía” de la realidad trágica del destino y la vida, si
bien él no lo veía como tragedia, sino como curso de la naturaleza, como
parte de un ciclo. Sin embargo, no supo nunca –o sí y no lo dijo– que
adondequiera que fue desde que conoció a mi madre, lo hizo con una
estampita de la Caridad del Cobre bien apertrechada en su maleta.
Entonces con Cachita –así le dice siempre mi mamá–, esa mujer buena,
dadivosa, tengo una deuda de gratitud, y un sentimiento de proximidad
por la complicidad en el secreto, en lo clandestino de su protección.
Tengo una estampa suya en mi escaparate, para que siga viajando con mi
padre, adondequiera que haya volado esta vez, para que viaje conmigo,
con mi madre… concentrada en una piedra de cobre en todos los pasos que
da mi amor.
Amado del Pino, dramaturgo, periodista. Nació en Tamarindo y
hoy vive en Madrid desde donde escribe muchas de sus añoranzas por Cuba.
A mí –nacido hace 54 años en lo profundo del campo cubano;
hijo de un maestro de escuela agnóstico y librepensador– la Caridad del
Cobre me llega más bien por alusiones (buena parte de ellas rápidas,
leves e instauradas en el valioso reino de la broma) a los tres Juanes
que la acompañaban en el bote. Suelo querer más a la entrañable Patrona
de Cuba cuando el trato con ella se asume desde el diminutivo. Ese trato
confianzudo, ese chiqueo de la gente de a pie protegió su influencia
hasta en los largos –y en buena medida lamentables– años de un férreo
ateísmo como posición oficial y como modelo de conducta deseable,
conveniente, casi obligatorio en escuelas o centros de trabajo.
En la célebre guaracha el protagonista insiste en que le traigan una virgencita
de La Caridad. No se trata –en la lectura desenfadada en que la escuché
y hasta alguna vez mal canté en algún bar de barrio o patio de las
afueras en fiesta familiar– de una estampa para adorar todos los días.
“Y si vas al Cobre…” vaya, ya que te llegarás hasta el lindo pueblo de
nuestra zona oriental, quiero una virgencita para que me acompañe, me
proteja y “por si acaso”.
Más cerca he estado de la –¿equiparable? ¿prima hermana? ¿asociadas
por comodidad clasista o pereza investigativa?– imagen de Oshún, como se
sabe orisha esencial de la Regla de Ocha. Ando entre la impresión y la
certeza en cuanto cubano(a) –ellas más y mejor, como en tantas cosas-
confiesa que tiene hecho o que
es hija de “la santísima Caridad del Cobre”, lo dice con un énfasis que
responde –de manera natural y orgánicamente incorporada durante
generaciones– a un viejo disimulo de la espiritualidad popular ante la
religión oficial y centro cultural. Cuando se organiza y se celebra el
tambor o el cumpleaños de consagración, Ochún es llamada por su nombre
propio y va acompañada de toda la riqueza de sus cantos, sus bailes, sus
sensuales caminos.
Melvis Sarduy Castellanos, tiene 53 años. Se autodenomina “Trabajadora por Cuenta Libre”.
Soy atea, absolutamente atea. Tengo una estampa de la virgencita
colgada en la puerta del cuarto de mis hijos que ya son unos grandotes.
Mi suegra me la regaló con mucha fe y solo me pidió que era para
proteger a sus nietos. Si de proteger se trata, ahí ella es guardiana, y
solo le he pedido pocas cosas en la vida: salud y para ellos; lo demás
me lo agencio sola. La Virgen es tranquila, humilde, preciosa… Está y no
está, pero por el momento vive resguardando a mis niños. Tengo un
relato lindo porque yo estudié en Santiago de Cuba y era una tremenda
botellera. Un día salí al atardecer de becas Quintero y solo llegué
cerca del Santuario. Me cogió la noche, anduve a oscuras y con miedo ese
trecho y allí me dieron cobija. Yo tendría 22 años apenas. Cada cien
pasos me detenía, respiraba y recogía una piedrita. Las conservo. Yo
creo que la Virgen es una compañera que no hay que molestar mucho, sino
venerarla. La Virgen es para mí sábanas blancas cuando tengo miedo y
frío, salud y amor cuando hay varicela o una herida profunda en una
pierna.
Camilo Venegas escritor, poeta y periodista cubano que reside en República Dominicana.
Soy nieto de un ateo y una devota. Mi abuelo nació en 1908 y, a miles
de kilómetros de Moscú, sintió siempre una gran simpatía por los
primeros comunistas. Nunca perdió la admiración por aquellos ilusos que
pretendían un mundo sin explotadores ni explotados. Mi abuela nació en
1914 y, a cientos de kilómetros del Cobre, sintió siempre una gran
devoción por la Virgen de la Caridad. Eso explica que hubiera una de
yeso en un hogar donde se hablaba de Marx y de Trotsky con cierta
regularidad. Como mi abuelo fue mi primera gran influencia, yo solo veía
a la Virgen de la Caridad de las piernas para abajo, justo donde había
tres navegantes que parecían sacados de “La isla del tesoro” o “El
corsario negro”. En eso, para mí, consistía la divinidad de aquella
representación, en la suerte de aquellos marineros. Muchos años después
fue que entendí lo que significaba de verdad para los cubanos aquella
mujer. Entonces a los marineros se sumaron el nombre de Ochún, el de
Cachita, los girasoles, los ríos y la miel.
Diana le pone todos los sábados un ramo de girasoles a una Virgen de la
Caridad que compramos en la Ermita de Miami. Se los encarga a una
anciana que viene desde Haina con un balde lleno de flores sobre la
cabeza. En esas flores veo a mi país, a mis abuelos y al resto de las
cosas que me definen. A simple vista son siete girasoles dentro de un
pomo con agua, pero en verdad ellos representan muchísimas más cosas,
incluso para mí, que soy nieto de un ateo y una devota.
Mayte Ávila, tiene 42 años. Es vendedora en una tienda por departamentos en La Habana.
“Mi Santa”, “Mi Cachita”, “Mi Santísima Caridad del Cobre”, “Mi
madrecita” o simplemente “Cacha”… Así la invoco muchas veces al día.
Para mí significa mucho, forma parte de mis días, de todo lo que hago en
mi vida… Todo. Sé que para unos es solo La Patrona de Cuba, para muchos
una santa muy milagrosa y para otros no es más que la imagen de una
mujercita con su hijo en brazos a la que en un momento de desesperación
le piden o le hacen una promesa. Para mí no. Para mí es mi ángel de la
guarda, mi protectora, mi guía, mi eterna acompañante, mi amiga. Siempre
me agradó esa imagen, pero aprendí a quererla y creer en su protección
durante mi embarazo. A los 4 meses de gestación me mandaron para mi casa
con la condición de hacer reposo absoluto. Así empecé una espera donde
me deprimía, lloraba, pensaba mil boberías que ahora entendí que son
normales cuando se está en ese proceso. Un día recibí la visita de una
señora que trabajaba conmigo. Recuerdo que en mi cuarto había una
estampita puesta en un cuadrito, regalo de una amiga que había visitado
El Cobre. Mirando la foto me dijo: “Pídele mucho, ella es muy milagrosa,
es la dueña del vientre, protege a las embarazadas y a los niños”. No
hizo falta escuchar nada más, noche tras noche le pedía que me regalara
la posibilidad de verme como ella con mi hijo en los brazos, le pedía
salud para mí y para mi bebé; le prometí que si todo salía bien yo iría a
su iglesia en El Cobre llevando a mi hijo en brazos y un ramo de flores
bien grande en la otra. Mi placenta dejó de ser previa, con el reposo
subió y lo más increíble: mi parto fue natural. Ese día mientras
esperaba la llegada de mi hijo, le pedí que me ayudara a que todo
estuviera bien, que me diera fuerzas y salud para salir rápido, que mi
niño naciera sin problemas … y así fue. En la actualidad mi hijo tiene
11 años, y todavía en las noches le agradezco por ese regalo que me dio.
Le pido que siempre me lo cuide y me lo proteja. Mi promesa la cumplí y
fue uno de los días más emotivos de mi vida, sentí que ella me estaba
esperando, me sentí como una hija cuando va a ver su madre, me sentí en
casa, sentí todas sus bendiciones. No me considero religiosa, ni
cristiana, no soy santera, ni espiritista, yo soy ”CACHISTA”, yo sola me
nombré hija de La Virgen de la Caridad, hay muchos santos milagrosos,
pero yo soy fiel devota de Cachita. Donde trabajo hay muchas personas
que practican la religión yoruba. En varias ocasiones me han dicho que
yo tengo que ser hija de Oshún. No imaginan la felicidad que siento y lo
más gracioso es que lo afirmo como si conociera de esas cosas. Será
porque lo deseo tanto que se ha hecho una idea fija en mí. Como muestra
de mi devoción, en todos los cuartos de mi casa hay imágenes de la
virgen y en mi mano izquierda llevo una pulsera donde se bambolea
haciendo un sonidito único, una medallita con la estampa de la
virgencita a la que le pido siempre, cuando las cosas me salen bien le
agradezco y le doy un beso, cuando algo anda mal la miro y le pido. Sé
que siempre me escucha. La Virgen de la Caridad es para mí una santa
maravillosa que apareció justo cuando más la necesitaba y se quedó
conmigo, acompañándome para que nunca estuviera sola por los caminos de
la vida.
Violeta Rodríguez Chaviano, actriz, 42 años.
Mi abuela llegó a La Habana muy joven, pobre y con dos hijos. Se
instaló en un modesto apartamento de Centro Habana y ejerció disímiles
labores procurando el bienestar familiar. Tenía, colgada en la pared de
la sala, como buena cubana, su estatuilla de La Virgen de la Caridad del
Cobre a la que un día, cansada de tanta miseria, tumbó de un solo golpe
con el palo de trapear. “Ay, mi madre, tú estás loca”, le dijo una
vecina que en ese momento se asomaba a la puerta de su casa. Mi abuela,
con la entereza y testarudez que siempre la han caracterizado y con toda
la seguridad del mundo le contestó: “Cuando ella les dé de comer a mis
hijos yo la vuelvo a poner en su sitio”. No sé si mi abuela Argelia
volvió a colgar en su casa la imagen de la Caridad o si la dejó
castigada para siempre. Yo nunca la vi. Crecí escuchando este cuento
henchida de admiración por el coraje de mi abuela. Porque evidentemente
la Virgen de la Caridad era algo que merecía especial respeto y mi
abuela Argelia la había desafiado. Con los años, andando por la vida,
descubrí que esa virgen a la que mi abuela le había metido un escobazo
era muy querida, respetada y hasta temida por los cubanos. Que era
nuestra protectora y que su fuerza se proyectaba también en otras
culturas (la identificaban como Oshún), y que la gente ofrecía rituales
en su honor y la cortejaban con ofrendas y promesas. Y supe que durante
las guerras de independencia el Ejército Libertador sentía gran devoción
por la Virgen y a ella se encomendaban. Esa virgencita que mi abuela
había tumbado de la pared era La Patrona de Cuba.
Visité su Santuario solo una vez. La única que estuve en Santiago de
Cuba. Atravesé el umbral de su humilde estancia impresionada y perpleja
ante tanta devoción. Sintiendo otra vez aquella misma escalofriante y
antigua sensación. Me paré muy seria frente a ella convencida de que me
señalaría con el dedo y como la hereje que era me condenaría para
siempre. Ella, intacta, perfecta en su inmovilidad me miraba
contundentemente. Me abrí paso, cobarde, entre la muchedumbre, y en voz
muy baja y con mucha vergüenza le confesé que yo era la nieta de aquella
irrespetuosa señora que la había tumbado, hacía muchos años, de su
altar. Le pedí que perdonara a mi abuela y le rogué salud para los míos.
Su mirada clavada en la mía. Su ojo sembrándome en el terror. Y aunque
todo el cuerpo me temblaba, logré, como buena cubana, pedirle también
bendición para mi pueblo. Y fue entonces, en ese justo momento, al
tiempo en que mi débil y quejumbroso aliento largó la palabra “Cuba” que
sentí caer su velo inmenso, tibio y protector sobre mi persona junto
con el inconfundible desenfado de su sonrisa. Entonces supe que Cachita
no solo había perdonado a mi abuela: también la acompañaría siempre. Yudy Fundora, cubana, graduada de Comunicación Social de la Universidad de La Habana. Vive en Atlanta desde 2011. En Atlanta, Georgia, donde la gente se entrega con igual devoción a dos cosas: el trabajo y Dios, un customer de un restaurante donde tengo un part-time job a las afueras de la ciudad me preguntó hace unos días: Do you believe in God? Which religion do you practice?
A lo que respondí: Bueno yo de Dios no se mucho ni de practicar
tampoco, pero creo que soy católica porque soy devota de la Virgen de la
Caridad del Cobre. “Believe”, that’s what counts”, me dijo el tipo.
Rebeca Chávez, directora de cine. ¿Qué es para mí la
Virgen de la Caridad? Es ahora, en mi adultez, que tengo una idea más
precisa de ella. Antes me sentía más inclinada por Santa Bárbara. Mi
mamá tenía una imagen de esta santa con una espadita que se podía sacar y
poner en otras posiciones. Ella (pensaba yo) oía a mi mamá y se
ajustaba más a sus estados anímicos… Usé esta experiencia-vivencia en mi
película “Ciudad en Rojo”. Con el tiempo descubrí a la Caridad del
Cobre… y su historia con los mambises, el santuario en medio de las
montañas, la leyenda de los tres juanes y así un día del 59 fui con
otros miles a pie, por el camino viejo, desde Santiago hasta el Cobre
pero no llegué a verla. Hubo un atentado. Un casquito batistiano que
huía tiró una granada a la procesión. Mi hermana fue herida y otros
muchos también. Muchos años después volví y sí la vi. Aquella imagen tan
chiquita, en medio de aquel altar me impactó, no tenía idea de cómo
era. Ahora la veo, mejor, la asumo y la sumo a la idea de la raíz de lo
cubano, junto a Martí y a los Orishas africanos y también a lo más
pagano que está en la vida y al lado de la Santa Bárbara de mi mamá.
Mandy, editor de cine. Es de Santa Clara y vive en Centro Habana. Tiene 32 años.
Mi primer acercamiento a algún tema religioso fue en el año 98, cuando
insólitamente en mi familia, y en mi(s) escuela(s), se hablaba con
“orgullo” del Vaticano, y de la religión católica. Era miércoles, y en
mi preuniversitario nos anuncian que saldríamos de pase porque al otro
día nos teníamos que concentrar en algún punto de la ciudad de Santa
Clara, y “marchar” hasta un campo de fútbol abandonado que habían
remozado fulminantemente porque iba a ser el lugar donde el Sumo
Pontífice de la Iglesia Católica ofrecería una Santa Misa. Algo estaba
mal, pero yo no sabía, ni se bien. En mi casa, hasta ese año, cualquier
tema religioso era tabú. Mi familia estaba constituida por: mi abuela,
presidente del CDR; mi mamá, Cuadro (¿?) del PCC, y mi abuelo, desde
bien joven, líder sindical, comunista en todo su ser, persona intachable
además. Mi formación era, como se pueden imaginar, comprometida con los
valores del socialismo soviético y sobre todo atea. Mis vecinos más
cercanos eran católicos escondidos (hasta un día) y en casa de algunos
de mis familiares veía algunos íconos y vínculos religiosos “un poco
sospechosos”, porque nadie daba fe de sus creencias, no se podía. En mi
infancia, cuando terminaba de ojear la revista “Misha”, o de garabatear
la “Sputnik” de mi abuela, me daba por husmear en todo (admito que me
metía en más de un problema por eso), y varias veces le preguntaba a mi
abuela por una lámina con una imagen religiosa que estaba bajo
resguardo, junto a un crucifijo metálico (desconozco qué tipo de metal)
en el escaparate de mi abuelo, y siempre recibía alguna “curva”, pero
nunca obtuve respuesta al respecto. Ese día, en enero del año 1998,
asistieron miles de santaclareños y de lugares cercanos y distantes a la
Santa Misa, donde el Papa transmitió un mensaje de amor, paz y
esperanza a la familia cubana. Muchas cosas cambiaron a partir de ahí,
mi abuela me confesó el porqué de la imagen, era un antiguo dibujo de
Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, que mi abuelo atesoraba, algo de
lo que no podía desprenderse, porque era parte de sí mismo. Quizás
alguien como yo, que sigo siendo ateo, no comparta sentimientos afines
con determinadas religiones o situaciones religiosas, pero qué cubano no
se identifica con esa imagen de la virgen María cargando al niño Jesús y
los tres pescadores. Es y será parte de todos nosotros, a pesar de
todo.
Maykel Colón Pichardo, graduado de Historia en la Universidad de
La Habana. Investiga temas relacionados con la raza. Vive en Barcelona
desde 2011. La Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del
Cobre, Oshún o simplemente Cachita está de fiesta. Por ello quiero hacer
mías las palabras del Caballero del Son, para venerarla. Este lunes “va
a empezar la ceremonia, vamos a hacer caridad”, y contra todos los
males y en busca de la luz, posaré ante su venerable imagen y “voy a
pedir pa´ ti, lo mismo que tu pa´ mi”.
Daniel Salas González, profesor universitario. Estudia en Canadá su doctorado.
He podido ir muchísimas veces al Santuario de la Virgen en El Cobre,
Santiago de Cuba, y a pesar de no tener formación ni creencias
religiosas organizadas, cada vez que llego ahí tengo la experiencia de
llegar a un lugar al que uno pertenece. Sin saber rezar realmente, le he
solicitado salud, prosperidad, alegrías para mi gente querida y los
cubanos en general. Es también un paseo de curiosidad que deja ver las
ofrendas entregadas por todo tipo de gente. Hoy la llevo en la cartera
en un sellito plasticado, un resguardo, que gana valor cuando -como
ahora- estoy lejos. A raíz del reciente aniversario redondo de la
aparición de su imagen leí con interés sobre su historia: pude entrever
por qué ha sido una imagen clave para nuestro pueblo por varios siglos.
Sus milagros a los esclavos, su relación con el pueblo de El Cobre,
sitio de una rebeldía indómita que no se reconoce como es debido en la
historia más manoseada, y más tarde con las luchas por la independencia.
Es conocer esa historia lo que me ha permitido encontrar razones no
exclusivamente religiosas para querer la imagen como algo propio, una
especie de abuelita protectora y justa que comparto con la gran familia
cubana.
José María Vitier, músico. Yo tengo una formación
creyente, católica específicamente, en la cual la Virgen de la Caridad,
digamos, era como el caso particular de la Virgen María en Cuba. Pero no
estaba enfocado realmente en la figura, en la imagen y en la
trascendencia de la Virgen de la Caridad como patrona de Cuba y por lo
tanto, como patrona también de todos los cubanos y patrona personal.
Fueron circunstancias muy específicas y también en parte dolorosas de mi
vida las que me pusieron en el camino, se puede decir, de una devoción
sí ya muy personalizada, muy profunda, por esa imagen de la Virgen
María, que es la Virgen de la Caridad. A mí siempre me gustó la imagen
del cobre, porque el cobre es una sustancia como humilde, ¿no?, que ya
de entrada está hablando de la humildad. Y, bueno, el sentido de la
caridad, que es un sentido que no es privativo de los creyentes ni mucho
menos de los católicos, sino que es esencial para el ser humano. Así
que por todos esos motivos yo tenía una afinidad, pero una afinidad que
no había pasado todavía por el sentimiento, por la vivencia. La vivencia
surge por una circunstancia que tuvimos mi esposa y yo, relacionada con
la salud de nuestro hijo que, de repente, por un desdichado evento,
estuvo en peligro, estuvo en peligro mortal, realmente. Y en esa
circunstancia es en la que nosotros, cada uno a su manera, porque al
final siempre los momentos dolorosos tú los puedes compartir pero son
propios, son de cada quien, hicimos esta invocación. Era una situación
en la que estaba involucrada la vida de nuestro hijo a partir de un
accidente. Es un cuento que he hecho otras veces y que no todos los días
tengo ganas de recordar por completo. Pero, bueno, así fue. Y la
sensación de haber sido escuchado y la vivencia concreta de que todo
tuvo un desenlace venturoso, en fin, ese sentirse realmente compadecido,
realmente apoyado, en un momento de nuestras vidas, muy jóvenes todavía
nosotros, nos cambió la vida. Nos cambió la vida y ese día, recuerdo,
Silvia me dijo, “Algún día tendremos que hacer algo para dar gracias por
esto”. Y de ahí salió la Misa Cubana a la Virgen de la Caridad del
Cobre, que yo vine a estar dispuesto y en capacidad de componer,
bastantes años después.
Así que ese es el vínculo, que ya para nosotros es indisoluble, es
parte de nuestras vidas, nos partió en dos la vida y nos hizo que ya
esta sea una devoción que nos acompaña para siempre. Y no solo hicimos
la Misa Cubana, que a su vez también ha reforzado por muchos motivos
este sentimiento en nuestras vidas, sino además de eso, yo seguí
escribiendo cosas. No hace mucho escribí la canción “Al pie de tus
altares”, sobre el tema de la importancia de la Virgen para el pueblo
cubano y un poco también para los cubanos, donde quiera que estén, y
como ha sido un símbolo unitivo, es un símbolo patrio, no solamente un
símbolo religioso. Es muy curioso, porque tocando tantas y tantas veces,
más de cien veces, los conciertos de la Misa Cubana, me ha llamado
mucho la atención como, a veces, más de la mitad de los músicos son
ateos, pero sin embargo a la Virgen de la Caridad nadie le dice que no
en este país. No importa cuál sea tu filiación, con la Virgen de la
Caridad primera, no se juega, y, segundo, se respeta por encima de todo.
Y eso es muy bonito, porque los cubanos, que somos tan irreverentes, es
muy bonito que tengamos algo que todos respetamos. Y esa es la Virgen
de la Caridad.
De
la misma forma que estos amigos quisieron dejar su testimonio este 8 de
septiembre especial para todos los cubanos, día en que la fe y el
simbolismo se anudan, también lo invitamos a usted a colaborar en esta
historia. Puede compartir en la zona de comentarios su propia visión
sobre La Patrona de Cuba, homenajeada hoy y amada todos los días.
Fotos y video: Claudio Pelaez Sordo Progreso Semanal/ Weekly autoriza la reproducción total o parcial
de los artículos de nuestros periodistas siempre y cuando se
identifique la fuente y el autor.
por Jorge Duany,
Instituto de Investigaciones Cubanas. Universidad Internacional de la Florida, Miami
Desde hace varios años se viene anunciando la transfiguración
demográfica y política de la población cubana en los Estados Unidos,
sobre todo en el sur de la Florida. En un ensayo de 1997, el sociólogo
cubanoamericano Lisandro Pérez predijo que el surgimiento de una nueva
generación de cubanos nacidos en ese país, junto con otros factores
históricos, provocaría el “fin del exilio” en su sentido convencional.
Según Pérez y otros estudiosos, el desplazamiento de la primera
por la segunda generación de inmigrantes conllevaría un cambio de
mentalidad entre los cubanoamericanos, que los acercaría ideológicamente
a otras minorías étnicas en los Estados Unidos, como los grupos
oriundos de México, Puerto Rico o República Dominicana. Este cambio se
traduciría, entre otras cosas, en una creciente adhesión al Partido
Demócrata. También implicaría un esfuerzo por “normalizar” las
relaciones de los inmigrantes cubanos con sus comunidades originarias,
relaciones conocidas técnicamente como transnacionales o diaspóricas en
otros contextos históricos y contemporáneos.
Comenzaré señalando que la composición de la población cubanoamericana
ha cambiado drásticamente en las últimas dos décadas. Según los cálculos
del censo, para el año 2011, había 1.829.495 personas de ascendencia
cubana residentes en los Estados Unidos. De estas, 58,3% había nacido
fuera del país. Entre los nacidos en el extranjero, 50,6 % había
inmigrado después de 1990. Aunque la mediana de edad de los
cubanoamericanos es relativamente elevada (40,3 años), una quinta parte
tiene menos de 18 años. Dos tercios de la población de origen cubano
residen en la Florida, más de la mitad concentrada en el área
metropolitana de Miami-Ft. Lauderdale-Pompano Beach.
Estos datos sugieren que la comunidad cubanoamericana se ha renovado y
ampliado notablemente con la inmigración masiva desde Cuba desde la
década de 1990. Asimismo, los resultados censales confirman que los
representantes de las primeras oleadas migratorias (1959-1973) ya no
constituyen la mayoría de la población de ascendencia cubana en los
Estados Unidos. Después de cinco décadas de éxodo constante, la
comunidad cubanoamericana ha madurado en términos demográficos.
La pregunta política clave es si las nuevas generaciones de
cubanoamericanos se distancian ideológicamente de sus padres o si
reproducen sus corrientes dominantes. También vale la pena examinar si
los cubanos residentes en los Estados Unidos están convergiendo con las
tendencias políticas prevalecientes entre otros grupos latinos. Varias
encuestas recientes de opinión pública permiten abordar estos temas con
base en datos empíricos. No obstante, algunos de los hallazgos de estas
encuestas son inconsistentes entre sí, debido a las características
propias de la metodología utilizada, especialmente el procedimiento de
muestreo.
En octubre de 2012, el Departamento de Política y Relaciones
Internacionales de la Universidad Internacional de la Florida (FIU)
colaboró con el periódico The Miami Herald en un sondeo del
electorado latino. La muestra aleatoria consistió en 1.012 votantes
latinos inscritos en los Estados Unidos y 720 en la Florida. Esta
encuesta, dirigida por el politólogo boliviano Eduardo Gamarra, encontró
diferencias recurrentes en las preferencias políticas de los cubanos y
otros latinos en la Florida y en todo el país. En casi todos los asuntos
planteados, los entrevistados de origen cubano se apartaban del resto
de la población de origen latinoamericano. (Lamentablemente, al momento
de redactar este ensayo no estaban disponibles los datos desagregados
por edad y lugar de nacimiento).
Según el sondeo de Gamarra, 54,4% de los cubanos en los Estados Unidos
había votado por el senador John McCain en las elecciones presidenciales
de 2008, comparados con 24,6% de todos los latinos. La proporción de
cubanos afiliados al Partido Republicano (57,3%) duplicaba la de todos
los latinos (28,1%). Los cubanoamericanos tenían una imagen mucho más
negativa del presidente Obama que los demás latinos, tanto en el manejo
de los asuntos económicos, la reforma migratoria y el cuidado de la
salud, como en la política exterior de los Estados Unidos. Por lo tanto,
61,7% de los encuestados de origen cubano tenía la intención de votar
por el gobernador Mitt Romney para presidente, mientras apenas 31,2% de
los latinos expresó esa preferencia electoral.
Sin embargo, los resultados de las elecciones presidenciales
estadounidenses en noviembre de 2012 sugieren que la comunidad
cubanoamericana se ha “latinizado” más rápidamente en sus preferencias
políticas de lo que muchos observadores anticipaban. La firma de
consultores Bendixen & Amandi International, presidida por el
empresario peruano Sergio Bendixen, entrevistó a 4.866 votantes de
origen hispánico al salir de las urnas eleccionarias en varios condados
de la Florida el 8 de noviembre de 2012. Los resultados arrojaron que
48% de los cubanos votó por el presidente Obama, comparados con 61% de
los latinos. (Otras encuestas, como la del Centro de Investigación
Hispana Pew, calcularon que Obama recibió más votos cubanos en la
Florida que el gobernador Romney).
Más sorprendente aún es que 60% de los cubanos nacidos en los Estados
Unidos favoreció al presidente, a diferencia del 45% de los nacidos en
Cuba. El estudio de Bendixen & Amandi también incluye una serie
cronológica que muestra un aumento sostenido del voto cubanoamericano
por los candidatos presidenciales demócratas, de 15% en 1988 a 48% en
2012. Estas cifras constatan que las amplias brechas tradicionales entre
electores cubanos y latinos en los Estados Unidos están cerrándose.
Otra fuente de información valiosa sobre las actitudes políticas
cambiantes de los cubanoamericanos es la encuesta periódica realizada
por FIU, dirigida por el sociólogo de origen cubano Guillermo Grenier
con una muestra al azar de 648 residentes en el condado de Miami-Dade en
el año 2011. Los hallazgos de este sondeo revelan numerosas
divergencias en las opiniones públicas de los cubanoamericanos según su
año de llegada a los Estados Unidos, edad y lugar de nacimiento. Aquí me
concentraré en los principales contrastes entre los nacidos en Cuba y
los nacidos en Estados Unidos.
En la encuesta de FIU del 2011, 47% de los entrevistados nacidos en los
Estados Unidos se opuso a continuar el embargo estadounidense a Cuba,
comparados con 44% de todos los encuestados. El 79% de los nacidos en
los Estados Unidos, comparados con 58% del total, apoyaba un diálogo
nacional entre exiliados, disidentes y representantes del gobierno
cubano. Los nacidos en Estados Unidos favorecen el envío de medicinas,
comida y dinero a Cuba, así como los viajes sin restricciones, con más
frecuencia que todos los entrevistados. Además, 71% de los nacidos en
los Estados Unidos apoya el restablecimiento de relaciones diplomáticas
entre los dos países, comparados con 58% de toda la muestra. En
síntesis, según el sondeo de FIU, las personas de origen cubano nacidas
en los Estados Unidos suelen respaldar una política de acercamiento
hacia Cuba más firmemente que los nacidos en la Isla.
En conjunto, las encuestas reseñadas apuntan a patrones emergentes de
pensamiento y conducta de la comunidad cubana en los Estados Unidos,
particularmente en el sur de la Florida. Más allá de las diferencias
metodológicas entre las investigaciones aludidas, subrayaría dos
hallazgos congruentes. En primer lugar, la transición ideológica de la
diáspora cubana hacia una postura más afín a otras minorías étnicas en
Estados Unidos ha avanzado sustancialmente. La segunda generación de
cubanoamericanos se parece más a otros grupos de latinos que al llamado
“exilio histórico” en su creciente orientación hacia el Partido
Demócrata en las elecciones presidenciales.
Esta tendencia se debe principalmente a que ese Partido se ha asociado
más estrechamente que el Republicano con causas liberales como la
defensa de los derechos civiles, los programas de bienestar social y la
reforma migratoria, asuntos que conciernen al grueso de los latinos y
otras minorías desaventajadas en los Estados Unidos. También se entronca
con el aumento en el número de inmigrantes cubanos de clase
trabajadora.
En segundo lugar, el que poco más de la mitad de los cubanos residentes
en los Estados Unidos haya llegado después de 1990 tiene múltiples
repercusiones demográficas, socioeconómicas y políticas. Entre otras,
los inmigrantes más recientes se inclinan a sostener lazos familiares,
culturales y emocionales con su país de origen más que los que se
establecieron en la nación norteña durante las décadas de 1960 y 1970.
Los miembros de las oleadas migratorias de Cuba a partir de la década de
1980 son los más propensos a viajar a la Isla, llamar por teléfono,
enviar remesas y paquetes y preservar vínculos transnacionales al margen
de las discrepancias entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.
Para concluir, cabe preguntarse por qué tales cambios generacionales e
ideológicos aún no se reflejan adecuadamente en la cúpula política de la
comunidad cubana del sur de la Florida. Actualmente, cinco de los siete
congresistas estadounidenses de origen cubano son miembros del Partido
Republicano. Un factor explicativo es que la mayoría de los inmigrantes
cubanos recientes no son ciudadanos estadounidenses (59% de los llegados
después de 1994 aún no se ha naturalizado, según el sondeo de FIU
dirigido por Grenier) y por ello no tienen derecho al voto. Otro dato
pertinente de esta encuesta es que, entre los votantes inscritos, 56%
está afiliado al Partido Republicano. Indudablemente, gran parte del
electorado cubanoamericano aún simpatiza con los candidatos y la
ideología conservadora del Partido Republicano.
Pero esta preferencia está socavándose a medida que muchos cubanos
emigrados en las últimas dos décadas y los jóvenes nacidos en los
Estados Unidos se inscriben para votar y se incorporan a la política
nacional. Si bien parece prematuro proclamar el “fin del exilio”, las
recientes mutaciones demográficas y políticas de la comunidad
cubanoamericana han acelerado su “latinización”. A mi juicio, los
cubanos en Norteamérica están en proceso de convertirse en una minoría
étnica, que difiere del resto de la población en sus prácticas
culturales y lingüísticas, se identifica cada vez más con el Partido
Demócrata e intenta mantener una relación significativa con su país de
origen.
Fuente: Ventana Politica
En los 15 y los 24 años, el 45 % pide su regulación, en 2011 solo lo hacían el 34 %
El País (España) Lunes, 25 de agosto, 2014
Atrás quedan los años en los que la sociedad —jóvenes incluidos— rechazaba prácticamente en bloque la legalización de la marihuana. Así se desprende del último Eurobarómetro sobre la relación entre juventud y drogas, que revela que, aunque siguen siendo mayoría los europeos de entre 15 y 24 años que se oponen a legalizar el cannabis, el porcentaje que pide su regulación ha pasado del 34% al 45% en los tres últimos años.
En España, la variación es incluso superior: del 35% de 2011 al 47% actual. De seguir esta tendencia, en la encuesta de 2017 serán mayoría los jóvenes españoles y europeos que pidan la legalización, tal y como ya sucede en República Checa, Eslovenia, Italia, Irlanda, Polonia, Eslovaquia, Austria y Países Bajos — el único Estado miembro en el que es legal.
¿Qué ha ocurrido para que se produzca este cambio de actitud? Martin Jelsma, coordinador del programa de Drogas y Democracia del Transnational Institute y una eminencia internacional en la materia, apunta a la “discusión abierta” en la sociedad europea y española y valora la contribución de los clubes cannábicos que han proliferado en varios países y, muy especialmente, en España, en la “normalización” del debate sobre la viabilidad de una distribución legal.
El experto matiza que aunque estas asociaciones no representan una legalización propiamente dicha, las cifras evidencian que los clubes cannábicos no han incrementado el consumo entre los jóvenes. “No tiene ningún sentido reprimir a los clubes pensando que es un fenómeno que aún puede desparecer. Más bien al contrario, es urgente aprobar normas jurídicas y de conducta claras para su funcionamiento y abrir el debate sobre una legalización del cannabis desde la siembra hasta la venta”, subraya. “No hay vuelta atrás”.
Fuente: Eurobarómetro.
El barómetro encargado por la Comisión Europea muestra dos detalles interesantes para el debate: el rechazo persistente de los jóvenes (por encima del 90%) a la legalización de drogas como la heroína, la cocaína o el éxtasis y la disociación entre consumo y conveniencia de legalización del cannabis en la UE (solo el 22% de los jóvenes españoles y el 17% de los europeos afirman haber consumido esta sustancia en el último año). “El acceso a esta sustancia no ha aumentado, lo que ha crecido es el debate sobre su legalización”, opina Jelsma.
Para Òscar Parés, subdirector del centro de estudios del cannabis y de políticas sobre drogas ICEERS, gran parte de la normalización de la marihuana tiene que ver con la eliminación paulatina del estigma de la heroína tras el dramático ascenso en su consumo en los años ochenta. “En los últimos años ha cambiado mucho. Los jóvenes perciben netamente las diferencias entre el consumo de cannabis y el de drogas más duras”. Parés remarca que el consumo responsable de marihuana es mayoritario — “el 80% de los casos”— y admite que en caso de una potencial legalización, la demanda podría aumentar en un “primer momento” pero, a cambio, no aumentaría el consumo problemático de esta droga. “Si la venta fuese legal, se podría dar mejor atención a los consumidores con problemas y se tendría mayor control de estos casos por parte de las autoridades sanitarias”, alega.
Pese al cambio de tendencia en los últimos años, la sociedad europea no está entre las más favorables a la legalización de la marihuana. En 2013, según una encuesta de Gallup, los estadounidenses a favor de la regulación de esta sustancia (el 58%) ya superaban con creces a aquellos que optaba por que su consumo permaneciera en la ilegalidad (39%). “Es un proceso gradual”, añade Jelsma en referencia a la legalización de cannabis para uso recreativo en los Estados de Washington y Colorado a finales de 2012.
A principios de año, Uruguay abrió una espita en América Latina al aprobar la venta de esta sustancia en farmacias. “Estos ejemplos demuestran que el problema del cannabis no es la propia droga sino la ausencia de regulación. Es una cuestión puramente política”, concluye.
Clubes para comprar
Los clubes cannábicos —centros en los que, a cambio de una cuota anual que suele rondar los 20 euros, sus socios tienen derecho a retirar, previo pago, una cantidad estipulada para consumo propio— han ganado adeptos en los últimos años. Están registrados como asociaciones y tienen sus propios estatutos, pero solo algunos Ayuntamientos como San Sebastián o Girona han ensayado regulaciones pioneras.
“Es importante diferenciar entre las asociaciones de consumo y los coffeeshops”, señala Òscar Parés, del centro de estudios del cannabis ICEERS, en referencia a los populares establecimientos holandeses en los que, además de tomar café, los clientes pueden comprar marihuana. “Los clubes no permiten la entrada a cualquiera, solo a sus asociados y, por tanto, no fomentan el consumo”, explica.
Desde el punto de vista legal, los clubes se encuentran en un limbo —o “zona gris”, como prefiere este experto—. “No están legalizados, pero el consumo es completamente legal en España”, destaca. Hasta ahora se han abierto cerca de 50 causas contra administradores de estos espacios y “ninguno ha acabado en la cárcel”.
La primera de estas asociaciones nació en Tarragona hace dos décadas. Desde entonces, el fenómeno ha ido desarrollándose hasta el punto de que, según sus datos, hoy hay cerca de 1.000, casi todos en Cataluña (unos 400) y País Vasco (150).
New WOLA/Brookings report analyzes legal marijuana program in Washington state
WOLA/Brookings Report
August 25, 2014 By Philip A. Wallach, Fellow, Governance Studies, The Brookings Institution
On November 6, 2012, voters in Washington and Colorado made the
momentous and almost entirely novel choice to legalize and regulate
recreational marijuana. While many places around the world have tried
out forms of marijuana decriminalization or legalized medical uses, none
had ventured to make the production, distribution and recreational use
of the drug legal, let alone erect a comprehensive, state-directed
regulatory system to supervise the market. In spite of the lack of
experience, and in spite of a clear conflict with federal drug law,
solid majorities in Washington and Colorado decided that their states
should lead the way through experimentation. (In 2013, Uruguay would
follow.) The opening of state-legal marijuana shops has been a reality
in Colorado since January, and has finally come to pass in Washington as
of July 8.
While Colorado is justifiably garnering headlines with its
ambitiously rapid (and, in many respects, impressive) legalization
rollout,2 there is a case to be made that Washington is undertaking the
more radical and far-reaching reform. It is, in effect, attempting not
just to change the way the state regulates marijuana, but also to
develop tools by which to judge reform and to show that those tools can
be relevant amid the hurly-burly of partisan political debate.
Washington has launched two initiatives. One is about drug policy; the
other is about knowledge. In the world of drug policy, and for that
matter in the world of public administration more generally, this is
something fairly new under the sun.
This second reform, though less heralded than the attention-grabbing
fact of legalization, is in many ways just as bold. Washington’s
government is taking its role as a laboratory of democracy very
seriously, tuning up its laboratory equipment and devoting resources to
tracking its experiment in an unusually meticulous way. Several
innovative features are especially noteworthy:
A portion of the excise tax revenues from marijuana sales will fund
research on the reform’s effects and on how its social costs can be
effectively mitigated. In effect, the state has built test equipment
into its policy reform from day one, with a dedicated funding stream to
provide continuity and political independence.
Coordination of research efforts is taking place across multiple
state agencies, including the Department of Social and Health Services,
the Department of Health, and the Liquor Control Board. Instead of
relying on just one point of view or information source, the state is
focusing many lenses on the issue, attempting to create a multifaceted
picture.
A cost-benefit analysis is to be conducted by the state’s in-house
think tank, the Washington State Institute for Public Policy (WSIPP),
and will be nearly unprecedented in its scope and duration. If well
executed, this effort will provide a yardstick for success that can help
focus and discipline the political debate.
By combining these techniques, Washington’s policymakers seek to
empower themselves not only to proactively regulate legal marijuana but
to proactively inform and influence the informational battles that will
surround legal marijuana. That is no mean feat in a policy area so full
of passionate, and often intemperate, advocates. As the battle lines
harden in the information wars between legalization’s champions and
critics, the state’s knowledge-building efforts offer its officials the
chance to transcend the breathless rhythms of the news cycle and set
their sights on more consequential time horizons. Reformers across the
country—in marijuana policy and beyond—would do well to learn from this
second experiment as much as from the first.
This paper outlines Washington’s side-by-side experiments: the
marijuana experiment and the knowledge experiment. It will weigh the
potential and the pitfalls of the state’s knowledge experiment. And it
will offer some thoughts on how to get the most out of Washington’s
innovations—both for those who care about drug policy and for those who
care about making policy reform of any sort work better. To read the full report, please click here.
Por Geoff Thale, Director de Programas, WOLA
El presidente Obama ha anunciado recientemente una nueva iniciativa
para responder al aumento dramático de los niños migrantes no
acompañados que están entrando ilegalmente a los Estados Unidos por la
frontera sur. Más de 47.000 niños migrantes no acompañados han
llegado a los Estados Unidos durante este año fiscal—casi 35.000
provenientes sólo de El Salvador, Guatemala y Honduras—lo que llevó al
presidente Obama a designar a la Agencia Federal de Gestión de
Emergencias de Estados Unidos (Federal Emergency Management Agency, FEMA) a gestionar la respuesta.
La impresión de ver a todos estos niños, literalmente a los pies de
nuestra puerta, debe impulsar a los políticos a hacer un examen de
conciencia acerca del por qué los menores huyen, por qué los padres les
permiten huir, y si tiene sentido gastar mil millones de dólares
deteniendo y deportando a niños centroamericanos mientras se gastan tan
sólo US$98.700.000 en ayuda de desarrollo para El Salvador, Guatemala y Honduras, y US$161.5 millones para estos y otros países como parte de la Iniciativa de Seguridad Regional de América Central (Central America Regional Security Initiative, CARSI) para este año fiscal.
El número de menores que están llegando a la frontera estadounidense
es impresionante, especialmente si se considera el tamaño de la
población centroamericana. Por ejemplo, 9.850 menores no acompañados de
El Salvador fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza de EE.UU. en el
período entre octubre de 2013 y mayo de 2014. En El Salvador hay 2.37
millones de niños, según los datos de UNICEF,
lo que significa que aproximadamente uno de cada 240 niños de ese país
ha tratado de cruzar a los Estados Unidos y fue detenido por la Patrulla
Fronteriza en el transcurso en los últimos ocho meses. Los porcentajes
para Honduras son semejantes y un poco más bajos, pero todavía
impactantes, para Guatemala.
Te hace vacilar, la imagen de un niño o adolescente, sin padres ni
guardianes, buscando hacer el largo viaje desde San Salvador o San Pedro
Sula hasta los Estados Unidos. Algunos de estos niños son transportados
por contrabandistas, quienes en muchas ocasiones están en colusión con
el crimen organizado, y algunos otros viajan solos. Todos son
vulnerables a los numerosos peligros que plagan a los migrantes durante
sus viajes por México: bandas criminales que demandan dinero a los
migrantes que viajan en el tren hacia el norte, quienes a menudo son
tirados del tren si no pueden pagar, oficiales inescrupulosos buscando
sobornos y el crimen organizado en busca de víctimas para secuestro o
mulas para transportar drogas. ¿Qué motiva a una persona a confrontar
todos estos peligros e incertidumbres? Las notas de prensa en
las semanas recientes han sugerido que mujeres y niños migrantes están
llegando a los Estados Unidos bajo la percepción de que se les permitirá
permanecer en el país. Puede ser que los contrabandistas también estén
promoviendo esta idea en busca de más clientes. El gobierno de Obama ha
dejado claro que su política de control migratorio no ha cambiado, y, de
hecho, la infraestructura fronteriza y la fuerza de trabajo han
incrementado en la última década. El viaje del vicepresidente Biden a Guatemala en la semana pasada reiteró este mensaje.
Sin embargo, más importante que la fuerza de esta percepción son los
factores de "empuje" que impulsan esta ola de migración, los factores
que hacen que los posibles migrantes, especialmente los niños y los
adolescentes, decidan abandonar El Salvador, Honduras o Guatemala para
venir a los Estados Unidos.
Detrás de esta ola migratoria se destacan dos factores subyacentes.
El primero es la amenaza de violencia en las comunidades de origen de
los migrantes, de la cual la juventud está especialmente en riesgo. La
violencia es un problema grave en algunas partes de Centroamérica.
Honduras tiene la tasa de homicidios más alta del
mundo. La violencia doméstica y el maltrato infantil se han
generalizado. Las pandillas se involucran en disputas violentas del
terreno, la extorsión de las empresas y los residentes locales, el
tráfico de drogas a pequeña escala, y reclutan especialmente a los
jóvenes. Las pandillas se han convertido en difíciles fenómenos sociales
y criminales en los países del llamado “Triángulo del Norte” de
Centroamérica durante la última década.
Existen pocas protecciones contra la violencia porque las
instituciones eficaces de seguridad pública son no existentes. Las
fuerzas policiales son mal pagadas y tienen poco personal en sus
divisiones de patrulla, las cuales no pueden impedir la delincuencia.
Las policías investigadores no pueden investigar efectivamente ni el
crimen ni la corrupción policial y la infiltración criminal de la
policía permite que la delincuencia y la violencia florezcan con poca
respuesta de las autoridades gubernamentales.
Además del problema de la violencia existe la falta de oportunidades,
especialmente para los jóvenes, los pobres y la clase media-baja. En
zonas rurales, los pequeños agricultores enfrentan barreras difíciles
para producir para los mercados locales. El 75 por ciento de los que
viven en las zonas rurales de
Honduras viven en la pobreza. Los trabajos estacionales en las fincas
más grandes que exportan café, azúcar y otros cultivos son mal pagados.
El café, el principal cultivo comercial en Centroamérica, está sufriendo
de un hongo devastador llamado "roya del café". The New York Times informó
que "el veinte por ciento de los medio millones de puestos directamente
ligados al cultivo en Guatemala ya han desaparecido".
En las ciudades, los trabajos en el sector formal que proporcionan
prestaciones de salud y seguridad social y que pagan impuestos pueden
ser escasos, y los salarios son relativamente bajos. Un estudio del Banco Mundial de
2012 declaró que el empleo en Centroamérica sigue siendo principalmente
en empleos de baja calificación con trabajadores poco calificados, lo
que subraya la necesidad de crear más puestos de trabajo, en particular
los "puestos de trabajo que pueden romper el ciclo de pobreza y
contribuir a un crecimiento económico sostenido". En las comunidades
pobres, donde el acceso a los recursos es escaso y los niveles de
educación son relativamente bajos, muchos jóvenes ven la vida de
pandillas (viviendo por la extorsión y el tráfico de drogas a pequeña
escala) como una de las pocas alternativas económicas viables.
Dado este contexto, no es de extrañar que los menores preocupados
consideren que huir de sus entornos, o que los padres y parientes les
ayuden a buscar la seguridad mediante la migración a los Estados Unidos.
En un estudio reciente
de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados se entrevistaron a 300 menores no acompañados procedentes de
Centroamérica que habían sido detenidos por la Patrulla Fronteriza,
sobre sus razones para abandonar sus países. La pobreza y la falta de
oportunidades fueron factores clave en la decisión de emigrar. Además,
el 31 por ciento notaron la violencia o amenazas de violencia de
pandillas o grupos delictivos organizados como un factor principal en su
decisión de irse, y el 16 por ciento enumeran otras formas de violencia
social. El 20 por ciento mencionaron el abuso o la violencia en el
hogar.
Estos son problemas profundamente difíciles, y no hay una solución
mágica para resolverlos. No obstante, se debería hacer más para mitigar
los problemas arraigados causando que tantos menores, por desesperación,
emprendan un viaje peligroso a los Estados Unidos. ¿Qué se puede hacer para mitigar los factores de empuje?
Los niveles de violencia se pueden reducir. En el suburbio salvadoreño de Santa Tecla, por ejemplo, un esfuerzo de varios años que
comenzó en el año 2003 está dando sus frutos. A través de los consejos
comunitarios y los programas de prevención de la violencia local, la
ciudad, con una gran población y problemas sociales significativos, ha
sido capaz de lograr una reducción del 40 por ciento de los homicidios
en comparación con las tasas de las comunidades cercanas.
La evidencia sugiere que continuar invirtiendo en las iniciativas
cautelares para la violencia comunitaria, que involucre a los grupos
comunitarios locales, las iglesias, la policía, y las agencias de
servicio social y del gobierno, puede marcar una diferencia importante.
Como se ilustró en un reporte reciente
por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, cuando se
combinan estas iniciativas con los esfuerzos serios para eliminar la
corrupción policial y mejorar la eficacia y la moral de la policía, el
impacto puede ser significativo.
De manera similar, los esfuerzos dirigidos a crear oportunidades de
empleo pueden tener efectos positivos. Estos esfuerzos requieren un
compromiso por parte de los gobiernos nacionales y locales de
Centroamérica, y una inversión de capital político de los Estados Unidos
y otros contribuyentes (la Unión Europea, las Naciones Unidas,
etcétera). Pero, estos dan resultados: pueden reducir el crimen y la
violencia, y las fuerzas que obligan a los menores a intentar emigrar
ilegalmente hacia los Estados Unidos.
Comparados a los estándares de lo que ahora estamos invirtiendo en la
gestión migratoria—18 mil millones dólares al año—y lo que estamos
pensando en invertir en viviendas y centros de detención provisional
para menores no acompañados—más de mil millones de dólares—nuestra
presente inversión en la prevención de violencia y en la asistencia para
el desarrollo en Centroamérica palidece.
Fuente WOLA
August 25, 2014
By Philip A. Wallach, Fellow, Governance Studies, The Brookings Institution
On November 6, 2012, voters in Washington and Colorado made the momentous and almost entirely novel choice to legalize and regulate recreational marijuana. While many places around the world have tried out forms of marijuana decriminalization or legalized medical uses, none had ventured to make the production, distribution and recreational use of the drug legal, let alone erect a comprehensive, state-directed regulatory system to supervise the market. In spite of the lack of experience, and in spite of a clear conflict with federal drug law, solid majorities in Washington and Colorado decided that their states should lead the way through experimentation. (In 2013, Uruguay would follow.) The opening of state-legal marijuana shops has been a reality in Colorado since January, and has finally come to pass in Washington as of July 8.
While Colorado is justifiably garnering headlines with its ambitiously rapid (and, in many respects, impressive) legalization rollout,2 there is a case to be made that Washington is undertaking the more radical and far-reaching reform. It is, in effect, attempting not just to change the way the state regulates marijuana, but also to develop tools by which to judge reform and to show that those tools can be relevant amid the hurly-burly of partisan political debate. Washington has launched two initiatives. One is about drug policy; the other is about knowledge. In the world of drug policy, and for that matter in the world of public administration more generally, this is something fairly new under the sun.
This second reform, though less heralded than the attention-grabbing fact of legalization, is in many ways just as bold. Washington’s government is taking its role as a laboratory of democracy very seriously, tuning up its laboratory equipment and devoting resources to tracking its experiment in an unusually meticulous way. Several innovative features are especially noteworthy:
This paper outlines Washington’s side-by-side experiments: the marijuana experiment and the knowledge experiment. It will weigh the potential and the pitfalls of the state’s knowledge experiment. And it will offer some thoughts on how to get the most out of Washington’s innovations—both for those who care about drug policy and for those who care about making policy reform of any sort work better.
To read the full report, please click here.