Por Alejandro L. Perdomo Aguilera
alejandro.perdomo91@gmail.com
twitter: @AlejandroLPerdo
Pareciera
que se acaba el show de las elecciones presidenciales de los EE.UU.
Nada más parecido al postulado de los intereses nacionales, de la
doctrina Monroe y del sobredimensionamiento imperial, que escuchar o
leer las declaraciones sobre política exterior de ambos candidatos. Más
allá de los matices en la agenda exterior que defiende uno u otro
candidato, predominan los intereses geoestratégicos del hegemón del
sistema mundial.Para ello cada contendiente
ha intentado convencer sin definir la verdadera estrategia, en esta
acelerada carrera por el púlpito presidencial. Tanto en los debates,
discursos y declaraciones “informales” se ha manejado como denominador
común de ambas figuras, la preservación del liderazgo estadounidense a
cualquier costo.
La crisis económica impone frases
preconcebidas, como el anhelo de ese pueblo a que se recorte del gasto
militar y se re-direccionen los fondos a lo que se ha dado en llamar la
economía del conocimiento. Esta supone una inversión en la educación,
principalmente en la rama de las ciencias exactas, abogando por un mejor
aprovechamiento del capital humano en los recursos energéticos,
tecnológicos e industriales, como fórmula para el mantenimiento de la
supremacía estadounidense.
Repasando los instrumentos claves de la
política exterior estadounidense se puede apreciar la continuidad de la
lógica de un imperio, que reconoce la necesidad de cambio ante el
momento histórico que vive hoy el sistema-mundo, al decir de
Wallerstein. Ciertamente la combinación del hard y el smart power en la
política exterior y de seguridad de los estados Unidos responde a
intereses de Estado y no de un partido u otro, por lo que
independientemente del hombre que ocupe la Casa Blanca el próximo 20 de
enero, y de los asesores que se rodeen el ala oeste de ese lugar,
permanecerán las doctrinas de política exterior, imprescindibles para
concebir las relaciones política internacionales de la superpotencia.[i]
La preeminencia de elementos
estructurales permite distinguir detrás del maquillaje que rodea el
reality show de las elecciones estadounidenses, una lógica de
preservación imperial que permite dilucidar políticas de estado para
mantener y, en algunos casos recuperar, la credibilidad internacional y
el liderazgo estadounidense a nivel global. Debe comprenderse que en
este afán no bastan los drones y los contratistas, sino que la
Diplomacia y el Desarrollo, vistas como complemento imprescindibles del
hard power, se articulan con el uso de las Tecnologías de la Informática
y las Comunicaciones (TICs), puestas en función del poderío
informacional de la primera potencia global.
Desde esta lógica imperial, tanto un
candidato como otro, por más conservador que pueda parecer Mitt Romney y
la plataforma del partido republicano, utilizarían también el poderío
informacional, para mediatizar temas, configurando la agenda
internacional en función de los intereses hegemónicos del Estado-Nación.
Obviamente que China y Rusia resultan
preocupantes, por el lugar que se posicionan en el sistema-mundo, ante
el ajedrez hegemónico de los Estados Unidos. Ciertamente ni demócratas
ni republicanos descartan el hard power y lo más peligroso es que cada
vez parece lograrse una mayor aceptación mediática para las incursiones
imperiales. La sensación del condicionamiento mediático que han dejado
estas elecciones presidenciales, pareciera suponer que valen más los
gestos o estilos de cada orador, que las ideas. Se ha buscado más la
forma de impactar en el subconsciente de la población, que el proyecto
que le conceda un mejor futuro a esa nación. Pero lo más preocupante de
todo, es que la proyección internacional que se propone, expresada a
través de los instrumentos de política exterior y de seguridad,
presupone el liderazgo sobre la paz, la verdadera cara del sistema
imperial.
Mientras el mundo se consterna con
guerras, insuficiencias alimentarias, energéticas y desastres
climáticos, en un confortable salón dos políticos profesan sobre lo que
pudieran decidir para el futuro del mundo en los próximos cuatro años.
Nada más drástico y peligroso como reconocer que en ninguna de las dos
ofertas aparece la racionalidad para un mundo más pacífico e ileso de
las consecuencias que alienta la elite del poder y el Complejo de
Seguridad Industrial[ii] para el futuro de la humanidad.
Con matices pero bajo un mismo interés,
llegaron al 6 de noviembre dictando postulados sobre como gobernar el
mundo, a que país atacar, y bajo que presupuestos consolidar el
liderazgo y la hegemonía global del imperio estadounidense.
Obviamente que el Medio Oriente concentra
la atención, exaltada a veces por el pensamiento extremista de Romney,
que pareciera remontado en las décadas de la guerra fría, otras bajo una
la cortina de humo de la amenaza nuclear, se proyectaron las tesis de
demócratas y republicanos.
Detrás de estas posiciones se halla la
necesidad de alentar el Complejo de Seguridad Industrial, cuyo pulmón
continuará avivándose en el Medio Oriente. El debate pro-judío en
consonancia con los fondos que canaliza ese Lobby y los disímiles
intereses que se resguardan entorno a Israel y sus enemigos históricos
en esa región.
Israel continúa sirviendo como base
político-ideológica y militar estadounidense en el Medio Oriente, de
modo que la variable pro-judía en la política exterior de y seguridad
permanecerá. Al respecto James Petras considera que: “(…) Determinados
reflejos automáticos de defensa del debate abierto y del libre examen
desaparecen –al menos en gran parte de las élites políticas de Estados
Unidos– cuando se trata de Israel, y sobre todo cuando se aborda el
papel del lobby pro israelí en la elaboración de la política exterior de
Estados Unidos.”[iii]
Obviamente que si se tratara de
comprender la polémica electoral desde el pensamiento crítico del sur,
las conclusiones resultarían bien diferentes de las concepciones
hegemónicas imperantes. Las elecciones del nuevo presidente
estadounidense, conllevan a un ambiente de nacionalismo y
sobredimensionamiento imperial, que exagera el american dream.
En esas circunstancias, salen a relucir criterios de política internacional[iv]
que parecieran retrotraerse a la época de guerra fría, sólo que ahora
ante potencias económicas emergentes, que ameritan una relación más
afinada, donde las concepciones del llamado fin de la Historia y el
último hombre (Francis Fukuyama 1992) y el choque de civilizaciones
(Samuel P. Huntington), resultan insuficientes para comprender las
dinámicas del sistema internacional actual.
Respeto a las relaciones entre el centro
“civilizado” con la Unión Europea (UE) en crisis, los movimientos
contestatarios desde Wall Street y la Puerta del Sol, la lucha entre un
presidente negro y un candidato mormón, hacen pensar que algo ha
cambiado. No obstante, las esencias que imperan en la proyección de la
política exterior y de seguridad de los EE.UU. conservan la necesidad de
su predomino en el sistema internacional.
De Latinoamérica poco se ha comentado.
Los problemas de seguridad que enfrenta la región, debido al tráfico
ilícito de drogas y otros delitos conexos, y la errónea guerra contra
las drogas trazada por ese gobierno, dejan un difícil panorama para un
discurso triunfante. Lo comentarios relacionados con el enfrentamiento
al crimen organizado transnacional, no fueron más allá del vago concepto
de la lucha contra el terrorismo internacional, el cual suele adecuarse
a los intereses geoestratégicos de ese gobierno.
Las polémicas sobre política exterior
tratadas en las campañas presidenciales, no fueron sobre la base de los
problemas que más consternan al mundo, sino sobre la forma en que
demócratas y republicanos, desean utilizar los instrumentos del poderío
nacional, para consolidar su liderazgo y hegemonía a nivel global. Por
ello el que más convincente resulta ante las cámaras, las redes sociales
en Internet y las disímiles encuestadoras, será quien se lleve la
mejor impresión del electorado.
Por más difícil que parezca para el sur y
la llamada periferia de este sistema-mundo, independientemente de las
implicaciones que tienen las decisiones en política exterior de ese país
para el futuro de la humanidad, al electorado lo que más le llegará a
la fibra, continuará siendo la problemáticas económicas que se enfrentan
al interior, respecto al empleo y el nivel de vida de la población.De
cualquier forma, el próximo 20 de enero ocurrirá el discurso de toma de
posesión, poniendo fin al reality show de esta temporada de las
elecciones presidenciales en Estados Unidos.
[i]
El término superpotencia se le concede su origen al neerlandés
naturalizado estadounidense Nicholas Spykman. Este término fue
desarrollado por Lyman Miller, donde destaca como componentes básicos
del estatus de superpotencia cuatro ejes de poder: militar, económico,
político, y cultural que fue desarrollado desde las ciencias políticas
Joseph Nye como el soft y el smart power.
[ii]
Se toma el término de Complejo de Seguridad Industrial y no el de
Complejo Militar Industrial, pues se considera que en la actualidad es
mucho más amplio y toma elementos que sobrepasan lo militar.
[iii] James Petras. En: Noam Chomsky y el lobby pro israelí: catorce tesis erróneas. En: Marx siglo XXI.
[iv]
Se entiende como la relación político-diplomática y sociocultural, que
se emprende por los diferentes actores del sistema internacional,
fundamentados en las políticas exteriores y de seguridad. Esta dada por
una interrelación de la política exterior de los Estados, desarrollada
en el conjunto de las relaciones interestatales que constituyen el
sistema de Estados, aunque no se limita a lo estatal. En la actualidad
deben considerarse la interacción con ONGs, Fundaciones, Agencias y la
sociedad civil. Todo ello visto desde las relaciones de poder
establecidas en el sistema internacional.