GEOPOLÍTICA Y DROGAS EN EL HEMISFERIO OCCIDENTAL: IMPLICACIONES PARA EL “NUEVO ORDEN
MUNDIAL Y PANAMERICANO”
por Luis Suárez
Salazar[1]
Resumen:
Mi exposición
va dirigida a realizar un actualizado enfoque critico acerca de la innegable
relación que existe entre los enfoques geopolíticos y geoeconómicos que han caracterizado las grandes estrategias
de seguridad imperial elaborada por los círculos dominantes en los Estados
Unidos y la llamada “guerra contra las drogas”, contra la “narcoguerrilla”,
contra “el terrorismo” o contra el “narcoterrorismo” que en la actualidad se
desarrolla en algunos naciones del mundo subdesarrollado y, en particular, en
algunos estados del denominado Hemisferio Occidental.
En ese
contexto, resaltaré el creciente significado que han adquirido todos los asuntos
vinculados con el combate contra el mal llamado “narcotráfico
internacional”[2] en los
sistemáticos esfuerzos que, desde la última década del siglo XX hasta la
actualidad, han venido desarrollando los círculos de poder estadounidenses para
construir, bajo su dominación, lo que desde hace varios años, he venido
denominando como “un nuevo orden panamericano” funcional a sus aspiraciones
hegemónicas y de dominación sobre el sistema mundial de la denominada “posguerra
fría”.[3] Es decir,
sobre el ilegal “nuevo orden mundial” anunciado por el entonces presidente
estadounidense, George H. Bush (padre), a comienzos del decenio de
1990.
Para cumplir
mis objetivos dividiré mi exposición en tres partes articuladas entre sí. En la
primera, presentaré una rápida actualización de las principales tendencias que
caracterizan el consumo, el tráfico y la producción de drogas ilegales (ya sean
de origen vegetal, sintéticas o semisintéticas) en
todo el planeta.[4] Asimismo,
trataré de demostrar el lugar relativamente secundario que ocupan las
33 naciones independientes o formalmente independientes de América Latina y el
Caribe (al igual que los territorios coloniales que subsisten en esa región) en
la producción y el tráfico de las principales drogas ilegales que se consumen en
la actualidad: marihuana, cocaína, morfina, heroína, así como una multiplicidad
de drogas sintéticas derivadas de las anfetaminas (EA) y del “éxtasis” (MDMA o
“droga del amor”) inventada en los laboratorios de algunos países de Europa
Occidental en la década de 1980. Igualmente, en los delitos transnacionales
conexos (como el lavado de dinero, el tráfico de precursores y de armas...) que
se han desarrollado e ineludiblemente se desarrollarán al calor de la denominada
“globalización neoliberal”.
En contraste
con ese hallazgo, en la segunda parte, mostraré cómo –sobre la base de su
redefinición de los “nuevos enemigos de la seguridad interamericana” (entiéndase
de la seguridad imperial estadounidense) que se produjo en la “posguerra fría”—
las tres últimas administraciones de los Estados Unidos (sucesivamente
encabezadas por George H. Bush, William Clinton y por George W. Bush) han convertido a
algunas de las naciones del Hemisferio Occidental (México, Colombia y otras
naciones andino-amazónicas, así como de la llamada Cuenca del Caribe) en el
principal escenario de “la guerra contra las drogas y otros delitos conexos”
que, desde la segunda mitad de la década de 1980, proclamó de manera unilateral
la reaccionaria administración del republicano Ronald
Reagan (1981-1989).
Asimismo, referiré como esa “guerra contra las drogas” ha sido la fachada
para impulsar otros objetivos de la política exterior y de seguridad de los
Estados Unidos.
A partir de
esas constataciones y de algunas referencias al entramado de acuerdos y pactos
de diferentes tipo que, desde la primera Cumbre de las Américas (diciembre de 1994) hasta nuestros días, han venido
firmando los 34 gobiernos del hemisferio que (con excepción del Cuba) integran
el Sistema Interamericano, así como del análisis crítico de ciertos casos
regionales y nacionales (la Cuenca del Caribe, México, Colombia y otros países
andino-amazónicos), también abordaré la estrecha vinculación que existe entre la
lucha contra el “narcotráfico” y los objetivos más generales de la gran
estrategia estadounidense contra las naciones situadas al Sur de Río Bravo y de
la península de la Florida. En particular, con aquellas acciones dirigidas a
garantizar su dominación sobre las naciones y territorios bañados por las aguas
del Golfo de México y del Mar Caribe: zona del mundo que, desde hace casi dos
siglos, ha sido considerada por las clases dominantes en los Estados Unidos como
“la frontera sur” de su mal llamada “seguridad nacional”.[5]
Todos esos
enfoques se actualizarán en la tercera y última parte de mi exposición. A partir
de las reflexiones que he venido realizando acerca de las implicaciones
mundiales y hemisféricas de la llamada “guerra contra el terrorismo global”
emprendida por la Casa Blanca inmediatamente después del 11 de septiembre del
2001,[6] en esa parte
presentaré algunas consideraciones acerca de la relación perversa que ha
establecido los sectores más reaccionarios del establishment de la política exterior y de
seguridad de los Estados Unidos entre los problemas vinculados con el consumo,
la producción y la comercialización de drogas ilegales, el “lavado de dinero”,
las luchas político-militares de contenido nacional-popular, los gobiernos
propulsares de acciones alternativas a la “globalización neoliberal” y las
llamadas “intervenciones militares preventivas” contra las “redes terroristas de
alcance global”, así como contra los denominados “estados fracasados” o “estados
fuera de la ley” definidos como los principales enemigos de la seguridad
nacional de los Estados Unidos en lo que se alcanza a ver del siglo
XXI.[7]
En
consecuencia, mi exposición culminará con algunas recomendaciones respecto a los
conceptos teórico-prácticos alternativos que, con relación al consumo, la
producción y la comercialización de drogas, así como respecto a las políticas
antidrogas y al mal llamado “narcotráfico”, deberán impulsar todas aquellas
fuerzas sociales y políticas interesadas en construcción un mundo y un
continente más justo y mejor que el que están edificando las clases dominantes
en la mayor parte de las naciones del planeta y, en particular, aquellos
sectores “neo-fascistas”, neoconservadores y neoderechistas de la oligarquía financiera y tecnotrónica triádica que hoy controlan la elaboración de la
política interna y externa de los Estados Unidos y de otras “potencias”
occidentales, cuales son los casos del Reino Unido, España e
Italia.
[1] Escritor, investigador y sociólogo cubano, Profesor Adjunto (Asociado) de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.
[2] Cual he indicado en todos mis
trabajos sobre el tema, el término “narcotráfico” o más recientemente
“narcoterrorismo” (de factura estadounidense) conduce a importantes errores en
el análisis, la comprensión y la solución del problema del consumo, la
comercialización y la producción de drogas, tanto en el plano nacional e
internacional como hemisférico; ya que sólo induce a pensar en la
comercialización y transporte (tráfico) de algunas drogas ilegales (marihuana,
morfina, cocaína) y en los llamados “delitos conexos” real o presuntamente
vinculados a esas actividades. Se excluyen así del campo del análisis otras
drogas legales (barbitúricos, anfetaminas, analgésicos), ilegales (cual es el
caso de las drogas sintéticas) o socialmente aceptadas, cual es el caso del
alcohol. También se excluyen los más importantes eslabones del problema de las
drogas en general y en particular de las drogas ilegales: consumo/demanda;
producción, procesamiento y comercialización de insumos industriales legalmente
producidos que sirven como precursores para la producción tanto de drogas
extraídas de las plantas, como de drogas sintéticas o semisintéticas. Asimismo, se excluyen el financiamiento,
almacenamiento, transporte de esas drogas y el peliagudo tema del “lavado de
dinero”. Como se ha insistido, la mayor parte de esas actividades están
estrechamente asociadas con empresas legales sin cuyo concurso (consciente o
inconsciente) sería muy difícil producir esas mercancías y, mucho menos,
realizar todos los movimientos de capitales y ganancias que produce esa negocio
en todo el mundo. Por lo antes dicho, para referir el objeto de mi análisis,
utilizaré el lenguaje empleado por la ONU. Es decir “el problema de las drogas
ilegales y otros delitos conexos”.
[3] Entre
otros de mis textos sobre esos temas puede consultarse: "El `narcotráfico' en
las relaciones interamericanas: un enfoque estructural", en Cuadernos de Nuestra América, La Habana,
julio-diciembre de 1987; "`Narcotráfico' y conflictos sociales y políticos en
América Latina: algunas hipótesis", en Cuadernos de Nuestra América, La Habana,
enero-junio de 1990;“’Narcotráfico’ y subdesarrollo en América Latina y el
Caribe: algunas reflexiones”, en Drogas,
sociedades adictas y economía subterránea, Cochabamba, Bolivia, 1992.
También puede consultarse: “Nuevo ‘orden’ mundial, integración y derechos
humanos en el Caribe: Apuntes para una reconceptualización”, en Globalización, Integración y Derechos
Humanos en el Caribe, ILSA,
Bogotá, 1995; El siglo XXI: Posibilidades
y desafíos para la Revolución cubana; Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 2000; y América Latina y el
Caribe: Medio siglo de crimen e impunidad (1948-1998), Editorial ZAMBON -
Editorial José Martí, Frankfurt y La Habana, 2001.
[4] Según la OFDPD de la ONU, puede
afirmarse que hay dos clases importantes de drogas: las “sintéticas” y las
“extraídas de las plantas”. El rasgo diferencial de las drogas sintéticas
(anfetaminas, metanfetaminas, barbitúricos,
alucinógenos, “éxtasis”, ciertos analgésicos, LSD, metacuolona) con relación a las extraídas de las plantas, es
que las primeras se sintetizan en laboratorios, normalmente a partir de
productos químicos “de las estanterías” (denominados precursores o sustancias
iniciales). Por el contrario, las drogas extraídas de las plantas –aunque
requieren algunos precursores de fácil obtención en el mercado mundial (por
ejemplo, queroseno, ácido clorhídrico y sulfúrico)— sólo pueden obtenerse
procesando un producto vegetal. Este es el caso del opio y la morfina, de la
cocaína y de algunos derivados de la planta cannabis
(popularmente conocida como mariguana). Cuando en el
proceso de fabricación de una droga en laboratorio se utilizan productos
químicos de “las estanterías” y plantas naturales, se utiliza el término “droga
semisintética”. Este es el caso de la heroína.
[5] Las
primeras referencias a esos conceptos pueden encontrarse en el pensamiento
geopolítico de uno de los Padres Fundadores, secretario de Estado (1789-1794) y
posterior presidente de los Estados Unidos (1801-1809), Thomas Jefferson; quien sin ambages proclamó que el control de las
naciones colocadas en el Golfo de México, en el Caribe y en el istmo
centroamericano formaban parte de la “seguridad continental” de su país.
[6] Los
interesados pueden consultar: “El ‘Nuevo Orden Panamericano’ y la ‘Guerra contra
el terrorismo’: algunas tesis e hipótesis”, ponencia presentada a Primera
Conferencia de Estudios Americanos, efectuada en La Habana, Cuba, en junio del
2002; “La ‘Nueva’ Estrategia de ‘seguridad imperial’ de los Estados Unidos:
Implicaciones para la paz, para el Derecho Internacional Público Contemporáneo y
para el ‘Nuevo Orden Panamericano”, ponencia presentada al evento internacional
Por el Equilibrio del Mundo, efectuado en la Ciudad de La Habana, en
ocasión del 150 Aniversario del Natalicio de José Martí (28 de enero del 2003);
y “La estrategia de seguridad imperial de los Estados Unidos: Implicaciones para
el Gran Caribe”, ponencia presentada a
la XXVIII Conferencia Anual de la Asociación de Estudios del Caribe,
efectuada en Belice, entre el 26 y el 30 de mayo del 2003.
[7] George W. Bush: La Estrategia
de Seguridad Nacional, en http://usembassy.State.gov/colombia/wwwses01.shtml,
8 de octubre del 2002.