por Manuel Pérez
Vila
(Síntesis Biográfica)
Publicación
de la Sociedad Bolivariana de Venezuela
Caracas, 1976
Año del
Congreso Anfictiónico
Descendiente de una familia de
origen vasco que se hallaba establecida en Venezuela desde fines del siglo
XVI, y ocupaba en la Provincia una destacada posición económica
y social, Simón Bolívar nació en la ciudad de Caracas
el 24 de julio de 1783. Sus padres fueron el Coronel don Juan Vicente Bolívar
y Ponte, y doña Concepción Palacios Blanco. Tenía
tres hermanos mayores que él -María Antonia, Juana y Juan
Vicente- y hubo otra niña, María del Carmen, que murió
al nacer. Antes de cumplir tres años, Simón perdió
a su padre, fallecido en enero de 1786. La educación de los niños
corrió a cargo de la madre, mujer de fina sensibilidad, pero también
capaz de administrar los cuantiosos bienes que poseía la familia.
Además de la herencia paterna, Simón era titular de un rico
mayorazgo, instituido para él en 1785 por el presbítero Juan
Félix Jérez y Aristeguieta.
En su ciudad natal transcurrieron
sus primeros años, con ocasionales viajes a las haciendas que la
familia poseía en los Valles de Aragua. En 1792, falleció
doña Concepción. María Antonia y Juana contrajeron
matrimonio bien pronto, y los dos varones de la familia, Juan Vicente y
Simón, siguieron viviendo con el abuelo materno, don Feliciano Palacios,
tutor de ambos. La casona de la familia daba frente a la plazuela de San
Jacinto, en pleno centro de la ciudad. Al morir el abuelo, Simón
quedó al cuidado de su tío y tutor Carlos Palacios. En julio
de 1795, cuando cumplía 12 años, sufrió una crisis
muy propia de su primera adolescencia: huyó del lado de su tío,
para acogerse a la casa de su hermana María Antonia y de su marido,
hacia quienes sentía mayor afinidad afectiva. A consecuencia de
estos hechos, que pronto se arreglaron favorablemente, Simón Bolívar
pasó algunos meses como interno en la casa de don Simón Rodríguez
(1771-1854) nacido también en Caracas, quien regentaba entonces
la Escuela de primeras letras de la ciudad. Entre aquel genial pedagogo
y reformador social, y el niño Simón Bolívar, se estableció
pronto una corriente de mutua comprensión y simpatía, que
duraría tanto como sus vidas. Rodríguez se marchó
de Venezuela en 1797. Antes y después de ser alumno suyo, tuvo Bolívar
otros maestros en Caracas, entre los cuales se cita a Carrasco y a Vides,
quienes le dieron lecciones de escritura y de aritmética, a Fray
Jesús Nazareno Zicardia, al Presbítero José Antonio
Negrete, profesor de Historia y de Religión, y a Guillermo Pelgrón,
preceptor de latinidad. Recibió también lecciones particulares
de Historia y de Geografía que le dio don Andrés Bello (1781-1865)
quien atesoraba ya en su juventud el caudal de conocimientos que habría
de conducirlo con el tiempo a ser el primer humanista de América.
La vocación de Bolívar
era el ejercicio de las armas. En enero de 1797, ingresó como cadete
en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, del
cual había sido Coronel años atrás su propio padre.
No tenía aún 14 años cumplidos. En julio del año
siguiente, cuando fue ascendido a Subteniente, se anotaba en su hoja de
servicios: "Valor: conocido; aplicación: sobresaliente". El adiestramiento
práctico en los deberes militares lo combinaba Bolívar con
el aprendizaje teórico de materias consideradas entonces la base
de la formación castrense: las matemáticas, el dibujo topográfico,
la física, etc., que aprendió en la Academia establecida
en la propia casa de Bolívar por el sabio Capuchino Fray Francisco
de Andújar desde mediados de 1798, y a la cual asistían también
varios amigos de Simón.
A comienzos de 1799, viajó
a España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos
Esteban y Pedro Palacios y la rectoría moral e intelectual del sabio
Marqués de Ustáriz, se entregó con pasión al
estudio. Recibió allí la educación propia de un gentilhombre
que se destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus
conocimientos de historia, de literatura clásica y moderna, y de
matemáticas, inició el estudio del francés, y aprendió
también esgrima y el baile, haciendo en todos rápidos progresos.
La frecuentación de tertulias y salones pulió su espíritu,
enriqueció su idioma, y le dio mayor aplomo. En Madrid conoció
a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, de quien se enamoró.
A fines de 1800 pensaba en constituir un hogar, asegurarse descendencia,
y regresar a su país, para atender el fomento de sus propiedades.
Hubo un compás de espera: en la primavera de 1801, viajó
a Bilbao, donde permaneció casi todo el resto del año. Hizo
luego un breve recorrido por Francia que le condujo hasta París
y Amiens. En mayo de 1802, estaba de nuevo en Madrid, donde contrajo matrimonio,
el día 26, con María Teresa. Los jóvenes esposos viajaron
a Venezuela, adonde llegaron el 12 de julio; pero poco duró la felicidad
de Simón. María Teresa murió en enero de 1803. El
joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año, pasó
por Cádiz y Madrid, y se estableció en París desde
la primavera de 1804.
En la capital del naciente Imperio
francés, los placeres de una vida social mundana, y los estímulos
de orden intelectual, comparten la atención de Bolívar, no
menos que el espectáculo fascinante de una Europa en plena ebullición
política. Frecuenta teatros, tertulias y salones, donde conoce a
bellas mujeres, pero trata igualmente a sabios como Alejandro de Humboldt
y Amado Bonpland, y asiste a las conferencias y a los cursos libres de
estudios donde se divulgan los conocimientos y las teorías más
recientes. En esta época de su vida, se entrega con pasión
a la lectura. Se ha encontrado de nuevo con Simón Rodríguez,
cuyo saber y cuya experiencia hacen de él un extraordinario compañero
de conversaciones, lecturas y viajes. Van juntos a Italia, y cruzan a pie
la Saboya. En Roma, un día de agosto de 1805, en el Monte Sacro,
Bolívar jura en presencia de su maestro no dar descanso a su brazo
ni reposo a su alma hasta que no haya logrado libertar al mundo Hispanoamericano
de la tutela española. De nuevo se separan Bolívar y Rodríguez.
El primero, regresa a París, en donde se afilia a una logia masónica.
A fines de 1806, conocedor de los intentos realizados por el Precursor
Miranda en Venezuela, Bolívar considera que ha llegado el momento
de volver a su patria. Se embarca en un buque neutral que toca en Charleston
en enero de 1807; recorre una parte de los Estados Unidos, y regresa a
Venezuela a mediados del mismo año.
Vive ahora como un joven aristócrata,
atento al fomento de sus haciendas, y en 1808 sostiene un sonado pleito
con Antonio Nicolás Briceño por los linderos de una de ellas;
pero piensa siempre en el porvenir del país. En las reuniones que
él y su hermano Juan Vicente celebran con sus amigos en la quinta
de recreo que poseen en Caracas a orillas del río Guaire, se habla
de literatura, pero también se hacen planes para la Independencia
de Venezuela.
Llega el 19 de abril de 1810.
La junta establecida ese día nombra a Bolívar, en compañía
de Luis López Méndez y de Andrés Bello, comisionado
ante el Gobierno Británico. Cumplida su misión, Bolívar
regresa de Londres a fines del mismo año. En Inglaterra ha visto
el funcionamiento práctico de las instituciones. En el seno de la
Sociedad Patriótica de Caracas, es uno de los más ardientes
abogados de la Independencia, que el Congreso proclama el 5 de julio de
1811. Bolívar se incorpora al Ejército y con el grado de
Coronel contribuye en 1811, bajo las órdenes de Miranda, al sometimiento
de Valencia. En 1812, a pesar de sus esfuerzos, no logra evitar que la
plaza de Puerto Cabello, de la cual era Comandante, caiga en poder de las
fuerzas realistas por una traición. A mediados de 1812, el General
Miranda capitula ante el jefe español Domingo de Monteverde. En
el puerto de La Guaira, un grupo de oficiales jóvenes, entre los
cuales figura Bolívar, deseosos de continuar la lucha, arrestan
al infortunado Precursor. Pero todos los esfuerzos son inútiles.
Bolívar logra salvarse gracias a la hidalguía de un amigo
suyo, don Francisco Iturbe, quien obtiene un pasaporte para él.
Se traslada a Curazao, y luego a Cartagena de Indias, donde redacta y publica
su "Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño",
uno de los escritos fundamentales, en el cual expone ya su credo político,
así como los principios que habían de guiar su acción
en los años futuros.
Comienzan entonces sus fulgurantes
campañas militares, en las cuales alternarán victorias y
reveses hasta 1818, y a partir del año siguiente predominarán
los triunfos. A la cabeza de un pequeño ejército, limpia
de enemigos las márgenes del río Magdalena, toma en febrero
de 1813 la Villa de Cúcuta, e inicia en mayo la liberación
de Venezuela. La serie de combates y de hábiles maniobras que en
tres meses lo condujeron vencedor desde la frontera del Táchira
hasta Caracas, a donde entró el 6 de agosto, merecen en verdad el
nombre de Campaña Admirable con que se les conoce. A su paso por
Trujillo, en junio, había dictado el Decreto de Guerra a Muerte,
con el objeto de afirmar el incipiente sentimiento nacional de los venezolanos.
Poco antes, a su paso por la ciudad de Mérida, los pueblos le habían
aclamado Libertador, título que le confieren solemnemente en octubre
de 1813 la Municipalidad y el pueblo de Caracas, y con el cual habrá
de pasar a la historia.
El período que va de agosto
de 1813 a julio de 1814, la Segunda República, es en verdad el Año
Terrible de la Historia de Venezuela. La Guerra a Muerte hace furor, y
los combates y batallas indecisos, afortunados o perdidos se suceden unos
a otros con gran rapidez. A pesar de victorias como la de Araure, la de
Bocachica, o la primera batalla de Carabobo, y de resistencias tan heroicas
como la del campo atrincherado de San Mateo y de la ciudad de Valencia,
tanto Bolívar como el General Santiago Mariño, (quien había
libertado antes el Oriente del país), se ven obligados a ceder ante
el número de los adversarios, cuyo principal caudillo es el realista
José Tomás Boves. Este triunfa en la Batalla de La Puerta
(junio de 1814), y los patriotas se ven en la necesidad de evacuar la ciudad
de Caracas. Se produce una gran emigración hacia el Oriente del
país. Allí, Bolívar y Mariño ven su autoridad
desconocida por sus propios compañeros de armas. El Libertador halla
de nuevo fraterno asilo en la Nueva Granada, donde interviene con varia
suerte en las contiendas políticas internas y logra que la ciudad
de Bogotá se incorpore a las Provincias Unidas. En mayo de 1815,
hallándose frente a Cartagena, Bolívar abandona el mando
para evitar el estallido de la guerra civil.
Asilado en Jamaica desde mayo
hasta diciembre de 1815, aguarda impaciente el momento de intervenir de
nuevo en la lucha. Mientras tanto medita acerca del destino de Hispanoamérica
y redacta en septiembre la célebre Carta de Jamaica, donde abraza
con penetrante comprensión y con visión profética
el pasado, el presente y el porvenir del Continente.
Mientras que la derrota de Napoleón
en Europa, y la llegada a Venezuela de un poderoso ejército español
que manda el General Pablo Morillo, infunden nuevos ánimos a los
partidarios de la causa realista, Bolívar, tras escapar en Kingston
del puñal de un asesino a sueldo, se traslada a la República
de Haití, en busca de recursos con que continuar la lucha. El Presidente
de aquel Estado, Alejandro Petión, se los proporciona con magnanimidad.
Pronto sale de Los Cayos una expedición al mando de Bolívar,
que llega en mayo de 1816 a la isla de Margarita y pasa poco después
al Continente. Carúpano es tomado por asalto, y de ahí da
Bolívar, el 2 de junio, un decreto que concede la libertad a los
esclavos. La expedición pasa luego al puerto de Ocumare de la Costa,
en donde Bolívar se ve separado accidentalmente del grueso de sus
fuerzas, y debe embarcarse de nuevo. Regresa a Haití, en donde organiza
una segunda expedición que llega a la isla de Margarita a fines
del año. A comienzos de 1817, Bolívar se halla en Barcelona.
Su objetivo es apoderarse de la Provincia de Guayana, y hacer de ella la
base para la liberación definitiva de Venezuela. En julio, la capital
de aquella Provincia, Angostura (hoy Ciudad Bolívar), es tomada
por los patriotas. Se organiza de nuevo el Estado. Bolívar crea
el Consejo de Estado, el Consejo de Gobierno, el Consejo Superior de Guerra,
la Alta Corte de Justicia, el Tribunal del Consulado, y se preocupa de
establecer un periódico (que aparecerá en junio de 1818)
el "Correo del Orinoco". Entre tanto, tiene que luchar no sólo contra
los españoles sino también contra la anarquía que
se había insinuado en su propio campo: en octubre de 1817, tras
un juicio militar, el General Manuel Piar, uno de los principales jefes
republicanos, es fusilado en Angostura. Hacia esos mismos días,
el Libertador dicta la "Ley de Repartición de Bienes Nacionales",
que habrá de contribuir a fortalecer el sentimiento patriótico.
En 1818, la campaña del
Centro se inicia bajo favorables auspicios, pues el Libertador logra sorprender
en la ciudad de Calabozo al General realista Morillo, pero los republicanos
son derrotados en el sitio de Semén. Días después,
en el Rincón de los Toros, Bolívar está a punto de
morir a manos de una patrulla realista, en plena noche. El 5 de junio,
está de nuevo en Angostura. Llegan entonces un Agente Diplomático
de los Estados Unidos, y gran número de voluntarios europeos.
El Segundo Congreso de Venezuela,
convocado por Bolívar, se reúne en Angostura el 15 de febrero
de 1819. Ante él pronuncia un Discurso que es uno de los documentos
fundamentales de su diario político. Le presenta, también,
un proyecto de Constitución. Poco después, emprende la campaña
que habrá de libertar a la Nueva Granada. El ejército tramonta
los Andes por el inhóspito páramo de Pisba, y tras los cruentos
combates, en julio de 1819, de Gámeza y del Pantano de Vargas, obtiene
un triunfo decisivo en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto. Días
después, Bolívar entra en Boyacá. Dejando organizadas
las provincias de la Nueva Granada bajo el mando del General Santander,
el Libertador regresa a Angostura, donde el Congreso, a propuesta suya,
expide la Ley Fundamental de la República de Colombia en diciembre
de 1819. Este gran Estado, creación del Libertador, comprendía
las actuales repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá.
A estos acontecimientos que habían
fortalecido la causa republicana, vino a sumarse la Revolución Liberal
que estalló en España en enero de 1820. La situación
ha cambiado. En todas partes los ejércitos de la República
obtienen ventajas. Cartagena es sitiada. Mérida y Trujillo libertadas.
El Nuevo Gobierno español intenta llegar a un acuerdo pacífico
con los patriotas. Los comisionados de ambas partes firman en Trujillo,
en noviembre de 1820, un Tratado de Armisticio y otro de Regularización
de la Guerra. El Libertador y el General Morillo se entrevistan en el pueblo
de Santa Ana. Algunos meses después, expirado el Armisticio, los
ejércitos republicanos se ponen en marcha hacia Caracas. El 24 de
junio de 1821, en la Sabana de Carabobo Bolívar da una batalla que
decide definitivamente la independencia de Venezuela. Los restos del Ejército
Realista se refugian en Puerto Cabello (que caerá en 1823). El Libertador
entra triunfador en su ciudad natal en medio de la alegría de sus
conciudadanos.
Vuelve ahora su mirada hacia el
Ecuador, dominado todavía por los españoles. Por Maracaibo
se dirige a Cúcuta, en donde se halla reunido el Congreso, y de
allí a Bogotá. En 1822, dos ejércitos patriotas tratan
de libertar a Quito: Bolívar conduce el del Norte, y el General
Antonio José de Sucre el del Sur partiendo de Guayaquil. La acción
de Bomboná, dada por Bolívar en abril, quebranta la resistencia
de los pastusos, mientras que la batalla de Pichincha, ganada por Sucre
el 24 de mayo, liberta definitivamente al Ecuador que queda integrado a
la gran República de Colombia. En Quito, Bolívar conoce a
Manuela Sáenz, el gran amor de los últimos años de
su vida. El 11 de julio, Bolívar se halla en Guayaquil, en donde
se embarca el día 25 el General José de San Martín,
procedente del Perú. Allí abrazan y se entrevistan los dos
ilustres capitanes de la Independencia Suramericana. Lo que conferenciaron
en privado, consta en los documentos auténticos emanados de Bolívar
y de su Secretaría General. El objetivo principal del General San
Martín, que era negociar sobre el destino futuro de Guayaquil, no
pudo realizarse, puesto que la Provincia se había incorporado ya
a la República de la Gran Colombia.
A mediados de 1823, la situación
político-militar del Perú se había deteriorado muchísimo.
Llamado por el Congreso y por el pueblo de aquella Nación, el Libertador
se embarcó en Guayaquil el 7 de agosto y llegó a comienzos
de septiembre al Callao. La anarquía reinaba entre los patriotas.
Bolívar, facultado únicamente para dirigir las operaciones
militares, se dedicó con tesón a reorganizar el ejército,
dándole como núcleo central los cuerpos que le habían
acompañado desde Guayaquil. En enero de 1824, Bolívar se
hallaba enfermo de cuidado en Pativilca, en la costa del Perú, donde
recibió la noticia de que la guarnición del Callao se había
pasado a los realistas. Ante tantas dificultades, su indomable espíritu
se manifestó en su exclamación famosa "¡Triunfar!".
Lima cae en manos de los realistas,
pero el Congreso del Perú, antes de disolverse, nombra a Bolívar
Dictador -como en la antigua República Romana- con facultades ilimitadas
para salvar al país. El acepta serenamente tan tremenda responsabilidad.
Retirado a Trujillo, trabaja infatigablemente; su genio y su fe en el destino
de América operan el milagro. Emprende la ofensiva, y el 6 de agosto
de 1824, en Junín, derrota al Ejército Real del Perú.
La campaña continúa, y mientras Bolívar entra en Lima
y restablece el sitio del Callao, el General Sucre, en Ayacucho, pone el
sello definitivo a la libertad americana el 9 de diciembre de 1824. Dos
días antes, desde Lima, Bolívar había dirigido a los
gobiernos de Hispanoamérica una invitación para enviar sus
plenipotenciarios al Congreso que habría de reunirse en Panamá,
el cual efectivamente se celebró en junio de 1826.
Ha terminado la fase militar de
la Independencia. El 10 de febrero de 1825, ante el Congreso Peruano reunido
en Lima, Bolívar renuncia los poderes ilimitados que le habían
sido conferidos. Dos días más tarde aquel cuerpo decreta
honores y recompensas al Ejército y al Libertador, pero éste
no acepta el millón de pesos que se le ofrecían particularmente.
Sale luego de la capital para visitar a Arequipa. El Cuzco y las provincias
que entonces se llamaban del Alto Perú. Estas se constituyen en
Nación, y lo hacen bajo la égida del héroe: "República
de Bolívar", se llamó la que hoy conocemos con el nombre
de Bolívia. Para el nuevo Estado, Bolívar redacta en 1826
un Proyecto de Constitución en el cual están expresadas sus
ideas para la consolidación del orden y la independencia de los
países recién emancipados.
Entretanto, una Revolución
acaudillada por el General Páez -"La Cosiata"- ha estallado en Venezuela
contra el Gobierno de Bogotá, en abril de 1826. Bolívar regresa
a Caracas y logra establecer la paz a comienzos de 1827. Sin embargo, las
fuerzas de disolución predominan sobre las tendencias aglutinadoras.
Bolívar se distancia más y más, política y
personalmente, del Vicepresidente Santander, hasta que sobreviene la ruptura
total. El 4 de julio de 1827 Bolívar sale por última vez
de Caracas, se embarca en La Guaira, y por vía de Cartagena llega
a Bogotá. Allí, el 10 de septiembre, presta ante el Congreso
juramento como presidente de la República.
La Convención Nacional
reunida en Ocaña en 1828 se disuelve sin que los diversos partidos
hayan logrado ponerse de acuerdo. Bolívar, aclamado Dictador, escapa
en Bogotá, en septiembre de aquel año, a un atentado contra
su vida; poco después, ha de ponerse en campaña para enfrentarse
a las fuerzas del Perú que han penetrado en el Ecuador, en donde
permanece durante casi todo el año de 1829. A pesar de estar enfermo
y de sentirse cansado, lucha por salvar su obra. A comienzos de 1830 vuelve
a Bogotá para instalar el Congreso Constituyente. Venezuela se agita
de nuevo y se proclama Estado Independiente. En la Nueva Granada, la oposición
crece y se fortalece. El Libertador, cada vez más enfermo, renuncia
a la Presidencia y emprende viaje hacia la Costa. La noticia del asesinato
de Sucre, que recibe en Cartagena, le afecta profundamente. Piensa marchar
a Europa, pero la muerte le sorprende en San Pedro Alejandrino, una hacienda
situada en las cercanías de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830.
Días antes, el 10, tras recibir los auxilios espirituales de un
sacerdote, había dirigido a sus compatriotas su última proclama,
que es su testamento político. Sobresalió entre sus contemporáneos
por sus talentos, su inteligencia, su voluntad y abnegación, cualidades
que puso íntegramente al servicio de una grande y noble empresa:
la de libertar y organizar por la vida civil a muchas naciones que hoy
ven en él a un Padre. Sus restos mortales, traídos a Venezuela
con gran pompa en 1842, reposan hoy en el Panteón Nacional de Caracas.